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Ernesto 'Che' Chevara.

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Crímenes que cambiaron la historia: episodio 14

La muerte del Che Guevara

La figura del Che Guevara está envuelta en luces y sombras. Idealizado por muchos, y condenado por otros, es la personificación del espíritu rebelde y eternamente joven que lucha por ideales de justicia social.

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Ernesto 'Che' Chevara.

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TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST

Hoy vamos a hablar de la muerte del Che Guevara, gran icono de la izquierda revolucionaria y la contracultura cuya ejecución lo elevó a la categoría de leyenda.

Cuando pensamos en palabras como “revolución” o “guerrilla”, a muchos nos viene a la cabeza la icónica imagen de Ernesto Guevara, que pasó a la posteridad con el sobrenombre de “El Che”. Esa foto, tomada por Alberto Korda en La Habana el 5 de marzo de 1960, cuando Guevara tenía treinta y un años, se convirtió en el símbolo de la juventud revolucionaria que mira al futuro con esperanza. La imagen también quedó asociada para siempre al triunfo de la revolución cubana liderada por Fidel Castro, contra la dictadura de Fulgencio Batista; tanto, que sigue siendo omnipresente en la Cuba actual.

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Si Cuba fue el escenario de una foto que simbolizaba el triunfo de la revolución, las últimas imágenes de Ernesto Guevara mostraban su cruel reverso. Nueve años después de la foto de Korda, Marc Hutten capturaba el cuerpo del Che yaciendo sin vida, en un camastro en el hospital de Vallegrande, en Bolivia. Con su muerte, se esfumaba la posibilidad de repetir en Bolivia lo que el Che había conseguido en Cuba, pero perduró como imagen del guerrillero de la convulsa década de 1960.

LA VIDA DEL CHE

Ernesto Guevara no nació ni en Cuba ni en Bolivia. Fue su ideología la que lo llevó a luchar allí. Para el Che y sus camaradas, todos los países del continente latinoamericano formaban parte de una misma tierra; eran naciones hermanas acechadas por los mismos males. Ernesto Guevara nació en 1928 en la ciudad argentina de Rosario. Ernestito, como lo llamaban de niño, era el mayor de cinco hermanos de una familia de clase media-alta. Sus padres, Ernesto y Celia, tenían raíces vascas e irlandesas, cosa que influyó en el carácter e intereses de su hijo mayor. Según la gente que lo conocía, el Ernesto tenía un vínculo emocional fuerte con Irlanda, y conocía bien y admiraba la historia de la guerrilla irlandesa. Ernesto y Celia educaron a sus hijos en un ambienteilustrado, progresista y liberal, que desafiaba muchas convenciones sociales de la época y que les enseñó que otro mundo era posible.

El joven Ernesto era un lector voraz, un estudiante brillante, y un gran deportista. Pero su salud no era tan fuerte como su curiosidad y su determinación. Ernesto tenía problemas respiratorios serios; tanto, que la familia Guevara tuvo que mudarse a cerca de Córdoba, una zona de clima más seco que atenuaría sus ataques de asma. Quizá movido por sus problemas de salud, el futuro Che decidió estudiar Medicina en Buenos Aires.

Durante su época de estudiante, Ernesto se embarcó en varios viajes a lo largo y ancho de América Latina que dejó documentados en sus blocs de notas, publicados póstumamente bajo el título Diarios de Motocicleta. Primero, viajó él solo al norte de Argentina. Su humilde medio de transporte era una bicicleta con un motor instalado. Más adelante, recorrió toda Sudamérica, subiendo hasta Miami, con su amigo Alberto Granado.

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12 de noviembre de 1964.

Durante su periplo, Ernesto vio con sus propios ojos la pobreza extrema y la injusticia que asolaban el continente, y quedó conmovido por la solidaridad entre la gente más desfavorecida. En la selva amazónica trabajó como voluntario en una colonia de leprosos; en el norte de Chile, observó las durísimas condiciones de trabajo de los mineros; cerca de Machu Picchu, quedó impactado por la miseria de los campesinos que trabajaban para de los terratenientes. Estas experiencias alimentaron su odio hacia el capitalismo y lo convencieron de que la solución a la injusticia social era la revolución violenta. Así lo dejó escrito en sus notas:

“Estaré en el lado de la gente (…) Tomaré las barricadas y las trincheras, gritando como un poseído; me mancharé las manos de sangre, y, con furia enloquecida, cortaré el cuello de todo aquel enemigo derrotado que me encuentre”.

