El castillo de Windsor es una de las propiedades más emblemáticas de la realeza británica, tan solo por detrás del palacio de Buckingham. Será aquí donde el próximo día 19 de septiembre descansarán para siempre los restos de Isabel II junto a los de su marido, el duque de Edimburgo. El castillo de Windsor data del siglo XI y ha acogido importantísimas bodas reales, como la del príncipe Harry y Meghan Markle, pero también la de la princesa Margarita con su primer marido, el fotógrafo Anthony Armstrong-Jones. La reina Isabel utilizó esta fortaleza como refugio en tiempos difíciles y fue ahí donde pasó el confinamiento, además de disfrutar de retiros apacibles en él en los buenos momentos. Pero hubo una época en la que fue la vivienda de otros royals.
El castillo tiene más de 900 años de historia y empieza cuando el rey Guillermo I el Conquistador lo manda construir. Desde entonces han vivido en él hasta 39 monarcasl. Desde que comenzó su reinado, la reina Isabel II pasó en el castillo muchos de sus fines de semana privados. Está situado en Windsor, perteneciente al condado de Berkshire, a una hora de Londres, lo que facilita la movilidad de la monarca.
Su estructura medieval ocupa más de cinco hectáreas y combina los estilos georgiano y victoriano, con algunos toques góticos. Fue edificado con tres murallas sobre una zona elevada del terreno para que sirviera como fortaleza resistente contra toda clase de enemigos. Como los nórdicos, que durante la época medieval atacaron en numerosas ocasiones a los pueblos británicos.
En su interior, la fortaleza esconde algunas maravillas y secretos. A lo largo de los años y con la llegada de nuevos monarcas y el paso de las diferentes generaciones, el espacio que ocupa el castillo se ha ido ampliando y llenando de nuevas edificaciones. Una de las más curiosas y adorables es la casita de muñecas que la reina Mary mandó construir en 1921. Se trata de una réplica exacta en miniatura de una casa de la aristocracia de la época. Se puede visitar y está repleta de objetos artesanales y muñecas únicas. Es la casa de muñecas más grande del mundo, además de la más famosa.
En el siglo XIII, Enrique III convirtió al castillo de Windsor en un lugar más lujoso gracias a la construcción de un ostentoso palacio real dentro de la muralla, que se fue agrandando con el paso de los años y los monarcas. La reina Victoria, sin embargo, lo utilizaba como lugar de recreo y realizó tan solo pequeños cambios decorativos en el castillo.
Otra de sus edificaciones más emblemáticas es la capilla de San Jorge, lugar en el que se dieron el ‘sí, quiero’, todos los royals que decidieron celebrar su boda en el castillo de Windsor, como Meghan y Harry. Se trata de un majestuoso templo gótico que data del siglo XV y que es considerado una de las mejores expresiones artísticas de ese estilo.
Tiene tal importancia para la familia real británica que, durante la I Guerra Mundial, el rey Jorge V tomó una decisión muy significativa: cambió su apellido, Sajonia-Coburgo-Gotha, por Windsor. Lo hizo en julio de 1917, apenas un año antes de que el conflicto terminara y la intención era la de olvidar sus orígenes alemanes y así hacer honor al querido castillo. Durante la Segunda Guerra Mundial, la familia se refugió en él de los ataques aéreos, como años después lo hicieron la reina Isabel II y Felipe de Edimburgo en la pandemia.
El annus horribilis de Isabel II, en el que se separaron Sarah Ferguson y el príncipe Andrés entre fuertes rumores de crisis en el matrimonio del príncipe Carlos y Diana de Gales -el divorcio se hizo efectivo en 1996-, también estuvo marcado por una gran desgracia en el castillo de Windsor. En 1992 sufrió un gran incendio que duró 30 horas y amenazó gravemente la conservación del amplísimo tesoro artístico que alberga en su interior. Los trabajadores salvaron las obras de arte que pudieron antes de que las llamas arrasaran el edificio cuya reforma duró el mismo tiempo que se estima para arreglar Notre Dame después de la catástrofe del año pasado: unos cinco años.
Fue la gota que colmó el vaso de Isabel II aquel 1992, porque la reina le tiene un especial cariño al castillo. Por eso recibe en Windsor algunas de las visitas oficiales de grandes mandatarios mundiales, como la de Donald Trump en 2018. Pero él no ha sido el único que ha tenido el privilegio de visitarlo, ya que la fortaleza está abierta al público durante la mayor parte del año.
Una de las zonas más espectaculares de la visita al castillo es la de los Apartamentos de Estado, es decir, las estancias que a día de hoy utiliza la reina y el resto de miembros de la familia real de forma privada. Se caracterizan por el estilo georgiano y la mezcla de gustos de los inquilinos que lo han ido habitando. En esta parte del castillo, también se celebran eventos importantes como recepciones de Estado, en la espectacular Grand Reception Room. Con paredes recubiertas con pan de oro, es difícil creer que sea una de las habitaciones afectadas por el incendio.
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La habitación de Waterloo es otra de las más llamativas. Fue construida por Jorge IV para celebrar la victoria contra Napoleón Bonaparte en 1815. El monarca, además, añadió una gran entrada y escaleras a esta zona, además de más habitaciones privadas.
Algunas de ellas siguen un patrón muy característico de los palacios británicos durante años: se van haciendo más pequeñas a medida que se acercan a los espacios más privados. Algunas solo eran accesibles para el rey y la reina en el pasado.
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Una de las manifestaciones artísticas más importantes que se perdió durante el incendio de 1992 fueron las pinturas de muchos de los techos, que han sido sustituidas por yeso dorado. Las obras de arte que pudieron salvarse y hoy decoran las paredes del castillo de Windsor las firman autores como Van Dyck, Holbein o Rubens y muchas aún ocupan su lugar original.
El principio del tour por el castillo de Windsor, como no podía ser de otra forma, pasa por una visita gratuita por los exteriores y termina en una terraza desde la que se pueden observar las majestuosas vistas que ofrecen sus alrededores. Una auténtica maravilla con la que poder ponerse en la piel de un miembro de la familia real británica, al menos durante un rato.
Artículo publicado originalmente el 10 de abril de 2020 y actualizado.
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