Esteban Gabriel Merino, un cardenal renacentista en Jaén

Esteban Gabriel Merino, un cardenal renacentista en Jaén

El cardenal Esteban Gabriel Merino fue el impulsor de la construcción de la Catedral de Jaén durante dos décadas. Su experiencia en Italia le llevó a concebir una catedral acorde a los cánones renacentistas, convirtiéndola en una de las catedrales más relevantes del Renacimiento español.

Esteban Gabriel Merino, un cardenal renacentista en Jaén (Francisco Juan Martínez Rojas)

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Nacido hacia 1472-1473, los primeros años de Esteban Gabriel Merino están empañados por la falta de datos. Parece ser cierto que siendo adolescente marchó a Roma y allí entró pronto al servicio del cardenal Ascanio María Sforza, hermano de Ludovico el Moro, señor de Milán. Gracias a este purpurado, definido como un típico prelado renacentista, Merino tuvo los primeros contactos con el humanismo y con la arquitectura renacentista.

Progresivamente, Esteban Gabriel Merino fue escalando puestos en la familia del cardenal, hasta convertirse en camarero, secretario e íntimo suyo, hombre de total confianza de Sforza, que le encomendó algunas misiones en las que Merino ya demostró sus habilidades diplomáticas, dotes que pondría de manifiesto a lo largo de toda su vida.

Por esta cercanía e intimidad con el cardenal Ascanio María Sforza, Merino pudo tener conocimiento directo de algunos importantes proyectos arquitectónicos renacentistas, como la nueva catedral de Pavía, cuyo proyecto fue encargado al arquitecto Donato Bramante, a quien también comisionó, en 1492, la reconstrucción del monasterio de San Ambrosio de Milán, del que Sforza era abad comendatario.

En 1505 el cardenal Ascanio María Sforza falleció y Esteban Gabriel Merino perdió a su primer gran valedor, pero no le faltaron otros buenos patrones. Así, Merino sirvió a otros dos cardenales conocidos por su afición a las letras, Francesco Alidosi y Marco Cornaro.

Paralelamente, ya en el periodo en que sirvió al cardenal Sforza, Merino se fue introduciendo paulatinamente en la Curia romana, consiguiendo el nombramiento de varios oficios curiales, que son buena prueba de la confianza de la que Merino fue objeto por parte de los papas, sobre todo Julio II y León X, quienes le encomendaron diversas misiones diplomáticas, que pusieron en contacto al giennense con personajes de la talla, por ejemplo, de Niccolò Macchiavelli quien, en su correspondencia con la Signoria de Florencia, no dejaba de reseñar los servicios que Esteban Gabriel Merino prestaba a la Santa Sede, tarea que le facilitaba el dominio que tenía de varios idiomas, sobre todo del italiano y del francés.

Esteban Gabriel Merino es nombrado obispo de Jaén

Sin duda alguna, el pontífice con el que Esteban Gabriel Merino se sintió más identificado fue León X. El 9 de mayo de 1513, el primer papa Médici nombró arzobispo de Bari a Esteban Gabriel Merino y, diez años más tarde, en 1523, Adriano VI lo preconizó como obispo de Jaén, su diócesis de origen.

Este nombramiento marca un hito en el proceso de difusión de este nuevo paradigma cultural renacentista en el Santo Reino, en el que la catedral ocupa un lugar preeminente.

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Retrato del cardenal Merino, atribuido a Vincenzo Foppa. FOTO: ASC.

La catedral renacentista de Jaén está unida, en sus inicios, al nombre del cardenal Esteban Gabriel Merino. Durante el periodo en que residió personalmente en el obispado de Jaén —1523 a 1529—, Merino da muestras evidentes de querer llevar a cabo una serie de reformas que afectaron tanto a la vida pastoral como a los edificios de culto, entre los que, lógicamente, ocupaba un lugar preferente la catedral.

Como relata el deán Mazas, en 1525 el cardenal Merino, junto con el cabildo, ordenó hacer un reconocimiento de los pilares que sostenían el cimborrio, pilares que estaban rajados según el dictamen de los arquitectos Pedro de Guerra y Francisco de Castillo, que fueron los peritos diputados con este fin. Martínez de Mazas continúa afirmando: «Después el cardenal Obispo don Gabriel Merino junto con su cabildo en 13 de junio de 1525, mandó hacer un reconocimiento de los pilares que sostenían el cimborio, o media naranja, que estaban rajados y demolidos, y llamaron a Pedro de Guerra y a Francisco del Castillo, maestros canteros en esta ciudad, quienes declararon estar muy gastados y abiertos por muchas partes, y que no los tenían por seguros. Lo que resultó de aquí fue pensar echar por tierra no solo el Cimborio, sino también la Capilla que llamaban del Obispo, o del Señor Suárez […] pero faltaban fondos para costear la nueva obra».

