Nacido en el año 1607, Carlos era el segundo hijo varón del rey Felipe III y Margarita de Austria. Este infante, desde el mismo día de su nacimiento se mostró como un niño débil y enfermizo. Sin embargo, el recién nacido logró sobrevivir y en su bautismo, un mes más tarde, fue apadrinado por su propio hermano, el joven príncipe Felipe y por su hermana, la infanta Ana.
Carlos de Austria, el Infante desconocido
Carlos era una persona débil, pero afable y amante del arte. Un carácter que era muy similar al de su hermano, el rey, al que físicamente también se le parecía mucho. No obstante, no tenía buenas relaciones con el valido de su hermano, el Conde-Duque de Olivares. Lo mismo le sucedía al hermano menor de Felipe y de Carlos, Fernando, el que luego más tarde sería conocido como el Cardenal-Infante.
En un principio, Olivares pretendía encontrar esposa a Carlos y mantenerlo ocupado todo el mayor tiempo posible para que no resultara una amenaza. Además, Olivares apartó del joven infante a las personas que lo rodeaban desde su infancia, debido a que estaban relacionados con su enemigo, el duque de Lerma, el que fuera valido del anterior rey, Felipe III.
Entre los años 1626 y 1629, Carlos de Austria tuvo una cierta importancia en la vida política debido a dos cuestiones: la primera fue que los opositores políticos del Conde-Duque veían que podían utilizar al joven infante contra el valido del rey. En 1626, durante la estancia del rey y del valido en el reino de Aragón, el resto de la Corte en Madrid se fue haciendo fuerte para oponerse a Olivares y Carlos, sin ser demasiado consciente de ello, era en el que muchos veían como el apoyo, ya que era el primero en la línea sucesoria. El rey continuaba sin tener descendencia masculina.
La segunda fue que en el verano de 1627 llegó el momento en el que el infante fue más importante. Felipe IV cayó gravemente enfermo y sin descendencia, a pesar de que la reina estaba en cinta, el heredero al trono era el infante don Carlos. Aunque este no realizó ninguna maniobra contra el valido ni tampoco tenía en mente gobernar, su hermano Fernando, también poco simpatizante de Olivares, empezó a encabezar un movimiento de cortesanos que querían apartar al Conde-Duque del rey, convaleciente y en estado muy grave.
Olivares fue muy hábil frente a Carlos y sus partidarios. Este se las ingenió para sembrar la enemistad entre la reina Isabel y sus cuñados y ofreciéndose a servir y cuidar del niño que estaba por nacer. Así toda la corte se llenó de desconfianzas e intrigas que solamente se resolverían tras la muerte del rey. Además, para desaparecer temporalmente de la vida pública, Olivares fingió caer gravemente enfermo también y regresando casualmente restablecido cuando el monarca también mejoró de su estado. Hubo un momento muy tenso cuando el valido visitó, en el lecho al todavía enfermo Felipe y se encontró allí con los dos hermanos del monarca. A pesar de las rencillas entre Carlos y Olivares, el infante no era ambicioso y se alegró del restablecimiento de su hermano.
Con el rey recuperado y la reina embarazada, de nuevo Carlos de Austria pasó a un segundo plano. Para desgracia del rey y de la reina, la hija que nació, murió al día siguiente de su nacimiento a comienzos de noviembre. Era el cuarto parto de Isabel de Borbón, la cuarta hembra y el cuartó bebé que moría prematuramente. Por tanto el infante don Carlos seguía siendo el heredero al trono.
En 1629, por fin la reina dio a luz un hijo, que sobrevivió y fue el ansiado heredero, el príncipe Baltasar Carlos. Curiosamente, el infante don Carlos fue el padrino de su sobrino en su bautismo. Con la llegada al mundo de este príncipe, la poca importancia que Carlos tenía en la Corte fue aún menor.
En 1632, todavía Olivares recelaba de los dos infantes y estos acompañaron al rey a un viaje a Barcelona en esa primavera. A la vuelta en el mes de junio, el infante don Carlos, que apenas contaba con veinticinco años de edad, enfermó gravemente y murió durante ese verano. Si bien el Conde Duque sabía que el infante era inofensivo, supuso una molestia menos para él.
Así finalizaba la vida de un joven infante que no tuvo demasiada relevancia en la Corte de Madrid, pero que de haber muerto el rey durante su enfermedad, podría haber subido al trono de la monarquía hispana y la historia hubiera desarrollado otros acontecimientos.
Autor: Danni Móstoles para revistadehistoria.es
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