Las vacaciones de pesadilla en España de Carlos III y Lady Di - Archivo ABC
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Las vacaciones de pesadilla en España de Carlos III y Lady Di

En agosto de 1986, los entonces príncipes de Gales pasaron unos días en Mallorca invitados por la Familia Real española

La familia real Española con los Príncipes de Gales y sus hijos, en 1986+ info
La familia real Española con los Príncipes de Gales y sus hijos, en 1986 - ABC
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Fue portada en ABC: Lady Di, con su pelo a lo azafata del 'Un, dos, tres', saludaba sonriente desde el interior de un minubús. A sus pies, el pequeño Enrique saltaba sobre sus rodillas, ansioso por ver las cámaras de los fotógrafos. La llegada de los príncipes de Gales a Mallorca en el verano de 1986 causó furor en una España todavía resacosa por cuarenta años de franquismo. Fue, además, el preludio perfecto para la visita en 1988 de Su Graciosa Majestad, fallecida el pasado 8 de septiembre; el espaldarazo definitivo de nuestros vecinos europeos a la recién estrenada democracia.

O eso parecía frente a los 'flashes'. Pero, tras las cámaras y el oropel, Lady Di padeció en Mallorca su particular 'via crucis'.

En una entrevista posterior concedida a su biógrafo, Andrew Morton, la princesa de Gales no se mordió la lengua y desveló cómo aquel paraje idílico se transformó en un verdadero infierno. Alejada ya de Carlos, pasó las jornadas postrada en el retrete por culpa del trastorno alimentario que la acompañó durante años. «La bulimia me dominaba», admitió. Tampoco tuvo buenas palabras para Isabel II; más bien la dibujó como un personaje del que quería huir. Cosas de familia.

Recepción

La comitiva real arribó con puntualidad inglesa. Sus miembros pisaron la base militar del aeropuerto palmesano de Son San Juan a la una y cuarto de la tarde del 7 de agosto. La recepción, como no podía ser de otra forma, corrió a cargo de la Reina Sofía y del Príncipe de Asturias. «Estos se habían trasladado hasta el aeropuerto en un minibús conducido por Don Felipe», escribía el enviado especial de ABC, Santiago Castelo. También les esperaban en el lugar los Reyes Constantino y Ana María de Grecia con su hijo, el Príncipe Carlos. Una inmensa lista de personalidades para honrar un viaje no menos destacado.

Aquello fue una locura. Decenas de periodistas de todo el globo se agolpaban en los alrededores del aeropuerto ansiosos por fotografiar a la pareja. De cara a la palestra vivían un idilio. Se mostraron sonrientes y saludaron a los presentes. De puertas para adentro, la situación poco tenía que ver. Desde que se comprometieron, cuando la princesa sumaba apenas 19 veranos, él ya estaba enamorado de Camilla Parker-Bowles. Y Diana, por su parte, admitió que durante la boda se sintió «como un cordero al que llevan al matadero». Ese verano, no obstante, tocaba disimular en pos de Inglaterra.

La princesa de Gales, durante una visita al Museo del Prado+ info
La princesa de Gales, durante una visita al Museo del Prado - ABC

Tras los saludos iniciales, las dos Familias Reales iniciaron camino hacia Palma en el mismo minibús en el que había llegado el Príncipe de Asturias. Y lo hicieron sin apenas escolta. «Los automovilistas que en esos momentos se dirigían o regresaban de las playas del Arenal y Can Pastilla no podían dar crédito a sus ojos. Después de tantas medidas de seguridad previstas, los ilustres visitantes, con la Reina y el Príncipe, entraban como unos turistas más contemplando la catedral, la lonja, el consulado del mar, los hoteles del paseo Marítimo y deteniéndose a la par que los demás automóviles en los semáforos», explicaba este diario.

A Don Juan Carlos, entonces navegando como patrón del 'Bribón IV' en la V Copa del Rey de Cruceros, le vieron después. Ya por la tarde, y después de un paseo en el 'Fortuna', siguieron el recorrido de la regata. «Lady Di lucía un pareo de rayas verdes y rosas y gafas de sol marrones. El príncipe Carlos, bañador-bermuda verde», incidía ABC. A su alrededor, una infinidad de apartamentos y chalés alquilados por ingleses habían colocado banderas británicas entrelazadas con españolas para conmemorar la visita. Todo daba a entender que sería una visita memorable. Una que terminaría de estrechar lazos entre monarquías y permitiría a los príncipes de Gales descansar.

Triste verdad

Pero aquel cuento de hadas era eso: un cuento. La triste verdad es que ambos estuvieron más alejados que nunca. Para empezar, durante aquellas vacaciones hicieron vidas separadas. Carlos recorría de arriba a abajo la isla en busca de bellos paisajes que inmortalizar con acuarelas en las páginas de su cuaderno, se interesaba por la arquitectura clásica y escapaba de los rayos del sol porque –o eso decía– le molestaban. A cambio, Lady Di se pasaba la jornada bronceándose en la playa, aprendía a navegar sobre una tabla a vela o pasaba las horas muertas en la cubierta del yate 'Fortuna' con un atrevido bikini que hizo las delicias de los fotógrafos.

La princesa Diana, junto a Juan Carlos I, durante una de sus visitas a España+ info
La princesa Diana, junto a Juan Carlos I, durante una de sus visitas a España - ABC

Para colmo, Lady Di admitió a Morton que pasó los días en España agotada por sus problemas de bulimia; un trastorno que, según dejó reflejado el biógrafo en 'Diana: Her True Story', nació después de que contrajera matrimonio con el príncipe Carlos. Al parecer, todo comenzó con una frase que el príncipe le dirigió poco antes de la boda, allá por 1981, tras pasarle la mano por la cintura: «Estás un poco gordita aquí, ¿no?». Aquello la condenó y, cuando pisó Mallorca, se encerraba en el baño para vomitar la comida y no engordar:

«En España no me encontraba nada bien. Estaba cansada, agotada... Les dije a todos que estaba cansada, pero era la bulimia, que me dominaba. Portugal fue la última vez que estuvimos cerca como marido y mujer. Luego, en el primer viaje a Mallorca estuve todo el tiempo con la cabeza metida en el retrete».

Las familias reales, en Mallorca+ info
Las familias reales, en Mallorca - ABC

Según Morton, Lady Di llegó a Mallorca en un momento pésimo de su vida. En Inglaterra se sentía confundida. Era famosa y su cara aparecía en mil revistas, pero, a cambio, tanto su esposo como la Familia Real insistían en que debía esforzarse por parecerse más a su cuñada, Sarah Ferguson. No la felicitaban por mejorar la imagen de la Corona; más bien la consideraban una pesadilla. Durante aquellas vacaciones, en el Palacio de Marivent, Carlos cargó contra ella por pasarse el día en el baño y por carecer de ánimos. «¿Por qué no puedes ser como Fergie?», le espetaba.

Diana se despachó a gusto con Morton contra Carlos: «Le odié tanto... Todos creían que Charles era la criatura más maravillosa que jamás había existido. No me sentía cómoda». Las largas horas que pasaba en el 'Fortuna', lejos de él, hicieron pensar a las revistas del corazón en un posible 'affaire' con Don Juan Carlos. Todo mentiras; era «demasiado 'playboy'» para sus gustos. En realidad, el príncipe era mucho más cercano a él. Aquellas vacaciones terminaron de forma abrupta cuando, el hoy ya monarca, regresó antes a Inglaterra por un presunto problema médico y dejó a esposa e hijos en España.

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