Crescendo (2019), de Dror Zahavi

Oriente Medio, el conflicto que no cesa. Israelíes y palestinos, perpetuamente enemistados. Pero se dice que la música amansa a las fieras, y en vísperas de una Conferencia Internacional de Paz surge una singular iniciativa de Naciones Unidas. El prestigioso director de orquesta alemán Eduard Sporck seleccionará en Tel Aviv a los jóvenes palestinos e israelíes que se postulen a formar parte de una orquesta juvenil, que interpretarán un concierto como marco incomparable para el encuentro internacional. Aunque las intenciones son sin duda buenas, enseguida saltan chispas entre dos bandos que se diría irreconciliables.

El cineasta nacido en Tel Aviv Dror Zahavi, conocido sobre todo por sus trabajos televisivos, ofrece una película de interés, con interesante punto de partida, donde funciona muy bien la metáfora de la orquesta, símbolo de la unidad y la armonía que debe existir entre los distintos instrumentos, que bien dirigidos sirven para entregar una hermosa sinfonía. Si se quieren superar rencores y odios muy arraigados, conviene tener una meta común que valga la pena, la búsqueda de la paz y la concordia.

El personaje del director de orquesta Sporck sirve para trazar paralelismos con la persecución de los judíos por los nazis, y una posible reconciliación, aunque el pasado siempre pesa, y es que el hombre arrastra el trauma de unos padres nazis que fueron ejecutados cuanto trataban de huir a Sudamérica. Por otro lado tenemos algunos personajes fuertes entre los jóvenes protagonistas, el chico judío y la chica árabe, ambos violinistas, y la pareja que se diría una suerte de Romeo y Julieta, pues surge el enamoramiento entre un chico árabe clarinetista, que toca en bodas con su padre, y una jovencita israelí que toca la trompa. Los actores que interpretan a los distintos personajes, poco conocidos, resultan muy adecuados.

El film es ideal para el debate entre jóvenes, aunque le pesa un cierto complejo en su desarrollo, parece que hay miedo de sonar a blandurrio si se apunta a finales felices y conciliatorios, por lo que se reiteran las discusiones y reproches – “Terrorista” “¡Y tú más, ocupador de mi tierra!”, etc, etc– y también a caer en un fatalismo desesperanzado, con lo que falta un poco de sentido del riesgo, atreverse a volver del revés lo convencional. De todos modos el resultado es bastante satisfactorio, y como en otros títulos de virtuosos de la música, tiene momentos brillantes, especialmente el que transcurre en el aeropuerto.