�GU�A�.
Cap�tulo II. Hermen�utica de la obra de Kierkegaard
UNA SENDA EN EL BOSQUE
Gu�a del pensamiento de Kierkegaard
Por Mariano Fazio
a) Una hermen�utica personal
Quiz�s uno de los fil�sofos de toda la historia de la filosof�a sobre el
que se han hecho interpretaciones de lo m�s diversas y contrapuestas sea
S�ren Kierkegaard. Padre del existencialismo moderno -incluso del que niega
la trascendencia- para algunos(1), del personalismo cristiano para otros(2),
sustentador del realismo ontol�gico(3), o carente de una profunda metaf�sica
del ser para otros int�rpretes(4), su pensamiento es signo de contradicci�n.
Pretender una hermen�utica definitiva de la obra del fil�sofo dan�s es una
empresa no s�lo arriesgada sino ilusoria(5). El car�cter ambiguo de su
estilo literario, la gran cantidad de escritos, el obst�culo no
insignificante de la lengua original en el que fueron escritos, son algunos de
los elementos que dificultan la realizaci�n de esta empresa.
Sin embargo, Kierkegaard nos ha dejado muchos textos autobiogr�ficos en los
que, seg�n su propia opini�n, se podr�a encontrar la clave de lectura para
entender el sentido �ltimo de su actividad literaria, o al menos para
acercarnos a ella. Y digo "al menos", porque es tambi�n cierto que
Kierkegaard -como hemos visto en el cap�tulo precedente- declara abiertamente
querer conservar en secreto algunos elementos de su biograf�a, sin los cuales
nunca podremos penetrar en su pensamiento hasta lo m�s profundo(6).
Los documentos m�s relevantes para conocer el pensamiento �ntimo de
Kierkegaard son su voluminoso Diario, y en segundo lugar una obra
breve, escrita en 1848, pero que ser� publicada a t�tulo p�stumo en 1859.
Me refiero a Mi punto de vista de mi actividad de escritor. En esta
obra, una especie de declaraci�n p�blica, el pensador de Copenhague abre al
lector parte de su mundo interior. En ella aparecen las complicadas relaciones
que tuvo con sus seud�nimos, la conexi�n entre su obra edificante y su obra
est�tica, y revela, si bien es cierto con pudor, su relaci�n personal con
Dios. El problema que presenta Mi punto de vista -por otra parte,
com�n a toda la especie literaria de las confesiones- es precisamente el de
la sinceridad. Recientemente algunos autores, influenciados por el
desconstruccionismo de Deleuze, aplican incluso a esta obra el car�cter
ambiguo que presentan las obras seud�nimas, negando por tanto la veracidad de
sus confesiones: "como los lectores de la �poca, hemos aprendido la
lecci�n; y si un d�a aparece a la venta, con la firma de Kierkegaard, una
obra que pretende interpretar toda su actividad de escritor, y que lleva por
t�tulo "Una comunicaci�n directa, informe de la historia",
sabremos ya antes de abrirla que la historia estar� falsificada y su
comunicaci�n ser� intrincada y ambigua"(7).
Pero esta afirmaci�n parece un poco apresurada. Si nos fijamos en algunos
textos del Diario, en los que Kierkegaard remarca los elementos
fundamentales de Mi punto de vista -es decir, el considerarse un autor
religioso-(8), y prestamos una especial atenci�n a aquellos textos que hacen
referencia a esta obra, el lector tiende a pensar que en este libro
Kierkegaard habla en serio(9). El tercer cap�tulo de la segunda parte, que
lleva por t�tulo "La parte de la Providencia en mi profesi�n de
escritor", que ocupa una parte importante de la obra, tiene un car�cter
netamente religioso e �ntimo, y lleva a dar por buenas todas la p�ginas de
la obra. La conciencia escrupulosa de S�ren le habr�a impedido tomarse a
broma su relaci�n personal con el Absoluto.
Confiando en la supuesta veracidad de estas p�ginas kierkegaardianas,
analizaremos la primera parte y los primeros cap�tulos de la segunda de Mi
punto de vista. Antes de nada se hace necesario encuadrar
cronol�gicamente este libro. Escrito en 1848, Kierkegaard ya hab�a escrito
la mayor parte de sus obras seud�nimas (Aut-Aut, 1843; Temor y
temblor, 1843; La repetici�n, 1843; Migajas filos�ficas,
1844; El concepto de la angustia, 1844; Estadios sobre el camino de
la vida, 1845), algunas obras edificantes que forman parte de las obras de
comunicaci�n directa y la Apostilla conclusiva no cient�fica a las
"Migajas filos�ficas", considerada por el mismo Kierkegaard
como "el punto decisivo de toda mi obra de escritor". Todav�a
faltaban otras obras importantes (La enfermedad mortal, 1849; Ejercicio
del Cristianismo, 1849; El Momento, 1855).
Desde el comienzo, Kierkegaard se define como un "escritor
religioso": "el contenido de este peque�o libro afirma, pues, lo
que realmente significa como escritor: que soy y he sido un escritor
religioso, que la totalidad de mi trabajo como escritor se relaciona con el
cristianismo, con el problema de "llegar a ser cristiano", con una
pol�mica directa o indirecta contra la monstruosa ilusi�n que llamamos
Cristiandad, o contra la ilusi�n de que en un pa�s como el nuestro todos
somos cristianos"(10).
En este rico y al mismo tiempo claro fragmento, encontramos la definici�n de
lo que despu�s ser� denominado "el problema" de la filosof�a y
por tanto de la vida humana: "hacerse cristiano". Este problema no
se entiende si no se encuadra en la dial�ctica kierkegaardiana entre
cristianismo y Cristiandad.
La Cristiandad -dig�moslo una vez m�s- consiste fundamentalmente en
pertenecer a una comunidad eclesial -la Iglesia Luterana de Dinamarca-
representante del "orden establecido". Es una pertenencia que no
implica un modo determinado de vida: uno es cristiano porque ha sido bautizado
cuando era ni�o, porque va a la iglesia en domingo, escucha el serm�n del
pastor y canta himnos. Pero aquello que el cristiano escucha el domingo no
influye en su vida del lunes siguiente. La Cristiandad, dir� Kierkegaard, es
una ilusi�n. La tarea que se propone el fil�sofo dan�s -tarea que
interpreta como un encargo divino- ser� desvelar esa ilusi�n y ese enga�o
de la Cristiandad, y presentar el verdadero cristianismo, que no es una
doctrina para ser expuesta sino para ser vivida.
