Carlos Denegri: El anticristo del periodismo mexicano - Grupo Milenio
Cultura

Carlos Denegri: el anticristo del periodismo mexicano

Entrevista

En su novela El vendedor de silencio, Enrique Serna reconstruye la vida de Carlos Denegri, quien hizo y deshizo reputaciones durante cuatro décadas.

El vendedor de silencio, la más reciente novela de Enrique Serna (Ciudad de México, 1959), es la historia de Carlos Denegri, el periodista más poderoso del país entre 1940 y 1967. Reportero de Excélsior, era famoso por su talento y cultura —hablaba inglés, francés y alemán y en sus viajes por el mundo entrevistaba a grandes políticos, intelectuales y personalidades del espectáculo—. Era famoso además por su alcoholismo, su misoginia, su falta de escrúpulos para publicar información, con frecuencia falsa o arbitraria, que destruía carreras o vidas, aunque sabía guardar secretos si así le resultaba conveniente; todo tenía un precio.

Serna cuenta la vida pública y privada de Denegri, y al hacerlo recrea una sociedad machista, con un sistema corrupto, en el que la prensa estaba por lo regular a las órdenes del poder, sobre todo del político aunque también del económico. Lo hace en casi 500 páginas en las que no hay respiro, quizá porque se asoma al abismo de la maldad.

—En la “Posdata” de la novela dices que, en 1997, Jacobo Zabludovsky te contó anécdotas que despertaron tu curiosidad por saber más de Carlos Denegri.

Sí, Zabludovsky hablaba de Denegri con mucha admiración, lo consideraba un maestro de periodismo; ambos fueron a cubrir el viaje de Adolfo López Mateos a Washington, que fue su primer encuentro con John F. Kennedy —en esa ocasión Denegri le regaló su máquina de escribir, como pasándole la estafeta.

También me contó anécdotas atroces de él, escándalos públicos como el que sucede al regreso de ese mismo viaje, en el que Denegri iba con Gloria Marín, y que aparece en la novela (en pleno vuelo, ya borracho, el enviado de Excélsior invitó a Jacobo a sentarse con ellos; cuando apenas comenzaban a platicar, le ordenó a Gloria: “Oye, puta, dile a la sobrecargo que nos traiga dos whiskys”).

Yo había leído anécdotas contadas por sus contemporáneos, que están dispersas en libros, en testimonios, que andaban de boca en boca… Me parece que cuando hay una leyenda popular, negra en ese caso, el trabajo del novelista consiste en juntar las piezas de esa leyenda y darles una columna vertebral en una trama verosímil que una la vida pública con la vida privada, porque lo que puede aportar la novela para el conocimiento de una época y para el conocimiento de la psicología del personaje es el campo de su intimidad. Por eso quise que estuviera narrada a través de la conciencia del protagonista.

—¿Cómo indagaste el mundo privado de Denegri?

Los historiadores cuentan mejor que los novelistas la vida pública de un personaje. En cambio, para adentrarte en la intimidad y ver cómo fue el proceso de envilecimiento que convierte a un joven hasta cierto punto idealista en un chacal de la prensa y en un misógino patológico, hay que ir hilando más delgado para ver cuáles son las transformaciones de ese carácter y qué las provoca. Los genios del mal no existen en estado puro. Hay ciertas condiciones políticas y sociales que permiten que una personalidad prepotente y atrabiliaria se vaya desarrollando, y eso fue lo que pasó con Denegri. Su periodo de mayor apogeo fue el sexenio de Miguel Alemán. Como hijastro de un político prominente en tiempos de Obregón y Portes Gil, forma parte de ese grupo de juniors que regentearon México y se enriquecieron a costa del erario público. Además, el machismo patológico del personaje está en una clara correspondencia con el carácter autoritario del régimen al que sirvió, porque hay muchos personajes de esa época cortados con la misma tijera. Denegri es una copia caricaturesca de Maximino Ávila Camacho o del magnate Jorge Pasquel, que estaban rodeados por escoltas militares y que cuando les gustaba una mujer, si no les hacía caso, aunque fuera casada, iban y la secuestraban. Esa prepotencia machista es algo de la época, no solo de Denegri como un individuo extraordinario.

"Hoy los periodistas independientes y honestos son también los mejores periodistas": Serna. (Foto: Héctor Téllez | Milenio)
"Hoy los periodistas independientes y honestos son también los mejores periodistas": Serna. (Foto: Héctor Téllez | Milenio)

—En la novela aparecen dos periodistas que se contraponen a Denegri: Jorge Piñó Sandoval y Julio Scherer.

