A Carlos de Gales, el eterno heredero al trono con más de 70 años, lo hemos visto estos días defender los objetivos del cambio climático –ese ha sido uno de los grandes pilares de su imagen pública desde hace ya más de tres décadas–. Esta última vez ha sido durante la inauguración oficial de la cumbre del clima COP26, en la ciudad escocesa de Glasgow.
Lo dijo alto y claro: “el calentamiento global es la amenaza existencial” a la que nos enfrentamos, incluso mayor que la pandemia de la COVID-19. Y es la apuesta por la cara más verde del Príncipe Charles la que vamos a ver día sí, día también desde su canal de televisión RE:TV en Amazon Prime, en los próximos meses, por el que no cobra una libra.
Aunque algunos indican que es una estrategia para hacer sombra a los duques de Sussex, que ya cuentan con su propio canal de Netflix, en una nota de prensa difundida por la Casa Real, Caros de Inglaterra decía: “he pasado gran parte de mi vida tratando de involucrar a las personas y las empresas con los problemas y las soluciones de la crisis climática”, así que poder difundir “las soluciones más inspiradoras para la sostenibilidad de todo el mundo” es todo un aliciente.
Considerado por su propios progenitores como “demasiado sensible para ser rey”, su infancia es la de un niño criado sin el calor directo de su madre, a la que ha calificado en alguna ocasión de “despegada” y enfrentado siempre a la “dureza” de su padre. Desdichado, tímido, y siempre ninguneado por la Casa Real, también el malo de la película en el triste episodio de su vida matrimonial tras la muerte de Lady Di, lo cierto es que la complicada existencia de Carlos de Gales se retrata a las mil maravillas en la aclamada serie de The Crown. Y su eterna espera al trono, al menos, ahora la vive junto a la mujer que él ha considerado su compañera de vida: Camilla Parker.
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Es cierto que toda esta desdicha ha venido siempre acompañada de una enorme fortuna, estimada de 100 millones de libras, de las cuales la mayoría de las ganancias le llegan vía directa del ducado de Cornualles, más de 20 millones de libras anuales. Sucede debido a una antigua ley por la que el primogénito de Isabel II es beneficiario del patrimonio de los residentes de Cornualles que mueren sin descendencia –aunque en el resto del país ese dinero iría al Tesoro Público–. ¿Quieres saber en qué gasta su dinero el Príncipe Carlos?
En qué se gasta su dinero Carlos de Gales
Dicen quienes le conocen de cerca que su intención cuando sea rey es mudarse al Palacio de Buckingam, reorganizar las numerosas residencias reales y, junto a Camilla, ocupar poco más de un amplio apartamento en el interior de este palacio que en la actualidad cuenta con 52 habitaciones.
La reorganización parece que ya ha comenzado. Y el año pasado vendía por 4,1 millones de euros Bolehyde Manor, la casa de campo en la que supuestamente cortejó a Diana de Gales, en el pequeño pueblo de Allington, en el condado de de Wiltshire, al sur de Inglaterra; y en la que, curiosamente, también vivió Camilla con su primer marido, con ocho dormitorios, piscina y hasta pista de tenis.
Hoy en día, la pareja reside en Clarence House, en Londres, en una casa de 1825, donde han vivido varios miembros de la realeza. Durante los últimos años, los príncipes decidieron abrir una parte de la casa al turismo, y dar vida a un tour privado en beneficio de la Sociedad Real de la Osteoporosis. Por cierto, el jardín de Clarence House está diseñado por el propio Carlos de Gales, que es un gran aficionado a la jardinería.
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Otra de sus míticas propiedades es Highgrove House, la casa de campo sostenible del Principe Carlos, un edificio del siglo XVIII en el condado de Gloucestershire que se compró un año antes de su boda con Diana de Gales por un millón de libras y que fue reformada a su gusto. La casa cuenta con un pabellón para colmenas de abejas, un gallinero real, un corral para el ganado y, por supuesto, paneles solares, chimeneas para caldearla y basura eliminada a través de un sistema de alcantarillado natural.
Otra de sus favoritas es Birkhall, la casa en Escocia que heredó de su abuela, donde también se ocupó de diseñar el jardín y donde han pasado la crisis sanitaria. De 1715, forma parte del castillo de Bamoral, el lugar favorito de la reina madre.
Y en esta lista tampoco podía faltar Dumfries House, en Escocia, una casa abandonada al sur que compró en una subasta y en la que invirtió para su restauración, directamente de su bolsillo, más de 50 millones de euros . Se trata de una mansión del siglo XVIII con 800 hectáreas a su alrededor, en la que se organizan fiestas y en la que Camila asegura que vive un fantasma.
Aunque la serie The Crown dibuja la relación de Carlos de Gales con su padre Felipe con mucha dureza, fue su progenitor el que trató de inculcar sin éxito en su hijo (al que veía débil y poco masculino) valores de humildad a fuerza de sangre –Carlos nunca perdonaría que su padre lo enviara a cursar sus estudios a a la Gordonstoun School en Escocia, en lugar de a Eton–.
Como resultado de estas batallas íntimas, Carlos se hizo aún más adicto a lo que él considera que debe ser el estatus de un príncipe. Algunas de las memorias más duras que se han escrito sobre él narran cómo se niega a viajar si no es en aviones o trenes privados, o cómo cada vez que viaja lo hace acompañado de un mayordomo, dos ayuda de cámara, un chef, su secretario privado, un mecanógrafo y un séquito de guardaespaldas.
Uno de los golpes (otro) más duros de su imagen en los últimos años –y que ha “salvado”– por el fin que tenían aparentemente esos millones de euros fue la inversión de más de 3 millones de euros en las Islas Caimán en 2007. Sin embargo, tras la investigación de los Papeles del Paraíso, se señaló que estos movimientos eran “legales”, sin indicios de evasión fiscal, a la firma Sustainable Forestry Management Ltd., que comercia con bonos de carbono, un mercado creado por los tratados internacionales para reducir las emisiones causantes del calentamiento global.
Sí es cierto, que tras crear esta compañía, el Príncipe Carlos realizó algunos cambios en el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la Unión Europea y el protocolo de Kioto para que se pudiera comerciar con dichos bonos de carbono relacionados con selvas tropicales.
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Su pasión por los coches es de sobra conocida, pero su colección personal de vehículos de alta gama tiene un rasgo diferenciador es por ser la más completa en lo que a Aston Martin se refiere. De hecho, su madre le regaló uno por su 21 cumpleaños, un 1969 DB6, el mismo que condujo su hijo Guillermo en su boda con Kate Middleton. Además, cada tanto sale a subasta alguno de estos modelos. El último, en 2019, un Aston Martin Virage Volante de 1994 descapotable que condujo en 2008.
Aficionado al arte, aunque se ha visto salpicado por más de una trama de falsificación (como cuando 17 de sus obras colgadas en las paredes de Dumfries Houses eran falsas), lo cierto es que Carlos de Gales ha hecho una fortuna con el arte. No solo vendiendo y comprando en subastas obras de arte de otros, también pintando las suyas propias, que le han reportado en torno a unos 7 millones de euros.
Lo recaudado, 260.000 euros anuales, son destinados a la organización benéfica Prince's Trust para ayudar a jóvenes sin trabajo, y sus acuarelas de paisajes se venden como churros en Belgravia Gallery, en una zona exclusiva de Londres, donde tener un Prince Charles es un must.
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