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Mapa de la geopolítica de Polonia
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La geopolítica de Polonia

La geopolítica de Polonia está marcada por las antiguas fronteras del país y su histórico papel como Estado tapón entre alemanes y rusos.

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Cada 11 de noviembre Polonia celebra un nuevo año de existencia como país independiente. Y es que no fue hasta 1918, después de 123 años sometida al control de las potencias extranjeras de Prusia, Rusia y el Imperio Austrohúngaro, y tras el fin de la Primera Guerra Mundial, cuando la República de Polonia quedó establecida. Sin embargo, la idea de una Polonia independiente fue hecha añicos por los nazis tan solo dos décadas después, cuando en 1939 Hitler decidió invadirla. El cese de la contienda no trajo mejores noticias para el país, que desde 1945 se convirtió en la República Popular de Polonia y pasó a formar parte del área de influencia de la Unión Soviética. Lo que sí cambió fue que Polonia pudo, por fin, mantener unas fronteras estables. El periodo que ha transcurrido desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha sido el mayor en el que las fronteras del país han permanecido inalteradas, ya que su papel de Estado tapón entre rusos y alemanes le llevó a verse envuelto en multitud de conflictos con unos y otros.

Los polacos tuvieron que esperar hasta 1990 para deshacerse de la influencia del bloque oriental y celebrar unas elecciones presidenciales que llevaron al poder a Lech Wałęsa, un electricista que lideró la fundación del sindicato convertido en la punta de lanza del movimiento popular polaco: Solidaridad. Desde entonces, el país se ha ido abriendo poco a poco a Europa a pesar de sus recelos para con la influencia alemana, un proceso que finalizó en 2004 con su ingreso en el grupo comunitario

El límite intermitente: las fronteras de la Polonia actual

Un siglo después de su independencia, las huellas de esa Polonia de fronteras cambiantes e identidad negada rigen el funcionamiento y las dinámicas internas del país. La antigua frontera que tras la partición de Polonia separaba el Imperio alemán del ruso y el austriaco en el siglo XIX continúa hoy dividiendo el país en dos zonas con ritmos y características diferenciadas: por un lado, la parte occidental de Polonia, que hasta 1918 formaba parte del Imperio alemán y donde la Revolución Industrial, la abolición de la servidumbre y la desaparición del sistema feudal tuvieron lugar antes, es hoy una zona con mayor desarrollo económico y una visión política más progresista, en línea con los valores de la Europa central; por el otro lado, la parte oriental, que quedó en manos del Imperio ruso, es en la actualidad una región con menos renta, más cercana a los valores tradicionales como la religión y con una infraestructura industrial y de transportes más débil.

La antigua frontera también divide la orientación política de los polacos: aunque ambas zonas son de corte conservador —la izquierda en Polonia aún no ha conseguido desprenderse del estigma asociado a la época comunista―, la parte occidental está más alineada con la ideología de Plataforma Cívica (PO, por sus siglas en polaco), el partido fundado por Donald Tusk —expresidente del Consejo Europeo entre 2014 y 2019— que se enmarca dentro de la corriente democristiana europea y que, por tanto, defiende valores liberales y europeístas. Por el otro lado, la parte oriental es la que sostiene al partido Ley y Justicia (PiS) de Jarosław Kaczyński y el actual presidente de Polonia, Andrzej Duda, una formación nacionalista y euroescéptica.

Además de una frontera invisible que divide el país en dos áreas con funcionamientos distintos, la herencia de esa Polonia sometida también se traduce en una sociedad muy homogénea en la que apenas existen minorías étnicas. El Holocausto nazi prácticamente acabó con la nutrida población judía que se repartía por todo el país, mientras que las zonas que anteriormente ocupaban los alemanes —y de las que fueron expulsados— fueron repobladas por polacos tras el rediseño de fronteras acordado tras la Segunda Guerra Mundial. La Iglesia católica también se mantiene como una estructura que articula y refuerza un sentimiento nacionalista polaco que, en muchos aspectos, se muestra contrario a temas relacionados con la inmigración, el colectivo homosexual o incluso de gobernanza ―rechazo a ceder competencias a la Unión Europea―, una actitud que en realidad es la materialización del miedo que aún provoca entre la sociedad polaca su difuso pasado.

Polonia, la pesadilla del liberalismo

A pesar de ese cierre sobre sí misma, Polonia sí que ha mantenido históricamente una postura muy abierta con Estados Unidos. Durante la época comunista, para el pueblo polaco Estados Unidos era sinónimo de progreso y desarrollo e incluso un referente para la Polonia independiente por la que luchar. Además, Estados Unidos se implicó en gran medida en la reconstrucción de Polonia tras la caída del comunismo, un país que, además, tenía un gran valor estratégico para EE.UU. y la OTAN por su situación geográfica ―además de su frontera con Rusia, también limita con el corredor de Suwalki, el paso que une las repúblicas bálticas con el resto de la Unión y que se teme sea cerrado por Rusia en caso de conflicto―. De hecho, Polonia ingresó en 1999 en la OTAN, forma parte del escudo antimisiles de la organización y ya está en conversaciones con Estados Unidos para crear una base militar permanente estadounidense en el país.

Si la relación con Estados Unidos va viento en popa, con la Unión Europea la sintonía es escasa. Varsovia es un foco constante de problemas para la UE y la deriva autoritaria de Duda no gusta nada en Bruselas. La polémica reforma del sistema judicial o la intención del Gobierno polaco de celebrar elecciones en mitad de la pandemia son los casos más recientes de las fricciones entre ambas instituciones, pero los frentes abiertos son muchos más. Uno de ellos también es la decidida apuesta de Polonia por el carbón ―origen de más del 78% de su electricidad―, una visión que choca frontalmente con el Pacto Verde Europeo y la intención de reducir los niveles de contaminación de la UE.

Por último, un conflicto menos mediático pero de raíces profundas entre Varsovia y Bruselas es la preservación de los bosques incluidos en la Red Natura 2000 comunitaria. Polonia cuenta con una rica biodiversidad que se traduce en hasta veintitrés parques nacionales, entre los que destacan los Montes Tatras, las dunas de Słowiński, las zonas pantanosas de Biebrz y, sobre todo, Białowieża, uno de los últimos bosques vírgenes de Europa y último reducto del casi extinto bisonte europeo. Sin embargo, Polonia ha encendido las alarmas de la Comisión en varias ocasiones por su dejadez a la hora de proteger estos espacios y fue incluso sancionada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea por talar el bosque de Białowieża. 

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