Candela Peña, la dama de 'Hierro': “A lo que tengo miedo es a vivir”

Candela Peña, la dama de 'Hierro': “A lo que tengo miedo es a vivir”

Entrevista

La actriz catalana opta por octava vez al Goya por 'La boda de Rosa' mientras triunfa en la televisión con la segunda temporada de 'Hierro'

Directa e intensa, continúa su lucha contra el patrón de belleza que se impone a la mujer y prepara el rodaje de la serie que ha escrito y que dirigirá Isabel Coixet

Candela Peña

Candela Peña

Lo de hablar con Candela Peña es una auténtica montaña rusa. De toda la vida, pero ahora, si cabe, más. En poco más de 45 minutos ríe y hace reír, se enfada y enfada, se emociona y emociona, reivindica, repliega velas, se sube a los cielos y se baja al suelo, al tiempo que, a velocidad de vértigo, contesta varias preguntas de las que estaban previstas de una sola tacada, y sin que hayan llegado a ser formuladas. 

La actriz catalana, a los 47, vive un momento de oro del que no le apetece ser muy consciente. De nuevo candidata al Goya por La boda de Rosa de Icíar Bollaín, y van ocho veces, tres de las cuales se convirtieron en premios –Te doy mis ojos, Princesas y Una pistola en cada mano– celebra su doble encuentro con la televisión, en la que se ve como una debutante.

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Candela Peña asegura que ama por igual todos los personajes que ha interpretado 

Valero Rioja

Ahora, es presencia habitual en el programa La resistencia y estrena como protagonista, junto a Darío Grandinetti, la segunda temporada de Hierro, en la que encarna de nuevo a la sólida y astringente jueza Montes; un personaje de una pieza al que parece haberle exprimido hasta la última gota. Enorme éxito de la temporada pasada, Hierro podría gustar más aún en esta segunda, en la que los conflictos éticos y la trama policíaca se subrayan.

¿Se esperaba este fenómeno?

Bueno, yo he dejado ya de esperar nada porque me he pasado la vida haciéndolo. Ahora, cuando llego a los puentes cruzo los ríos. Agradezco que me hayan sacado de boxes con este personaje de la Montes, la cabrona, que me ha servido para aprender que, por muy idealista que seas, estás dentro del sistema y perteneces a él. Yo, hasta que llegó a mi vida, era una pardilla y una ingenua en ese sentido.

El personaje de la jueza Montes me ha servido para aprender que, por muy idealista que seas, estás dentro del sistema. Antes era una ingenua

Uno de los personajes femeninos más poderosos que se ha visto en la historia de nuestra televisión…

Se maneja muy bien con el bastón de mando y no le hace falta ningún señor cerca para definirse, efectivamente, y en esta segunda parte ocurre igual, solo que ya la conocemos y esta más sola y más enfadada. Detrás de los personajes de la serie hay un equipo de 400 personas del que somos la punta del iceberg pero la Montes no deja de ser mi responsabilidad y, lo siento en el alma, pero me voy a poner una medalla. Hay un curro enorme ahí y la tengo clara en mi cabeza. Se sujeta sola sin masculinizarse cuando llega al poder. Ella lleva sus vestidos apretaos y sus tacones y va por la vida todo lo estofada que puede. No se pone zapatillas. Da igual que esté en Soria o en Ginebra. Sé quién es esa mujer perfectamente.

¿Más que otras que haya interpretado?

No, la verdad. Todos los personajes son como hijos. Te podría hablar de la madre que acabo de representar en la serie Maricón perdido porque nunca en mi vida me he expuesto como actriz de la manera en que lo he hecho ahí. A la cabrona, en la segunda parte le pasan pocas cosas, lo que vemos en realidad es cómo le afecta a ella lo que ocurre, aunque, al final, tiene un conflicto ético muy potente. Tratar de hacer interesante todo eso es, en gran parte, nuestra responsabilidad.

Ahora hay una presión para que se hagan más personajes de tías, pero en cuanto pasas de los 40 te escriben papeles de enfadada o de enferma

¿Cree que cada vez se escriben más personajes femeninos que se sujetan solos?