Despu�s de haber presentado su propio car�cter de escritor religioso,
nuestro autor subraya la importancia que tiene el factor religioso para poder
entender toda su obra. Los escritos de car�cter est�tico -su obra
seud�nima- son una vestimenta, un "enga�o" al servicio del
cristianismo: "pido a todos aquellos que tengan en el coraz�n la causa
de la Cristiandad -y se lo pido con tanta m�s urgencia cuanto m�s seriamente
se empe�en en ella- que conozcan este peque�o libro, no curiosamente, sino
con devoci�n, como se lee una obra religiosa. Naturalmente, no me importa el
placer que ha encontrado o pueda encontrar el llamado p�blico est�tico al
leer, atentamente o de pasada, las obras de car�cter est�tico, las cuales
son un disfraz y un enga�o al servicio de la Cristiandad; porque yo soy un
escritor religioso (...) Suponiendo que un lector de tal clase entiende a la
perfecci�n y aprecia cr�ticamente las producciones est�ticas individuales,
siempre me entender� completamente mal, en cuanto no comprenda la religiosa
totalidad en toda mi labor como escritor. Supongamos, pues, que otro entiende
mis obras en la totalidad de su referencia religiosa, pero no entiende ni uno
solo de los productos est�ticos contenidos en ellas; en este caso yo no
dir�a que su falta de entendimiento fuera esencial"(11).
La obra est�tica y la obra religiosa forman una unidad en la dualidad.
Dualidad por el hecho evidente del car�cter diverso de ambas obras, pero
unidad porque el autor religioso no aparece "despu�s" del autor
est�tico: la dualidad se presenta desde el inicio de su actividad literaria
-los dos primeros Discursos edificantes son contempor�neos de Aut-Aut-,
pero la finalidad �ltima es la religiosa. Esta finalidad que da unidad a toda
la obra se manifiesta en la Apostilla, que no es stricto sensu
ni una obra est�tica ni una religiosa. En ella Kierkegaard se plantea
"el problema": c�mo hacerse cristiano.
Seg�n el dan�s, toda su obra goza de un car�cter dial�ctico. M�s
concretamente S�ren habla de reduplicaci�n dial�ctica puesta al servicio de
un prop�sito serio. Para Kierkegaard la reduplicaci�n es el momento esencial
de la dial�ctica cualitativa, es decir, transformarse en aquello en lo que se
cree, en lo que se escribe o se predica. En las obras est�ticas Kierkegaard
es un esteta, pero teniendo presente el "prop�sito serio" de toda
su obra, lo est�tico est� al servicio de lo religioso.
Ser� precisamente en el prefacio de los dos primeros Discursos edificantes
-es decir, en una obra religiosa- donde introducir� "la categor�a"
-"mi categor�a", escribe Kierkegaard-: "el individuo":
"(...) ten�a plena conciencia de que yo era un escritor religioso y que
como tal me importaba "el individuo" ("el individuo", en
oposici�n a "el p�blico"), pensamiento en el que est� contenida
toda una filosof�a de la vida y del mundo"(12).
"El problema" -c�mo hacerse cristiano- y "la categor�a"
-el individuo- se integran mutuamente. El verdadero cristiano ser� el
individuo, la persona singular delante de Dios. Por eso hace falta
desenmascarar la falsa ilusi�n de la Cristiandad, en la cual no se vive como
individuos sino "en masa". En otras palabras, la Cristiandad vive en
categor�as est�ticas. En la segunda parte de Mi punto de vista,
Kierkegaard explicar� su t�ctica de reduplicaci�n dial�ctica: la
producci�n est�tica como instrumento para desvelar el espejismo de la
Cristiandad.
Precisamente desde el comienzo de esta segunda parte, Kierkegaard identifica
la Cristiandad con una ilusi�n: "todo aquel con alguna capacidad de
observaci�n que considere seriamente lo que se llama Cristiandad, o las
condiciones de un pa�s llamado cristiano, sin duda se sentir� asaltado por
profundas dudas. �Qu� significa el que todos esos miles y miles se llamen a
s� mismos cristianos como cosa corriente? �Esos hombres innumerables, cuya
mayor parte, seg�n es posible juzgar, vive en categor�as completamente
ajenas al cristianismo! Cualquiera se puede convencer de ello por la m�s
simple observaci�n. �Gente que nunca entra en una iglesia, que nunca piensa
en Dios, nunca menciona su nombre, excepto en los juramentos! �Gente a la que
nunca se le ha ocurrido que puede tener alguna obligaci�n hacia Dios, gente
que, o bien considera �sta como m�ximo en la culpabilidad de trasgredir la
ley criminal, o que ni siquiera considera esto necesario! �Sin embargo, toda
esa gente, incluso aquellos que aseguran que no hay Dios, es cristiana, se
llama cristiana, es reconocida como cristiana por el Estado, es enterrada como
cristiana por la Iglesia, queda como cristiana para la eternidad!"(13).
La cuesti�n que se plantea el fil�sofo dan�s es c�mo poder destruir esa
ilusi�n. No es posible atacar una ilusi�n de forma directa: el defensor del
verdadero cristianismo, que intente denunciar abiertamente como no cristiana
una sociedad autodenominada cristiana -esto es, que vive inmersa en las
categor�as de la Cristiandad- ser� considerado como un fan�tico, un
exagerado, un loco. La �nica manera de desenmascarar la ilusi�n de la
Cristiandad ser� a trav�s de un m�todo indirecto. La Cristiandad vive
seg�n la categor�a est�tica. Esta categor�a presenta para Kierkegaard la
forma de vida del hombre que est� bajo el se�or�o de la "impresi�n
sensible". El esteta es, pues, el hombre que vive a flor de piel, el
cazador de sensaciones que se vuelca sin l�mites en la inmediatez, en el
instante huidizo e irrepetible en lo que tiene de interesante o placentero, el
hedonista que ordena su existencia al placer y al goce en toda su casi
infinita gama de posibilidades, desde el goce de la vida hasta el goce de s�
mismo. Por tanto el escritor religioso debe meterse en contacto con esos
hombres comenzando con obras est�ticas: "estas son las arras. Cuanto
m�s brillantes sean esas obras mejor para �l. Adem�s, debe estar seguro de
s� mismo, o (y �sta es la �nica seguridad) debe relacionarse con Dios, con
miedo y temblor, a fin de que acontezca el hecho m�s opuesto a sus
intenciones, y, en lugar de poner en movimiento a los otros, los otros
adquieren poder sobre �l, de forma que termina empantan�ndose en lo
est�tico. Por tanto, debe tenerlo todo dispuesto, aunque sin impaciencia, con
el prop�sito de sacar inmediatamente lo religioso, en cuanto perciba que
tiene a sus lectores con �l, de forma que con el �mpetu conseguido por la
devoci�n a lo est�tico entren en contacto con lo religioso"(14).
