Rimas de Cino da Pistoia

Las poesías de Guittoncino de Sighibuldi di Pistoia (1270?-1336/37), llamado Cino da Pistoia, constituyen, aun tomando en cuenta sola­mente las de atribución segura, el cancio­nero más copioso de los poetas del llamado «dolce stil novo», pero no el más origi­nal.

Ya un amigo del poeta, el rimador Onesto Bologneset le echaba en cara burlo­namente las «mil espuertas llenas de inge­nio», o sea, el abuso de aquellos «spiriti» y «spiritelli» que eran uno de los lugares comunes de la poesía stilnovista: y precisa­mente de plagio hubo de acusarlo Guido Cavalcanti, como resulta del soneto de ré­plica con que Cino hizo cara denodadamen­te al asalto del iracundo poeta: «Qua’ son le cose vostre ch’i vi tolgo, / Guido, che fate di me si vil ladro?»; es verdad que con él la poesía del «stil novo», después de los acentos originales de Guinizelli, de Cavalcanti, de Dante, cae en el amanera­miento y repite, sin renovarlos profunda­mente, los motivos de aquellos mayores poetas. Así en el soneto «Tutto mi salva ildolce salutare» resuena también en sus rimas el famoso soneto del Alighieri «Tan­to gentile e tanto onesta pare»; y los so­netos del amor doloroso, muy numerosos en el cancionero de Cino, recuerdan muy a menudo la representación que hace Caval­canti de su drama interior, sin tener, no obstante, su insistente tono lamentoso y cierta cadencia musical, su íntimo drama­tismo y sugestión musical. Sorprende al leer estas poesías el contraste entre la fluidez y la limpidez de elocución que hay en más de una de ellas y alcanza algunas veces una elocuencia casi petrarquista como en la canción «La dolce vista el bel guardo soave», lamento por la ausencia de la mu­jer amada, y en aquella «Quando potro io dir: Dolce mió Dio», nostálgica invocación de la felicidad amorosa (dos entre las me­jores poesías de Cino), y lo trabajoso de otras, en las que hay rimas forzadas y des­atino u oscuridad de expresión: indicio éste de lo que hay de diletantismo en la activi­dad poética de Cino, el cual no tuvo una personalidad fuertemente individualizada, sino una viva sensibilidad, que fácilmente acogía motivos poéticos de otros, sacando de ellos a veces alguna nueva resonancia, pero que cilando le fallaba aquel estímulo exterior, permanecía inerte, incapaz no sólo de poesía, sino de correcta literatura.

Por esto su obra es sobre todo interesante como un espejo del gusto de su época; encontra­mos en ella motivos preferidos por los poe­tas de aquel tiempo, como el del ensueño de una vida de perfecta felicidad (soneto «Un’alta, ricca rocca e forte manto») y aquella del humor rabioso, del cual Cecco Angiolieri sacó infinitas variaciones y que Cino mantiene dentro del límite de una ele­gante estilización (soneto «Tutto ch’altrui aggrada me disgrada»). En él volvemos a encontrar, por decirlo así, todo el reperto­rio de los temas de la poesía amorosa de aquel tiempo: la «burla», por ejemplo, que la mujer amada hace del amante, el amor secreto, el duelo por la amada, la ausencia forzada de ella, el nuevo amor naciente que intenta ocupar el lugar del único amor, la muerte de la dama. Como cosa suya, Cino aporta a estas poesías una veleidad de pro­fundizaron psicológica que no llega a la creación poética. Son más característicos suyos aquellos acentos en que se manifies­tan el gusto y casi la voluptuosidad del do­lor («I’ non vo’ cosa udir né veder mai / Che de l’angoscia m’alleggiasse alquanto»; «Lo core m’arde in desiosa voglia / Di pur doler mentre che ’n vita duro») y aque­llos que, después de los demasiado monó­tonos y genéricos lamentos, dejan asomar una inspiración más sincera de ternura, como en el soneto sobre la visita al sepul­cro de Selvaggia, la mujer más amada por el poeta: «Quivi chiamai a questa guisa Amore: / Dolce mió iddio, fa che qui mi traggia / La morte a sé, ché qui giace il mió cuore», o en la canción también «in morte» de Selvaggia, «Oimé lasso quelle trecce bionde», o, en fin, en la despedida final de la canción, en la cual el concepto del amor, que dicta las rimas al poeta, ad­quiere un tono muy distinto del que toma en los versos de Cavalcanti y de Alighieri: «Tu mi pari, canzon, si bella e nova / Che di chiamarti mia non aggio ardire; / Di che ti fece Amor, se vuoi ben dire, / Dentro il mió cor che sua valenza prova».

Pero la obra de Cino (que fue ante todo un jurista y enseñó Derecho en diversos centros de estudios de Italia) tiene princi­palmente importancia cultural; a este res­pecto se pueden recordar también sus po­cas composiciones de tema no amoroso: la sátira contra Nápoles, las canciones por la muerte de Arrigo VII y por la muerte de Dante, los sonetos de correspondencia con poetas mayores y menores de su tiempo, entre los cuales sobresale Dante, a quien él dirigió una canción por la muerte de Beatriz y propuso cuestiones de casuística amorosa y a quien consoló respondiendo con su noble exhortación a un dolorido soneto de él sobre la maldad de aquellos tiempos: «Diletto frate mió di .pene involto… d’oprar no star se di fe non sei sciolto». A esta amistad correspondió el autor de la Divina Comedia, quien en su De la vulgar elocuencia (v.) concede a Cino la palma de los poetas italianos de amor, reservándose para sí el título de poeta de la rectitud. Altísimo elogio, con el cual se recuerda también el del Petrarca, quien en su reseña de los poetas en lengua vulgar del «Trionfo d’amore» (v. Triunfos), coloca a Cino inmediatamente después del Alighie­ri: «Ecco Dante e Beatrice, ecco Selvaggia, / Ecco Cin da Pistoia…», y que del «amoroso messer Cino» había llorado la muerte en un soneto acogido en su Canzoniere: «Piangete, donne, e con voi pianga Amore». Los dos grandes poetas, pues, re­conocían en el gentil rimador algo del alma propia.

M. Fubini

La conciencia artística se muestra en Cino en sus cualidades técnicas y exteriores de la forma. Su principal talento consiste en desarrollar los elementos musicales de la lengua y del verso.  (De Sanctis)