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Carlos VII, Rey de Francia (1403-1461).

Rey de Francia, hijo de Carlos VI y de Isabel de Baviera. Nacido en París el 22 de febrero de 1403 y muerto en Melun el 22 de julio de 1461. Carlos VII llegó al trono en el momento de mayor intensidad de la segunda fase de la Guerra de los Cien Años. Fue conocido como el Victorioso y el Bien Servido.

Se educó en la corte de Luis II de Anjou, con cuya hija, María, se prometió en matrimonio a los diez años y se casó en 1422. Tras la muerte de sus dos hermanos mayores fue nombrado Delfín, esto unido a los problemas mentales de su padre le colocaron al frente del gobierno a muy temprana edad. Tuvo que hacer frente a algunos de los momentos más difíciles de la historia de Francia, sumida en una guerra interminable contra Inglaterra y asolada por continuos conflictos internos entre los dos grandes partidos nobiliarios, los armagnacs y los borgoñones. Cuando estos últimos entraron en París en 1418, el joven Carlos contaba solo con catorce años. Tuvo que abandonar precipitadamente la capital y refugiarse en Bourges.

A la muerte de su padre en 1422, los armagnac (gran familia nobiliaria que se disputaba el poder en Francia con los borgoñones) le nombraron rey en secreto en la ciudad de Berry, ya que por el Tratado de Troyes de 1420 la corona pertenecía a Enrique V y muerto este a su hijo, el niño, Enrique VI de Inglaterra, el cual contaba con dieciocho meses, por lo que en su lugar gobernaría el duque de Bedford, Juan de Lancáster. Carlos contó con el apoyo de los Estados Generales y del pueblo, y fue gracias a los medios humanos y económicos que ambas instituciones pusieron a su servicio por lo que Carlos pudo hacer frente a los ingleses. En aquellos momentos los ingleses poseían en suelo francés importantes y abundantes territorios, dominaban el territorio al norte del Loira, y en el sur poseían la parte occidental de la Guyena. Mientras tanto, Carlos VII, completamente dominado por sus incompetentes y ambiciosos consejeros, parecía no preocuparse de lo que pudiera acontecerle a Francia, pese a que en momentos puntuales era capaz de grandes acciones de valor y destreza militar, estas se producían siempre de manera aislada y con resultados más bien modestos.

Jean Fouquet: Carlos VII de Francia. (Témpera sobre panel, 1444). Museo del Louvre (París).

Los duques de Borgoña se aliaron con el bando inglés, lo que dejó a Carlos en una posición muy comprometida. Su principal bastión se localizaba en Orleans, ciudad que llegó a ser sitiada por las tropas inglesas. El desastroso desenlace de la jornada de los Harengs en 1429 parecía haber asestado el golpe definitivo a Francia. Fue en esos momentos, con un rey indolente, un país invadido y próximo a capitular, y un ejército desmoralizado y agotado, cuando apareció una de las figuras más sorprendentes de la historia de Francia, una joven adolescente que con su valor dotó a la causa de Carlos VII del patriotismo y heroísmo del que adolecía. Esta adolescente no era otra que Juana de Arco, la Doncella de Orleans. Cuando el tres de mayo de 1429 Juana de Arco con un reducidísimo ejército logró levantar el sitio de Orleans, el conjunto de las tropas de resistencia francesa se unió a la causa de la visionaria adolescente. Desde entonces los triunfos se sucedieron y muchas de las ciudades que estaban en poder de los ingleses fueron recuperadas. Ese mismo año Carlos VII fue coronado, esta vez de forma pública y con todos los honores, en la ciudad de Reims.

El 23 de mayo de 1430 Juana de Arco fue capturada por los borgoñones que la vendieron a sus aliados ingleses, los cuales la juzgaron en Rouen y la ejecutaron en 1431. Una vez más, Carlos VII mostró su falta de iniciativa y permaneció sin saber que hacer mientras sus enemigos ejecutaban a aquella a quién él debía el trono que ocupaba.