Kierkegaard, haciendo alarde de un profundo conocimiento de la psicolog�a
humana, explica c�mo el escritor religioso debe ayudar a las dem�s personas
eficazmente. Para llegar a la gente, debe ir a buscarla all� donde se
encuentra. Y ya sabemos c�mo los cristianos de la Cristiandad viven seg�n
categor�as est�ticas. Por tanto, el religioso se hace est�tico, pero sin
perder de vista su misi�n �ltima: buscar al otro -a trav�s de las
categor�as est�ticas- para llevarlo hacia "la" categor�a -ser
individuo, ser cristiano-.
Nadie puede obligar a una persona a hacerse cristiana, pero todo cristiano
tiene por lo menos la obligaci�n de ayudar a los dem�s a darse cuenta de que
en la Cristiandad no son verdaderos cristianos, y que deben superar las
categor�as est�ticas: "de forma que cuando un autor religioso en la
cristiandad, cuyo pensamiento absorbente es la tarea de llegar a ser
cristiano, hace todo lo posible para que la gente se d� cuenta (si lo logra o
no es otra cuesti�n), debe empezar como escritor est�tico y hasta un punto
determinado debe mantenerse en este papel. Pero necesariamente debe haber un
l�mite; porque su objetivo es hacer que la gente se d� cuenta. Y hay una
cosa que el autor no debe olvidar: su prop�sito, la distinci�n entre esto y
aquello, entre lo religioso como cosa decisiva y el inc�gnito est�tico, para
que el entrecruce de la dial�ctica no termine en parloteo"(15).
Hasta este momento hemos analizado someramente los primeros cap�tulos de Mi
punto de vista. Kierkegaard presenta una hermen�utica personal de su
propia obra. Esta hermen�utica gira en torno a "su" categor�a, el
individuo, y al "problema": c�mo hacerse cristiano. Si continuamos
confiando en la esencial sinceridad de Mi punto de vista, se puede
analizar toda la obra de Kierkegaard bajo esta perspectiva. La
"categor�a" y el "problema" de la hermen�utica personal
de Kierkegaard llevan, en una esfera teol�gica, a una hermen�utica de la
sagrada escritura, y en una esfera filos�fica, a la fundaci�n de una
antropolog�a metaf�sica.
"Cristiano" es para Kierkegaard el extraordinario, aquel que ha dado
el salto hacia el Absoluto, movido por la fe. Kierkegaard introduce la
categor�a del salto, en el lugar de la mediaci�n hegeliana que era la
categor�a de lo continuo, de lo homog�neo e id�ntico(16). El salto es la
categor�a de lo discontinuo, de lo heterog�neo y diferente. Mediar a la
manera de Hegel, es identificar los contrarios, suprimir la diferencia
irreductible del individuo existente, abolir la cualidad en aras de la
cantidad(17). La mediaci�n destruye, en opini�n de Kierkegaard, la realidad
propia de Dios y del hombre. Entre el mundo humano y el divino, entre lo
finito y el infinito media un abismo que ninguna mediaci�n puede superar: no
queda sino saltar. La fe no se escandaliza frente al Modelo, Cristo. La
dial�ctica tiempo-eternidad, contingente-necesario, que tiene su propia
racionalidad en el horizonte intramundano, es desmontada por el Dios que se
hace hombre. La fe requiere la humildad de la raz�n: "�bienaventurado
el que no se escandalice de m�!" ser� uno de los lemas del Ejercicio
del Cristianismo. Se hace cristiano el que sufre el esc�ndalo y logra dar
el salto.
Ser extraordinario no es privilegio de unos pocos elegidos. Todos pueden
lograrlo: ser extraordinario es ser individuo, el individuo frente a Dios. El
hombre que vive seg�n categor�as est�ticas no es propiamente hombre porque
no tiene identidad -vive "masificado", como p�blico-. Un yo que
logra desesperarse de s� mismo -la angustia y desesperaci�n del pecado- y
que se fundamenta en aquella relaci�n en la que consiste ser hombre, es
decir, en relaci�n con el Absoluto, capta la transparencia de su esencia y se
convierte en individuo: "relacion�ndose consigo mismo, queriendo ser �l
mismo, el yo se funda sobre la transparencia en la potencia que le ha
colocado"(18).
Hacerse cristiano es ser individuo. La contingencia del yo que se fundamenta
sobre la transparencia del Absoluto nos lleva nuevamente a la dial�ctica
cristianismo-Cristiandad de la hermen�utica personal kierkegaardiana: la
necesidad de salir de las categor�as meramente est�ticas para asomarse a la
esfera �tico-religiosa del individuo frente a Dios.
No es posible entender a Kierkegaard fuera del radicalismo cristiano(19). Las
posibles hermen�uticas de su obra deben respetar la finalidad religiosa que
su autor confiesa tener repetidas veces. Detr�s de toda lectura de
Kierkegaard, para permanecer fieles a su mensaje �ltimo, deben quedar claros
algunos puntos que son de naturaleza teol�gica y metaf�sica: la contingencia
del yo, que tiende hacia la nada si permanece en la inmediatez del estado
est�tico, y por la que necesita de una fundamentaci�n trascendente; los
l�mites de la raz�n, que empujan hacia la desesperaci�n, producto del
pecado; y la infinitud de la fe, con la que llega a t�rmino la vocaci�n
humana y cristiana del individuo.
b) La comunicaci�n directa e indirecta
Con todo lo dicho, podemos ahora acercarnos a la presentaci�n de la obra
kierkegaardiana. Toda la producci�n del dan�s forma una unidad en la
diversidad: diversidad de tono, estilo, seud�nimos, argumentos, pero una
diversidad reconducible al "problema" y a la "categor�a",
de la hermen�utica de S�ren.
La primera gran clasificaci�n que se debe realizar de la obra de Kierkegaard
es entre la comunicaci�n "directa" y la comunicaci�n
"indirecta". La primera lleva la firma de Kierkegaard: con su nombre
se hace responsable de cuanto escribe y afirma, y considera cada obra como
"suya"; la comunicaci�n indirecta, por el contrario, es la
seud�nima, en la que Kierkegaard hace hablar a autores imaginarios.
