El negocio del golf en Reino Unido busca salidas para sobrevivir

El negocio del golf en Reino Unido busca salidas para sobrevivir

Visión global

Los clubs de golf británicos han perdido más de una cuarta parte de sus socios en los últimos 20 años y sobre ellos planean los fondos de inversión 

Horizontal

Un jugador durante la última edición del Master de Golf en Saint Andrews 

Andrew Boyers / Reuters

Nadie lo diría teniendo en cuenta los millones que siguen por televisión los partidos de la Ryder Cup o el Masters de Augusta, o que un millón y medio de personas rellenaron la solicitud para presenciar en directo el reciente Abierto de Gran Bretaña en Saint Andrews (cinco veces más de las entradas disponibles).

Pero el mundo del golf está en crisis, y no solo a nivel deportivo, por el cisma que ha supuesto la aparición de una liga rival patrocinada por los saudíes, sino también económico: el número de jugadores amateurs y de socios que pagan la cuota correspondiente por pertenecer a un club lleva dos décadas cayendo, sin señales en el horizonte de que vaya a repuntar.

Paul Broadhurst de Inglaterra en acción durante el cuarto día del Senior Open presentado por Rolex en The King's Course, Gleneagles

Paul Broadhurst de Inglaterra en acción durante el cuarto día del Senior Open presentado por Rolex en The King's Course, Gleneagles

Getty

La década de los noventa registró un boom de aficionados al golf, impulsado por la popularidad de Tiger Woods (antes de sus infidelidades matrimoniales, accidentes de coche, lesiones y actuaciones bajo par). Pero desde entonces el deporte va cuesta abajo, con el pequeño intervalo de la pandemia, cuando la gente no iba a la oficina, tenía más tiempo y apreciaba la posibilidad de hacer deporte al aire libre, en una atmósfera segura. De los 882.000 socios de clubes que había en el 2004 solo quedan 647.000, en su inmensa mayoría hombres blancos jubilados de una cierta edad.

Numerosos clubs públicos han cerrado por la política de austeridad del Gobierno británico

Los intentos de atraer a jóvenes y mujeres no han dado demasiado fruto. Los primeros consideran que hacer dieciocho hoyos (más los desplazamientos) les consume demasiado tiempo, y prefieren deportes más “rápidos” (y además se encuentran con que hacer un birdie o un eagle en la realidad es mucho más difícil que en los videojuegos a los que están acostumbrados). Y las segundas encuentran que el ambiente es bastante machista (todavía hay clubes “solo para hombres” que les niegan el acceso).

Tampoco ayuda que las instalaciones hayan quedado en muchos casos vetustas por la resistencia de los socios al cambio, por la dificultad de que se pongan de acuerdo para gastar dinero (con frecuencia están gestionados por comités) y la tendencia a dejar aparcadas las decisiones complicadas. En vez de discutir sobre la renovación de los vestuarios o el bar, prefieren hacerlo sobre si se puede entrar en el restaurante con pantalones vaqueros y zapatillas de deportes.

Disminución de los socios que pertenecen a los clubs de golf británicos en las últimas dos décadas

Los fondos de inversiones, en consecuencia, planean como buitres sobre los clubs de golf en apuros por falta de socios que paguen la cuota, y los compran ya sea para renovarlos a fondo y darles un aire más “familiar”, o, en otros casos, para tirarlos abajo y, allí donde estaban los dieciocho hoyos, construir un hotel o unos o apartamentos.

A todo esto, numerosos clubs públicos, propiedad de los ayuntamientos, han cerrado en los últimos quince años debido a las políticas de austeridad de los sucesivos gobiernos conservadores británicos, que han recortado de manera drástica los fondos de las autoridades municipales. Y estas, ante la disyuntiva de si reducir la asistencia a las familias pobres, dilatar la recogida de basuras o cerrar una biblioteca o una instalación deportiva, optan por lo último como mal menor.

Un problema adicional son los cambios en los hábitos laborales y el aumento de las exigencias de los trabajadores, que se sienten más fuertes a raíz de la pandemia. La falta de mano de obra también afecta al golf, y los jardineros encargados de mantener verdes e inmaculados los greens exigen mejores sueldos y condiciones más dignas, o se van con la música a otra parte, que es lo que está pasando.

Modelo de negocio

Algunos clubs van al mercado de lujo y piden a los socios 120.000 euros como inscripción

Algunas instituciones han optado por apuntar al mercado de lujo, como el club de Wentworth, adquirido por 150 millones de euros por una compañía de inversiones china, que obligó a todos los socios existentes a inscribirse de nuevo, previo pago de 120.000 euros por el privilegio de jugar durante los próximos cincuenta años, más una cuota individual anual de 12.000 euros, o 20.000 para toda la familia. Cantidades que no están al alcance de cualquiera. Algo similar ha hecho el club Stoke Park (escenario de una famosa escena entre James Bond y Goldfinger en la película de 007), adquirido por un magnate indio.

A la crisis no escapan ni los clubs propiedad de Donald Trump en Escocia, que en una década todavía no han ganado ni un centavo.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...