La dotta, la grassa e la rossa, o sea la culta, la gorda y la roja son los tres apodos con los que se conoce a Bolonia. Es «culta» por albergar la universidad más antigua de Europa, la Alma Mater Studiorum, que desde 1088 acunó a los mejores ingenios de la cultura, entre ellos a Dante Alighieri (1265-1321); sus aulas ocupaban el Palacio del Archiginnasio, hoy Biblioteca Municipal. Es «gorda» por su reputación gastronómica con platos y productos locales, entre ellos su famosa mortadela o los tagliatelle al ragú (pasta fresca con salsa de tomate y carne). Y es «roja» por el color de los ladrillos y las tejas de sus principales edificios y puede que por su pasado político.
En cualquier caso, la capital de la región Emilia-Romagna se presenta como una sinfonía monumental de pórticos, plazoletas y palacios, una de las ciudades históricas mejor conservadas de Italia y dueña de uno de los cascos antiguos medievales mayores de Europa. Los boloñeses tienen fama, además, de haber inventado el movimiento Slow Food, que recomienda disfrutar de la comida sin prisas y con productos de proximidad, como los que se encuentran en el renovado Mercado del Erbe. Así, junto a sus cafés y restaurantes, Bolonia se presenta como una ciudad idónea para pasear durante todo el año, sobre todo porque cuenta con 40 km de soportales que permiten recorrer el centro incluso en los días de lluvia. Todo junto hace que se halle entre las mejores ciudades italianas para vivir y, por lo tanto, también para descubrir.