�Cu�l es la relaci�n existente entre Kierkegaard y sus seud�nimos? �Todo
cuanto se ha atribuido a la pluma de Virgilius Haufniensis o a la de V�ctor
Eremita forma parte del pensamiento �ntimo de Kierkegaard? En varios textos
de su comunicaci�n directa Kierkegaard ha repetido su propia posici�n
personal. Con particular claridad hace referencia a este punto en el A�adido
a la Apostilla conclusiva no cient�fica. En ella el dan�s explica que
sus seud�nimos y los diversos nombres empleados tienen una raz�n de ser
esencial en la misma producci�n literaria: los diversos autores expresan
diferentes modos de existir, de variedad psicol�gica, "que ninguna
persona de carne y hueso podr�a o querr�a permitirse encontrar en los
l�mites morales de la realidad". Por ello, cada seud�nimo muestra su
propia concepci�n de la vida, y no la de Kierkegaard. Es m�s, el dan�s
reconoce que se acerca a los seud�nimos como lector: "no hay en las
obras seud�nimas ni una palabra m�a; yo no tengo ni una sola opini�n de
ellos si no es como tercera persona, ning�n conocimiento de su importancia si
no es como el de cualquier lector"(20).
Kierkegaard asume la responsabilidad de los seud�nimos desde el punto de
vista jur�dico y literario: "en sentido dial�ctico lato he sido yo
quien ha "proporcionado la ocasi�n" de escuchar esta obra en el
mundo de lo real, el cual naturalmente no puede ocuparse de escritores
po�tico-realistas y por eso, con perfecta coherencia y con pleno derecho,
desde el punto de vista jur�dico y literario, la obra se atiene a
m�"(21). S�ren llegar� a aclarar que si alguien quiere hacer una cita
textual de una obra seud�nima, lo haga con el nombre del seud�nimo y no con
el suyo. Las concepciones de la vida que muestran Frater Taciturnus o Johannes
de Silentio, insiste Kierkegaard, no son la suya propia, si bien alguna vez
pueden coincidir con alg�n punto de vista personal. Por el contrario,
Kierkegaard se reconoce a s� mismo como autor "del todo propio y
directo" de los Discursos edificantes, "y de cada palabra que
contienen"(22).
El juego de los seud�nimos, con la ambig�edad del estilo utilizado, en el
entramado de la dial�ctica de toda su obra, constituye una de las
dificultades m�s evidentes para poder penetrar en el aut�ntico pensamiento
kierkegaardiano. Pensamiento, por otra parte, impenetrable hasta sus �ltimas
consecuencias, por la inconclusividad de sus ideas y de sus actitudes
existenciales.
En la comunicaci�n indirecta -la obra seud�nima- se puede hacer una ulterior
clasificaci�n entre las obras en las que Kierkegaard aparece como editor, y
aquellas otras en las que su nombre no aparece de ninguna manera.
La comunicaci�n directa presenta un panorama a�n m�s rico en diversidad de
estilos y g�neros literarios. Est� formada, antes que nada, por una amplia
serie de Discursos edificantes de car�cter religioso, por un ensayo
cr�tico sobre Hans Christian Andersen (De las cartas de alguien a�n con
vida, 1838), por su tesis de graduaci�n (El concepto de la iron�a,
1841), por un A�adido a la Apostilla, por el ya mencionado Mi
punto de vista de mi actividad de escritor, dos ensayos autobiogr�ficos (Para
un examen de uno mismo, recomendado a mis contempor�neos, 1851, y Juzga
por ti mismo, 1851-1852), por algunos art�culos de prensa y 10
fasc�culos titulados El Momento, en los que se enfrenta con la Iglesia
Luterana de Dinamarca.
En la comunicaci�n directa se deben incluir tambi�n la mayor parte de sus Papirer
(Documentos), es decir de las obras in�ditas. Los editores daneses de los
documentos los han clasificado en tres grupos: el grupo A est� constituido
por el voluminoso Diario, que Kierkegaard escribe entre 1834 y 1855; el
grupo B contiene ensayos no publicados, correcciones y anotaciones a obras
publicadas, e incluso esbozos de obras inconclusas; por �ltimo el grupo C
contiene apuntes de escuela y de literatura.
Teniendo en cuenta todo lo dicho, damos a continuaci�n una lista de las obras
de Kierkegaard. Est� realizada siguiendo un orden cronol�gico. La
explicaci�n que se hace de cada escrito es solamente ilustrativa, no pretende
ser una s�ntesis exacta. A�adimos tambi�n las principales partes en las que
se dividen, y que de vez en cuando se presentan en las traducciones como
libros en s�, lo que conlleva a�n m�s confusi�n para entender el conjunto
de la obra del dan�s:
De los papeles de un hombre que a�n vive. Publicado contra su voluntad
por S�ren Kierkegaard en septiembre de 1838. En esta peque�a obra, la
primera publicada por �l, Kierkegaard ataca al famoso cuentista dan�s, Hans
Christian Andersen. El ensayo no empieza ni con Andersen ni con la filosof�a
de Kierkegaard sino con Hegel. En esta obra emergen tres puntos de inter�s:
el ataque a Andersen, una teor�a de la novela, y la teor�a kierkegaardiana
del individuo.
El concepto de la iron�a, con constante referencia a S�crates. Es la
tesis de Kierkegaard, aprobada por la Universidad de Copenhague el 16 de
septiembre de 1841. Con ocasi�n de este estudio Kierkegaard hace un ataque al
romanticismo y al hegelianismo.
Confesi�n p�blica. Firmado por S. Kierkegaard. Art�culo publicado en
el Faedrelandet, el 12 de junio de 1842. En este art�culo deja ver su
posici�n con respecto a algunos de sus contempor�neos, como J.L. Heiberg.
La alternativa (tambi�n conocido como Aut-Aut) Editado por
V�ctor Eremita (febrero de 1843). Es una obra escrita en dos vol�menes. El
primero consta de reflexiones est�ticas realizadas por un poeta. La segunda
parte son consideraciones �ticas que centran su atenci�n en el matrimonio,
haciendo una cr�tica a la vida est�tica.
Dos discursos edificantes (mayo de 1843). La espera de la fe (Gal. III,
23 y ss.). Todo don bueno y perfecto viene de lo alto (Iac. I, 17-22).
Una peque�a explicaci�n. Art�culo publicado en el Faedrelandet
el 16 de mayo de 1843. Firmado por S�ren Kierkegaard. Es la explicaci�n al
difundido rumor de que Kierkegaard era el autor de un serm�n. Contesta
escribiendo que en enero dio un serm�n sobre el texto de Phil. I, 19-25.
