Laura Ramos y «Las señoritas»: la historia de las maestras que trajo Sarmiento – El Quid De La Cuestión

Plumas femeninas

Laura Ramos y «Las señoritas»: la historia de las maestras que trajo Sarmiento

Los amores prohibidos, desventuras, logros y batallas pedagógicas de las maestras estadounidenses que llegaron al convulsionado territorio argentino del 1800 y transformaron para siempre la educación del país, integran las páginas de «Las señoritas», el libro en el que Laura Ramos narra la gesta que impulsó Domingo Faustino Sarmiento a partir del vínculo forjado con allegados a Louisa May Alcott, la autora de «Mujercitas».

A través de una profunda investigación, Ramos entreteje el panorama en que se dio el ingreso de las docentes al país, con pinceladas precisas de la Buenos Aires de fines de siglo en la que se habían asentado pudientes familias extranjeras. Da cuenta de las luchas armadas del territorio en el que les tocó educar, así como de los amores, secretos y arraigo de las protagonistas de esa epopeya que marcó el nuevo rumbo de la educación argentina.

«El género que me interesa, que me apasiona desde mis últimos libros, es el de la biografía, y particularmente la biografía de mujeres. Pero además me interesan el siglo XIX y los comienzos del XX», dice Ramos al explicar las características de esta obra.

Autora de «Buenos Aires me mata» y «La niña guerrera», Ramos, que además es periodista, dialogó con Télam sobre «Las señoritas», editada por Lumen, que en su desarrollo adquiere atractivos tintes novelescos que atrapan por completo.

– Télam:¿Cómo surgió el interés por investigar y escribir sobre la llegada de maestras estadounidenses al país?

– Laura Ramos: Cuando todavía estaba escribiendo la biografía de las hermanas Brontë una tarde me refugié en el museo Sarmiento de la calle Juramento. Entré al museo y a la izquierda me encontré con un vestido de mujer del siglo XIX idéntico al que yo imaginaba que usaban los personajes de «Mujercitas», la novela mítica de mi infancia. Al acercarme, leí en un cartel que pertenecía a una de las maestras que Sarmiento había traído a la Argentina. Yo desconocía esa historia, porque me eduqué en Montevideo. Poco después viajé a Concord, el pueblo cercano a Boston donde vivía Louisa May Alcott, la autora de Mujercitas, junto a un cenáculo de filósofos trascendentalistas y pedagogos entre los que estaba Mary Mann, la gran amiga de Sarmiento e impulsora de su proyecto. Él estuvo en Concord varias veces, el retrato de su hijo Dominguito estaba en la sala de la casa de la señora Mann: así, la historia argentina y «Mujercitas» de algún modo se estaban dando la mano, por medio de Sarmiento y de su amiga Mann. Desde allí me fui a dos universidades donde encontré un corpus enorme de correspondencia de las maestras y de diarios íntimos, de entrevistas, de un material nunca visto antes, extraordinario.

"Señoritas" da cuenta de las luchas armadas del territorio en el que les tocó educar, así como de los amores, secretos y arraigo de las protagonistas de esa epopeya que marcó el nuevo rumbo de la educación argentina.

«Señoritas» da cuenta de las luchas armadas del territorio en el que les tocó educar, así como de los amores, secretos y arraigo de las protagonistas de esa epopeya que marcó el nuevo rumbo de la educación argentina.

– T: La figura de Sarmiento fue históricamente muy controversial. Pero el proyecto que gestó respecto de la educación revela que fue un personaje que se planteó desafíos impensados para la época. ¿Qué pensás al respecto?

– L.R: Sarmiento fue un personaje extraordinario que rebalsó su carácter de asesino de gauchos o de victimario de los pueblos originarios. Además de sus acciones y escritos, que reafirman los calificativos de «loco Sarmiento» que se le daban en la época, tuvo una osadía y una inteligencia fuera de serie, que le permitió entender la pedagogía de Pestalozzi que se estaba aplicando en USA a través de Horace Mann, el marido de su amiga Mary Mann. Sarmiento descubrió a Mann en 1845 en Inglaterra, viajó a Boston a visitarlo y 20 años después volvió a USA como diplomático y se conectó con su viuda, Mary Mann, para concretar el proyecto. Toda esta elipsis duró unos 30 años, cruzó su vida. Su inversión en este proyecto significó el 30 por ciento de los egresos del país. Pero a la vez este proyecto cambió la educación argentina. Hasta ese momento estábamos bajo la influencia de la educación española, católica, coordinada por la Iglesia. Éramos un país en construcción que aún no había implementado la creación de un sistema educativo. Hasta hacía pocos años antes las escuelas eran llevadas adelante por la Iglesia, y las niñas eran educadas por la Sociedad de Beneficencia. Se aplicaban castigos físicos y el método de aprendizaje era la memorización. Las escuelas funcionaban en casas de familia, porque no tenían edificios propios. Estas maestras barrieron con esas ideas e implantaron la pedagogía pestalozziana moderna. La escuelas normales que ellas fundaron o refundaron, unas 18 junto a sus respectivas escuelas primarias modelo donde los alumnos de magisterio practicaban, se replicaron en todo el país y en las siguientes generaciones. Además de los jardines de infantes que también crearon.

