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Carlos XV, Rey de Suecia y Noruega (1826-1872).

Rey de Suecia y de Noruega nacido en la ciudad de Estocolmo en el año 1826 y muerto en Malmö en el año 1872. Era hijo de Óscar I y de Josefina de Lenchtenberg. Subió al trono tras la muerte de su padre en el año 1859, aunque había estado gobernando como regente desde el año 1857 tras la incapacidad mental del rey Óscar I. Secundado por uno de sus ministros, Luis de Geer, jurista eminente y reformista en materia política, comenzó la autentica reforma de las estructuras del país durante el reinado de Carlos XV, conservador del ideario político de su padre.

A partir del año 1860 desaparecieron paulatinamente los castigos corporales, fue decretada la libertad de conciencia en materia religiosa y se reforzó la administración local mediante la creación de consejos generales. Se inició, así mismo, el librecambismo, que se manifestó ante todo en la supresión de las aduanas interiores. Todas estas medidas, sociales y económicas, favorecieron de hecho a las clases medias y extendieron el espíritu de reforma, lo que se concretó en el terreno más estrictamente político en la desaparición del antiguo parlamento. En 1985 éste cambió los anteriores cuatro brazos representativos por un parlamento bicameral, cuyas cámaras eran elegidas según un sistema censitario que apenas amplió la base parlamentaria, pero que sustituyó a los antiguos estamentos y abrió el camino a nuevas reformas que posibilitarían la democratización de un sistema político hasta entonces aristocrático.

Para el académico de la historia sueco, Ingvar Andersson, en el año 1866 reinaba un optimismo notable en las clases sociales que habían conseguido hacerse oír, lo que en el año 1870 no representaba todavía más que el 5' 6 % de la población adulta. Para pertenecer al electorado había que tener unos ingresos anuales de 800 coronas o poseer bienes inmuebles por valor de 1.000 coronas, además de ser instruido y honorable. Este sistema permaneció en vigencia durante todo el reinado de Carlos XV y hasta 1907, por lo que la escena política sueca estaba dominada por un número muy reducido de personas, entre los que destacaban los propietarios agrarios.

En las cuestiones de política internacional, Carlos XV mantenía la idea de su padre de volver a una unión escandinava, donde Suecia tendría un papel preponderante. La posición del rey de Suecia se vio debilitada por la resistencia de Noruega. También Dinamarca se negó a una unión dinástica, que de hecho hubiera supuesto que Copenhague quedara sometida a Estocolmo. Carlos XV, deseoso de demostrar su interés y de dar garantías de su buena voluntad, se comprometió con los daneses a prestarles ayuda en el caso de una nueva crisis en los ducados de Swleswig y Holstein. Así tomó cuerpo en Dinamarca la idea de una unión escandinava, basada en el modelo del Acta de Unión de los reinos de Suecia y Noruega. El barón danés Blixen-Pinecke, quien no tenía una postura desinteresada pues tenía estrechos lazos con la familia real sueca, era el más ferviente partidario de una unión de ese tipo. Para el gobierno danés era una gran oportunidad, Prusia quedaba aislada, mientras que Dinamarca contaba con el apoyo total de Suecia, que a su vez gozaba de los favores de Francia y Gran Bretaña desde la guerra de Crimea.

A esta situación diplomática hay que añadir el estado de las relaciones entre los soberanos. Un verdadero sentimiento de amistad unía a los dos soberanos escandinavos, Federico VII y Carlos XV de Suecia. En el año 1863, el rey sueco llegó incluso a prometer el envío de veinte mil hombres para la defensa del ducado de Schleswig, si llegaba la ocasión. Federico VII no dudó nunca la veracidad de esa promesa, que, en parte, fue responsable de su determinación en el caso de los ducados. En Suecia eran pocos los que estaban al corriente de la promesa real; los escasos ministros que la conocían no compartieron nunca el entusiasmo de Carlos XV.

A la muerte de Federico VII, Carlos XV renovó su promesa y la amplió al anunciar que Suecia enviaría veintidós mil hombres para garantizar la defensa de los ducados de Schleswig y Holstein. El rey sueco fue desautorizado por sus ministros, pero el equívoco no se deshizo en Dinamarca, donde los partidarios de la unión de los ducados con Dinamarca bajo una misma constitución preferían creer al soberano sueco antes que a sus ministros. El gobierno tomó la cuestión de los ducados de acuerdo con la promesa del rey sueco Carlos XV, sin embargo, cuando Prusia inició su ataque contra las tropas danesas, el ejército sueco no intervino a su favor, lo que provocó una derrota danesa sin paliativos; tras estos hechos, la idea de Carlos XV sobre la unión escandinava se desvaneció.

Bibliografía

  • FOL, Jean-Jacques: Los países nórdicos en los siglos XIX y XX. Ed. Labor, Colección Nueva Clio. Barcelona. 1984.

Autor

  • M� Gema Coello Garc�a-Cano