La repetici�n. Un ensayo de psicolog�a experimental. Por Constantin
Constantius (octubre de 1843). Es una obra en la que los elementos
autobiogr�ficos y las consideraciones filos�ficas se encuentran
estrechamente unidas.
Temor y temblor. Una l�rica dial�ctica. Por Johannes de Silentio
(octubre de 1843). Con ocasi�n del relato b�blico de Abraham, el autor hace
un estudio sobre las exigencias de la fe a�adiendo la esfera religiosa a los
dos modos de existencia -est�tica y �tica- presentados en La alternativa.
Tres discursos edificantes (octubre de 1843). La caridad cubre la
muchedumbre de los pecados -los dos primeros- (I Pet. IV, 7-12). El
fortalecimiento en el hombre interior (Eph. III, 13-21).
Cuatro discursos edificantes (diciembre de 1843). El Se�or me lo dio,
el Se�or me lo quit�. �Alabado sea su nombre! (Iob. I, 20-21). Todo don
bueno y perfecto viene de lo alto -dos discursos- (Iac. I, 17-22). La
salvaci�n del alma por medio de la paciencia (Lc. XXI, 19).
Post-scriptum a "La alternativa". Firmado por V�ctor Eremita
el 1 de marzo de 1844 (publicaci�n p�stuma). El editor ficticio de La
alternativa justifica su prop�sito, da una explicaci�n del seud�nimo y
del porqu� del t�tulo de la obra.
Dos discursos edificantes (marzo de 1844). La salvaci�n del alma por
medio de la paciencia (Lc. XXI, 19). La paciencia en la espera (Lc. II,
33-40).
Tres discursos edificantes (junio de 1844). Acu�rdate de tu creador en
los d�as de tu juventud (Eccl. XII, 1). La esperanza de una felicidad eterna
(II Cor. IV, 17-18). Conviene que El crezca y yo meng�e (Ioh. III, 30).
Migajas filos�ficas o un poco de filosof�a. Por Johannes Climacus.
Editado por S. Kierkegaard (junio de 1844). Las "migajas
filos�ficas" es una expresi�n que se opone ir�nicamente a los
voluminosos tratados en los que se exponen los sistemas filos�ficos. Climacus
encarna la filosof�a que en nombre del saber cree poder dar una explicaci�n
de todo.
El concepto de la angustia. Una simple deliberaci�n sobre las l�neas
psicol�gicas en direcci�n al problema dogm�tico del pecado original.
Por Vigilius Haufniensis (junio de 1844). Es una cr�tica a la �tica
racionalista, especialmente a la hegeliana. Bas�ndose en los conceptos de
posibilidad y libertad hace un an�lisis minucioso de la angustia, como estado
precedente y consecuente al pecado original. Llega a la conclusi�n de que la
angustia unida a la fe es el medio de salvaci�n.
Cuatro discursos edificantes (agosto de 1844). Tener necesidad de Dios
es la mayor perfecci�n del hombre. El aguij�n de la carne (II Cor. XII, 7).
Contra la pusilanimidad (2 Tim. I, 7). La verdadera oraci�n hace vencedor al
hombre (Mc. VIII, 35; y Lc. IX, 24).
Estadios sobre el camino de la vida. Estudios de diversas personas.
Publicado por Hilarius Encuadernador (abril de 1845). Est� formado por tres
obras. En la primera, In vino veritas, por William Afham, cinco amigos
presentan sus motivos -est�ticos- por los que es preferible no casarse. La
segunda, Palabras sobre el matrimonio en respuesta a las objeciones,
escrita por un esposo an�nimo, describe la belleza del matrimonio, criticando
indirectamente algunos de los argumentos presentados anteriormente. La
tercera, �Culpable? �No culpable? Una historia de sufrimiento. Experiencia
psicol�gica por el Frater Taciturnus. Narra en forma de diario el rompimiento
de un compromiso matrimonial a causa de la melancol�a y conflictos religiosos
(con clara referencia autobiogr�fica).
Tres discursos sobre circunstancias concretas (abril de 1845). Con
ocasi�n de una confesi�n -entendida como un examen de conciencia delante de
Dios-. Con ocasi�n de un matrimonio. Con ocasi�n de un entierro.
Un poco m�s que una postura al punto. Por S. Kierkegaard. Art�culo
publicado en el Faedrelandet el 9 de mayo de 1845. En este art�culo pide no
ser considerado el autor de textos que no lleven su nombre.
Actividad de un esteta ambulante, y c�mo �l cubri�, a pesar de todo, con
los gastos de la fiesta. Art�culo publicado en le Faedrelandet el
27 de diciembre de 1845. Firmado por Frater Taciturnus. Con este art�culo se
inici� la guerra abierta entre P. L. M�ller y Kierkegaard.
Apostilla conclusiva no cient�fica a las "Migajas filos�ficas".
Por Johannes Climacus. Editado por S. Kierkegaard (febrero 1846). En la
primera parte trata el problema objetivo de la verdad del cristianismo, desde
el punto de vista hist�rico y especulativo. La segunda parte trata el
problema desde el punto de vista subjetivo: la relaci�n del sujeto con la
verdad del cristianismo, o c�mo hacerse cristiano.
Una rese�a literaria (marzo de 1846). Firmada por Kierkegaard. Es una
rese�a a la obra Dos �pocas de un autor an�nimo y publicada por J.L.
Heiberg. En esta rese�a Kierkegaard da un diagn�stico de la sociedad
contempor�nea.
El libro sobre Adler (publicaci�n p�stuma 1846-47). Adler, pastor de
Bornhelm, renunci� a sus investigaciones filosofico-hegelianas en 1843 para
atenerse s�lo a la Biblia. Por las obras que Adler public� despu�s de este
acontecimiento fue considerado como un desequilibrado y fue relevado de su
cargo de pastor. Kierkegaard consider� conveniente que la sociedad cristiana
pasara por una crisis semejante y estaba persuadido de que �l podr�a
provocar esta sacudida.
Discursos edificantes con diversos puntos de vista (marzo de 1847,
publicaci�n p�stuma). Consta de tres partes. Con ocasi�n de una confesi�n
(extenso discurso en el que queda de manifiesto el significado y valor de la
categor�a Individuo). Lo que aprendemos de los lirios del campo y de las aves
del cielo (tres reflexiones sobre la grandeza de la condici�n humana; Mt. VI,
24-34). El evangelio de los sufrimientos (siete consideraciones sobre la
alegr�a cristiana en el sufrimiento; Lc. XIV, 27 y Mt. XI, 30).
