Estos son los mejores museos del mundo para admirar joyas históricas

Estos son los mejores museos del mundo para admirar joyas históricas

Piezas históricas

Signos de belleza, ostentación y poder, las joyas fascinan a los humanos ya desde los inicios de la historia. Estos son algunos de los mejores museos para contemplarlas

El Museo Smithsonian de Washington alberga una rica colección de joyas. Entre sus piezas destaca el diamante Hope, el diamante azul más grande del mundo, procedente de las minas de Golconda, en la India.

El Museo Smithsonian de Washington alberga una rica colección de joyas. Entre sus piezas destaca el diamante Hope, el diamante azul más grande del mundo

Dane Penland, cortesía del Smithsonian Institution

Pforzheim es una ciudad del sur de Alemania, que fue casi borrada del mapa por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, décadas después de su reconstrucción, es una localidad con algo más de cien mil habitantes, próspera y normal, aunque tiene algo excepcional: el único museo del mundo dedicado, exclusivamente, a la joyería. El Schmuckmuseum Pforzheim está en un edificio racionalista, cuyo interior contiene una colección que abarca cinco mil años de historia de la joyería. 

La pieza más antigua es un collar sumerio, pero también hay joyas griegas, romanas, bizantinas, del medievo y el Renacimiento y, por supuesto, contemporáneas. Sin olvidar la colección de relojes. Todo ello es un testimonio del vínculo de Pforzheim con las industrias relojera y joyera, que empezaron a desarrollarse, en 1767, para dar trabajo a los niños del orfanato. Prosperaron tanto que Pforzheim aún se apoda Goldstadt: la ciudad del oro.

Un brazalete de oro, con forma de serpiente, de la antigua Grecia (siglos III y II AC) . Está en el Museo de la Joyería de Pforzheim

Un brazalete de oro, con forma de serpiente, de la antigua Grecia (siglos III y II AC) . Está en el Museo de la Joyería de Pforzheim

© Schmuckmuseum Pforzheim — Photo Günther Meyer.

“Hay algo innatamente humano en la joyería, que puede encontrarse en todas las épocas y culturas”, explican fuentes del museo. Es cierto: las joyas son una forma universal de adorno que, desde los inicios de la historia humana, nos han acompañado. De los toscos abalorios prehistóricos, utilizando conchas y huesos, a las ya más elaboradas piezas en oro de Egipto, Grecia y Roma, pasando por las sofisticadas joyas de la orfebrería islámica, las coronas con gemas del medievo, la explosión renacentista y barroca, y las líneas sinuosas del estilo modernista. 

La joyería es tanto un oficio como un arte, que fascina. Las joyas gustan no solo porque son signos de poder, sino porque representan un pedazo de inmortalidad que se puede transmitir de generación en generación. Son también hermosas, hipnóticas incluso. Están cargadas de simbolismo y, para muchos, de magia: incluso hoy se les atribuyen propiedades de buena o mala suerte o de proteger al que las lleva.

Las joyas gustan porque representan un pedazo de inmortalidad que se puede transmitir de generación en generación

“El rasgo definitorio de estos tesoros en miniatura reside en su naturaleza dual: a la vez íntima y universal. No es sorprendente pues, que por las joyas se haya amado, robado e, incluso, matado”, escribe Fabienne Reybaud en Jewelry Guide, de la editorial Assouline. 

En este libro monumental, que revisa la historia de la joyería, este especialista en lujo recomienda algunos de los mejores museos de mundo para contemplar joyas. Incluye, por supuesto, al Schmuckmuseum de Pforzheim y, también en Alemania, la fabulosa Bóveda Verde: la cámara del tesoro del palacio Real de Dresde. Considerada una de las más ricas de Europa, en este museo se exhiben los tesoros de la casa de Wettin, que gobernó lo que hoy es Sajonia durante ocho siglos y fue tan poderosa que ni tuvo que molestarse en vender su herencia en algún momento de su historia.

Lee también

Coronas, tiaras y joyas reales, las reinas de las subastas

Carlos García-Osuna
Aquamarine and diamond tiara by Fabergé, aquamarine, diamond, silver, gold. Workmaster Albert Holmstrom, St. Peterburg, circa 1904. Photography_

El museo fue creado en 1723 por Augusto II el Fuerte y comprende más de tres mil artículos de joyería y otros objetos decorados con oro, plata, marfil y perlas. En la Bóveda destacan diez fastuosos juegos de joyas con diamantes (collares, broches, empuñaduras…) que en 2019 fueron noticia cuando una banda de ladrones se llevó varias piezas de valor incalculable. En su mayoría han sido recuperadas, aunque todavía las hay pérdidas.

