Catalina de Médici (1519 – 1589)

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Pasó a la historia por su personalidad arrolladora, como el arquetipo de la reina calculadora y despiadada, según muchos de sus biógrafos, pero también por haber sido promotora principalísima de la primera revolución culinaria que sentó las bases de la renombrada gastronomía francesa.


Nació princesa de Florencia, hija del duque de Urbino, el gran Lorenzo II de Médici, y de Magdalena de la Tour, condesa de Boulogne. Pero quedó huérfana desde la cuna y quedó al cuidado de su tío, el cardenal Julio de Médici, futuro papa Clemente VII. Este concertó el matrimonio de Catalina, de 14 años, con el segundo hijo del rey de Francia. No estaba destinada a ser reina, pero igualmente su boda se celebró con gran fasto en Marsella, el 28 de octubre de 1533.  Hubo un torneo de caballeros y luego un enorme banquete seguido por un baile de disfraces; Catalina, que no era muy agraciada, se enamoró enseguida de su esposo, de su misma edad.
Catalina poseía una de las dotes más ricas y apetecibles de toda Europa, y las arcas francesas estaban en ese momento casi vacías. A su llegada a París, lo hizo acompañada por un imponente séquito con más de cien damas de honor, numerosos artistas y también cocineros italianos a su servicio, causando una verdadera sensación en la corte.
Sin embargo, los primeros once años de su matrimonio no pudo tener hijos y tuvo que soportar el desprecio de su esposo, a quien ella tanto amaba, que tenía numerosas amantes e incluso una hija extramatrimonial a la que reconoció públicamente. Se dice que Catalina obtuvo del famoso médico alquimista Michel de Nostradamus una poción con la que logró concebir. Así, fue la madre prodigiosa de diez hijos, tres de los cuales fueron reyes de Francia y dos, reinas consortes.
Cuando en 1547 su esposo se convierte en Enrique II rey de Francia, comienza una época de esplendor en la corte. Antes de su llegada a París, no se conocía siquiera el tenedor, que ella aportó tras haberlo conocido por mercaderes venecianos que lo trajeron de la refinada corte de Constantinopla. Introdujo también el gusto por la pasta, en sus mil formas y presentaciones, las alcachofas (alcauciles) que eran célebres en la cocina veneciana, las espinacas, servidas "a la florentina" y de allí que algunos consideran que sus cocineros fueron los auténticos creadores de la salsa blanca (o salsa Bechamel), ya que este plato se sirve con una salsa hecha con leche, harina y manteca. Igualmente, a ella se debe la llegada del helado a la corte de Francia, que se tomaba como postre, y una infinidad de golosinas y dulcería, así como el empleo de aguardientes y licores como ingredientes culinarios. Pero su mayor aporte a la gastronomía gala fue el uso del aceite de oliva, que Catalina trajo de la Toscana. Hay algunos autores que enumeran una serie de platos que hoy son tenidos por franceses y que datarían de esta época: el pato a la naranja, el pollo al vino, el consomé, el faisán a las uvas, el vol-au-vent y los hojaldres, entre otros.
Otros aportes de Catalina al lujo de los famosos banquetes que celebraba en el palacio de Fontainebleau fueron la costumbre de adornar las mesas con arreglos florales y que los caballeros compartieran el mantel y las viandas con las damas. En esa época había una cocina espléndida, elaborada con gran diversidad de materias primas: fundamentalmente carne de carnero, excelentes aves, buenos pescados en aquellos lugares donde era posible obtenerlos frescos, y aun brillantes platos hechos con los pescados secos o cecinas. A todo esto, las especias alegraban la comida, se utilizaban para mejorar sabores y atenuar los malos olores producidos por alimentos en mal estado, pero también eran útiles para conservas de carnes y frutas y en la preparación de adobos junto con la miel, los agrios, las frutas y multitud de hierbas aromáticas, lo que unido a la gran cantidad de técnicas que se conocían, posibilitaban que la cocina fuera ciertamente apasionante.
Catalina de Médici, reina de Francia, no solo fue una hábil conductora de la política europea a la muerte de su esposo, sino también una refinada gourmet, tanto así que algunos la consideran la verdadera fundadora de la gastronomía francesa. También influenció en otros aspectos de la vida social francesa; modernizó la ropa interior femenina, dándole un toque sexy con atrevidos corsés para lograr la "cintura de avispa", y diseñó ropa especial llamada "amazone" para que las mujeres pudieran montar a caballo con mayor comodidad a horcajadas. Murió en su cama, a los 69 años, de causas naturales.
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