Reconstrucción de la Catedral de Jaén como templo renacentista

El nuevo templo ya no se edificaría en estilo gótico, sino que se labraría según los cánones del pujante arte renacentista que Merino había tenido oportunidad de conocer directamente en Italia. Pero tanto el cardenal Esteban Gabriel Merino como el cabildo catedralicio eran conscientes de la necesidad de nuevos recursos económicos para acometer la construcción de una nueva catedral.

Y, en esta coyuntura, el obispo de Jaén acertó a buscar una nueva fórmula de financiación para la nueva obra: obtener de la Santa Sede una serie de gracias espirituales para quienes contribuyesen económicamente para hacer realidad el nuevo proyecto.

El documento que el papa Clemente VII concedió a instancias del cardenal Merino se puede considerar como el acta fundacional de la catedral renacentista, se trata del breve Salvatoris Domini. El breve pontificio —y no bula, como erróneamente se repite en multitud de publicaciones— no se conserva en la actualidad en el bulario del Archivo Histórico Diocesano de Jaén, aunque Jimena Jurado afirmaba que, en su tiempo, el documento estaba en el Archivo de la misma Santa Iglesia de Jaén.

En la actualidad solo existen copias, como la que ofrece Federico de Palma Camacho en su conocida obra sobre el Santo Rostro. Precisamente esa confusa y errónea catalogación del breve como bula ha dado lugar a infructuosas e inexactas indagaciones en el mismo Archivo Vaticano, cuyos «regestos de bulas» han sido examinados sin ningún resultado positivo, pues el texto, al ser un breve pontificio, se encontraba en los llamados Armarios de Breves.

Indulgencias para costear la reforma de la Catedral de Jaén

La concesión de este breve pontificio hay que situarla en el contexto general de la coronación imperial de Carlos V y los deseos del papa Clemente VII de atraerse la benevolencia de los consejeros más allegados del emperador, entre los que se contaba el cardenal Esteban Gabriel Merino, que era legado imperial ante el pontífice.

Tras el Saco de Roma en 1527, con las graves consecuencias que había tenido en toda Europa, la posición política del Papado había sufrido un grave quebranto y las profundas diferencias entre Carlos V y Clemente VII se solventaron con la coronación imperial de 1530, en Bolonia, que rubricó temporalmente la reconciliación entre ambos poderes.

En estas circunstancias, al papa Médici le interesaba atraerse la benevolencia de un personaje tan cercano a Carlos V y quizás este fue el motivo que movió al pontífice a conceder unas gracias tan generosas como las contenidas en el breve Salvatoris Domini.

En Bolonia, Esteban Gabriel Merino presentó al papa su súplica, en la que le detallaba los diversos avatares por los que había discurrido la construcción de la catedral de Jaén. El texto del breve, con el que Clemente VII accedió a los ruegos del entonces obispo de Jaén y arzobispo de Bari, se hace eco de estas vicisitudes.

Tras una fórmula introductoria, repetida en otros documentos del mismo tipo, el papa manifestaba cómo había llegado a saber que «la iglesia catedral de Jaén […] padece grande detrimento en su fábrica y edificio y aun en muchas partes amenaza ruina, y que Merino desea continuar, con el favor de Dios, la nueva obra laudablemente comenzada por la buena memoria de su predecesor Luis Osorio, Obispo de Jaén, y suspendida muchos años atrás».

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El papa León X con los cardenales Giulio de Médici y Luigi de Rossi, obra de Rafael. FOTO: GETTY.

Ante la carencia de recursos económicos, el prelado giennense había suplicado a la Sede Apostólica que se dignase «exhortar e invitar a los mismos fieles de Cristo con gracias espirituales, para que contribuyan con oportunos auxilios a la edificación y reparación de aquel templo».

Clemente VII revela también la importancia del templo catedralicio de Jaén por la cantidad de dignidades, canónigos, prebendas y otros dones, así como porque allí, según se le había informado, «se guarda una devota imagen del Rostro del mismo Señor y Redentor nuestro Jesucristo, impresa en un sudario y dejada a la bienaventura- da Verónica, como piadosamente se cree, en el tiempo de la Pasión salvadora».

Es esta una tradición tan antigua, que no hay memoria de hombres en contrario. El papa accedía así a conceder remisión, indulgencia y absolución plenaria a todos y cada uno de los fieles que, teniendo el propósito de confesar, «visitaren devotamente cada año la dicha iglesia en el Viernes Santo de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo y en el día de la Asunción de la Madre de Dios […] desde las primeras vísperas hasta el ocaso del sol […] y contribuyesen a su reedificación, conservación y reparación».

