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Movimientos pro-eutanasia

La mayor parte de la argumentación en favor de la eutanasia se basa en el derecho a la autonomía o autodeterminación de los individuos.

10 DE DICIEMBRE DE 2011 · 23:00

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A la primera asociación creada en defensa de la eutanasia que surgió en Gran Bretaña en el año 1935, se le puso el significativo nombre de EXIT (“Salida”). Algunos años más tarde se le cambió el nombre por el de The Voluntary Euthanasia Society (V.E.S. “Asociación de la eutanasia voluntaria”) y alcanzó cierto prestigio por contar entre sus asociados con intelectuales reconocidos de la talla de Julian Huxley, Georges Bernanrd Shaw, Herbert George Wells y Arthur Koestler, este último fue vicepresidente y tal como se vio terminó su vida suicidándose junto a su esposa. En 1938 se formó también en Estados Unidos la Euthanasia Societyof America que sugirió la elaboración del “testamento vital” con el fin de que los ciudadanos que lo desearan pudieran manifestar su rechazo a que se les prolongara artificialmente la vida, en caso de accidente o enfermedad terminal. Asimismo se llegó a solicitar en las Naciones Unidas que el derecho a una muerte digna fuese incluido en la declaración universal de los derechos humanos. En las décadas de los setenta y ochenta aparecen ya por todo el mundo la mayoría de las asociaciones pro-eutanasia que existen hoy. En España está la Asociación por el Derecho a Morir Dignamente (DMD) que fue legalizada en 1984 y cuyo presidente actual es el escritor y filósofo Salvador Pániker. Los principales planteamientos que defienden todas estas asociaciones pueden resumirse en los siguientes puntos: - Rechazo de los medios extraordinarios para mantener con vida al enfermo terminal cuando se cree que éste morirá en un plazo máximo de seis meses. - Defensa de la autonomía del individuo sobre su propia vida y muerte. Cada persona tendría derecho a disponer de su existencia con entera libertad. - Necesidad de regular una situación que existe de hecho en la sociedad aunque de manera clandestina. - Promoción del testamento vital o biológico que exprese el deseo del paciente de que se le practique la eutanasia si llega a sufrir una enfermedad dolorosa sin esperanzas de recuperación. - Definición del dolor como auténtico sinsentido o incluso como algo inmoral que no debe ser impuesto a ningún enfermo. Se opta por el concepto de calidad de vida. - Afirmación del derecho de cada persona a morir con dignidad pues se entiende que “una vida con pena no vale la pena”. - Se hace énfasis en que el hecho de suprimir la vida de los deficientes psíquicos profundos o de los enfermos terminales es, en realidad, un acto de misericordia hacia ellos. - Se recalca que la eutanasia no sólo constituye una manifestación humana de solidaridad hacia el que sufre, sino también hacia sus familiares y hacia la propia sociedad que se ven así aliviados de una pesada carga. - Solicitud de los cambios legales pertinentes en relación con la eutanasia y la difusión de los testamentos vitales. - En general se tiende a distinguir entre eutanasia y suicidio, aunque en ocasiones los argumentos diferenciadores no suelen presentarse con claridad. La mayor parte de la argumentación en favor de la eutanasia se basa en el derecho a la autonomía o autodeterminación de los individuos. Se dice que éste es el fundamento de todos los demás derechos humanos, ya que no tendría mucho sentido hablar de derechos si las personas no fueran capaces de decidir por ellas mismas y ser responsables de sus propias vidas. Y de esto se sigue que el derecho a la autonomía moral llevaría implícito también un derecho a controlar la duración de la vida y la manera en que uno desea morir. La única objeción importante que puede hacerse a los que razonan así es que sólo Dios tiene el derecho de quitar la vida del hombre: “Yo hago morir, y yo hago vivir” (Dt. 32:39). Sin embargo, ¿qué se puede decir a quienes no creen en Dios?¿cómo es posible hacerles razonar para que no se quiten la vida, cuando no aceptan la existencia de un Creador? Se puede afirmar, como hace Adela Cortina, que “la decisión de quitarse la vida es absolutamente peculiar y única por irreversible y por eso desde un punto de vista racional es totalmente desaconsejable” (Cortina, Ética aplicada y democracia radical, Tecnos, Madrid, 1997: 250). Es posible también aducir que la existencia puede ser desesperada y dolorosa durante algún tiempo y que, quizás en el futuro, puede cambiar para mejor. Incluso podemos decir que todos formamos parte unos de otros y que cuando alguien se suicida, la sociedad en general muere un poco porque pierde algo de sí misma. No obstante, en el fondo, es difícil convencer a quien no cree en la existencia de Dios. Cuando no hay fe, lo único que queda es la autonomía moral del individuo. Si Dios no existe todo está permitido, hasta la divinización del propio ser humano.

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