Las obras del amor: "Meditaciones cristianas en forma de
discursos" (septiembre de 1847). En ella Kierkegaard explica la
diferencia entre el orden cristiano y el orden humano partiendo del amor.
La dial�ctica de la comunicaci�n �tica y �tico-religiosa (escrito
en 1847, publicaci�n p�stuma). Es un texto inacabado sobre la hipertrof�a
de los medios de comunicaci�n, poniendo en duda el que realmente comuniquen.
Discursos cristianos (abril de 1848). Est� formado por cuatro partes.
La primera expone las preocupaciones de los paganos. La segunda los
sentimientos en la lucha ante los sufrimientos. La tercera contiene
pensamientos que hieren por la espalda para la edificaci�n (siete
consideraciones en torno a pasajes b�blicos). Y la cuarta son unos discursos
en torno a la comuni�n de los viernes.
La crisis y una crisis en la vida de una actriz. Por Inter et inter.
Impreso en cuatro partes en el Faedrelandet en julio de 1848. Esta
actriz, que el texto nunca nombra, era la esposa de Johan Ludvig Heiberg.
Despu�s de la muerte de Kierkegaard Heiberg lo public� como un libro
completo.
Mi punto de vista de mi actividad de escritor. Por S�ren Kierkegaard.
Edici�n p�stuma escrita en 1848 y publicada por su hermano en 1859. Muestra
c�mo toda su obra debe ser interpretada desde un punto de vista religioso y
habla de la necesidad de la comunicaci�n indirecta para lograr ese fin. Hace
algunas reflexiones autobiogr�ficas relacionadas con su tarea de escritor.
Los lirios del campo y las aves del cielo. Tres discursos piadosos. Son
consideraciones sobre el silencio, la obediencia y la alegr�a cristianas
comentando Mt. VI, 24-34.
La enfermedad mortal. Una exposici�n psicol�gica cristiana para la
edificaci�n y el despertar. Por Anti-Climacus. Editado por S. Kierkegaard
en julio de 1849. En esta obra Kierkegaard hace un estudio del hombre como
esp�ritu y de la desesperaci�n de querer reducirse a una de sus categor�as
sin fundamentarse en Dios. La desesperaci�n o pecado debe entenderse como un
yo frente a Dios, y no mal interpretarse bajo categor�as exclusivamente
racionales.
El Sumo Sacerdote. El publicano. La pecadora. "Tres discursos a
prop�sito de la comuni�n de los viernes" (octubre de 1849). Son
consideraciones en torno a Heb. IV, 15; Lc. XVIII, 13; y Lc. VII, 47.
La neutralidad de la armada o mi posici�n como autor cristiano dentro de
la Cristiandad (escrito en 1849, publicaci�n p�stuma). En esta obra
Kierkegaard expone las perspectivas que quiere abrir a sus contempor�neos
sobre la verdadera significaci�n de la existencia cristiana en el seno de una
cristiandad oficialmente establecida.
Ejercicio del Cristianismo. Por Anti-Climacus. Editado por S.
Kierkegaard en septiembre de 1850. A partir de una ex�gesis de Cristo como
ocasi�n de esc�ndalo, Kierkegaard describe las exigencias de la fe,
especialmente la de hacerse contempor�neo con Cristo.
Un discurso edificante (diciembre de 1850). Consideraciones sobre la
pecadora (Lc. VII, 37-50).
Con ocasi�n de una observaci�n del Dr. Rudelbach concerniente a m�. Art�culo
publicado en el Faedrelandet el 31 de enero de 1851. Andreas Gottlob
Rudelbach era una de las cabezas de la ortodoxia neo-luterana danesa. En este
art�culo Kierkegaard critica la Iglesia danesa.
La inmutabilidad de Dios. "Un discurso". Pronunciado el 18 de
mayo de 1851 en la iglesia de la Ciudadela de Copenhague, y publicado en
septiembre de 1855. A partir de Iac. I, 17-22, critica el intento hegeliano de
hacer una s�ntesis entre la filosof�a de la historia y la teolog�a.
Sobre mi obra de escritor. Por S. Kierkegaard (agosto de 1851).
Kierkegaard explica el papel de varios seud�nimos y subraya las categor�as
en las que debe entenderse el conjunto de su producci�n literaria.
Dos discursos a prop�sito de la comuni�n de los viernes (escrito en
1849 y publicado en octubre de 1851). Aquel a quien poco se le perdona poco
ama (Lc. VII, 47). La caridad cubre la muchedumbre de los pecados (1 Pet. IV,
8).
Para un examen de conciencia recomendado a los contempor�neos (septiembre
de 1851). Muestra la hipocres�a de la Cristiandad en la Dinamarca de sus
d�as, contraponiendo su modo de vida con las exigencias de Iac. I, 22-27 y
Act. I, 1-12.
�Juzgad vosotros mismos!. Para un examen de conciencia recomendado a los
contempor�neos (escrito en 1851-1852, su publicaci�n fue p�stuma en
1876). Comentando dos textos del Nuevo Testamento, I Pet. IV, 7 y Mt. VI,
24-34, Kierkegaard hace una cr�tica directa al obispo Mynster y a la
Cristiandad oficial, que se sirven de su condici�n para conseguir honores
mundanos.
Entre el 18 de diciembre de 1854 y el 26 de mayo de 1855 Kierkegaard public�
en el peri�dico Faedrelandet una serie de veinti�n art�culos en los
que respond�a a los ataques que recib�a del Corsario. La afirmaci�n
del obispo Martensen: "El obispo Mynster es un testigo de la verdad, uno
de los verdaderos testigo de la verdad", fue el punto de partida de estos
escritos que se caracterizan por el abierto ataque de Kierkegaard a la Iglesia
danesa y a algunos de sus representantes. A continuaci�n presentamos una
lista de esos art�culos.
1�. �Fue el obispo Mynster un "testigo de la verdad", uno de
los "verdaderos testigos de la verdad"? Publicado el 18 de
diciembre de 1854. Kierkegaard escribi� este art�culo en febrero de 1854,
inmediatamente despu�s del discurso que pronunci� Martensen con ocasi�n de
la muerte del obispo Mynster, en el que dijo que �ste era un aut�ntico
testigo de la verdad. Su publicaci�n se retras� diez meses porque, entre
otras cosas, Kierkegaard quer�a medir muy bien el efecto que producir�a. El
art�culo marca la t�nica de lo que ser�n los veinte restantes.
2�. �No hay que demorarse! Publicado el 30 de diciembre de 1854.
