El Castillo de Frederiksborg - La misma cantinela

El Castillo de Frederiksborg

¡Buenos días!

Amanece el tercer y último día en Copenhague, un día que pensamos aprovechar al máximo pues nuestro avión de regreso sale a las 20.15h de la tarde y el aeropuerto está a solo 15 minutos en tren de la Estación Central. Durante las dos primeras jornadas hemos podido visitar todos los atractivos que ofrece la ciudad de Copenhague, de modo que este tercer día lo destinaremos a visitar un monumento que se encuentra en la ciudad de Hillerød, capital de la región Capital de Dinamarca, a apenas unos 40 minutos en tren desde la capital. Se trata del gigantesco y elegante Castillo de Frederiksborg, uno de los más importantes de Dinamarca. De haber tenido algo más de tiempo, seguro que nos hubiéramos acercado a conocer otros monumentos cercanos como el Museo de Arte Moderno Louisiana o el Castillo de Kronborg en la ciudad de Helsingør, conocido popularmente como el castillo de Hamlet debido a que Shakespeare situó en este lugar (concretamente en el castillo que precedió al que podemos ver en la actualidad) la historia de su famosa tragedia. En esta ocasión, sin embargo, debíamos decantarnos por solo uno de ellos y elegimos el Castillo de Frederiksborg. ¡Pasamos a contaros cómo llegar hasta allí desde Copenhague!

Tomamos nuestro último desayuno en el acogedor Hotel Andersen Boutique, haciéndonos unos sandwiches extras que nos guardamos para después (¡una buena idea en este país tan caro!). Otra ventaja de este hotel es que, si tu avión sale tarde como salía el nuestro aquel día, pueden guardarte la maleta en una pequeña sala de consigna el día que haces el check-out, de manera que no tienes que preocuparte por ella durante el resto del día. Por sorprendente que parezca, había salido el sol aquella mañana en Copenhague, sin embargo el mal tiempo nos esperaba en Hillerød.

Castillo de Frederiksborg (Frederiksborg Slot)

Nos dirigimos a la Estación Central, donde gracias a la Copenhagen Card ni siquiera tuvimos que comprar el billete de ida, que normalmente cuesta unas 44DKK (el de vuelta sí tuvimos que comprarlo, debido a que el periodo de validez de la tarjeta ya había caducado). Simplemente buscamos el andén correspondiente y esperamos a que llegara el tren que se dirigía al norte de la isla de Selandia. El trayecto fue muy cómodo y el tren llegó puntual a la Estación de Hillerød, desde donde emprendimos un trayecto a pie de unos 15 minutos para llegar al castillo.

Este paseo es realmente bonito pues, después de atravesar algunas calles del centro, el ansioso visitante llega por fin al lago Slotssøen, desde donde obtiene unas espléndidas vistas del majestuoso Castillo de Frederiksborg, asentado como por rte de magia sobre tres islotes del susodicho lago.

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Castillo de Frederiksborg
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Castillo de Frederiksborg

A partir de ahí, el resto del camino transcurre bordeando el lago sin perder de vista el castillo en ningún momento. Acompañados por una colonia de patos, empezamos a sentir cómo el frío volvía a hacer de las suyas (incluso el lago se había congelado, ¡con lo bien que se estaba en Copenhague aquella mañana!), a pesar de lo cual algunas familias paseaban con sus carritos de niño, ¡esta gente está acostumbrada!

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Lago Slotssøen
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El Castillo de Frederiksborg sobre el lago Slotssøen

Así llegamos a la entrada del castillo. Teníamos ante nosotros el castillo más grande y valorado de toda Escandinavia, una obra maestra del Renacimiento nórdico. Para su construcción, el rey Christian IV (no podía ser otro) contó con los mejores arquitectos y artistas de la época, entre los que figuraba Hans van Steenwinckel el Viejo, quien diseñó Frederiksborg como residencia real para el monarca. Edificado entre 1560 y 1630, este castillo sustituyó a uno más antiguo que había sido propiedad de Federico II (en cuyo honor se nombró al nuevo edificio), padre de Christian IV. Aquel primer castillo, por cierto, había sido el lugar de nacimiento de Christian IV.

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Acceso al castillo
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Recorriendo el acceso principal

Por cierto, no sé si os había contado que Christian IV fue el rey más longevo de la historia de Dinamarca y por tanto el que más duró en el cargo. Después de su muerte, el Castillo de Frederiksborg siguió sirviendo como residencia de la familia real. Tras el incendio que sufrió en 1859, el edificio fue reconstruido gracias al apoyo social y, sobretodo, a una generosa contribución económica de… adivinad: ¡Jacob Christian Jacobsen! (¿os habéis dado cuenta de que estos dos personajes no han dejado de acompañarnos durante todo el viaje?). Desde que la reconstrucción fuera completada en 1878, el castillo ha albergado el Museo de Historia Nacional de Dinamarca.

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Plaza central del castillo
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Plaza central del castillo presidida por la Fuente de Neptuno
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Fachada del castillo

Para acceder al Castillo de Frederiksborg (entrada 75DKK por adulto, incluida en la Copenhagen Card) hay que cruzar un primer puente sobre el lago, después atravesar la plaza central, desde donde se contempla la imponente fachada de ladrillos rojos y tejados verdes, y finalmente cruzar un segundo puente.

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Detalle de la fachada del castillo
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Detalle de la fachada del castillo
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Castillo de Frederiksborg
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Puente del Castillo de Frederiksborg

Entramos justo a la hora en que abría sus puertas este espléndido monumento, las 10h de la mañana. Por suerte nos adelantamos a un numeroso grupo de japoneses que amenazaba con estropearnos cualquier instantánea. La primera sala del castillo (y Museo de Historia Nacional de Dinamarca) es el mejor de los aperitivos, una de las salas más impresionantes del conjunto, la Sala de la Rosa o de los Caballeros, reconstruida tras el incendio tal cual era durante el siglo XVII. Se trataba de la sala destinada a los banquetes  para las damas y los caballeros de la corte. Realmente hermosa.

