El asesinato de Medgar Evers impulsó el movimiento por los derechos civiles

En 1963, el activista y veterano de la II Guerra Mundial fue asesinado horas después de que se anunciara una legislación histórica para los derechos civiles. Tardaron 30 años en condenar a su asesino.

Por Erin Blakemore
Publicado 15 jun 2020, 14:21 CEST
Marcha de la libertad de Detroit

El 12 de junio de 1963, el líder del movimiento de los derechos civiles Medgar Evers fue asesinado por un supremacista blanco en su casa de Decatur, Misisipi. Su muerte provocó indignación en todo el país. Ese mismo mes, los participantes de la marcha de la libertad de Detroit, Míchigan, llevaron pancartas en honor de Evers.

Fotografía de Francis Miller, The Life Picture Collection, Getty

Él tenía pensado votar. Pero en 1946, a los 21 años, Medgar Evers abandonó los juzgados de Decatur, Misisipi, sin haber depositado la papeleta en la urna. Veinte hombres blancos armados, algunos de los cuales habían sido sus amigos de la infancia, habían descubierto su intención de votar y aparecieron para amenazarlo. Evers temió por su vida. «Decidí que eso no volvería a repetirse», escribió más adelante.

No era la primera vez que Evers sufriría la intolerancia y el terror racial, ni sería la última. A lo largo de su carrera como activista por los derechos civiles y líder de la NAACP (siglas de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color), Evers se convirtió en el blanco de quienes querían defender el statu quo racista del sur de Estados Unidos. El 12 de junio de 1963, dichas amenazas se tornaron en realidad cuando un supremacista blanco lo asesinó en el camino de entrada de su casa.

Evers había nacido en Decatur, una ciudad segregada de Misisipi, el 2 de julio de 1925. De niño había resentido la deferencia con la que esperaban que tratara a los blancos y en 1945, tras haber servido en el ejército estadounidense y haber obtenido varias medallas durante la Segunda Guerra Mundial, Evers regresó a un país que le negó sus derechos de ciudadanía en las urnas.

En 1954, la NAACP nombró a Medgar Evers (centro) su primer secretario de campo en Misisipi. En la foto, Evers y Roy Wilkins (izq.), secretario ejecutivo de la NAACP, son detenidos por protestar frente a una tienda Woolworth segregada en Jackson, Misisipi.

Fotografía de Bettmann, Getty

Tras graduarse de la universidad en 1952, Evers empezó a trabajar como corredor de seguros en Misisipi. Mientras viajaba por el estado, organizó nuevas ramas de la NAACP.

En 1954, unos meses después de la sentencia del Tribunal Supremo en el Caso Brown contra la Junta de Educación, que declaró inconstitucional la segregación racial en colegios públicos, Evers se presentó voluntario para desafiar la segregación en la educación superior y solicitó entrar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Misisipi. Lo rechazaron por un tecnicismo, pero su disposición a arriesgarse que lo amenazaran y lo acosaran por la justicia racial llamó la atención de los líderes nacionales de la NAACP; pronto lo nombrarían primer secretario de campo de la organización en Misisipi.

El puesto lo catapultó a lo que su mujer Myrlie describiría como «número uno en la lista de personas de Misisipi a las que asesinar». Evers llamó atención a nivel nacional por organizar manifestaciones y boicots y por conseguir asesoría legal para James Meredith, un hombre negro cuyo intento de matricularse en la Universidad de Misisipi en 1962 fue recibido con disturbios y resistencia estatal.

Misisipi albergaba el Citizens’ Council, un grupo supremacista blanco dedicado a conservar la segregación en las escuelas del estado, y sus miembros intimidaron, acosaron, amenazaron e incluso intentaron asesinar a Evers. Su familia también recibió amenazas; en mayo de 1963, su casa fue atacada con bombas incendiarias y salvada por su mujer, que extinguió el fuego con una manguera. Myrlie y Medgar Evers enseñaron a sus hijos qué tenían que hacer si oían disparos: gatear hasta el baño y esconderse en la bañera.

Este simulacro macabro se hizo realidad en la madrugada del 12 de junio de 1963, cuando dispararon a Evers por la espalda en el camino de la entrada de su casa horas después de que el presidente John F. Kennedy diera un discurso anunciando una legislación histórica para los derechos civiles que se convertiría en la Ley de Derechos Civiles de 1964.

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    Myrlie Evers consuela a su hijo Darryl Kenyatta durante el funeral de su marido, el activista por los derechos civiles Medgar Evers. Harían falta tres juicios (y tres décadas) para condenar al supremacista blanco Byron De La Beckwith por el asesinato.

    Fotografía de John Loengard, The Life Picture Collection, Getty

    Evers falleció en un hospital para blancos pocas horas después; su familia tuvo que suplicar que lo ingresaran cuando lo rechazaron por su raza. Solo tenía 37 años.

    El asesinato de Evers desató protestas generalizadas. Kennedy recibió a la viuda Myrlie en la Casa Blanca y su hermano Robert F. Kennedy, entonces fiscal general de Estados Unidos, asistió al entierro militar de Evers en el Cementerio Nacional de Arlington.

    La furia por el asesinato de Evers impulsó la Marcha en Washington en agosto de 1963 y su muerte se considera un acontecimiento crucial en el movimiento de los derechos civiles. El 2 de julio de 1964, el presidente Lyndon B. Johnson —que había asumido el cargo tras el asesinato de Kennedy— promulgó la Ley de los Derechos Civiles. En la actualidad, un buque de munición y el aeropuerto internacional de Jackson, Misisipi, llevan el nombre de Evers, y su casa se ha convertido en un monumento nacional.

    El asesinato de Evers desencadenó presión por la justicia racial a nivel nacional, pero su asesino no sería condenado hasta 30 años y tres juicios después. Aunque el FBI rastreó al dueño de un rifle de francotirador que habían dejado en la casa de Evers hasta Byron De La Beckwith, miembro del Citizens’ Council, los dos primeros juicios se vieron corrompidos por la selección sesgada del jurado y las mentiras de los testigos. Ambos acabaron con un jurado en desacuerdo y un juicio nulo.

    En 1989 aparecieron pruebas de que una agencia estatal secreta llamada Mississippi Sovereignty Commission —fundada con el fin de obstaculizar la labor de los activistas por los derechos civiles— había ayudado a la defensa de Beckwith a descartar a miembros del jurado que podrían simpatizar con la causa de los derechos civiles. Se ordenó un nuevo juicio y en 1994 el asesino de Medgar Evers fue sentenciado a cadena perpetua; falleció en 2001.

    En 2014, en una entrevista con National Geographic, Myrlie —que se convirtió en una destacada activista y en protectora del legado de su marido asesinado— describió su viaje desde la amargura a la esperanza.

    «No creo que se lleguen a borrar del todo los sentimientos negativos de odio y prejuicios y racismo. Forma parte de la composición humana», declaró en la entrevista. «Medgar dijo varias veces en sus discursos y sin duda durante su último año de vida: “Esta es la tierra donde nací. Creo en lo que es posible para el estado de Misisipi. Creo que será uno de los mejores lugares donde vivir en Estados Unidos cuando hayamos resuelto el problema del racismo”».

    «Y yo le dije: “Estás loco”», prosiguió. «Soy autóctona de Misisipi. Nací en Vicksburg. “En Misisipi las cosas nunca cambian. Estás perdiendo el tiempo. Y temo por tu vida”. Él me miró con incomodidad y me dijo: “Ya verás”».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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