El contacto directo de Ernesto con la pobreza, la explotación, la enfermedad y el sufrimiento marcó un antes y un después en su despertar político y social. Y fue también durante estos viajes cuando empezó a pensar en América Latina como un todo; un tapiz de tierras hermanas esclavizadas por el capitalismo extranjero. En su primer discurso, el día que cumplió veinticuatro años, lo explicó así:

“Después de este viaje, creemos más firmemente que nunca que la división de América Latina en nacionalidades ilusorias e inciertas es completamente ficticia”.

Incluso antes de emprender sus viajes por América Latina, Ernesto miraba con suspicacia a Estados Unidos. El gobierno norteamericano nunca había dudado en manipular la situación política de los países latinoamericanos que emprendían reformas que consideraban nocivas para sus intereses. Esta tendencia se endureció durante la Guerra Fría, que enfrentó a Estados Unidos con la Unión Soviética de 1945 a 1989.

Cualquier político que buscase un reparto de la riqueza más equitativo, o una nacionalización de la industria era sospechoso de ser comunista. Esto hizo que los servicios secretos norteamericanos, la CIA, armasen y dirigiesen golpes militares contra gobiernos elegidos democráticamente. A su vez, esto hizo proliferar los movimientos que veían en la lucha armada la única vía para conseguir un cambio político. Así, la guerrilla se convirtió en la esperanza de miles de revolucionarios que ansiaban un futuro más igualitario.

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Ernesto Guevara se licenció en Medicina en 1953, y puso rumbo a Guatemala. Allí, la izquierda armada había conseguido derrocar al dictador Jorge Ubico, y el nuevo gobierno de Jacobo Arbenz intentaba traer la revolución social. Cuando el régimen de Arbenz se vio amenazado por un intento de golpe de estado, Ernesto participó en su defensa. Pero fue en vano: el sueño de una Guatemala revolucionaria y de izquierdas se desvanecía. Al descubrir que la CIA estaba detrás de este golpe de estado, Ernesto se convenció aún más de que Estados Unidos siempre sería el enemigo de la revolución, y su ideología empezó a dirigirse más firmemente hacia el marxismo.

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Estudiantes se manifiestan con retratos del Che Guevara, Ho Chi Minh, Karl Marx y Fidel Castro, en Munich (1968).

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Al dejar Guatemala, Ernesto viajó a México, donde se casó con Hilda Gaeda y conoció a los hermanos Castro. Por cierto, en esta época, Ernesto ya era conocido como “El Che”; sus compañeros de lucha le habían puesto este apodo en Guatemala, por su acento y sus manierismos argentinos. Los cubanos Fidel y Raúl Castro se habían exiliado en México huyendo de la dictadura de Batista, y estaban planeando una sublevación armada para derrocarla e instaurar un gobierno de izquierdas.

Fidel causó una impresión muy profunda en el Che; le parecía un hombre extraordinario, y compartía con él su optimismo y sus ansias de luchar por sus ideales de justicia. Al Che no le costó mucho convencerse para unirse al Movimiento 26 de julio, la organización armada creada por los hermanos Castro para echar abajo el régimen opresor de Batista. La revolución se estaba gestando.

En diciembre de 1956, un escuadrón de algo más de ochenta hombres zarpó de México con destino a Cuba a bordo del Granma, un yate destartalado. Entre ellos iban los hermanos Castro y el Che. Al desembarcar en la costa cubana, el ejército de Batista los detectó casi inmediatamente, y la mayoría de los rebeldes fueron ejecutados. Los supervivientes, heridos y maltrechos, consiguieron huir y esconderse en las montañas de Sierra Maestra, donde formaron un ejército de guerrilla.