3�. El pastor Paludan-M�ller me desaf�a. Publicado el 12 de enero de
1855.
4�. El litigio con el obispo Martensen; la cristianizaci�n que es
decisiva para la Iglesia establecida, no es conforme con el punto de vista
cristiano. Publicado el 29 de enero.
5�. Dos nuevos testigos de la verdad. Publicado tambi�n el 29 de
enero en formato separata.
6�. Con ocasi�n de la muerte del obispo Mynster. Publicado el 20 de
marzo.
7�. �Rendir un culto cristiano a Dios o burlarse de Dios? Publicado
el 21 de marzo.
8�. Lo que debe ser hecho -por m� o por otro, poco importa-.
Publicado el 22 de marzo.
9�. La situaci�n religiosa. Publicado el 26 de marzo.
10�. Una tesis -una sola. Publicado el 28 de marzo.
11�. "La sal"; porque "la cristiandad" es: la
corrupci�n del cristianismo; "un mundo cristiano" es: la decadencia
del cristianismo. Publicado el 30 de marzo.
12�. �Qu� quiero? Publicado el 31 de marzo.
13�. Con ocasi�n de una proposici�n "an�nima" que me fue
hecha en el n� 47 de este peri�dico. Publicado el 7 de abril.
14�. �Ser�a bueno "dejar de tocar la alarma" ahora?
Publicado el 11 de abril.
15�. El cristianismo con patente real y cristianismo sin patente real. Publicado
el 11 de abril.
16�. �Qu� cruel castigo!. Publicado el 27 de abril.
17�. Un resultado. Publicado el 10 de mayo.
18�. Un mon�logo. Publicado el 10 de mayo.
19�. Concerniente a una tonta y presuntuosa acusaci�n contra m� mismo y
la concepci�n del cristianismo de la que soy portavoz. Publicado el 15 de
mayo.
20�. Por la reimpresi�n del "Ejercicio del cristianismo". Publicado
el 16 de mayo.
21�. El silencio del obispo Martensen es 1) un punto de vista cristiano
insostenible; 2) rid�culo; 3) tontamente prudente; 4) para m�s de una
consideraci�n menospreciable. Publicado el 26 de mayo.
Kierkegaard dej� de publicar sus art�culos en el Faedrelandet y
comenz� la edici�n de unos cuadernillos bajo el t�tulo El Momento.
Aparecieron nueve n�meros entre mayo y septiembre de 1855. Cuando cay�
enfermo ya estaba preparado el n�mero diez, que se envi� a la imprenta el 2
de octubre de 1855 y se public� p�stumamente en 1881. Todos estos n�meros
constituyen una cr�tica abierta al cristianismo oficial. Entre el segundo y
el tercer n�mero, en el mes de mayo, public� un cuadernillo titulado Como
Cristo juzga el Cristianismo oficial.
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Notas:
1 PACI, E. L"Esistenzialismo, CEDAM, Padova 1943, pp. 1-17.
2 POLO, L. Hegel y el post-hegelianismo, Universidad de Piura, Piura
1985, p. 174.
3 FABRO, C. Tra Kierkegaard e Marx. Per una definizione dell"esistenza,
Logos, Roma 1978, passim.
4 CAPUCCI, F. C. Fabro, interprete di Kierkegaard, en Studi
Cattolici (1982) n. 256, p. 367. Tambi�n Jolivet afirma que Kierkegaard
no cree en la filosof�a y rechaza la posibilidad de una metaf�sica racional.
Califica adem�s la atm�sfera del pensamiento kierkegaardiano, imbuido de
luteranismo, como profundamente fide�sta. Cfr. JOLIVET, R., Introduction...,
op. cit., p. 101.
5 "La obra de Kierkegaard no tiene el aspecto de un r�o com�n, sino el
de un r�o extra�o, que desaparece bajo tierra" (FABRO, C. Introduzione
al Diario di Kierkegaard, op. cit., p. 11)
6 Cfr. IV A 85.
7 KOCH, L. Introduzione agli Stadi sul cammino della vita, Rizzoli,
Milano 1993, p. 37.
8 De hecho, en su Diario, Kierkegaard remarca repetidamente la personal
interpretaci�n de su obra: "admito haber comenzado mi actividad de
escritor con una ventaja, es decir, la de haber sido considerado poco menos
que un canalla, pero a la vez con una mente muy brillante, el Benjam�n de la
�poca. Era un peque�o enga�o -pero de otra manera no habr�a conseguido
tener a la gente de mi parte. En poco tiempo se dieron cuenta de que las cosas
no eran exactamente como pensaban, y me abandonaron. �Ay de m�!, si yo
hubiese mostrado que trabajaba con miedo y temblor para alcanzar mi salvaci�n
eterna: buenas noches, as� son las cosas cuando se trata de agradecer favores
de este mundo" (IX A 155); "As� comenc� yo mi actividad de
escritor en cierto modo con un "falsum" o bien con una "pia
fraus". Sucede que en la as� llamada Cristiandad los hombres est�n tan
convencidos en su imaginaci�n de ser verdaderos cristianos que, si se
pretendiera despertarles, har�an falta muchos artificios. Si alguno, que
todav�a no tiene fama de escritor famoso, comienza en seguida a trabajar como
escritor religioso, no consigue atraer la atenci�n de la �poca. Quienes se
ofuscan en seguida, se dicen: "esto no nos interesa", etc. Yo he
comenzado como escritor est�tico y, con una rapidez jam�s vista hasta ahora,
he pasado a la esfera religiosa y de esa manera he expuesto qu� significa eso
de hacerse verdaderamente cristiano, etc." (IX A 171); "Es a causa
del cristianismo por lo que yo me he consagrado y a lo que pertenezco desde el
principio. Y una figura as� siempre ser� importante para la Cristiandad; uno
que se detiene para observar d�nde nos encontramos, para saber si no se nos
estar� esfumando todo en una ilusi�n; uno que exponga el cristianismo
completo, sin reparos, pero sin atacar a uno y otro, sino moviendo a todos a
probar por s� mismos" (IX A 212); "No intento afirmar de m� mismo
que haya tenido claro desde el principio toda una visi�n de conjunto de mi
tarea; es m�s, debo aclarar lo que siempre he admitido, que a trav�s de mi
propio trabajo he ido evolucionando y aprendiendo, que me he ido uniendo cada
vez m�s al Cristianismo. Pero debe quedar claro que desde el comienzo tuve
una visi�n religiosa profunda" (IX A 218).
