Caroline Kennedy, la gran dama de EE UU cumple 60 más libre que nunca

Acostumbrada a que le den el pésame por sus tragedias, su paso por Japón como embajadora ha afianzado su papel en la política estadounidense. Dicen que prepara, al fin, su asalto al Senado.

Caroline Kennedy en un acto del foro que lleva el nombre de su padre.

D. R.

Las lenguas viperinas de la alta sociedad neoyorquina tuvieron el pasado mayo una víctima inusual. **Caroline Kennedy (Nueva York, 1957) , la discretísima hija del presidente John Fitzgerald Kennedy y de Jacqueline Bouvier, irrumpió en la fiesta del año, la del Museo Metropolitano de Nueva York, con un atuendo audaz que pocos entendieron pero que, realidad, no podía ser más oportuno: un ampuloso vestido estampado de ** Comme de Garçons.

La responsable de esta firma de vanguardia, la japonesa Rei Kawakubo, era a la sazón la homenajeada en esa edición de la gala, a la que Kennedy no asistía desde 2001. Lo hizo ataviada con un correctísimo vestido de noche de satén blanco. ** “Kawakubo es una mujer valiente, aunque ello suponga ir a la contra”, dijo Kennedy sobre la diseñadora.** “Debemos tomar ejemplo de ese tipo de personalidades, que actúan con la valentía de hacer lo que creen que es correcto”.

Caroline Kennedy en la gala del MET de este año, al lado de su hijo Jack y vestida de Comme de Garçons.

© Gtresonline.

La de la alfombra roja del MET no ha sido la única ocasión en los últimos meses en la que la hija del venerado JFK ha sorprendido a la opinión pública. Hace justo un año protagonizó un vídeo de 93 segundos que se hizo rápidamente viral . Sucedió en Japón, donde Kennedy ejercía de embajadora de la Administración Obama.

En el clip en cuestión aparecía disfrazada de Papá Noel mientras bailaba una popular canción nipona. Alcanzó las seis millones de visitas en pocas horas y se convirtió en el broche de oro a sus tres años al frente de la diplomacia estadounidense en el país asiático.

Kennedy y su familia desembarcaron en Tokio en 2013. Su paso por el aliado tradicional de Estados Unidos desde el fin de la II Guerra Mundial ha sido calificado como un éxito por los analistas políticos. Aunque su nombramiento suscitó críticas por su inexperiencia. “A lo largo de su vida ¿qué ha aprendido, si no diplomacia?", defendió entonces el cineasta ** Mike Nichols,** íntimo de la familia Kennedy.

Como embajadora de Japón, asistiendo a una cena de gala en Washington D.C. con su marido, el artista Edwin Schlossberg.

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A pesar de esa falta de currículum que le achacaron sus detractores, Kennedy pronto se ganó el cariño de los ciudadanos nipones, que ya idolatraban la figura de su padre, que conbatió en Japón en la II Guerra Mundial y vio cómo su barco se hundía.

Así, la primera embajadora en el país desde 1856 recorrió 35 de sus 47 prefecturas, participó en carreras solidarias por las zonas devastadas por el terremoto y el tsunami de 2011 y se preocupó expresamente por las condiciones de las mujeres en el mercado laboral en una sociedad profundamente tradicional.

Procuró el entendimiento entre el gobierno de Shinzo Abe, conservador y nacionalista, y más en sintonía con los republicanos que con los demócratas, y el de Obama.

“Una de las cosas que hizo entre bambalinas fue la de asegurarse que había la mayor de las conexiones entre dos administraciones ideológicamente opuestas”, dice un analista.

También se mojó en asuntos polémicos. “Estoy profundamente preocupada por la inhumanidad de la muerte en la caza de delfines. El Gobierno de EE UU se opone a estas prácticas”, tuiteó en enero de 2014.

Foto del álbum familiar de los Kennedy, con una pequeña Caroline preparándose para esquiar.

© Cordon Press.

“Caroline Kennedy ha sido capaz de transformarse de celebridad a figura pública. Es una estadista que ha recabado confianza y respeto, y cuyas propuestas y demandas han sido escuchadas”, aseguraba un miembro del Departamento de Estado en The New York Times el pasado enero, con motivo del relevo de Kennedy en la embajada japonesa.

Su sustituto, el millonario de Tennessee William Hagerty, próximo al presidente Trump. “Si he aprendido algo es que esta relación entre Japón y Estados Unidos es más fuerte que una sola persona”, declaró Kennedy al respecto.

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De vuelta en Nueva York, Caroline Kennedy se mueve en metro por la ciudad. Está habituada a que la gente le aborde constantemente para darle el pésame por la muerte de su padre, en 1963; la de su madre, la legendaria Jackie, en 1994 a consecuencia de un linfoma. O la de su hermano John John en 1999. Un suceso que conmocionó al mundo. El joven y prometedor editor de la revista polñitica George falleció junto a su mujer, ** Carolyn Bessette,** y la hermana de ésta, cuando se dirigían en avioneta a la boda de un familiar en Martha's Vineyard, el feudo de los Kennedy en la costa de Masssachussetts .

Casada desde 1986 con el artista y diseñador Edwin Schlossberg, la pareja tiene tres hijos: Rose, de 29 años, que guarda un extraordinario parecido con su abuela Jacqueline, Tatiana, de 27, y Jack, de 24, que fue precisamente quien acompañó a su madre a la gala del MET. Fueron ellos quienes animaron a Caroline a apoyar a Barack Obama en las primarias del Partido Demócrata de 2008, en las que el político de Chicago acabó imponiéndose a ** Hillary Clinton,** buena amiga de la familia.

Mientras se especula con su candidatura al senado en 2018 la exembajadora sigue involucrada con organizaciones como la Biblioteca John F. Kennedy o la Comisión de Debates Presidenciales. La educación es otra de sus prioridades y, en general, cualquier causa próxima a la filosofía de los Kennedy, la dinastía real oficiosa de los Estados Unidos.

Madre e hija, presa de los fotógrafos durante toda su vida.

© Cordon Press.

“Como única superviviente de la familia presidencial es la guardiana de las esencias. Una enorme responsabilidad que ella ejerce a la perfección”, dicen sus íntimos.

Entre sus amigos, esos con quienes usted podría toparse en la biblioteca de su apartamento en el Upper East Side de Manhattan si acudiese a una de sus cenas, figuran Rupert Murdoch, Anna Wintour o los presidentes de Sony y HBO.

Quienes la han tratado admiten que su presencia icónica resulta al principio intimidante, pero que enseguida se esfuerza por hacer las cosas fáciles. Y que, a pesar de su apellido, rehúye la vida social. Prefiere disfrutar de una velada en casa con su marido quien. Algo que cambiara si, finalmente, se presenta al Senado por Nueva York el año próximo.

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