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Columna

La paz de Augusto

EL OCTAVO DÍA

    La Pax Romana (en español: Paz romana) es una expresion latina para referirse a un largo periodo de estabilidad y riqueza que vivio la ampulosa Roma de los Césares.

    El imperio del mármol y el bronce, los versos de Catulo, el vino en ánforas y las fosas de leones, también tuvo sus grandes variantes.

    Esta fue una etapa caracterizada tanto por su calma interior como por su seguridad exterior, lo que le permitió alcanzar su máximo poderío político, económico y de expansión territorial.

    No solo eso: también es el periodo de surgimiento del cristianismo, movimiento religioso y social que algunos piensan que fue factor de caída del Imperio, ¿O no habrá sido el secreto de su continuidad por otros medios?

    La Pax Augusta ganó su nombre debido a que este periodo comenzó inmediatamente después de empezar a gobernar el joven emperador Octavio Augusto, quien mandó cerrar el templo del dios Jano -cuyas puertas solo se abrían en tiempos de guerra-, cuando creyó haber vencido al fin a las últimas tribus rebeldes.

    Habían pasado años de guerras civiles, etapa que para muchos es la época más conocida del Imperio Romano, empezando por los conflictos de Julio César, Pompeyo, Marco Antonio, Cleopatra, Bruto, Casio y demás personajes, de los cuales el último sobreviviente fue Octavio Augusto, ya que todos los que mencioné murieron asesinados de muy distintas maneras.

    Augusto proclama oficialmente en un decreto el final de las guerras civiles 24 años antes de Cristo y su llamada Pax Augusta se extendió hasta la muerte del emperador Marco Aurelio, 180 después de Cristo.

    Si usted, como yo se educó, con el cine, vale la pena contar que Marco Aurelio es el emperador mayor que muere al inicio de la película “Gladiador”. Si en cambio, es mas culto, lo reconocerá como el emperador filosofo.

    Este periodo coincidió con una gran paz en China, lo cual propició que se reforzaron las rutas de comercio que, hasta la fecha, se llamarían las rutas de la seda.

    Al contrario que en los periodos precedentes de relativa calma en la Roma clásica. los efectos de la Pax romana fueron determinantes y duraderos, pues aseguró el desarrollo de la civilización que Roma había establecido al tiempo que consiguió la asimilación de los territorios y poblaciones «bárbaras» conquistadas y, con ello, la expansión y aceptación de su administración.

    Incluyendo a los judíos, que a partir de entonces no podían ejecutar a cualquier persona sin permiso de la autoridad romana, tal como se lee en los evangelios. (Augusto muere cuando Jesús de Nazaret contaba con 13 años de edad).

    Pasando a nuestro imperio, parece ser que Mazatlán vivirá una paz similar luego de la tan comentada pero discreta intervención del Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, tras un periodo bastante convulso del que sobrarían comentarios al reseñarlo.

    Incluso nuestro alcalde Édgar Augusto González revela dotes conciliadoras que esperamos conlleven a una estabilidad necesaria y urgente.

    Ojalá la coincidencia se una a la voluntad popular, que proclama que “nombre es destino” y está ciudad recupere su luz gracias a sus gobernantes y ciudadanos, porque no pocos sentimos que esta ciudad apenas está superando un incendio como el de Roma, acontecido mientras Nerón disfrutaba sus francachelas al compás de la lira y su corte de halagadores sin freno.

    Que la paz y la salud estén con nosotros, tal como se deseaban mutuamente los antiguos romanos, más actuales que nunca, en este Mazatlán que tuvo las puertas demasiado tiempo abiertas al saqueo y la barbarie.

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