Con ellos quise mostrar la otra cara de la moneda. No quise dar la idea de que todos los periodistas mexicanos tenían la catadura moral de Denegri. Hubo periodistas valientes y combativos que dieron batallas muy importantes por defender el derecho a la información. En el caso de Piñó, fue aplastado por el sistema; su revista (Presente, 1948) duró menos de un año: asaltaron los talleres donde la imprimían, golpearon a los trabajadores, le cortaron el suministro de papel. La revista tenía un tiraje de más de cien mil ejemplares, fue un gran éxito, totalmente insólito en esa época. Sus colaboradores, entre ellos Renato Leduc, Margarita Michelena, Jorge Ferretis, no cobraban un centavo. Fue un valioso intento por airear y concederle más libertad a los periodistas. Luego viene Scherer, quien tiene la peculiaridad y el enorme mérito de haberse impuesto al sistema político que trató de amordazarlo; fundó una revista (Proceso, 1976) y no pudieron aplastarlo. Denegri y Scherer son personajes arquetípicos, como digo en la “Posdata”: uno es el anticristo y otro el ángel exterminador del periodismo mexicano.

—Con la llegada de Julio Scherer a la dirección de Excélsior y el destape de Luis Echeverría a la presidencia de la República comienza la decadencia de Denegri. En la novela cuentas que él y Echeverría se conocían desde jóvenes y no se caían bien. ¿Esto es real?

El personaje alcohólico, que protagonizaba tantos escándalos, no podría ser bien visto por un candidato abstemio, que solo bebía aguas frescas, que era workaholic y pretendía imponer una cierta moral dentro del gobierno. Denegri ya le resultaba incómodo a mucha gente de la clase política mexicana y fue el momento de darle una patada en el culo. Ahora, en cuanto a qué es real y qué no, no quisiera entrar en ese deslinde porque mi intención como novelista es que el lector suspenda su incredulidad de modo que todo le parezca real. Lo que sí te puedo decir, algo que está bien documentado, es que Echeverría y Denegri se conocieron en la tertulia de Porfirio Barba Jacob, en el cuarto que éste tenía en un hotelucho, el hotel Sevilla, y eso lo cuenta Fernando Vallejo en El mensajero, su biografía de Barba Jacob.

—Con todo lo que has investigado sobre él, ¿qué lleva a Denegri a ser lo que fue?

Haber sido un poeta malogrado. De joven escribe una plaquette, que por cierto está en la Biblioteca Nacional: Claves. Haber fracasado en el campo de la poesía lo lleva a vaciar de significado y a envilecer el lenguaje; digamos que al no poder sacarle brillo a las palabras se convirtió en un mercenario de la pluma. Esto lo va llevando a la falta de escrúpulos y al proceso de autodestrucción. Pero también el machismo, que es la incapacidad de amar, de entregarse a la mujer, es algo que lo fue minando hasta hacerlo pedazos, porque pienso que un personaje igual de cínico y transgresor, realizado amorosamente, tal vez hubiera tenido una vejez plácida, pero Denegri era un personaje con una fuerte inclinación hacia la tragedia, y eso me atrajo mucho, que tuviera ese punto débil. Maximino o Pasquel eran peores que él: tenían un autocontrol férreo y ejercían el poder de manera ruin.

—Retratas a Denegri, pero también a una ciudad que ya no existe. ¿Cómo logras acercarte a la intimidad del personaje, cómo vas reconstruyendo la atmósfera que lo rodea?

Tuve que recabar testimonios, hubo gente que se negó a hablar conmigo, amigos de Denegri que todavía viven, que sabían que esto no iba a ser un panegírico y no quisieron colaborar ni echarle más tierra a Denegri. Lo lamento porque tal vez eso me habría permitido llegar a un mejor conocimiento del personaje. Por fortuna, tuve testimonios como el de Pilar, la hija de Carlos Denegri, quien me reveló secretos de familia muy interesantes, y de otros personajes que estuvieron cerca de él o que se enteraron de anécdotas; así pude armar el rompecabezas. Lo demás fue una inmersión en la época, algo que yo había hecho en mis anteriores novelas históricas, El seductor de la patria y Ángeles del abismo.

—Carlos Denegri muere el 31 de diciembre de 1969. Cincuenta años después, ¿cómo ves la relación entre la prensa y el poder?

Ha cambiado mucho, para bien. A partir de 1997, cuando el PRI pierde el control de la Cámara de Diputados, se liberalizó muchísimo el periodismo en México, no solo en los periódicos sino en la televisión y en la radio, que era donde había una censura más férrea. Eso ha permitido que ahora los periodistas independientes y honestos sean también los mejores periodistas; ya no hay esto de que el mejor es el más vil, como pasaba en tiempos de Carlos Denegri.

ÁSS

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José Luis Martínez S.
  • José Luis Martínez S.
  • Periodista y editor. Su libro más reciente es Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (Madre Editorial, 2022). Publica su columna “El Santo Oficio” en Milenio todos los sábados.
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