Quizá, pero no por las razones correctas. Ahora hay una presión social y mediática que provoca que, en los despachos, llegue el que manda y les diga a los demás que hay que crear más personajes de tías. Pero en cuanto pasas de los 40 o te escriben papeles de enfadada o de enferma… Los que nos cuentan, nos dirigen y nos producen no saben quiénes somos las mujeres y crean una fantasía con la que pueden sentirse cómodos, pero desde que llegas a esa edad y dejas de estar terneresca, careces de interés para ellos. Las mujeres tenemos que ganar espacio para contarnos de otra manera. Yo, como muchas de nosotras, es ahora cuando me estoy enterando de qué va la vaina, cuando tengo más ganas de vivir, cuando más mona me veo porque ya sé que esto es lo que hay y mi aspecto ya no me crea inseguridades… Me niego a que a las mujeres nos cuenten desde lugares rarunos. No saben que somos muchas cosas; que nos gusta comer, beber, follar, reír, ponernos guapas. Que nuestras caras no son patrimonio de la humanidad para que venga algún periodista a cachondearse: “Cucha, lo que se ha hecho en la cara”. Pero si la cara es de ella que haga lo que quiera, que no es la torre Eiffel que no se puede tocar, por favor. Tenemos que aflojar ya con estos discursos tan ofensivos.

En Hierro no hay policías cachas y con pelazo, mujeres espectaculares…

¡Ya estamos! Hay mucha gente a la que la jueza le parece una tía espectacular…

Déjeme rematar. Lo que quiero decir es que sale gente normal, un policía con sus michelines y sus cuatro pelos, aquella otra con sus arruguitas…

¿A que se agradece?

Añade realismo porque se sitúa lejos de esa perfección que invade la casa desde que encendemos el televisor…

Pero de esas ganas de ser perfectos que le están dando tan mala vida a tanta gente no se le puede echar toda la culpa a la televisión, aunque tenga mucha. También en eso, en esa cosa de la perfección, estamos las mujeres más expuestas. Intentar ser la madre incuestionable y la mejor en el trabajo, estar buenísima y además haber leído el libro de moda es prácticamente imposible y lo único que sirve es para añadir frustración a un día a día que, en eso, ya lleva lo suyo. Yo, en ningún caso, me he permitido caer ahí.

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Candela Peña se rebela contra el hecho de que los patrones de belleza masculina y femenina sigan siendo tan distintos 

Valero Rioja

Tiene usted su propia batalla contra esa imposición de determinado canon de belleza a través de las revistas femeninas ¿Consiguió ser portada de una de ellas como pretendía?

No, y además me ha pasado una cosa que me ha cabreado especialmente y es que una de estas revistas, no diré cuál, me da la portada pero no me la garantiza. Ya les dije, o me la dais o no, pero si es que no, entonces no quiero que se publique la entrevista. Evidentemente, esto es un empeño que tiene que significar algo. A mí qué coño me va a importar ser portada de una revista de moda. Soy una señora de cuarenta y tantos años que lleva currando desde los 18. Y si no me dieron la portada entonces, no se qué estoy esperando ahora. A ver, que no estoy tonta; que ni soy Jennifer López ni tengo la cara de Paula Echevarría. Si sabré yo lo cuestionable que es mi belleza que no tengo novio desde 2019. Pero, a lo que voy es a que esas mujeres que suelen aparecer ahí no le sirven de referente a una chica normal, imperfecta como la gran mayoría, pero lista como el hambre, que lee la revista en Zamora, por ejemplo. Son revistas de mujeres en las que solo se festeja la belleza; nunca el talento. Y monas son cuatro. Tenemos una responsabilidad social con esas niñas; con las mujeres del futuro que están buscando sus modelos. Y lo peor es que esas publicaciones están dirigidas por mujeres que no suelen tener 35 años ni pesar 50 kilos precisamente. A ver de qué vamos aquí todas. Ellas mismas no valoran a las mujeres que se lo curran, y ya está bien.

Cuando leí el guión de 'Princesas' me encantó que definían a mi personaje como “de belleza discutible”. Me dan ganas de llorar y todo cuando lo pienso

¿No es el ejercicio del talento una de las cosas más bellas que se pueden contemplar?

