Biografia de Charles Péguy

Charles Péguy

(Orl�ans, 1873 - Villeroy, 1914) Poeta y pensador franc�s. Socialista, partidario de Dreyfus, quiso ser el iniciador de una renovaci�n cristiana y defendi� una m�stica a la vez cat�lica, francesa y republicana.


Charles Péguy

Charles P�guy se mostr� orgulloso de su oscura ascendencia familiar, y en numerosos pasajes de su obra evoc� el recuerdo infantil de la peque�a comunidad del suburbio Bourgogne, la cual, como escribi� �l, era todav�a "el pueblo de la antigua Francia" hacia 1880. Pertenec�a en efecto a una familia de campesinos y vi�adores, y habiendo perdido a su padre pocos meses despu�s de su nacimiento, fue educado por su madre, que viv�a pobremente, dedicada al trabajo de empajar sillas.

Bien considerado por sus maestros de la escuela municipal, Charles Péguy obtuvo una beca de estudios en el liceo de Orle�ns, donde recibi� una s�lida educaci�n humanista; en 1891 se encontraba en Par�s, prepar�ndose para el ingreso en la �cole Normale Sup�rieure; y despu�s de un primer fracaso y de un a�o de voluntariado, era admitido en Sainte-Barbe en octubre de 1893. All�, en el famoso patio rojo, encontr� P�guy sus primeros amigos: J�rome Tharaud y Marcel Baudoin. Alejado ya de la fe, se entusiasm� en cambio por "un socialismo joven, nuevo, grave, un poco infantil... profundamente cristiano".

En agosto de 1894 fue admitido en la �cole Normale, pero su car�cter independiente, que no soportaba una disciplina rigurosa en los estudios, le hizo pedir una licencia al fin del primer curso, y de regreso en Orle�ns fund� all� un grupo de estudios socialistas; despu�s de pasar otro a�o (1896-97) en la �cole Normale, Charles Péguy se apart� de ella definitivamente, sin conseguir la licenciatura, en 1897.

En este mismo a�o daba a la imprenta el cuadro dram�tico Jeanne d'Arc (Juana de Arco), obra no del todo madura, pero animada por las nobles aspiraciones de su adolescencia y por la fe en una regeneraci�n de la humanidad por obra del socialismo, concebido como una "profunda revoluci�n interior". En mayo de 1898, P�guy, que mientras tanto hab�a contra�do matrimonio con la hermana de uno de sus compa�eros de estudios, abri� en el Barrio Latino una "librer�a socialista", transformada m�s tarde, por dificultades financieras, en una sociedad an�nima de la que fue gerente a sueldo hasta la ruptura definitiva (diciembre de 1899) entre P�guy y sus asociados, entre los cuales figuraba L�on Blum.

Raz�n fundamental de tal ruptura fue la diferencia de postura ante el "affaire" Dreyfus, en el que P�guy, en oposici�n a sus antiguos amigos socialistas, ve�a esencialmente una cuesti�n de moral superior. Tambi�n se fue separando gradualmente de Jean Jaur�s, y en 1900 iniciaba la publicaci�n de los conocidos Cuadernos de la quincena, concebidos al principio como simples boletines de informaci�n socialista. Pero la cr�tica de P�guy (limitada al principio al partido socialista, al que acusaba de prostituir sus profundas razones ideales a las combinaciones parlamentarias) no tardó en ampliarse al profundizar en las causas de la crisis del dreyfusismo, transform�ndose en una implacable acta de acusaci�n contra todo el mundo moderno y, en especial, contra aquel "partido intelectual" que dictaba leyes en la "nueva Sorbona".

En 1905, el golpe fulminante de T�nger actu� como un poderoso correctivo de las perspectivas intelectuales y pol�ticas de P�guy, el cual, ante la amenaza alemana, descubri� por primera vez la realidad hecha carne de la patria francesa, a trav�s del velo de sus ideales pacifistas e internacionalistas. P�guy recorre entonces el camino de un heredero despose�do que trata de reconquistar su estirpe y su tierra: la evoluci�n en sentido nacionalista aparece ya visible en Notre Paris (1905), aunque se marquen en�rgicamente las diferencias con respecto al nacionalismo tipo Maurras, del que lo separaban -barrera insuperable- el recuerdo del "affaire" Dreyfus y el republicanismo m�stico de la juventud de P�guy, nunca renegado.