Los campesinos locales y la guerrilla urbana les ayudaron a subsistir en condiciones muy duras, amenazados por la insalubridad, los mosquitos, y la baja moral. Allí, el Che quedó impresionado por la pobreza y el analfabetismo imperantes, e intentó mejorar la vida de la población local: abrió hornos de pan y clínicas médicas, y montó talleres y escuelas. En lo militar, el Che se convirtió en una pieza fundamental del grupo.

Aunque inicialmente su papel era el de médico de la milicia, aprendió a utilizar armas, y demostró su valentía y su capacidad de liderazgo. Poco a poco entró en el círculo de confianza de Fidel Castro, y se convirtió en comandante de su ejército. Así, el Che, un hombre complejo que había estudiado para curar enfermedades, se vio planeando estrategias militares, y ejecutando a traidores y desertores.

LA AMISTAD CON FIDEL

Según Jorge Castañeda, biógrafo del Che, la dinámica entre Fidel Castro y él era intensa. Fidel era impulsivo, emocional, optimista, y luchaba solo por Cuba; Ernesto era reflexivo, frío, escéptico, y de pensamiento internacionalista. Según este biógrafo: 

“sin Ernesto Guevara, Fidel Castro quizá nunca hubiese sido comunista. Y sin Fidel Castro, Ernesto Guevara quizá nunca hubiese sido más que un teórico marxista, un intelectual idealista”.

Unos años después, la revista Time definiría al Che como “el cerebro de Castro”. Y lo cierto es que su liderazgo e inteligencia fueron decisivos para alcanzar la victoria en Cuba.

Tres años después de desembarcar en Cuba, los rebeldes de Fidel Castro habían conseguido hacerse con armas del ejército de Batista, estaban ganando apoyo, y recibían cada vez más hombres dispuestos a enrolarse en su ejército. Además, los medios norteamericanos hicieron mucho para dar una imagen positiva del movimiento revolucionario, con cabeceras como la CBS o The New York Times entrevistando a Castro y presentándolo como el liberador del pueblo cubano.

Con la corriente de opinión nacional e internacional a favor, el escuadrón liderado por el Che consiguió una serie de victorias brillantes sobre las fuerzas de Batista, y el 1 de enero de 1959, el dictador huyó a la República Dominicana. Al día siguiente, el Che entró en La Habana para tomar el control de la capital. Fidel Castro llegó el día 8 de enero. La guerra había acabado. La revolución había vencido. El futuro era suyo.

En el gobierno de Fidel Castro, el Che Guevara mantuvo la posición prominente que había tenido en la guerrilla. Pero también continuó encargándose de la parte más brutal de la revolución. El Che estuvo varios meses al mando de la cárcel de La Cabaña. Allí, cientos de personas consideradas enemigas de la revolución fueron ejecutadas bajo sus órdenes. Más adelante, el Che fue nombrado director del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria, ministro de Industria y presidente del Banco Nacional.

También hizo de representante de Cuba en misiones comerciales en el extranjero, y se hizo famoso en el mundo occidental por su oposición al imperialismo, al neocolonialismo, y a la política exterior de Estados Unidos. En el plano personal, el Che se convirtió en ciudadano cubano, se divorció de su esposa, y se casó con Aleida March, una militante revolucionaria a la que había conocido en la guerrilla.

EL PRINCIPIO DEL FIN

Pero el poder no hizo que el Che se acomodase en los privilegios de su posición. Al contrario. En muchos sentidos, el Che encarnaba la idea del nuevo ciudadano socialista que buscaba el bien com��n antes que el beneficio personal. Trabajaba horas interminables, a veces hasta dormía en la oficina, y pasaba días libres trabajando en una plantación de azúcar que había organizado para promover el voluntariado. Como ministro de Fidel Castro, insistió en alejar a Cuba de Estados Unidos y acercarla a la Unión Soviética; pero este movimiento no le salió gratis.

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4 de agosto de 1959.

Como consecuencia, Estados Unidos empezó a imponer sanciones económicas a Cuba. Esto causó estragos en la economía cubana, y tensó las relaciones entre el Che y sus camaradas del gobierno. En 1962, durante la crisis de los misiles, los soviéticos retiraron sus misiles de Cuba sin consultarlo antes con los líderes cubanos. El Che sintió esta jugada como una traición de los soviéticos, y, desencantado, empezó a buscar el apoyo y el ejemplo del líder de la República Popular China, Mao Zedong.