– T:¿Qué revelaciones te llegaron a partir de la investigación?

– L.R: Tuva muchas revelaciones, que encontré en los diarios y cartas de las maestras. Revelaciones pequeñas, domésticas, o algunas más importantes. Que la abuela inglesa de Borges alojaba a las maestras en casa de su hermana en Paraná; que una maestra murió de sífilis en Buenos Aires y tuvo que ocultarse esa noticia; que una sobrina de Sarmiento y su hija cobraban becas de 20 dólares cada una para aprender en la escuela normal; que la profesora de piano de la hija adoptiva de una maestra era la misma que Victoria Ocampo describe muy graciosamente en sus testimonios; la corrupción de varios políticos de provincia, nombrados por las maestras. Varias tragedias de la fiebre amarilla, de la fiebre tifoidea, los conflictos entre la iglesia católica y las maestras protestantes. Descubrí a una pareja de maestras que vivió como matrimonio durante 53 años en Mendoza. Están enterradas juntas en el cementerio británico de Mendoza.

– T: Si bien se trata de un libro de no ficción, los protagonistas y el escenarios remiten a una historia de ficción, o novelesca. Qué desafíos te planteaste desde el punto de vista de la escritura?

– L.R: Fue muy difícil armar la estructura, porque se trataba de 61 personajes, tenía datos sobre todas y muchos datos interesantes solo sobre algunas, aunque eran muchas. Pero además tenía a otros dos grandes personajes: la historia argentina y la pedagogía que estas maestras habían traído. Los dos cuerpos de estos personajes eran enormes y tenía que decidir cómo insertarlos en el libro.

Finalmente organicé por orden cronológico y planté los hechos históricos paralelamente al relato de las maestras: reuní a hermanas, primas, amigas en capítulos específicos; el cruce de los Andes en mula tuvo su propio capítulo, la historia de Fanny Haslam de Borges tuvo otro; a la gran pedagoga de San Juan, Mary Graham, tuve que insertarla en más de un capítulo. Casi todos los capítulos están relacionados, porque ellas se conocían y tenían parientes o amigos en común. Hubo dos grandes grupos: las nueve que vinieron en el barco Hevelius, de la Universidad de Winona, y las catorce que vinieron en el buque Maskelyne. Esos dos grandes contingentes que vinieron en 1883 reunían a muchas de las maestras que son protagonistas del libro. Están sus historias de amor, sus aventuras pedagógicas, sus peripecias en la selva y en el litoral, en la cordillera, en los viajes en diligencia de tres semanas, en sus problemas con la fiebre amarilla, con la tifoidea, el paludismo. Sus relaciones con los conflictos armados que conmovían al país. La impresión final fue que estaba contando fragmentos de la historia chica de nuestra patria, una historia chica, doméstica, muy subjetiva, muy restringida a la visión de estas jóvenes extranjeras con sus visiones colonizantes.

– T: Algunas de las maestras aparecen en el libro como verdaderas visionarias, y por otra parte muy firmes y convencidas de sus proyectos. ¿Cómo era el contexto en Estados Unidos que las convirtió en protofeministas?

– L.R: Estados Unidos en la época posterior a la Guerra de Secesión estaba en ebullición. Particularmente Boston vivía una especie de Siglo de las Luces. La feminista Margaret Fuller formaba parte del cenáculo de pedagogos y filósofos de Concord al que pertenecía Mary Mann. Varias de las maestras eran sufragistas protofeministas.

"La impresión final fue que estaba contando fragmentos de la historia chica de nuestra patria", cuenta la autora sobre el resultado de la investigación.

«La impresión final fue que estaba contando fragmentos de la historia chica de nuestra patria», cuenta la autora sobre el resultado de la investigación.

– T: Algunas docentes decidieron dejar su dinero o parte de él a los alumnos más necesitados, lo que evidencia una vida entregada a la educación y a los demás.

– L.R: Las dos maestras de Mendoza donaron sus jubilaciones a los niños estudiantes de magisterio. Ellas se habían comprado viñedos y una finca en Mendoza y no necesitaban más dinero. Eran protestantes casi todas, solo vinieron tres católicas. Tenían espíritu de misioneras, propósitos civilizatorios inspirados en el calvinismo y el protestantismo inglés, relacionados con la entrega al prójimo y el olvido de sí mismos. Aquí se encontraron con una miseria que las asombró. Probablemente ellas no conocían el sur de su propio país, donde la miseria de los esclavos debía de ser peor que la nuestra.