De igual forma, el papa Clemente VII otorgaba a los fieles que visitasen la catedral de Jaén, cualquier otro día, y a los enfermos que, impedidos para visitarla, contribuyesen piadosamente con sus limosnas, que pudieran lucrar las mismas gracias espirituales que se concedían a quienes visitaban la basílica de San Juan de Letrán y la iglesia del Espíritu Santo in Saxia, ambas en Roma.

Estas gracias eran completadas con la concesión de la autorización para poder instituir una cofradía de veinte mil hombres y veinte mil mujeres que, tras ser inscritos en ella, ofreciendo un real de plata, pudiesen lucrar las mismas indulgencias concedidas en el breve, aun sin visitar la catedral.

Y, finalmente, para que las letras apostólicas lograran difundirse convenientemente, Clemente VII autorizaba a que los notarios públicos pudieran realizar las copias necesarias, y a estas «se les dé en todas partes la misma fe que se les daría si se presentasen las mismas letras originales». El documento se rubricaba en Bolonia, el 20 de diciembre de 1529, y en la minuta original lleva la firma del cardenal Lorenzo Pucius, del título de los Cuatro Santos Coronados, encargado de supervisar el texto y presentar la súplica al papa.

Tras hacerse público este documento en la corte papal, en España se autorizó su recepción mediante un decreto del Presidente del Consejo de Castilla, el cardenal arzobispo de Santiago, Juan Pardo Tavera, firmado el 31 de marzo de 1530. El breve fue igualmente examinado por Francisco de Mendoza, obispo de Zamora y Comisario General de la Santa Cruzada, quien lo aprobó en Madrid, el 1 de abril de 1530.

A partir de aquella fecha el breve pontificio Salvatoris Domini entró en vigor por espacio de veinte años y comenzó a surtir el efecto para el que había sido concedido: que los fieles contribuyesen económicamente a la construcción de una nueva catedral en Jaén, dotada de una estructura arquitectónica egregia.

Las obras se iniciaron hacia 1548 y, con el tiempo, el volumen de la edificación y la acuciante falta de recursos monetarios harían necesaria la prórroga de las gracias espirituales contenidas en el breve Salvatoris Domini.

El influjo de Erasmo de Rotterdam en el Cardenal Esteban Gabriel Merino

Bien relacionado en la Curia romana y en contacto con las mejores aportaciones del humanismo italiano, tanto en letras como en arte, Merino tampoco se resistió al influjo de Erasmo de Rotterdam.

No se sabe si llegó a conocer personalmente al humanista holandés, pero existen serias probabilidades de que Esteban Gabriel Merino conociera a Erasmo ya que, durante la estancia del Roterodamo en Italia —de 1506 a 1509—, Merino visitó Roma precisamente durante los primeros meses de 1509, fue recibido por varios cardenales, frecuentó los ambientes de la corte de Julio II e incluso se le ofreció un puesto en la Curia romana.

Pudo ser entonces cuando Merino conociera personalmente a Erasmo de Rotterdam que visitaba Roma, no como un monje desconocido, sino ya como un sabio humanista de reconocido prestigio y cuyas obras y pensamiento ya divulgaba la imprenta por toda Europa.

Una de las primeras pruebas del filoerasmismo de Esteban Gabriel Merino es el nombramiento del vicario general que hizo al ser nombrado arzobispo de Bari; en 1513 Merino eligió como vicario general al protonotario apostólico Luis Mexía.

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Retrato de Erasmo de Rotterdam, humanista y teólogo neerlandés. FOTO: ASC

En ausencia del nuevo arzobispo, que tardó en visitar Bari, Mexía gobernó la archidiócesis barense en nombre del arzobispo Esteban Gabriel Merino, pero ha pasado a la historia no por esta misión, sino por haber sido uno de los más depurados traductores de Erasmo de Rotterdam al español, ya que vertió al castellano, «en hermoso lenguaje», según Bataillon, el diálogo Procus et puella, es decir, el Diálogo del pretendiente y la doncella.

La relación de Merino con Erasmo de Rotterdam y con su pensamiento continuó posteriormente. Marcel Bataillon vincula a Merino con el círculo erasmista que, durante el primer periodo de su reinado, estuvo cercano a Carlos V y era aglutinado por el canciller Gattinara.

A partir de 1526, Esteban Gabriel Merino formó parte del Consejo Real y supo aprovechar las posibilidades que le ofrecía su nuevo cargo para implicarse más en la política de apoyo a Erasmo de Rotterdam, que algunos miembros de la corte imperial fomentaban.