Apenas seis años después de la victoria, el Che había perdido gran parte de la ilusión con la que había encarado su proyecto revolucionario. Cuba dependía demasiado de la Unión Soviética, y el gobierno de Estados Unidos continuaba intentando meterse en los asuntos de estado cubanos. Esta no era la Cuba por la que Ernesto había luchado, así que, en 1965, Fidel Castro anunció que el Che Guevara había escrito una carta de despedida, y se había ido a luchar contra el imperialismo a otros países en desarrollo. El sueño cubano del Che había llegado a su fin.

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Durante los dos años siguientes, el Che estuvo en paradero desconocido. Más adelante se supo que había viajado a la República Democrática del Congo, con otros guerrilleros cubanos, para ayudar a la guerrilla congoleña que luchaba en la guerra civil del país; pero la misión fue un fracaso. Más tarde, el Che puso rumbo a Tanzania y luego a Praga. Aunque en esta época renunció a su pasaporte cubano, volvió a la isla brevemente, antes de irse a Bolivia por recomendación de Fidel Castro. Este sería el último viaje del Che.

LA MUERTE DEL CHE

En el otoño de 1966, el Che Guevara llegó a la región boliviana de Santa Cruz con un aspecto muy poco reconocible, para pasar desapercibido. Con la cabeza rapada y sin barba, el Che estaba allí para apoyar a los rebeldes que intentaban echar abajo el gobierno represivo de René Barrientos. El Che creó y lideró una milicia que inicialmente consiguió algunos éxitos militares, pero que sufrió la persecución constante de las tropas bolivianas.

A principios de octubre de 1967, un destacamento especial del ejército de Barrientos, ayudado por la CIA, se enfrentó a los rebeldes, y escuadrón fue casi aniquilado. El Che, que resultó herido en el ataque, fue capturado. Al día siguiente, el 9 de octubre, en La Higuera, el Che Guevara fue ejecutado de un disparo por orden del alto mando militar. Según publicó The New York Times, un agente de la CIA presenció la ejecución, aunque más tarde se dijo que la CIA quería al Che vivo. Antes de enterrarlo en un lugar secreto, los ejecutores del Che Guevara hicieron fotos de su cuerpo asesinado, y le cortaron las manos: así podrían verificar su identidad con sus huellas digitales, y decirle al mundo que el Che Guevara era historia.

En 1997, se descubrió una fosa común cerca de Vallegrande, en Bolivia central, con siete cuerpos enterrados. Los restos se identificaron, y las pruebas hablaron: eran los cadáveres del Che y de seis compañeros de guerrilla. Los cuerpos fueron trasladados a Cuba y enterrados en un memorial grandioso en Santa Clara, en el treinta aniversario de la muerte del Che. En 2007 dos periodistas cuestionaron la autenticidad de los restos, pero el gobierno cubano refutó las críticas, respondiendo con las muestras científicas tomadas en 1997. Cuba por fin había recibido a su héroe revolucionario, y nadie se lo iba a volver a quitar.

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Cualquiera que visite Cuba puede comprobar que la famosísima imagen del Che, con boina, pelo desaliñado, y mirada dirigida al infinito, es omnipresente en la isla. Con su juventud, permanece como el icono heroico que no tuvo que renunciar a sus ideales por circunstancias vitales. Tampoco tuvo que ver cómo desaparecía del mapa la Unión Soviética, ni cómo los países latinoamericanos conseguían cambios de régimen con métodos menos violentos que los que utilizaron él y sus compañeros revolucionarios.

Con todo, y en gran parte gracias a una afortunada fotografía, la del Che Guevara es una de las personalidades más inmediatamente reconocibles del siglo XX. Como casi todos los personajes fascinantes de la historia, la figura del Che está envuelta en luces y sombras. Idealizado como mártir y héroe por muchos, y condenado por sus métodos sanguinarios por otros, el Che Guevara es la personificación del espíritu rebelde y eternamente joven que lucha por ideales de justicia social; un espíritu que trasciende fronteras, y que pervive de generación en generación.