La guerra contra los ingleses fue larga, ya que no fue hasta 1435, cuando el duque de Borgoña, Felipe III, el Bueno, rompió con los ingleses el Tratado de Arrás, y regresó al bando francés, cuando desapareció la amenaza de que los ejércitos franceses volvieran a intervenir en suelo francés y recuperasen las conquistas que habían perdido. Ese mismo año ocurrió otro hecho decisivo, la muerte de Bedford. En 1437, con un imponente ejército, Carlos VII logró conquistar París; esto fue una acción aislada, ya que la falta de ánimo y la apatía del monarca fueron las constantes de su reinado. Esto es lo que explica que se demorase hasta 1449 en recuperar unos territorios que ya hacía tiempo que los ingleses eran incapaces de mantener. En ese año, tras haber reorganizado el ejército reanudó la guerra y tomó Normandía y Burdeos. A los ingleses solo les quedaba Calais, y la Guerra de los Cien Años estaba a punto de terminar.

En 1427 apareció en la corte francesa un personaje clave en el reinado de Carlos VII, el aristócrata La Trémoille. En esta fecha, La Trémoille se convirtió en el camarero mayor del rey, tras asesinar al anterior ocupante del puesto, Pierre de Giac. La primera medida que La Trémoille tomó al ocupar el cargo de camarero fue convencer al rey de que apartase de la corte al conde de Richmond, Arturo de Montfort, por lo que ambos personajes se convirtieron en encarnizados enemigos. Exiliado Montfort, La Trémoille se convirtió en el amo de la política francesa. A partir de 1428 se dedicó a frenar la arrolladora popularidad que Juana de Arco iba ganado y que eclipsaba la figura del monarca. Es muy posible que fueran los consejos de La Trémoille los que hicieron posible que Carlos VII no reclamase a Juana cuando esta fue capturada por los borgoñones. En 1431, tras la muerte de la Doncella de Orleans, la figura de La Trémoille empezó a declinar, acosado por la multitud de sus enemigos y odiado por el pueblo que le acusaba de la suerte de Juana de Arco. Fue obligado a exiliarse a sus tierras del Poitou cuando el conde de Richmond regresó a la corte y se hizo cargo del gobierno.

El reinado de Carlos VII estuvo marcado por los éxitos en todos los frentes, pero estos se debieron más a la acción de sus consejeros que a la del propio monarca, el cual fue llamado, con justicia, el Bien Servido. A su labor se debe la reconstrucción del poder real, muy debilitado con los antecesores de Carlos VII y sobre todo desde que se desatasen las guerras intestinas entre los armagnac y los borgoñones. La pragmática sanción de Bourges de 1438 sometió el clero al rey y se fijó que todos los súbditos franceses dependían directamente del rey. En 1445 se organizaron las Compañías de Ordenanza lo que dotó a Francia de un primitivo ejército regular. A esta medida se opusieron de forma radical todos los miembros de la nobleza, ya que la misma ponía en peligro la existencia de los nobles, tradicionalmente ocupados de la guerra. Las revueltas nobiliarias fueron constantes a lo largo de todo el reinado, pero sin duda fue la Praguerie (1440) la más importante de todas ellas ya que estuvo dirigida por dos de los más importantes nobles de Francia, Carlos I, duque de Borbón, y Juan II, duque de Alençón y apoyada por el propio delfín Luis (que acabaría siendo rey bajo el nombre de Luis XI). Esta revuelta estuvo dirigida contra el gobierno del conde de Richmond, y a ella se unió también el antiguo valido del rey y mortal enemigo de Richmond, La Trémoille. La resistencia nobiliaria fue plenamente derrocada cuando en 1460, con la excusa de la escandalosa vida privada del conde de Armagnac, Juan V, fue desterrado del reino.

Durante el reinado de Carlos VII, surgió una figura de indudable importancia para Francia, el comerciante Jacques Coeur, el cual logró crear una inmensa fortuna que puesta al servicio del rey hizo que la economía y la industria prosperasen. Jacques Coeur fue capaz de financiar, en solitario, la conquista de la Normandía en 1448. En 1450 falleció la amante del monarca, Inés Sorel, lo que motivó que Carlos VII en uno de sus frecuentes ataques de cólera hiciera responsable de la muerte a Jacques Coeur, el hombre bajo cuya fortuna e ideas Carlos había realizado los actos más importantes de su reinado. Coeur fue acusado de conspirar con el delfín para envenenar a Sorel, por lo que fue condenado a muerte, pena que se le conmutó por la de destierro y confiscación de todos sus bienes.

El 22 de julio de 1461 el rey Carlos VII falleció de inanición tras permanecer sin comer durante días por el temor a que su hijo, el delfín Luis, le envenenase. Tan descabellada muerte ha hecho pensar a muchos historiadores que Carlos VII padeció la misma enfermedad mental de su padre.

Autor

  • Juan Antonio Castro Jim�nez