En este sentido, fue muy significativa la relación que mantuvo Merino con el secretario imperial Alfonso de Valdés; en la correspondencia que se conserva entre ambos, las referencias al Roterodamo son recurrentes.

El 21 de octubre de 1527, Merino solicitaba a Valdés las noticias que tuviese sobre el sabio holandés: «Si algo uviere de Erasmo, merced recebiré que me lo enbíe». Unos días más tarde, Valdés, que había recibido una carta de Erasmo, remitió al obispo de Jaén una copia de la misiva del humanista holandés, gesto que agradeció Esteban Gabriel Merino: «Rescebí el traslado de la carta que Erasmo le scrive, y he holgado muncho con ella. De todo lo otro que del viniere, le ruego que siempre me quiera dar parte».

Erasmo de Rotterdam buscaba, entre sus seguidores españoles, mecenas que le prestasen ayuda para publicar su edición de las obras de San Agustín y Merino trató de averiguar cómo iban a actuar los miembros de la corte, entre ellos el arzobispo de Toledo, ya que el obispo estaba dispuesto a ayudar económicamente a Erasmo, como ya había hecho anteriormente: «En lo que toca al socorro que el dicho Erasmo quiere avré plazer que me aviseis si el Arzobispo de Toledo y algunos desos señores como devrían fazen alguna provisión porque si lo fiziesen osaría yo entrar con mi blanquila como la otra vez y solo parecería mal, por tanto tenga cuidado de me avisar que obra es en que yo me emplearé de buena voluntad».

Un misal miniaturista para Esteban Gabriel Merino

Al ser nombrado por León X arzobispo de Bari, en 1513, Esteban Gabriel Merino comisionó un misal a uno de los miniaturistas más reputados de la Italia de entonces: Matteo da Milano.

Este iluminador era originario de Lombardía, donde había iniciado su andadura artística; posteriormente asimiló la técnica de la miniatura de las dos escuelas más importantes en la Italia, a caballo de los siglos XV y XVI: Florencia y Ferrara.

En el catálogo de su producción artística, realizado por Angela Dillon Bussi, se elencan treinta y cinco obras conservadas. Además del misal del cardenal Merino, entre otros trabajos, realizó el breviario de Hércules I de Este, durante su estancia en Ferrara, y durante su periodo romano los misales de los cardenales Guido Antonio Arcimboldo, arzobispo de Milán, Hipólito d’Este, Giuliano de’ Medici —futuro Clemente VII—, Leonardo Grosso della Rovere, Lorenzo Pucci y Francisco Bobadilla.

La elevada extracción de su clientela evidencia la alta estima con que era juzgado su trabajo como miniaturista e iluminador de manuscritos.

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Misal del cardenal Merino, hoja miniada de la crucifixión de Cristo, obra del miniaturista Matteo da Milano. FOTO: ALBUM.

El misal, que en la actualidad se conserva en el Archivo Histórico Diocesano de Jaén, está compuesto por 210 folios de pergamino con paginación romana hasta el folio 91, ilustrados con 59 miniaturas con sus correspondientes orlas y viñetas policromadas, tratadas al oro brillante y al oro mate. Las iniciales están decoradas de acuerdo con el tiempo litúrgico y de acuerdo con el espíritu de la época, el comitente está representado tres veces.

En esta magnífica obra, se pueden atribuir a la autoría directa de Matteo da Milano las iniciales y miniaturas del libro, mientras el resto del texto, en letra gótica redonda, sería obra de su taller. El estilo del que hace gala Matteo da Milano está caracterizado por un detallismo preciosista.

Las orlas que realiza para las páginas más importantes están compuestas a base de grutescos, candelabros, florecillas, frutos y pequeños animales fantásticos, perlas, joyas y motivos heráldicos del comitente, junto con preciosos camafeos en los que en ocasiones se dibujan imágenes. Las letras capitales terminan en rostros fantásticos. Son dominantes los fondos dorados y en el soberbio uso del colorido predominan los azules, el rojo carmín y el verde.

Desde el punto de vista litúrgico, el misal de Merino no es un misal plenario o completo, sino de una colección de misas, que debieron ser las que celebraba habitualmente este prelado renacentista. El volumen recoge las misas de tempore, incluyendo los domingos de adviento, septuagésima, quinquagésima y cuaresma, así como las principales fiestas del año y varias misas del propio de santos, en las que destaca la fiesta solemne de San Nicolás, patrono de la sede titular de Esteban Gabriel Merino a partir de 1513, Bari. El volumen se cierra con el oficio de difuntos.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.

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