En este esfuerzo de "profundizaci�n" interior de la patria encontrada de nuevo, P�guy lleg� a partir de 1908 al umbral de la fe y de la Iglesia cat�lica, que no atraves� (hasta la vigilia de su muerte) debido a su particular situaci�n familiar, a la intransigente y exclusiva lealtad al socialismo dreyfusiano, a su feroz individualismo y a una fuerte desconfianza hacia el clericalismo. El suyo fue un extra�o cristianismo, una religi�n po�tica sin sacramentos ni v�nculos dogm�ticos, y sin embargo de una humildad indudablemente sincera, aunque la religi�n se confunda a menudo con una "m�stica" del hero�smo y del mesianismo nacional franc�s.

El Misterio de la caridad de Juana de Arco, la primera obra compuesta por P�guy despu�s de la conversi�n, es una refundici�n de la socialista Jeanne d'Arc de 1897; no reniega nada, ya que la esperanza de la salvaci�n eterna se enlaza, sin oposici�n, con la voluntad de triunfar sobre las miserias temporales. Con las obras siguientes, Le porche du myst�re de la deuxi�me vertu (1911), los Tapices de Santa Genoveva y de Juana de Arco (1912), La tapisserie de Notre-Dame (1913) y Eve (1913), alcanzar� P�guy una de las m�s altas cumbres de la poes�a cristiana francesa: su originalidad radica sobre todo en una sorprendente capacidad de poner en claro el absoluto y lo sobrenatural en la sustancia misma de la vida, de la "carne". En efecto, el alma de P�guy es mucho m�s sensible a la presencia de Dios en el mundo que a su trascendencia. Desde la Edad Media, nunca ningún poeta cristiano hab�a barajado con tanta familiaridad y grandeza la historia divina y la historia cotidiana y popular.

Pero la obra po�tica de P�guy floreci� al margen de las luchas pol�ticas e intelectuales de las cuales son documentos Situations (1906-07), Un nouveau th�ologien (1911), L'argent (1913) o Clio (p�stumo, 1917). En los momentos de tregua se abandonaba P�guy a la tentaci�n de alg�n comentario literario o de alta pol�mica intelectual, dedicando ensayos a figuras como Victor Hugo, Descartes o Henri Bergson: Victor-Marie, comte Hugo (1910), Note conjointe sur M. Descartes et la philosophie cartésienne (1914) y Note sur M. Bergson et la philosophie bergsonienne (1914), en el que tom� la defensa de su maestro Bergson, amenazado por el �ndice cat�lico.

Desconocido y hostilizado por los grandes escritores de su tiempo, excepto Maurice Barrès, que apoy� in�tilmente su candidatura al gran premio de la Academia, P�guy se hab�a convertido en el centro de un peque�o grupo de escritores que ejercieron una fuerte influencia sobre una parte de la juventud francesa, pero que mantuvieron con P�guy (car�cter dif�cil) relaciones m�s o menos prolongadas: Romain Rolland, André Suarès, Georges Sorel, Julien Benda, Jacques Maritain y otros.

Obsesionado por el pensamiento de una guerra inminente, so�aba P�guy con ser el cimentador de todas las tradiciones francesas; denunciaba el esp�ritu de capitulaci�n encarnado, seg�n pensaba �l, por Jaur�s, preparando con todas sus fuerzas la "generaci�n del desquite". En realidad, tras el tono belicoso de su estilo, no es dif�cil percibir en las obras de sus �ltimos a�os una invencible melancol�a, y la sensaci�n de que el pueblo franc�s estaba acabado, corrompido por la administraci�n, por la burgues�a y por el dinero.

Por ello, P�guy se incorpor� a su puesto de teniente de infanter�a en los primeros d�as de la Primera Guerra Mundial, con una especie de alivio y casi de alegr�a. Desde la fecha de su heroica muerte, la influencia de P�guy iría en aumento; reconciliada con los poderes oficiales de la Universidad y de la Iglesia, su obra es actualmente celebrada y reivindicada por todos los partidos.

P�guy es un escritor dif�cil, con un estilo que se desenvuelve en una serie interminable de repeticiones, con cadencias de letan�a; un gran r�o lleno de riquezas, pero que cansa al fin al lector poco atento. En tal defecto, que no deriva de una insuficiente pericia del escritor, el bergsoniano P�guy ve�a la prueba de su intransigente lealtad a la realidad: si su estilo es rebuscado, corregido y completado sin tregua, ello se debe simplemente a que el escritor ha aceptado una sola regla, aquella regla caprichosa que le impon�a el ritmo mismo de la vida.

C�mo citar este art�culo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].