Paseando por Roma (I)

EL JARDÍN DE LOS MONOS
  • Si hay una ciudad en el mundo en la que el tiempo haya dejado de existir, esa es Roma. Pasado, presente y futuro se funden en esta ciudad absoluta y, a la vez, tolerante, flexible y comprensiva

  • El artista trapero

Paseando por Roma (I)

Un mapa de Roma dividido en cinco zonas. Un mapa de Roma dividido en cinco zonas.

Un mapa de Roma dividido en cinco zonas.

Escrito por

Juan López Cohard

Como quiera que este veraniego Jardín de los monos no tiene otro fin que el de distraer y evadirse, nada mejor para ello que viajar aunque sea literariamente. Así que voy a comenzar por pasear una semana por la ciudad de mis sueños que no es otra que Roma. Y lo voy a hacer de la mano de algunos amigos y de aquellos que se apunten con su lectura. Detrás de este primer capítulo, vendrán otros, siempre dedicados a la ciudad eterna. No sé cuantos, porque cada paseo será un capítulo y a priori no sé cuantos paseos saldrán, por ello cada título irá numerado para seguir un orden hasta acabar la serie.

Si hay una ciudad en el mundo en la que el tiempo haya dejado de existir, esa es Roma. Pasado, presente y futuro se funden en esta ciudad absoluta y, a la vez, tolerante, flexible y comprensiva, inabarcable en el tiempo y el espacio, aunque ella todo lo abarque. Roma es eterna y transitoria, se transforma y permanece. El pasado, -historia de una ciudad que llegó a ser el mayor imperio del mundo durante quinientos años y que dio a luz el renacer del humanismo-, el presente y el futuro se funden en todos y cada uno de sus rincones. Su presente, vivo, dinámico e innovador, surge como un milagro. ¿Cómo, si no, en su más reciente pasado, se puede evolucionar de ser aquella triste y ocupada “cittá aperta” de Rossellini, a ser la ciudad de la “dolce vita” de Fellini, para acabar siendo la ciudad futurista del MAXXI de Zaha Hadid que es la Roma de hoy?

En Roma siguen presentes los emperadores, tanto que pareciese que Augusto, Nerón, Trajano, Adriano o el mismísimo Constantino, se paseasen por la capital del Imperio disfrutando de las barrocas fuentes de Gian Lorenzo Bernini o de Giacomo della Porta. Y también pareciese que los Papas y cardenales, que fueron los capos de las poderosas familias que hicieron posible la Roma moderna, como los Borghesse, Colonna, Medici, etc., estén aún presentes en sus palacios, sus jardines, sus plazas y sus proyectos urbanísticos. Es como si unos y otros siguiesen interviniendo en el desarrollo de la ciudad. Y así Roma sigue avanzando, absorbiendo el futuro y escribiendo nuevas páginas sin cerrar ninguna del pasado. En Roma el tiempo se funde como antaño se fundieron razas, culturas y religiones bajo una misma ciudadanía.

Todo esto que digo no tiene otro propósito que el de advertir al paseante que Roma no se puede compartimentar por épocas. Es absurdo pretender visitar la Roma antigua aislándola de la medieval, la renacentista, la barroca, la modernista o la contemporánea. Es como pretender degustar un dry Martini tomando sus ingredientes por separado. Solos, Martini, ginebra y aceituna, no constituyen un dry. Es por ello que en estos papeles vamos a darnos una vuelta por Roma parándonos en aquellos rincones que creemos imprescindibles de conocer. Sin ánimo, claro está, de que sean todos los que están ni de que estén todos los que son. Es imposible. Roma es inabarcable por más tiempo que se le dedique. “Para Roma no basta una vida”. Siempre quedará algo por ver o por descubrir. Afortunadamente.

Para facilitar el mencionado propósito hemos dividido la ciudad en cinco zonas, una de ellas dedicada a los alrededores. Hablamos de pasear por “Roma”, lo quequiere decir que no incluimos la “Ciudad del Vaticano”. Esa es otra historia, aunque, aquél que visite Roma por primera vez, no deje de acercarse al reino del Sumo Pontífice.

