Conocido es que la génesis del tenis puede atribuirse a diferentes juegos de pelota, inicialmente con la palma de la mano, que se practicaban en antiguas sociedades chinas, egipcias, persas, romanas, griegas, árabes o aztecas.
Luego, el deporte fue tomando forma en espacios cerrados de Francia e Inglaterra y las manos, palos y bates dejaron paso a las palas y raquetas en el siglo XVI, llegando a popularizarse en las primeras décadas del siglo XVII.
Con nombre propio aparecieron el real tennis, juego de reyes indoor en Inglaterra y cuyos indicios parece ser parten de la afición de Enrique VIII; o jeu de paume, tenis campestre -también de interior- en Francia. En América, la variante del juego era conocida como court tennis, como en Australia era royal tennis.
El siglo XIV, no obstante, dejó al incipiente tenis como un deporte con ciertos aires aristocráticos, que llegó a prohibirse a las clases más humildes, con escaso resultado. Sin embargo, fue antesala de la época dorada del tenis, ya que entre los siglos XV y XVII se tornó en deporte de moda, comenzando la construcción de numerosas pistas a instancias reales.
Entonces, la modalidad ya no solo se ceñía a Francia e Inglaterra, pues también se desarrollaba en Alemania, Austria, Checoslovaquia, Flandes, Hungría, Italia y Suecia. También en España a instancias reales y entre los siglos XVI y XVII, pues se habilitaron espacios para la práctica de este deporte, la mayoría y más antiguos contra paredes, como en el propio alcázar de Madrid, o en sus aledaños, ya para practicantes más allá de la realeza.
Desde finales del siglo XVII y hasta el XVIII sucedió un periodo de decadencia. La Revolución Francesa, que se cimentó en una pista de tenis de entonces (tripot), fue fatal para el tenis.
Volviendo al siglo XVI, en 1571, Carlos IX de Francia concedió a los profesionales del tenis un estatuto para constituirse en gremio; mientras que entre los siglos XVI y XVII apareció el primer tratado sobre tenis del italiano Antonio Scainio, Tratatto del Cioco della palla, en el que se recogía, por ejemplo, que si la pelota tocaba la cinta y pasaba era punto válido en Francia, pero no en Italia.
Sin embargo, consideradas como las primeras normas del tenis publicadas, son las del francés Pierre Barcellon -gran jugador y profesor real-, en 1800, Regles et principes de Paume, posteriormente recogidas por el mayor Walter Clopton Wingfield, exmilitar del ejército de la reina Victoria, en su sphairistikè, a finales de 1873. Wingfield patentó y comercializó un juego denominado sphairistikè (en griego, arte de jugar con pelota), que pronto se convirtió en lawn tennis y comió terreno al croquet, y del que emanan las reglas del tenis.
Si bien en torno a 1899 es cuando se considera el aterrizaje formal del tenis importado de Inglaterra, hay una historia que evidencia el viaje de ida y vuelta que este deporte pudo realizar gracias al español Juan Bautista Luis Augurio Perera, de familia catalana exiliada en Gran Bretaña. Perera se estableció en Birmingham, mediado el siglo XIX, y comenzó a practicar el denominado real tennis con su amigo, el mayor del ejército inglés Harry Gem.
Ambos consideraron algo engorrosa la propuesta de juego original del también mayor Wingfield y su sphairistikè, e idearon algo más sencillo a lo que denominaron simplemente ‘pelota’, que se podía jugar al aire libre -en lugar de bajo techo-; celebrando el primer partido en el jardín de la casa de Perera.
Con el paso del tiempo y su aceptación en diferentes establecimientos, como clubs y balnearios, el juego tomó el nombre de lawn tennis (tenis de campo), a distinción del real tennis (indoor). Gem llegó, incluso, a dejar un escrito de reconocimiento de la invención del juego, para que no cayera en el olvido.
Cuando el siglo XIX tocó a su fin, y ya con Perera desaparecido, el tenis llegó a España, claro está, de la mano de los británicos, que ya celebraban un torneo de éxito en el All England Lawn Tennis & Croquet Club (Wimbledon, 1877).
Pues, bien, para unir a esa conocida iniciativa de Perera vamos a reverdecer la convicción de un donostiarra sobre que el tenis nació de la pelota vasca, modalidad que, incluso, pudieron haber practicado monjes franceses hace ahora diez siglos.
