Charles Baudelaire, que nació el 9 de abril de 1821, en París, y murió el 31 de agosto de 1867, en París, fue un poeta francés.
Era hijo de un cura que abandonó los hábitos y de una madre que, al enviudar, volvió a casarse. Charles nunca aceptó a su padrastro con lo que hubo conflictos familiares con los que creció.
Estudió, pero fue expulsado de la secundaria. Más adelante, acabó los estudios como pudo y se anotó en la facultad de Derecho, pero la vida nocturna parisina le resultó atractiva y se dedicó a andar de farra todo lo que pudo.
Entró en los círculos literarios, tuvo cierta amistad con Balzac y, sobre todo, un amorío con una prostituta. Con ella estuvo un tiempo y le quedó un recuerdo imborrable: la sífilis. La enfermedad lo llevó a la tumba, pero antes le escribió varios buenos poemas a la prostituta.
El padrastro, que era uno de esos militares con bigote en herradura, vio que esa vida no era para Charles y lo sacó de la noche parisina mandándolo a navegar en un barco que debía llevarlo a la India. Nunca llegó.
El barco hizo escala en la isla Mauricio, Charles conoció a una mulata y se volvió a París. Por supuesto, con la mulata. Fue divertido porque se paseó por las calles del brazo con la mulata y la gente se horrorizaba. El espectáculo era escandaloso: un francés, blanquito, con una mujer morocha, tirando a negra.
Los parisinos se las daban de ser cultos, educados y avanzados, pero eran unos racistas asquerosos. La mulata, como la prostituta, le sirvió de fuente de inspiración, le escribió unos poemas y la dejó.
Para entonces, ya era mayor de edad y recibió la herencia de su padre. Era como darle plata a un chico en una juguetería. Se gastó la mitad en fiestas y paseos. Su familia hizo intervenir a la justicia y le pusieron un escribano encargado de darle una renta mensual aceptable.
Charles ya se había drogadicto, consumía hachís, escribía en diarios, se deprimió, se quiso suicidar. Como algo tenía que hacer, se dedicó a la crítica literaria y, poco después, a la crítica musical.
En el camino, además de otros libros, escribió Los paraísos artificiales, con bastante influencia de Thomas de Quincey.
Toda su experiencia de vida, su visión de la realidad, su interior atormentada, sus angustias. Todo él, está en su obra maestra Las flores del mal.
El libro fue combatido, denigrado. Nunca se había leído algo igual. Como ocurre en estos casos, los que criticaban pasaron sin pena ni gloria por la vida y Baudelaire con sus Flores del mal marcó un hito en la historia de la literatura.
Después de una vida con muchas amantes, diversiones, crisis emocionales, conflictos con su familia, la sífilis hizo estragos en él. Quedó paralítico, luego, afásico. En una iglesia, tuvo el ataque final.
