[Colección] Grandes Magnates de la Historia

[Biografía] Cornelius Vanderbilt, el hombre que conectó EE.UU.

El siglo XIX americano estuvo marcado por una época sin ley, cuando la civilización avanzaba de este a oeste, conquistando pueblos y territorios indígenas e interconectándolos entre sí.

El responsable de estas conexiones es Cornelius Vanderbilt, empresario de la era victoriana que hizo su vasta fortuna uniendo las diferentes capitales y pueblos de Estados Unidos con vías ferroviarias, hecho por el que ahora es considerado el primero de los titanes de la industria pesada estadounidense.

Primeros años

Cornelius Vanderbilt nació el 27 de mayo de 1794, en Staten Island, Nueva York. Aunque destinado a ser uno de los primeros magnates de América, Vanderbilt creció pobre y con un padre analfabeto, Cornelius Vanderbilt Sr., quien trabajaba duro como marinero. Tuvo desde pequeño una personalidad competitiva y ruda que marcó parte de su éxito en los negocios. Tras la muerte de uno de sus ocho hermanos a los once años, dejó la escuela para trabajar junto con su padre. Sus primeros días en un barco crearon su interés en el mar, el cual persiguió mediante el estudio de todos los aspectos del negocio del transporte náutico.

Vanderbilt fue muy astuto durante la guerra anglo-estadounidense de 1812 al conseguir un contrato militar

Cuando tenía dieciséis años, Vanderbilt ya había obtenido cien dólares a través de un préstamo (aunque otras fuentes dicen que lo ahorró de su salario) y usó el dinero para comprar su propio barco de vela, uno pequeño. Comenzó una empresa de transbordadores de pasajeros en el puerto de Nueva York con dicho barco y, a continuación, la compañía evolucionó poco a poco al transporte de mercancías secas entre Staten Island y Manhattan cuando su flota fue aumentando.

Conocido como un marinero experto que socavaría rutinariamente a su competencia, Vanderbilt hizo que su negocio creciera estrepitosamente. Fue muy astuto durante la guerra anglo-estadounidense de 1812 al conseguir un contrato militar para proporcionar suministros a fuertes en las orillas del río Hudson.

Foto: Choque entre las naves USS Wasp de la armada americana y HMS Reindeer de la armada británica, pintura de un autor desconocida hecha cerca de 1814.

Los desafíos del negocio

Foto: Daguerrotipo del barco de vapor Ben Campbell datado a mediados de los años 1850, así lucían los barcos de vapor de la época.

El auge de los viajes en barco de vapor de pronto se convirtió en una amenaza para el joven empresario, cuyos barcos de vela no podrían proporcionar el mismo nivel de fiabilidad y las tarifas baratas que los clientes comenzaron a exigir.

Pero no estaba dispuesto a ver el declive de su negocio tan fácilmente, así que vendió todos sus barcos de vela en 1817 y consiguió un trabajo de operario en el barco de vapor del empresario Thomas Gibbons, donde transportó a pasajeros desde Nueva Jersey a Manhattan, y aprendió lo necesario para, ya a mediados de la década de los treinta del siglo XIX, entrar en el negocio de los vapores por sí mismo.

Una vez más, los clientes que lo conocían de antes acudieron a su servicio. Además, la innata capacidad de Vanderbilt para robar clientes de otras empresas fue tan temida que sus competidores le llegaron a ofrecer muchísimo dinero para que abandonara el comercio en el río Hudson. A mediados de los cuarenta, Vanderbilt estaba operando una flota de más de cien barcos de vapor.

Cuando la fiebre del oro de California comenzó en 1849, Vanderbilt cambió de las líneas regionales a las líneas de altamar. Muchas de las personas que emigraban a California, y casi todo el oro que regresaba a la Costa Este, se fueron por vapor hacia Panamá, donde los trenes de mulas y las canoas proporcionaron el transporte a través de la prolongación hacia el Pacífico.

Vanderbilt fue el primero en proponer la construcción de un canal a través de Nicaragua, porque Panamá le parecía estar muy alejada de Estados Unidos. Al final, no pudo atraer la suficiente inversión para concretar el proyecto, pero sí creó una línea de barcos de vapor hacia ese país centroamericano conocida como la Compañía de Tránsito Accesorio.

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Foto: Daguerrotipo del USS Vanderbilt durante la época de la Guerra Civil Estadounidense.