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Sala de la Rosa

Tras subir a la primera planta accedemos al ala occidental, donde se encuentra el espacio que sin lugar a dudas es la joya que destaca sobre todas las demás que hay en el castillo. La Capilla Real, uno de los pocos lugares que se salvaron del incendio de 1859, te deja completamente con la boca abierta.

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Capilla Real del Castillo de Frederiksborg
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Capilla Real

Estrecha y alargada, decorada con un barroco exacerbado y apabullante, esta capilla nos recordó enormemente a la del Palacio de Versailles. Como éramos los primeros visitantes aquella mañana, tuvimos la gran suerte de recorrerla prácticamente a solas. Su elemento más destacado, el órgano, ricamente decorado con ébano, marfil y plata, fue construido por Isaías Compenius en 1610.

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Capilla Real
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Capilla Real

Continuamos adelante tratando de evitar al grupo de japoneses que nos pisaba los talones. El fantástico elenco de dependencias palaciegas, repletas de retratos reales y mobiliario de época, fueron sucediéndose una tras otra. Algunas de ellas, como la Sala de Audiencias o el Gran Salón, son realmente espectaculares y muestran el lujo del absolutismo danés.

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Sala de Audiencias, diseñada por el arquitecto Lambert van Haven para el rey Christian V en la década de 1680
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Dependencias del Castillo de Frederiksborg
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Dependencias del Castillo de Frederiksborg

Esta última, el Gran Salón, que se encuentra justo encima de la capilla, destaca sobre todas las demás por su amplitud y su prolífica decoración. Reconstruida por completo tras el incendio, su impresionante artesonado del techo está profusamente decorado. En uno de sus lados se encuentra una tarima elevada en la que se colocaban los músicos durante los bailes de gala que allí se celebraban.

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Gran Salón del Castillo de Frederiksborg
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Dependencias del castillo
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Dependencias del castillo

En la segunda planta se siguen sucediendo más dependencias palaciegas, mientras que la tercera planta está dedicada a la Dinamarca moderna pues está compuesta de salas donde se exponen retratos de políticos, monarcas y demás personalidades danesas actuales.

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Recámara de la Reina
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Dependencias de la segunda planta
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Dependencias de la segunda planta

De acceso público gratuito, los jardines del castillo fueron añadidos ya en el siglo XVIII, cuando el monarca Frederik IV encargó al jardinero real, Johan Cornelius Krieger, el diseño de un jardín de estilo barroco.

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De camino a los jardines
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Castillo de Frederiksborg desde los jardines
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Jardines de Frederiksborg

Lamentablemente nuestra visita al Castillo de Frederiksborg no coincidió ni por asomo con un día soleado, más bien al contrario (cada vez hacía más frío), lo que hizo que no pudiéramos disfrutar de los jardines en todo su esplendor. Tenían un aspecto desangelado, como si los cubriese un espeso halo de nostalgia. Sus fuentes y cascadas, en otras épocas del año rebosantes de agua, estaban apagadas debido al frío. Eso sí, mereció la pena llegar hasta aquí solo por disfrutar de las bellas perspectiva del castillo.

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Jardines de Frederiksborg
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Jardines de Frederiksborg

Regresamos a la estación de tren, donde esta vez sí debemos comprar nuestros billetes de regreso a Copenhague (nuestra Copenhagen Card de 48 horas había caducado a las 12h). Una vez sentados en el tren nos comimos los sandwiches que nos habíamos preparado durante el desayuno.

De nuevo en Copenhague

Aún nos quedaban algunas horas antes de coger nuestro avión de regreso, así que nos dimos una última vuelta por la capital, incluyendo el interior del Ayuntamiento, la Vor Frue Kirke y la calle Strøget.

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Calle Strøget
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Edificios de la Calle Strøget

Si queréis disfrutar de la mejor perspectiva de esta calle, os daremos el mismo consejo que nos dio nuestra amiga Carla del blog I am a passenger. Cuando lleguéis a la Plaza Amagertorv, situada en el corazón de la calle, no dejéis de subir al último piso del centro comercial Illum. Una vez allí buscad la cafetería y salid a su terraza. Merecerá la pena admirar las estupendas vistas y luego quedarse a tomar un café con croissant de merienda.

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Calle Strøget desde la última planta del centro comercial Illum

Ahora sí, desgraciadamente era ya hora de volver a casa. Recogemos nuestra maleta en el Hotel Andersen Boutique y cogemos el tren hacia el aeropuerto, donde cogemos puntuales y sin incidencias el avión de vuelta a Alicante. ¡Qué ganas teníamos de llegar a casa para ver a nuestra pequeña cantinelerita!

Copenhague ha resultado ser un frío parque de atracciones inagotable que nos ha conquistado con sus museos, sus palacios y sus canales. Una escapada perfecta que, espero, hayáis disfrutado tanto como nosotros.

¡Hasta la próxima cantineleros y cantineleras!

2 comentarios

  • Alicia Ibáñez Zamora

    Me encantó este diario. Nosotros sólo pudimos disfrutar de Copenhague unas pocas horas el año pasado y tuvimos que conformarnos con ver la Sirenita y la calle Strøget. Pero después de ver todo lo que tiene por ofrecer, me han entrado ganas de regresar =) Además, cada vez escribes mejor y ¡¡dan todavía más ganas de irse de viaje!!

    Enhorabuena!!

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