Por fortuna, la que se considera la joya más importante del museo, el diamante Verde, se salvó del robo, ya que en ese entonces formaba parte de una exposición del Metropolitan de Nueva York. En este museo estadounidense no hay una galería específica dedicada a la joyería, pero en sus salas abundan las piezas históricas. Otro museo importante en este respecto es el Smithsonian de Washington, donde se conservan alhajas de herederas americanas, estrellas de Hollywood y reinas europeas, como Maria Antonieta. 

En 2019, la Bóveda Verde de Dresde sufrió un espectacular robo. Aunque se ha recuperado gran parte del botín, este collar de diamantes de la reina Amalia Augusta de Baviera sigue desaparecido.

En 2019, la Bóveda Verde de Dresde sufrió un espectacular robo. Aunque se ha recuperado gran parte del botín, este collar de diamantes de la reina Amalia Augusta de Baviera sigue desaparecido.

© Bóveda Verde, Colecciones Estatales de Arte de Dresde.

Pero, sin duda, la pieza estrella del museo es el diamante Hope o el Tavernier azul, que el marchante francés Jean-Baptiste Tavernier vendió a Luis XIV de Francia en 1668. Procedente de las minas de Golconda, en India, la historia del Hope, como la de muchas grandes gemas, es tumultuosa: tras pasar por varios propietarios, acabó en manos de la millonaria norteamericana Evalyn Walsh, que lo compró en 1910. Se subastaría en 1949, pasando a ser propiedad del Smithsonian.

El diamante Koh-i-Noor, otra gema mítica, también se extrajo de Golconda, pero hoy se puede ver en la torre de Londres, otro buen lugar para admirar joyas. Allí se exhiben desde 1661 las riquezas de la corona británica, una fabulosa colección compuesta de 23.578 gemas custodiadas por los llamativos Beefeater o alabarderos de la torre y los cuervos negro azabache.

Entre las más de tres mil piezas del museo Victoria & Albert, que abarcan distintos periodos hisóricos, destaca este collar de oro celta, que data del 800 a.C. – 700 a.C. y fue encontrado en Irlanda

Entre las más de tres mil piezas del museo Victoria & Albert, que abarcan distintos periodos hisóricos, destaca este collar de oro celta, que data del 800 a.C. – 700 a.C. y fue encontrado en Irlanda

© Cortesía V&A

Como buena soberana, la zarina Catalina fue una amante de las joyas y una ávida coleccionista: sus pendientes de diamantes pueden verse en el Museo Victoria and Albert de Londres, que cuenta con una de las mejores colecciones de joyas del mundo. Más de tres mil piezas que abarcan distintos periodos históricos y que se exhiben una galería destinada específicamente para ello. En sus fondos destacan un collar de oro de la época celta, pendientes isabelinos, joyas de Réné Lalique, considerado el padre de la joyería moderna, y, no podían faltar, tiaras de Cartier.

Los franceses también adoran las joyas y por eso en París, más allá de las vitrinas de las grandes firmas de joyería, hay dos lugares recomendables para visitar: la Galèrie des Bijoux del Museo de Artes Decorativas y la Galèrie d’Apollo, en el Louvre: una fabulosa sala encargada por el rey Luis XIV, en el más puro estilo versallesco, donde se muestran las impresionantes joyas de la corona de Francia.

La balsa Muisca fue encontrada en una cueva por unos campesinos, en 1969. Es uno de los objetos más preciosos que se muestran en el Museo del Oro de Colombia.

La balsa Muisca fue encontrada en una cueva por unos campesinos, en 1969. Es uno de los objetos más preciosos que se muestran en el Museo del Oro de Colombia.

Clark Manuel Rodríguez. Cortesía del Banco de la República de Colombia

Y, por último, otro lugar extraordinario: el Museo del Oro de Bogotá, donde se reúnen 34.000 objetos de orfebrería que son una muestra de la vida de las culturas que trabajaron los metales en el territorio hoy colombiano, desde hace 2.500 años. Entre sus fondos destaca la Balsa Muisca: un precioso objeto de oro que representa a un cacique de los indígenas muiscas cubriéndose de oro sobre una balsa en el centro de una laguna. Se trataba de un ritual sagrado en una tierra en la que, antes de la llegada de los europeos, el oro era un eje en la vida política y religiosa. Aquí se buscó, infructuosamente, el mítico Eldorado. Hoy una parte de esta leyenda se guarda en este museo, gestionado por el Banco de la República. 

Lee también
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...