El pueblo de Cáceres que exhibe el supuesto mantel de la Última Cena

La novena ciudad más antigua de España

La ciudad de Cáceres que exhibe el supuesto mantel de la Última Cena... y mucho más

Desde su sorprendente muralla romana, Coria domina el valle del meandroso río Alagón, y va cambiando de traje a medida que avanzan las horas del día.

Coria Cáceres
Foto: Shutterstock

Al noroeste de la provincia de Cáceres, esta joya monumental presume de ser una de las ciudades más antiguas de España. La novena, en concreto. Su muralla romana trata de tú a tú a las de Lugo o Tarragona, y su legendaria catedral alberga un paño que podría haber traído el mismísimo apóstol Santiago directo desde la Última Cena. Coria suma casi tres milenios de historia en los que las civilizaciones han peleado por su fértil vega y su retorcido curso de agua. Su característica humedad hace que los amaneceres sean brumosos y los atardeceres de fuego, mientras que por las noches se maquilla con una iluminación exquisita. 

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Muralla Coria
Foto: Adobe Stock

Una muralla para romanos, moros y cristianos 

A los oriundos se les puede llamar corianos, aunque ellos prefieren el gentilicio de cauriense porque hace referencia a la Cauria original, esa que fundaron entre los siglos VIII o VI a. C. los vetones, un pueblo de guerreros celtas que habitó entre las cuencas del Duero y el Tajo antes de la llegada de los romanos. Pero si hay algo por lo que siente orgullo el cauriense, es por la muralla que construyeron los romanos, allá por el siglo I, tras expulsar a sus queridos vetones. Es una de las mejor conservadas de Europa, con alturas de entre 10 y 14 metros, espesores de entre 3 y 4 metros, y 23 torres cuadradas a lo largo de más de un kilómetro de perímetro que todavía delimita el casco viejo. 

 

La cara más más vistosa de la muralla romana de Cora es la occidental, la que da a la calle del Horno, especialmente con su iluminación nocturna. Justo a la mitad de su trazado, el acceso más distinguido al casco antiguo es el de la Puerta de la Guía, que se abrió en época romana, pero que el duque de Alba replanteó a principios del siglo XVI. Su sillería servía como curioso método anti inflacionista, con grabados utilizados como referencia para medir los productos que del mercado. Un poco más al norte, la Puerta de San Francisco nos brinda acceso a la torre de las torres de la muralla, ya de época cristiana, que se conoce como el Castillo Ducal del Alba, construido en el siglo XV, seguramente sobre una torre anterior templaria. 

 

 

Coria Cáceres castillo
Foto: Adobe Stock

 

Crucemos la puerta que crucemos, atravesar la muralla es emprender un viaje a un nuevo universo de olores y sabores. Un olor va a ser el de los cueros, la tapa cauriense por excelencia –torreznos de careta y morro de cerdo– que da nombre a su célebre festival Coria en Cueros. Pero el olor más irresistible del casco viejo seguramente sea el de los dulces de las monjas del convento franciscano de la Madre de Dios, que inunda su coqueto claustro de pavimento mudéjar.

 

A su lado, el Museo de la Cárcel Real ilustra la historia local, e ilustra la guerra que libra Coria contra la humedad, que suponía el peor castigo para sus reos. Vecina, la Biblioteca Sánchez Ferlosio puede ser el inicio de una ruta literaria urbana a propósito de este literato que escribió buena parte de su obra en la ciudad. 

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Coria, Cáceres
Foto: Adobe Stock

El templo que se desliza hacia el río y hacia el pasado 

Incluso más que la muralla, en Coria brilla la Catedral de Santa María de la Asunción, construida peligrosamente en el borde del barranco que se desploma hacia el río Alagón. Su reconstrucción data de comienzos del siglo XVI, aunque casi todos sus elementos apuntan hacia fechas más pretéritas. Su famosísimo coro es, por ejemplo, la copia de uno gótico que había antes. Aunque podemos viajar mucho más atrás en el tiempo, hasta antes incluso de que la catedral sirviese como mezquita mayor de Coria, llegando hasta finales del siglo VI, cuando en época visigoda se instaló aquí uno de los primeros obispados de la Península. Pero sigamos buceando… y dejemos volar la imaginación. 

 

Un misterioso mosaico descubierto en el claustro de la catedral reveló que el origen del templo debía estar en el atrio de una villa romana. Esta pudo haber servido como parroquia clandestina para esos pioneros y perseguidos cristianos del Imperio Romano.

 

Mantel de Coria
Foto: Luistxo vía Wikimedia Commons

Por otro lado, el museo catedralicio alberga una de las grandes reliquias de la Cristiandad, el mantel de la Última Cena, del que nadie sabe cómo llegó hasta aquí. ¿Y si fue el mismo apóstol Santiago el que lo trajo? ¿Y si descansa en uno de esos antiquísimos enterramientos que hay junto a la vieja parroquia clandestina? De sueños vive el hombre y hay caurienses que opinan que valdría la pena que la ciencia desmienta sus ilusiones echando un vistazo a esos nichos. El problema es que los esfuerzos municipales de los últimos años han estado centrados en que la catedral dejara de deslizarse barranco abajo, tarea que por fin consiguieron en 2016. Quizá ahora tengan tiempo para nuevas metas. 

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Coria
Foto: Shutterstock

Un puente sobre un río esquivo y navegable 

La torre del campanario de la catedral ofrece unas vistas fabulosas al valle del río Alagón, que ha dejado huérfano y ridículo al puente más bello de Coria después de que su curso se desviara. No está claro cuándo ni por qué sucedió. Quizá fue el terremoto de Lisboa de 1755, quizá una riada e incluso quizá fueron unas obras de reparación del puente. Fuese como fuese, está claro que, para cuando se construyó el puente renacentista allá por 1518, el Alagón todavía corría por donde hoy vemos algunos de los mejores huertos de la zona. El río, en cualquier caso, no se fue muy lejos, y sigue definiendo el pulso de la vida local, a la que brinda unos parques fluviales deliciosos. 

 

El río Alagón es el afluente más largo del Tajo, un curso de agua de alma tranquila al que caracterizan sus pintorescos meandros, además de un caudal sorprendentemente generoso para lo que uno espera de la “estepa” extremeña. Su meandro más famoso es el del Melero, muchos kilómetros río arriba, casi ya en Salamanca, pero por estos lares también hay otros anónimos bien singulares. La mejor forma de conocerlos es embarcándose, a ser posible en una canoa durante en Descenso del Alagón, que se celebra a comienzos de agosto desde hace quince años, y poco a poco va convirtiéndose en un evento masivo que casa a la perfección con el Festival Internacional de Guitarra de Coria, con el que coincide. 

 

Más sencillo es navegar el Alagón desde la vecina localidad de Ceclavín, embarcándose en el llamado Barco del Tajo, que remonta el río ya embalsado hasta los Canchos de Ramiro, una versión extremeña y en miniatura de las majestuosas Puertas de Hierro del Danubio.