La fascinante historia de la corona de San Eduardo usada por Carlos III para su coronación

Emblema del reinado de su madre y usada por ella el día de su coronación, dejó hace meses en secreto la Torre de Londres donde se custodia normalmente, para adaptarse a los nuevos tiempos y a la testa del nuevo soberano
Isabel II tras la ceremonia de coronación en la Abadía de Westminster.
Isabel II tras la ceremonia de coronación en la Abadía de Westminster. Archivo Hulton/Getty

Carlos III usará la corona de San Eduardo para su coronación en la Abadía de Westminster. También llevará la corona Imperial del Estado, más ligera y conocida (la que le han acompañado tanto a su madre como a él en el Parlamento, año tras año), pero la de San Eduardo será la que tenga mayor protagonismo. Es la más antigua de las que posee la monarquía británica, y está considerada la pieza principal de las joyas de la Corona. Con esta misma joya se coronó Isabel II como reina en 1953.

Ya entonces, como sucede ahora, tuvo que someterse a algunos ajustes para encajar en la cabeza de Isabel, un procedimiento repetido desde que en 1911 Jorge V recuperase la corona del olvido de los siglos y las vitrinas para elegirla como símbolo de su coronación (en realidad fue su predecesor quien quiso hacerlo, pero Eduardo VII se coronó durante una convalecencia médica, y el peso intimidante de la San Eduardo le hizo optar por la imperial). El proceso, en el caso de Carlos, ha sido una operación de alto secreto que la Casa Real británica empezó hace meses. Según informó a finales del año pasado el Palacio de Buckingham, la corona salió de la Torre de Londres, donde se custodia junto al resto de objetos ceremoniales, para ser transportada a un taller secreto, donde ha sido ajustada para encajar perfectamente en la cabeza de Carlos III. Una operación en varios pasos en la que ha trabajado durante meses Mark Appleby, de la histórica Mappin&Webb, joyero de la Corona Británica desde 2017, que se ha asegurado de que todo quede perfecto para la ceremonia.

Isabel II en su coronación en 1953 con la corona de San Eduardo. Hulton Archive/Getty Images

La corona tiene mucha relación con los Carlos. Se hizo expresamente para el anterior rey Carlos, Carlos II, en 1661 para reemplazar a la corona medieval del siglo XI, desaparecida tras la ejecución en 1649 de Carlos I. Aquella corona original fue encargo de Eduardo El Confesor, el último rey anglosajón de Inglaterra. La corona de San Eduardo no es, sin embargo, una réplica exacta de aquella, aunque conserva el diseño original: está adornada con cuatro flores de lis y otras tantas cruces pattée con dos arcos rematados por una última y vistosa cruz. La estructura de oro macizo de 22 quilates engastada con 444 piedras preciosas y semipreciosas entre las que hay 345 aguamarinas de talla rosa, 37 topacios blancos, 27 turmalinas, 12 rubíes, 7 amatistas, 6 zafiros, un granate y una espinela está rematada con un casquillo de terciopelo de color púrpura decorado en la parte inferior con una banda de armiño. El portal de finanzas SavingSpot la valoró hace unos años en 4,5 millones de dólares.

La construyo el aclamado orfebre Robert Vyner y es un auténtico símbolo nacional aunque algo incómoda de llevar por su peso, 2,23 kilos para una estructura de 30 centímetros de altura. Se ha dicho de ella que es una de las coronas más pesadas del mundo. Por eso se realizó una versión más ligera para la coronación de la reina Victoria en 1838, la corona del Estado imperial, y esa misma fue con la que se coronó Eduardo VII aunque a él, en realidad, le hubiera gustado llevar la de San Eduardo, solo que el día de su coronación se estaba aún recuperando de una operación de apendicitis y optó por llevar la otra, menos pesada pero también muy vistosa.

Tras la coronación de Carlos II la usaron Jaime II y Guillermo III pero desde entonces, 1689, hubo que esperar más de 200 años para que otro rey la escogiera para la ceremonia que lo convierte oficialmente en monarca británico. Jorge V se tocó con ella en 1911 y siguieron su ejemplo Jorge VI e Isabel II. Carlos III será por tanto el séptimo rey que decida ponerse la gran corona de San Eduardo.

La reina posando junto a la corona de San Eduardo durante una escena de 'The Coronation'BBC

Desde el día de su coronación, el 2 de junio de 1953, Isabel II no la volvió a lucir aunque posó junto a ella en 2018 para el documental de la BBC The Coronation. Reveló algunas anécdotas de entonces y confesó lo difícil y peligroso que es llevar corona, incluso la imperial que lució para la apertura del Parlamento hasta 2016: “No puedes mirar hacia abajo para leer el discurso, tienes que levantarlo. Si lo haces, tu cuello se rompería y la corona se caería”. "Así que las coronas tienen algunas desventajas, pero por lo demás son cosas bastante importantes", comentó la reina.

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Por su parte, Camilla llevará otra joya que también tuvo su papel en la coronación de Jorge V: la corona de la reina María de Teck, esposa de aquel, modificada también en secreto para añadirle varios diamantes de la colección personal de la reina Isabel II, un símbolo de la aceptación que Camilla finalmente encontró en la familia real. La corona de la reina María fue un encargo de la reina realizado en 1911, el mismo año de la coronación. Una creación de la joyería Garrard, y que también permanecía medio olvidada entre las joyas de la Corona. Y que evita las polémicas coloniales que la otra candidata, la corona de la reina madre, cuyas joyas remiten directamente al expolio de la India, podría haber reactivado.

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