Boy George: 60 años de éxitos, escándalos y servicios a la comunidad

El artista inglés es ya un sexagenario que, después de años de escándalos y adicciones, parece haber encontrado la paz a través de la sobriedad, el budismo y Twitter.

Boy George en los premios nacionales de televisión en Londres en 2016.

© Gtresonline

Boy George cumple 60 años en un estado de salud y paz de espíritu inusual en el cantante inglés. Volcado en la práctica del budismo y dedicado a su perfil de Twitter como vía de contacto con sus fans, todo apunta a que George Alan O’Dow, nombre real del artista, ha dejado atrás esa vida turbulenta que lo había acompañado desde su infancia.

Nacido el 14 de junio de 1961 en una familia católica de origen irlandés, el pequeño George y sus hermanos sufrieron los excesos de un padre autoritario e inflexible que también maltrataba a su madre. No es extraño, por tanto, que desde muy joven George quisiera pasar el menor tiempo posible en la casa familiar. En un primer momento sus ausencias eran salidas puntuales para asistir a conciertos de músicos y bandas como Marc Bolan, David Bowie o Roxy Music; posteriormente, se marchó a vivir en casas ocupadas de Londres y no regresó más.

Aunque tardaría algún tiempo en definir la imagen que le haría famoso con Culture Club, Boy George siempre se hizo notar por su ropa y su maquillaje andrógino. De hecho, a pesar de vivir su juventud en plena época punk y post-punk, su estilo escandalizaba a los más retrógrados, que no dudaban en insultarlo o intentar agredirlo, cosa que lograron en alguna ocasión. La situación cambió cuando, tras conocer a Malcolm McLaren, exmanager de The Sex Pistols, George decidió dedicarse a la música. A partir de ese momento, dejó de ser una persona anónima de aspecto estrafalario para convertirse en un ídolo juvenil imitado por miles de fans. Su popularidad llegó a ser tan grande, que protagonizó campañas de publicidad, se lanzaron muñecas estilo Barbie con su aspecto, un Snoopy Doll—peluche del famoso perro creado por Schultz— ataviado con su característico sombrero, su peinado, su blusón y su corbata, e incluso llegó aparecer en uno de los episodios de El equipo A.

Sin embargo, en plena década de 1980, Boy George no solo era excesivo en el vestir. Rico y famoso, comenzó a consumir diferentes drogas sin demasiado control, se hizo adicto a la heroína y pasó de aparecer en las portadas de las revistas musicales a hacer lo propio en las de los periódicos sensacionalistas ingleses. Desde que trascendió su dependencia de la heroína, cualquier comportamiento inusual de Boy George, incluida la mala relación entre los miembros de Culture Club, se convirtió en noticia y se achacó a la droga, fuera esa la razón o no.

En agosto de 1986, sin embargo, la prensa no tuvo que forzar demasiado los hechos para vincular las drogas con Boy George y la muerte de Michael Rudetsky. Este teclista, que había participado en el disco de Culture Club From Luxury To Heartache, apareció muerto por una sobredosis de heroína en la casa del cantante en Londres. El hecho sucedió apenas unos días después de que George hubiera sido detenido por posesión de heroína. Por si la situación no fuera suficientemente complicada, los padres del muerto interpusieron una demanda contra George en la que lo acusaban de ser responsable del “homicidio culposo” de su hijo. Si bien el juicio se resolvió a favor del líder de Culture Club —que no tuvo que pasar por prisión ni pagar a la familia la indemnización que le reclamaba— el tribunal le obligó a someterse a un programa de desintoxicación. El primero de muchos.

Carrera en solitario

A pesar de esa ayuda profesional, el cantante no pudo abandonar la heroína y los miembros del grupo, a los que el caso Rudetsky afectó especialmente, decidieron separarse. Tras la disolución de Culture Club, Boy George inició una notable carrera como solista en la que destacan éxitos como The Crying Game, versión del tema que Dave Berry había grabado en 1964 y que formó parte de la banda sonora de la película homónima de Neil Jordan, estrenada en 1992.

Tres años más tarde, el ex Culture Club decidió escribir su autobiografía, que tituló Take It Like a Man. Aunque el libro fue un éxito entre los fans del cantante, no gustó a algunos de los colegas de profesión como, por ejemplo, Kirk Brandon. El guitarrista de Theatre of Hate y Spear of Destiny denunció a George, a los editores y a la discográfica Virgin por difamación. Según la demanda, su prestigio profesional y su buen nombre se habrían visto afectados porque el cantante aseguraba en el libro que ambos habían mantenido una relación sentimental en los años 80, la cual también habría servido para inspirar Unfinished Business, canción contenida en el álbum de George Cheapness And Beauty. Oídas las partes, el juez consideró exageradas las pretensiones de Brandon, desestimó su demanda y le hizo pagar las costas.