El autor de la teoría original vasca
José María Bellido Cormenzana (1922-1992) era un reconocido escritor teatral -considerado discípulo de Bertolt Brecht- de San Sebastián, autor de una veintena de obras, ciertamente polifacético, pues a su pasión por el teatro -llegó a ser actor- se unió la de la escritura en general desde joven, con cuentos, relatos o artículos en periódicos y revistas.
Pero su versatilidad iba más allá del teatro y la literatura, fue maestro, licenciado en Derecho, traductor de la Unesco en Paris (trabajó junto a Julio Cortázar), dirigió una pensión rural, ejerció como intérprete en una agencia de viajes e, incluso, condujo un autobús de turismo por Europa, Oriente Medio y el norte de África, lo que evidenció su condición de políglota.
Adaptó obras literarias extranjeras, ganó premios de cuentos y relatos, su narrativa le llevó a ser finalista en prestigiosos certámenes como Planeta, Nadal, Sésamo, Café Gijón o Leopoldo Alas, y, por supuesto, teatro, con la obra Fútbol (1962) se hizo acreedor del Premio Guipúzcoa de Teatro.
Se exhibió como dramaturgo convencional, pero también fue más allá del realismo y hasta se adentró en el teatro de humor -ya en sus últimas realizaciones (entre los años 70 y finales de los 80)-, siendo una de sus obras más afamadas Milagro en Londres (1971).
Origen de la exposición del argumentario
El tenis, el invento vasco más universal es el artículo completo publicado, casi reportaje, en el que José María Bellido detalla toda su exposición. Ese artículo se publicó en Kirolak, la revista deportiva de Euskadi, que dirigía José Acosta en San Sebastián, en junio de 1981, y que hemos recuperado gracias a la gentileza del personal de la Biblioteca Central, Donostia Kultura.
Surgió a raíz de una entrevista que realizó Carlos Bacigalupe a Bellido en los estudios de TVE en Bilbao, para el espacio “Al fondo el hombre” de Telenorte y con motivo de la previsión de grabar y emitir, en el espacio Teatro de La2, su comedia teatral Milagro en Londres.
Por razones técnicas la entrevista se emitió un mes después. En esa larga intervención, de forma ocasional, Bellido habló de tenis; y tal fue el impacto que tuvo lo que dijo que, días después, invitado por su buen amigo José Acosta (entre otros periodistas) se vio obligado a explicar con detalle, de su puño y letra en Kirolak, aquello de que “el tennis es un deporte vasco autóctono”.
Incidía Bellido en que no se trataba de una teoría “sino de una sincera convicción, apoyada en diversos hechos concretos que vengo sintiendo desde hace ya más de treinta años”. Decía José María que no le “interesaba convencer a nadie de la veracidad” de sus afirmaciones, “ni entrar en polémicas con personas que, sin duda, conocen la historia y el idioma de nuestro pueblo mucho mejor que yo. Allá ellos con su objetividad y su conciencia. Yo, lo único que trato de hacer, dentro de la medida de mis fuerzas, es plantear fácticamente, como una posibilidad que sirva de base para ulteriores investigaciones, los motivos que abonan mi convicción de que la afirmación ‘el tennis es un deporte que los vascos inventamos hace más de cinco siglos’ se ajusta enteramente a la realidad”.
Bellido, que llegó a ser tricampeón guipuzcoano de tenis de mesa, reconoció que en los años 50 del siglo XX jugó esporádicamente al tenis en Inglaterra y, en el momento de la entrevista, afirmaba haber vuelto a practicarlo desde hacía algo más de un año.
Tras formular la pregunta “¿en qué se basa mi certeza de que el tennis es un deporte que los vascos inventaron hace siglos?” detalló lo que José María denominó “las piezas de convicción”.
Esas llamadas piezas de convicción servidas como capítulos de su argumentario fueron: El nombre del deporte, la pelota, la red, la altura de la red, el saque, la pasa, los dos saques, el espacio entre la pasa y la falta de saque, las dimensiones del campo de juego, la forma de contar, los efectos, la dejada, a aire, de volea, sotamano, botepronto, etcétera; mano a mano por parejas, la posición y el número de jueces, partidos entre parejas, el golpe de revés en el tenis, el yoko-garbi, el deuce y la raqueta.
Y, a partir de aquí, reproducimos esas mencionadas piezas de convicción que describía José María Bellido.