Biografia de Barbara Stanwyck

Barbara Stanwyck

(Ruby Stevens; Brooklyn, 1907 - Santa M�nica, 1990) Actriz de cine estadounidense. Hija de una modesta familia, tuvo una adolescencia nada f�cil; comenz� a trabajar como telefonista para ayudar a la paup�rrima renta familiar. No se lo pensó demasiado cuando le ofrecieron hacerse bailarina de cabaret, as� que pronto sería contratada como corista en la revista del famoso Florenz Ziegfeld. March� a Hollywood para participar en alguna pel�cula musical, aunque su primer filme ser�a mudo: Broadway Nights (1927), de Joseph C. Boyle.

Su debut sonoro llegar�a con La Puerta cerrada (1929), de George Fitzmaurice. Mexicali Rose (1929), de Erle C. Kenton, calificada por ella misma como "un aborto" y en la que hac�a de se�orita sorpresa en tarta gigante, estuvo a punto de significar su adi�s al cine. Por suerte, al a�o siguiente el maestro Frank Capra le hizo recapacitar, y as� hizo Mujeres Ligeras (1930), filme que lanz� a la Stanwyck directamente al estrellato.


Barbara Stanwyck

Capra y las cinco pel�culas que emprendieron juntos fueron determinantes en la carrera de la actriz: en 1931 fue una predicadora que utiliza sus sermones para realizar alg�n que otro negocio en The Miracle Woman; al a�o siguiente rueda Amor prohibido (1932) y se apunta el �xito seguro que significaba interpretar a una abnegada madre que daba todo por su marido; despu�s lleg� la maravillosa La amargura del general Yen (1933), donde Stanwyck se enamoraba locamente del caballero chino que la hab�a raptado; en 1941, Capra la une con Gary Cooper para interpretar juntos la obra maestra Juan nadie, la m�s pesimista de las pel�culas de Capra, donde interpreta memorablemente a la periodista que escribe la carta firmada por ese Juan Nadie imaginario, que m�s tarde ser� el revelador de gran parte de nuestras taras sociales.

Stanwyck trabaj� a lo largo de su carrera con pr�cticamente todos los mejores directores. William A. Wellman fue otro personaje importante, ya que continu� la labor iniciada por Capra en los primeros a�os de la actriz. Fue una enfermera sin demasiados escr�pulos en esa maravillosa mezcla de thriller y melodrama titulada Enfermeras de noche (1931), y estuvo fina y sarc�stica en La reina de variedades (1943), intentando descubrir a un asesino de chicas de striptease.

La calidad de su filmograf�a se engrandeci� m�s si cabe en la segunda mitad de los a�os treinta. George Stevens la eligi� para recrear la vida de Annie Oakley (1935) y para plantar cara al mism�simo Buffalo Bill en el Wild West Show. Un a�o despu�s, John Ford se fijó en ella para el papel de esposa temerosa por la vida de su marido, un revolucionario irland�s encarnado por un jovencísimo Preston Foster, en La Osa Mayor y las estrellas (1936).

Estuvo a punto de ganar el Oscar, de la mano del gran King Vidor, por su emocionante papel en Stella Dallas (1937), como la mujer que lo deja todo por su hija, Anne Shirley (que tambi�n estuvo nominada como mejor actriz secundaria). Y estuvo a la altura que demandaba el exigente Cecil B. DeMille como hija de uno de los ingenieros jefes que est�n construyendo el primer ferrocarril transcontinental, en una de sus �picas aventuras, Uni�n Pac�fico (1939). Ese mismo a�o de 1939, Barbara Stanwyck contrajo nupcias con uno de los galanes por excelencia del cine norteamericano, Robert Taylor, con el que permaneci� unida doce a�os, hasta su divorcio en 1951.


Con Gary Cooper en Bola de Fuego (1941)

Pero la cima de su carrera lleg� en los a�os cuarenta, en las que se enrol� en un buen pu�ado de obras maestras de esta inigualada d�cada. Empez� con Recuerdo de una noche (1940), el maravilloso gui�n de Preston Sturges que dirigió, con su �o�er�a habitual, Mitchell Leisen. El propio Preston Sturges la eligi� como una seductora maliciosa, er�tica y rom�ntica al mismo tiempo, que embauca con su padre (Charles Coburn), a un herpet�logo (Henry Fonda) tan estudioso e ingenuo como rico, que viaja en el mismo transatl�ntico que esta pareja de divertidos malandrines. El filme, claro est�, es Las tres noches de Eva (1941), un cl�sico absoluto de la comedia sofisticada, con ingeniosos y rapid�simos di�logos.