En 1852, una disputa con Joseph L. White, un socio de su Compañía de Tránsito Accesorio, llevó a una batalla en la que Vanderbilt lo obligó a comprar sus barcos por precios inflados. A principios de 1853, se llevó a su familia en una gran gira por Europa en su yate de vapor, llamado “Estrella del Norte”. Y mientras estuvo ausente, White conspiró junto con Charles Morgan, antiguo aliado de Vanderbilt, para entorpecer los negocios de la Compañía de Tránsito Accesorio.

Cuando Vanderbilt regresó de Europa, respondió adquiriendo acciones de líneas de estos dos hacia California y redujo los precios de sus servicios hasta que ellos se vieron obligados a pagarle lo que le debían. Luego, a mediados de esa misma década, Vanderbilt invirtió en vapores transatlánticos y tomó el control de un importante astillero, el Allaire Iron Works, fabricante líder en motores de vapor para naves asentado en la isla de Manhattan.

Del vapor al carbón

Foto: Daguerrotipo de la estación de trenes de Kalamazoo, 1887.

Los viajes en tren comenzaron a ser más frecuentes en los Estados Unidos en la década del sesenta del siglo XIX y, una vez más, el magnate aprovechó la oportunidad de negocio mediante la compra de ferrocarriles en Nueva York, para lo cual tuvo que vender parte de su flota de barcos.

Siguiendo el mismo modelo de negocio que había acostumbrado de sus aventuras anteriores, hizo su marca al mejorar el servicio y ofrecer a los clientes precios bajos. Después de sólo cinco años en el negocio del ferrocarril, según sus propios informes, hizo veinticinco millones de dólares, con los que pudo financiar la extensión del imperio hacia el lejano oeste. Compró el Ferrocarril del Sur y el Ferrocarril Central de Michigan y el Tren de Canadá del Sur. Alentado por su hijo (y eventual heredero del imperio), William Henry Vanderbilt, la familia se estableció en Chicago.

En 1869, ordenó la construcción de la Gran Estación Central en la calle 42 de Park Avenue, en Manhattan, la cual fue terminada en 1871, y sirvió como terminal para las líneas de trenes que confluían en Nueva York. Aún hoy está en pie y se usa como estación terminal de las líneas Hudson, Harlem, New Haven, y los ramales New Canaan y Danbury del metro de la ciudad de New York.

Foto: Daguerrotipo de la Gran Estación Central en la calle 42 de Park Avenue (Nueva York), 1880.

En 1868, Vanderbilt cayó en una disputa con Daniel Drew, quien se había convertido en tesorero del Ferrocarril de Erie. Para vengarse, trató de arrinconar a Erie en Wall Street dando lugar a la llamada “Guerra de Erie”, la cual perdió por una maniobra de los pequeños empresarios Jay Gould y James Fisk, Jr., quienes se unieron a Drew y pusieron en marcha una operación de “Dilución de capitales” con la que engañaron a Vanderbilt para que pagara un precio hiper-inflado por el puesto de accionista mayoritario del Ferrocarril de Erie.

Para superar este fracaso, el empresario, que ya poseía la mayoría de las vías ferroviarias en todo Estados Unidos, se embarcó en un negocio de transporte de petróleo y queroseno en sociedad con el joven John Davison Rockefeller. El negocio le sirvió mucho a Rockefeller puesto que le hizo más sencilla la conquista del monopolio del petróleo en los Estados Unidos. No obstante, la sociedad se rompió por la ambición de este último de extenderse también al ámbito de la distribución, construyendo oleoductos.

Foto: Retrato de Vanderbilt creado por John Chester Buttre en 1876.

La tragedia golpeó a la familia Vanderbilt en 1868, cuando la esposa de Cornelius, Sofía, murió. Un año más tarde, él se casó con una prima lejana, Frances Armstrong Crawford. El matrimonio no estuvo exento de polémica, puesto que ella era treinta y cuatro años menor que él. Encargó a su hijo William velar por el negocio durante sus últimos años de la vida y, en 1877, a la edad de ochenta y tres años, el magnate murió, dejando la mayor parte de su patrimonio a William, modestas sumas de dinero a cada uno de sus nueve hijos, y una marca indeleble en la industria americana del transporte.

Frases célebres de Vanderbilt

  1. “Caballeros, ustedes se han atrevido a estafarme. No los voy a demandar porque la ley es muy lenta, los voy a arruinar”.
  2. “Maldito sea lo público”.
  3. “No hay amistad en el comercio”.
Imagen de cabecera: Daguerrotipo datado entre los años 1844 y 1860. | Referencias: Biography | Wikipedia | Episodio 1 de “Gigantes de la industria”, serie original de History Channel | Wikiquote.
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