Habida cuenta del éxito de la biografía y animado por la resolución judicial, George pensó que sería buena idea volver a contar su vida, esta vez en forma de espectáculo musical. La actriz y presentadora Rossie O’Donnell apoyó la idea y ayudó a financiar la obra, que se tituló Taboo y se estrenó en 2002 en Broadway con un éxito bastante discreto. Apenas se realizaron cien representaciones porque el público no acabó por engancharse a una historia que, si bien era interesante, lo hubiera sido un poco más si se hubieran podido incluir en el libreto los acontecimientos que un Boy George todavía enganchado a las drogas iba a protagonizar en los siguientes años.

De estrella del pop a barrendero

A principios de los 2000, el cantante inglés consumía alrededor de 400 dólares diarios en drogas, entre las que se incluían alcohol, tabaco, cocaína y heroína. El problema era tan evidente, que acabó llamando la atención de las autoridades de Estados Unidos que, en 2005, lo detuvieron por posesión de cocaína. Aunque los cargos fueron retirados, poco después George resultó condenado a una multa de 1.000 dólares y a realizar servicios comunitarios por haber presentado una denuncia falsa relacionada con un robo en su apartamento de Nueva York. A consecuencia de dicha pena, el artista paseó durante varios días por la Gran Manzana ataviado con un chaleco reflectante y utensilios para limpiar la basura de las calles. Una imagen inusual para una estrella del pop, que para muchos medios era la prueba fehaciente de que el cantante había tocado fondo. Nada más lejos de la realidad.

Además de la multa y del servicio comunitario, Boy George había sido condenado a someterse a un nuevo programa de desintoxicación que, como había sucedido en casos anteriores, tampoco tuvo los efectos deseados. A esas alturas, hacía mucho que la droga había dejado de ser una diversión para convertirse en un problema que le provocaba cambios bruscos de humor, cuadros de paranoia y brotes psicóticos. De hecho, ese fue el argumento de defensa que los abogados de Boy George utilizaron en 2009 para convencer a un jurado londinense de que su cliente no era dueño de sus actos cuando retuvo ilegalmente, humilló y golpeó al ciudadano noruego Audun Carlsen.

George y Carlsen se habían conocido en 2007 a través del portal de citas Gaydar. En un primer momento, el cantante lo contrató como modelo fotográfico pero, tras la sesión de fotos, beber algo de alcohol y consumir cocaína, el encuentro se tornó una velada entre amigos. Al menos eso parecía hasta que George salió de su domicilio londinense para comprar cigarrillos y algo de leche. Al regresar, sospechó que Carlsen había estado revisando su ordenador personal y, ayudado de otro hombre del que no trascendió su identidad, acorraló al joven, lo esposó a un radiador y comenzó a golpearlo con una cadena hasta que, en un descuido, Carlsen pudo escapar de la vivienda e interponer la denuncia.

El jurado, uno de cuyos miembros no pudo evitar preguntar durante la vista “Did he really have to hurt him?”, en referencia al éxito de Culture Club Do you Really Want to Hurt Me?, aceptó la explicación del brote psicótico y condeno a Boy George a 15 meses de prisión, de los cuales solo cumplió cuatro. Durante su estancia en prisión, el cantante aprovecho para reflexionar sobre su vida y, muy especialmente, sobre los efectos que el abuso de las drogas había tenido en su salud y en su carrera profesional. Finalmente, George, que había estado interesado por el budismo desde su juventud, retomó esa filosofía aunque, según sus propias palabras, esta vez, “en serio”.

Desde entonces, George Alan O’Dow no consume drogas y sus únicos escándalos han sido sus polémicas con Kelly Rowland —jurado como él en la versión australiana de La Voz— o sus publicaciones en Twitter, algunas de las cuales han sido calificadas de bífobas. En la actualidad, con los 60 recién cumplidos y después de superar unos problemas en su voz que le hicieron anular en 2014 la gira de reunión de Culture Club, el artista está inmerso en nuevos proyectos. Por ejemplo, el próximo rodaje de su biopic que, si sus deseos se cumplen, será protagonizado por la actriz Sophie Turner.