El río Tiber, en italiano Tevere, surca Roma de norte a sur desviándose después hacia el oeste para desembocar entre Fuimicino y Ostia, en esa parte del Mediterráneo llamada Mar Tirreno. Al pasar por Roma hace un meandro, más o menos como una “S”.

La zona que llamamos “Roma Borghese”, al norte, estaría situada desde el comienzo superior de la “S” hacia arriba, en la orilla derecha del río. La zona que denominamos “Centro Histórico-Trastevere”, se situaría en las partes cóncavas superior e inferior de la “S”, y por tanto, en ambas orillas del río; el cuenco superior sería el “Centro Histórico” y el inferior el “Trastevere”. La zona que hemos llamado “Foro-Laterano” es la zona tangencial a la parte convexa de abajo de la “S”, esto es, frente al Trastevere, en la orilla derecha del río, y la zona “Quirinal-Termini” sería aquella que queda limitada al norte con “Roma Borghese”, al oeste con “Centro Histórico” y al sur con “Foro-Laterano”.

De los alrededores de Roma solo hemos elegido el pueblo de Tívoli en el que se encuentran la Villa D´Este, con sus bellos jardines de incontables fuentes, y la Villa Adriana, en la que se cree que está enterrado Antinoo, el gran amor del emperador Adriano.

El centro de operaciones lo elegí, más o menos, en el centro de la “S”, en la Plaza Barberini, equidistante de los extremos de las cuatro zonas. Junto a la plaza, al comienzo de la famosa, elegante y distinguida, Vía Veneto, se encuentra el hotel Alexandra. Un hotel asequible y amable, con un estupendo restaurante-pecera en la puerta. Para más señas, el hotel se encuentra justo enfrente de la iglesia, convento y cementerio de los Capuchinos. El cementerio es un truculento espacio, para muchos desagradable, compuesto de un corredor con varias capillas en un lateral. Todo el mobiliario que contiene está realizado con los huesos de los capuchinos muertos en el convento.

A partir de aquí tan solo hay que hacerse el cuerpo de que la mejor forma de saborear y disfrutar de todo lo que ofrece Roma es caminando. Solo determinados sitios quedan fuera del alcance de nuestros pies, pero en general siempre podremos llegar hasta donde nuestros pies nos lleven y nosotros queramos ir. Bien es cierto que la eterna Roma no es precisamente llana. Está construida desde sus comienzos sobre siete colinas, por tanto querido paseante hay que disponerse a subir y bajar cuestas. Pero todo ese sacrificio lo paga generosamente esta ciudad que posee una conjunción inigualable entre la belleza de la naturaleza y la belleza creada por la imaginación del hombre a través del arte.

En Roma hay que abrir la mente para entender que no es una ciudad definida como la mayoría de las ciudades. En Roma no existe un centro histórico y una periferia expandida en el tiempo a base de ensanches que han ido tragándose campos, industrias o barrios nacidos fuera de las murallas. Cada zona de Roma, cada colina sobre las que se construyó la ciudad, tiene un centro histórico y sus ensanches se han ido produciendo en sucesivas épocas con la particularidad del urbanismo conceptual de cada una de ellas.

Según la tradición, la fundación de Roma fue el 21 de abril del 753 a. C. ¡Vaya usted a saber! Es imposible separar la realidad de la leyenda. Si nos fiamos de lo que nos aporta la Arqueología, que es lo más fiable, en los siglos VII-VI a.C. los romanos predominantes son etruscos y varios de sus reyes fueron de Tarquinia. Para finales del siglo VI a.C., Roma, cuya privilegiada situación la había convertido en paso obligatorio de muchas rutas comerciales, es ya una ciudad floreciente y su espacio urbano se puebla de numerosos edificios monumentales; se comienzan a realizar las grandes obras públicas como la Cloaca Máxima y en la intersección de las vías principales, el “Cardo Máximo” (Norte-Sur) y el Decúmano Máximo (Este-Oeste), se establece el Foro Romano, centro de toda la actividad pública de Roma.

Tras muchos siglos de evolución urbanística, Roma vuelve a tener otro periodo de esplendor con el nacimiento del urbanismo del Renacimiento y el Barroco. Pero no nos adelantemos a nuestros paseos guiados.

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