En otro gran clásico se convertiría Bola de Fuego (1941), de Howard Hawks, fabulosa revisi�n del cuento de Blancanieves y los siete enanitos (ingeniada por Wilder y Brackett, sus guionistas) en la que da vida a la amante de un g�ngster (Dana Andrews) que se esconde en el caser�n de ocho enciclopedistas, encabezados por el m�s joven, Gary Cooper, a los que revoluciona con el atrevido vestido de cabaretera con el que se presenta y con la dulzura que rezuma con los mismos.

1944 ser�a un a�o clave para Barbara Stanwyck. Billy Wilder piensa que puede dejar de ser la hero�na de melodramas y comedias que hab�a sido hasta entonces y convertirse en una perversa y manipuladora femme fatale; encarnó así a una mujer vengativa y sin escr�pulos en una pel�cula de cine negro que es una de las obras maestras de la historia del cine: Perdici�n. Muchos directores pensaron lo mismo, y la Stanwyck apareci� en El extra�o amor de Martha Ivers (1946), de Lewis Milestone, una tr�gica historia de amor a tres bandas (Stanwyck, Kirk Douglas y Van Heflin) con una cuarta en discordia, la maravillosa dama del cine negro Lizabeth Scott, y una t�a tan malvada como su sobrina, Judith Anderson.


Con Fred MacMurray en Perdición (1944)

Sin embargo, tambi�n pudo ser la aparentemente d�bil esposa que en una noche cualquiera en la que llama a su marido (Burt Lancaster) a la oficina, escucha por casualidad a dos hombres arreglando el asesinato de una mujer, y se da cuenta poco a poco de que la futura v�ctima es ella. Anatole Litvak se encarg� de dirigir esta maravilla que se titul� Voces de muerte (1948), sobre un gui�n de Lucille Fletcher, adaptando su propia obra de radio. Volvi� a incorporar, el a�o siguiente, a una femme fatale en toda la regla en Thelma Jordan (1949), de Robert Siodmak, donde era una fr�a y cre�ble acusada de asesinato, capaz de enamorar perdidamente al ayudante del fiscal del distrito para que �ste pierda el caso a su favor.

En los cincuenta encarnó a una c�nica maravillosa a la que le sale el tiro por la culata en Mentira Latente (1950), de Mitchell Leisen; fue una mujer que esperaba m�s de lo que la vida pod�a darle en una obra superior del cine negro, Encuentro en la noche (1952), de Fritz Lang; representó a la convincente baronesa territorial de Tombstone en un aceptable western de Sam Fuller, Cuarenta pistolas (1957); estuvo soberbia en una película de aventuras ex�ticas con un mont�n de animales, Escape to Burma (1955), de Allan Dwan; y el rey del melodrama, Douglas Sirk, la rescat� para este g�nero en Su gran deseo (1953) y Siempre hay un ma�ana (1956), pel�culas ambas en las que estuvo a la altura que de ella se esperaba.

Pr�cticamente apartada del medio cinematogr�fico en los sesenta, decidi� adentrarse en la televisi�n, donde lleg� a ser tan popular como en la gran pantalla. Gan� dos premios Emmy por su The Barbara Stanwyck Show y por Big Valley, y abandon� su aparente retiro para participar en dos mega-hits televisivos de la d�cada de los ochenta, El p�jaro espino y Los Colby.

Actriz de gran dinamismo, con un instinto especial para situarse delante de la c�mara, fue nominada cuatro veces al Oscar: en 1937 por Stella Dallas; en 1941 por Bola de Fuego; en 1944 por Perdici�n y en 1948 por Voces de muerte. Le fue otorgado uno honorario en 1981 por, seg�n los acad�micos, "su gran creatividad e inestimable contribuci�n al arte de la interpretaci�n cinematogr�fica". En 1983 recibi� el Globo de Oro por su trabajo televisivo en El p�jaro espino.

C�mo citar este art�culo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].