Callum Shinkwin (-12) ha ganado con autoridad el Cazoo Open, después de firmar una última tarjeta de 70 golpes y con una diferencia de cuatro sobre el segundo clasificado, el escocés Syme (-8).
Más allá del bogey que se apuntaba en el hoyo 2, el primer par 5 del recorrido Twenty Ten de Celtic Manor, y de la incertidumbre que acompaña al golfista casi hasta que no emboca el último putt, lo cierto es que el inglés ha vivido una ronda dominical relativamente placentera, una vez se comprobaba en el primer tercio de la vuelta que su máximo rival por el triunfo, Julien Guerrier (-5), no había salido a jugar con el temple necesario. En efecto, el galo había sumado ya hasta cuatro bogeys en los primeros cinco hoyos (terminaba entregando un 76), disipando cualquier sombra de duda o desconfianza que pudiera acechar a Shinkwin.
Ni siquiera una serie final de tres birdies consecutivos de Connor Syme, en los hoyos 15, 16 y 17, llegaba a echar picante al asunto, tal era la diferencia que a esas alturas manejaba el ganador. Shinkwin, una vez se había consumado el triunfo, no podía reprimir las lágrimas ante la cámara de televisión, durante la entrevista a pie de green. Sólo él sabe exactamente por qué. O quizá ni siquiera él sea capaz de articular las razones concretas. Lo cierto es que cuando consiguió en Chipre su primer triunfo en el circuito europeo, hace ya 22 meses (noviembre de 2020), pareció haber marcado la línea del antes y el después, tratándose de un jugador al que realmente se le ve muy capaz de obtener mejores registros; sin embargo, desde entonces, hasta hoy, había jugado 38 torneos y sólo había juntado tres top ten, fallando además hasta doce cortes…
¿Y ahora qué? Ya le gustaría a Callum Shinkwin haber encontrado esta semana el Santo Grial del golf y poder responder la dichosa pregunta. No es que el inglés apuntara nunca al olimpo del golf mundial, o se viera en sus hechuras un proyecto consistente de gran estrella de los catorce palos. Pero sí se salía (y se sale) de la norma por su potencia y agresividad, por su manera de entender el golf, por su capacidad de hacer birdies; sí podía, en definitiva, intuirse el perfil de alguien capaz de jugar Grandes con más o menos regularidad (sólo ha disputado tres) y de luchar al menos por ganarse una plaza en el top 100 mundial. Dos victorias son más que una. Y la experiencia ayuda, qué duda cabe. Veremos si esta vez, después de este triunfo en el Abierto de Gales, sí queda marcada una línea en el suelo.
Nacho Elvira (-2), en una última vuelta bastante movida, se ha quedado a las puertas del top ten y muy probablemente se marcha de Gales con la sensación de que su juego ha merecido mucho más. No es ello tampoco una mala noticia, pensando en el último tercio de la temporada.
Qué hermoso es el golf, todos pueden ganar