9 El texto definitivo que demuestra la esencial sinceridad y al mismo tiempo
los l�mites de esta obra de Kierkegaard es el siguiente: "Mi punto de
vista de mi actividad de escritor no se debe publicar: �no, no!
1) He aqu� el punto decisivo (todo aquello que pienso sobre los peligros de
mi situaci�n econ�mica no importa): yo no puedo explicarlo todo
completamente. Ya en el texto primitivo (que yo mismo hice sin pensar en
publicarlo) no he logrado exponer el punto que es esencial para m�: que yo
soy un penitente y que esto es lo que explica mi naturaleza m�s profunda.
Incluso cuando se retome el manuscrito con la intenci�n de publicarlo, se
deber� remarcar una vez m�s, porque me di cuenta que este aspecto estaba
demasiado acentuado como para poder publicarlo. S�lo se podr�a hablar e
insinuar de manera fuerte (aquello que me viene siempre a mi conciencia,
cuando reflexiono) la entidad de mi culpa y de mi pecado, s�lo entonces
podr� y querr� hablar de la empresa extraordinaria que me ha sido confiada.
De otra manera es como si se hiciera en vano.
2) Yo no puedo decir que mi actividad de escritor haya sido puro sacrificio.
Es verdad que desde ni�o he sido incre�blemente infeliz, pero reconozco que
lo que ha hecho Dios conmigo para hacer de m� un escritor ha sido para m�
una fuente de gozo inmenso. De manera que es cierto que yo he sido
sacrificado, pero mi actividad de escritor no ha sido un sacrificio, porque
era mi anhelo m�s ardiente.
Por eso ni siquiera aqu� consigo mostrarme completamente sincero porque en un
libro publicado no puedo hablar de mis penas y miserias, y por eso el gozo
ser� en el fondo lo m�s relevante.
Un poco de exaltaci�n ha habido incluso en m�; y por eso me pod�a enga�ar
f�cilmente sobre la consistencia de mi prop�sito de preferir, si fuera el
caso, la muerte antes que buscarme una ocupaci�n m�s tranquila.
3) Si despu�s me ha sido atribuido alguna vez algo extraordinario, aunque se
haya hecho con mucha reserva, esa situaci�n ser� para m� inamovible. El
vivir se convertir� en un tormento cada vez que pat�ticamente ser�
considerado algo extraordinario: y tendr� as� una tremenda responsabilidad.
4) El hecho de que no consiga hacerme entender en este momento significa que
soy esencialmente un poeta: y que ha llegado el momento de pararme (...). En
s� mismo el libro muestra la verdad y a mi modo de ver de manera magistral.
Pero s�lo se podr� publicar despu�s de mi muerte, cuando se acent�e a�n
m�s el hecho de que soy un penitente, resaltando mi pecado y mi culpa, y se
a�ada una se�al a mi �ntima miseria. Pero con el pensamiento de la muerte
es necesario cuidarse de no dar un paso en falso, pensando que me tocar�
morir dentro de meses..., �y despu�s a lo mejor llegar� a la edad de 82
a�os! No, el libro est� preparado y cerrado en un cofre, bien escondido, con
esta inscripci�n: "Abrir despu�s de mi muerte"" (X A 78).
10 KIERKEGAARD, S., Mi punto de vista, Aguilar, Madrid 1988, p. 8.
(Traducci�n de Jos� Miguel Velloso).
11 Ibid., pp. 8-9.
12 Ibid., p. 26.
13 Ibid., pp. 29-30.
14 Ibid., pp. 34-35.
15 Ibid., p. 51.
16 La relaci�n entre Hegel y Kierkegaard est� ampliamente estudiada se
pueden consultar los siguientes libros y art�culos: CRITE, S., In the
Twilight of Christendom: Hegel vs. Kierkegaard on faith and history,
American Academy of Religion, Chambersburg 1967; TAYLOR, M.C., Journeys to
selfhood. Hegel and Kierkegaard, University of California Press, Berkeley
1980; THULSTRUP, N. Kierkegaard Verh�ltnis zu Hegel, Stuttgart, 1972 y
Kierkegaards forhold til Hegel og til den spekulative idealisme indtil
1846, Gyldendale, Kj�benhavn 1967; TAYLOR, M.C., Journeys to Moriah. Hegel
vs. Kierkegaard, en The Harvard Theological Review, 1977 (70), pp.
305-326; ZIMMERMAN, R.L., Kierkegaard"s immanent critique of Hegel,
en The Philosophical Forum, 1977 (9), pp. 459-474.
17 Cfr. URDANOZ, T. Historia de la filosof�a, volumen V: Siglo XIX:
Socialismo, materialismo y positivismo. Kierkegaard y Nietzsche, B.A.C.,
Madrid 1975, p. 473.
18 KIERKEGAARD, S. La malattia mortale, I, A, en Kierkegaard. Opere,
a cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze 1962, p. 625.
19 POLO, L. Hegel..., op. cit., p. 159.
20 KIERKEGAARD, S. Postilla conclusiva non scientifica alle "Briciole
di filosofia", II, c. 5, Appendice, en Kierkegaard. Opere, op.
cit., p. 609.
21 Ibidem.
22 Ibid. p. 611. Coincidimos con A. Mc KINNON, que escribe: "las
obras seud�nimas difieren de las obras firmadas por el mismo y entre s�. La
concepci�n de Kierkegaard de las relaciones entre las obras seud�nimas y los
seud�nimos es sustancialmente correcta. Sus amonestaciones referentes a su
producci�n literaria est�n totalmente justificadas y no hay motivo alguno
para no tom�rselas en serio" (Kierkegaard and his Pseudonyms: A
Preliminary Report, en Kierkegaardiana VII (1968), p. 71). Palabras
comentadas por Fabro del siguiente modo: "es de aqu� de donde debe
partir cualquier hermen�utica para la interpretaci�n de una obra tan ardua y
compleja como es la de Kierkegaard, que puede constituir un oasis de
salvaci�n, o un escollo insalvable -nunca dejar indiferente" (Kierkegaard.
Scritti sulla comuunicazione, a cura di Cornelio Fabro, Logos, Roma 1979,
I, p. 10). Cfr. Mc KINNON, A, Kierkegaard"s interpretation of his
"authorship": some statistical evidence, en Inquiry, vol, 27
(1984), pp. 225-233.
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(*) Mariano Fazio, fil�sofo e historiador, es Rector de la Universidad de la
Santa Cruz (Roma)
� 2002 El Autor
� 2002 Edici�n digital Arvo Net en l�nea.
Gentileza
de http://www.arvo.net/ para la
BIBLIOTECA CAT�LICA DIGITAL