Eso es una belleza, efectivamente, pero muy poca gente lo entiende así. Lo de la belleza femenina… Pedro Pascal, este de Loewe, a unos les parece guapo y a otros no, pero da igual: no es menos Pascal. Me perdonará el chiquillo, que no me conoce y yo lo veo más que hermoso, pero, a lo que voy, es que un hombre guapo no está en duda. No se pone en entredicho su talento por serlo. El de una tía guapa, sí. Estamos maleducados en ese sentido; no sabemos encontrar la belleza donde realmente está. Cuando leí el guión de Princesas me encantó que definían a mi personaje como “de belleza discutible”. Me dan ganas de llorar y todo cuando lo pienso. Pues claro, belleza discutible: yo la veo hermosa y tu espantosa. Pues ya está.

¿Es consciente de lo divertida que es contando sus cosas?

Para nada. Yo me veo más Maridramas, más Lady Macbeth. Nada que ver con Shirley MacLaine en El apartamento. Ahora que voy a menudo a La resistencia, la gente me dice que qué simpática. Igual es que hasta ahora pensaban lo contrario, y que cómo lo hago, y ya les digo que llego allí y me siento un rato con ese hombre y le cuento mis cosas, que es algo muy diferente a ir a una entrevista a promocionar algo. Pero bueno, la vida te trae y te lleva. Si en lugar de contratarme Imanol Uribe para Días contados me hubiera fichado Chicho Ibáñez Serrador, con el que hice una prueba un día antes de ver a Uribe, igual estaba ahora presentando Supervivientes.

Desde que colabora en el programa de Broncano están encantados los jóvenes con usted…

Pues ni lo pretendía, pero se debe de notar que me lo estoy pasando en grande. Estoy fascinada con la televisión; en esto le debo yo mucho a Movistar, que me ha ofrecido un máster en ficción gracias a Hierro y por carambola en La resistencia, porque soy nueva en esto y ha sido un sueño descubrir este mundo. Envidio a Broncano cuando lo veo ahí sentado haciendo su programa. Que me ha pillado mayor también él, porque es una maravilla y tiene todo lo que tiene que tener un hombre para mí. Es culto, con sentido del humor, deportista, sano, enrollado… Tendrá sus pegas, pero no las conozco.

Se debe de notar que me lo estoy pasando en grande en el programa 'La resistencia', estoy fascinada con la televisión 

Teniendo en cuenta ese llamar a las cosas por su nombre que le caracteriza ¿No le han dado algún palo en redes?

Por supuesto, porque soy una incauta. Solo lo uso para cosas de trabajo porque las redes las entiendo poco. Por ejemplo, no comprendo qué pinto recitando a Lorca en el salón de mi casa o haciendo un directo por redes con una amiga para aprovechar el confinamiento. Es que no lo capto, no me sale de dentro. No sé a quién le hablo. Igual es porque no me reporta un duro; no soy hábil para estas cosas porque soy actriz, no negociante, pero si me pagara el Mercadona la compra del mes ya le encontraría otros usos, que hay gente que dice que gana muchísimo dinero con estas cosas.

¿No dicen que es tan importante para un artista tener followers para que lluevan los contratos?

A quien lo dice yo le contestaría una grosería. Yo lo que quiero es tener la posibilidad de mostrar que tengo talento y hacer mis personajes divinamente y si me siguen tres, pues buenos son. Casi lo prefiero. Lo demás son milongas. 

Candela Peña rodaje Hierro

La actriz, enamorada del cine desde niña, en una imagen del rodaje de la serie 'Hierro' 

¿Fue una adolescente rebelde?

Rebelde ni he sido, ni soy, ni seguramente lo seré. Tiro más bien a absolutamente sometida/muy bien mandada. Considero que soy el instrumento para contar la historia de otro y acato, una vez que está todo claro. Sí era, cuando llegue a Madrid con 18 años a comerme el mundo, porque si no a qué vienes, mucho más insolente. Con una opinión sobre todo y sobre todos. Con muchas ganas, muy trabajadora y muy invasiva incluso conmigo mismo. Educada, pero, en definitiva, una cateta de Gavá con una seguridad absurda que ahora, curiosamente, ya no tengo.

Rebelde ni he sido, ni soy, ni seguramente lo seré. Tiro más bien a absolutamente sometida/muy bien mandada

¿Dónde se le quedó enganchada, la seguridad?

De todos los sitios han venido hostias; así es la vida. De lo profesional y de lo personal. Cada uno gestiona el miedo y la pérdida de manera diferente y todos hemos sufrido nuestros dramas y nos han afectado a cada cual de diferente manera. La seguridad se fue quedando enganchada en esquinas diferentes. Pero no me quejo, aunque ahora mismo no tengo trabajo. Me pilló el confinamiento en Hierro y como la plataforma se hizo cargo de los gastos de mi casa, lo que agradezco mucho, aproveché para rematar los ocho capítulos de mi serie en plan “no hay mal que por bien no venga”; claro, pensé que iban a ser sólo quince días… Tengo a mi hijo, tengo a mis amigas Pilar (Castro) e Inma (Cuesta) para charlar de nuestras cosas y del trabajo que compartimos. No me quiero quejar.

Candela Peña rodaje 2

Candela Peña durante el rodaje de 'Hierro', como en un guiño a la responsabilidad que asume en la serie 'Puerto y Camino', de la que ella misma es autora 

Anda la naturaleza revuelta contra nosotros, pobres humanos… (Es un decir).

Ya. No quiero pontificar sobre esto, pero un actor se hace reflexiones como esa constantemente. Sobre él, sobre los demás y sobre su relación con todo lo que le rodea, porque de eso va nuestra vaina. Nací observando y preguntando y ya no estoy para tonterías ni para que me cuenten milongas, que hace dos días, como quien dice, quisieron tomar al asalto el Capitolio y en la Casa Blanca estaba ese señor colgao capaz de haberle dado al botón nuclear en cualquier momento. Ojo. Un señor al que han votado millones de personas. Eso es reflejo de que algo, socialmente, no está bien. Lo pienso como ciudadana, nada más. El mundo cambia y tenemos que coger su ritmo, pero vamos al galope y sin pensar la mayoría de las veces. Mi hijo, que es chaval todavía, a Trump no lo podía ni ver y yo no le cuento mucho. Pero de lo que yo me tengo que ocupar es de hacer bien mi trabajo y ver quién sale primero en los créditos porque seguro que cobra tres mil veces más que yo, sin enseñar teta ni nada, y sin intención de cederme el sitio en la cabecera de cartel, ni de repartir conmigo lo que le pagan de más en relación con lo que me dan a mí. Que Trump, en realidad, me pilla muy lejos.

Mi serie, 'Puerto y Camino', empieza tocando los huevos porque son dos ejecutivas que se preguntan si tanta renuncia ha valido la pena

Ahora, si sale su serie, Puerto y Camino, eso no será un problema. Estarán los sueldos equiparados…

Solo faltaría. Ya tenemos a Isabel Coixet para que la dirija y andamos buscando plataforma. Puerto y Camino empieza tocando los huevos porque las protagonistas son dos mujeres de 45 y 50 años, ejecutivas que han renunciado a lo que la sociedad les imponía, o sea, ser madres y atender una familia, para dirigir una un canal de deportes y la otra una revista de tías, y que se preguntan, llegado el momento, si les ha merecido la pena. Porque al final, todos queremos lo mismo: que nos quieran, que nos respeten y que nos valoren.

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Si no, siempre puede uno casarse consigo mismo, como en La boda de Rosa.

Uy, yo no. Para nada. Yo no me aguanto a mí misma para eso. Yo hago terapia, que pongo a jugar a diario las emociones. Es increíble la de problemas que nos ahorraríamos en cuestión de malos tratos, de abusos en la escuela, de respeto entre las personas, si se hiciera terapia en los colegios y los chavales pudieran descubrir quiénes son y con lo que cuentan. Una buena cultura emocional es fundamental. Porque uno va creciendo y encontrándose gente que eso se lo tiene que hacer mirar porque se agrava con el tiempo -que las personas no suelen ir a mejor, más bien lo contrario-, y si quieres tener relaciones con personas nuevas no les puedes hacer cargar con tu mochila vieja. Hay que ir limpiando y sanando.

Parece una mujer, aparte de directa, muy valiente. No me gustaría que nos quedáramos sin saber a qué le tiene miedo.

Pues a vivir. Con todo y con eso, a lo que en realidad le tengo miedo es a vivir.

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