Astrid de Bélgica: la tragedia de la "reina de corazones" de los años 30

El 29 de agosto de 1935 su cuerpo voló a través del cristal del automóvil en el que viajaba. La tragedia cambió a la familia real belga para siempre.

Retrato de la reina Astrid de Bélgica.

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Hermosa, elegante, cándida y solidaria. La reina Astrid de Bélgica parecía sacada de un cuento de hadas. Su tío, el rey de Suecia, la llamaba "el regalo del cielo", y los belgas se deshacían en elogios hacia ella, la "princesa de las nieves", la "belleza del Norte". Quizás por la fascinación que provocaba en su sociedad y en su época su muerte trágica conmocionó de una forma terrible a sus súbditos y cambió el semblante de su familia para siempre.

El que fue visto como un cuento de hadas, en realidad, fue un matrimonio arreglado. El príncipe Leopoldo deBélgica, duque de Brabante, acababa de llegar del Congo. Su madre, la reina Elisabeth, arregló un viaje del heredero de la corona por tierras escandinavas, donde el príncipe se "enamoró" de la princesa Astrid, nieta de los reyes de Suecia y Dinamarca.

La gran boda real se celebró en Estocolmo el 4 de noviembre de 1926 y los novios viajaron luego a la localidad belga de Amberes a bordo del yate “Flygia”. Los belgas estaban preparados para aplaudir a su nueva princesa, pero no para que ella les robara el corazón. Desde el momento que en pisó por primera vez suelo belga, Astrid fue su “reina de corazones”. El rey ** Alberto** presentó a Astrid como "una joven de gran cultura, de una gran simplicidad y dotada de las mejores y más grandes cualidades del corazón".

La princesa había sido educada en la poco ceremoniosa corte sueca, de manera que desde su llegada a Bélgica pudo conectar directamente el pueblo, aprendiendo los idiomas del país, haciendo las compras –a veces en bicicleta-, haciendo fila en las boleterías de los cines como todo el mundo y criando personalmente a sus hijos. Su personalidad cautivó a los belgas, acostumbrados a una familia real aburrida, grisácea y con una reina –Elisabeth de Baviera - demasiado excéntrica, mundana y comunista.

En 1927 Astrid tuvo a su primera hija, Josefina Carlota. Tres años después nació el heredero, el futuro rey Balduino. Y en junio de 1934 nació el príncipe Alberto, el padre del actual rey de los belgas. Apenas unos meses antes, en febrero, había muerto trágica e inesperadamente el rey Alberto, suegro de Astrid, en un accidente de alpinismo. De esta forma, Leopoldo y ** Astrid** se convirtieron en los nuevos soberanos.

Cuando Leopoldo III y Astrid llevaban poco más de un año en el trono, viajaron a Suiza para disfrutar de unos días de descanso privado. La reina estaba embarazada pero la noticia todavía no había sido publicada. Viajaban bajo el nombre falso de “Rethy ”, algo que hacían tan frecuentemente que los hoteleros de la zona ya estaban acostumbrados.

Retrato de Astrid de Bélgica y Leopoldo III.

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LA TRAGEDIA

Antes de regresar a Bélgica, Leopoldo le propuso a Astrid dar un último paseo en coche. Justo antes de llegar a la pequeña localidad de Kussnacht, la reina, sentada junto a Leopoldo, quien conducía el auto, tomó un mapa y preguntó al rey una dirección. Al desviar su vista de la ruta, Leopoldo III perdió el control del auto, que dio varias vueltas, se salió del camino y chocó contra un árbol, casi sumergido en el lago de los Cuatro Cantones.

Astrid, con fractura de cráneo, murió casi de inmediato, en los brazos de Leopoldo. Recibió la Extremaunción, antes de morir a los pocos minutos a consecuencia de una hemorragia provocada por las heridas que le produjeron los trozos del cristal roto, o por una fractura en el cráneo. El rey, en estado de shock, apenas dejó que los médicos la examinaran y no tuvo el valor de comunicar a sus pequeños hijos la muerte de su madre.

"Bélgica llora hoy a una ** Reina** cuya juventud, gracia y bondad, supieron conquistar al pueblo", anunció el gobierno. "El país se encuentra en la más grande consternación, compartiendo con su Rey, y con toda la familia real, el gran pesar que no es sólo de los Reyes, sino de toda la nación".

Dos millones de personas desfilaron durante cuatro días delante de los restos mortales de la reina en el palacio real de Bruselas. Con el brazo enyesado y una venda que le cubría una herida en el rostro, Leopoldo III caminó detrás del ataúd de Astrid durante unos funerales que conmocionaron a Europa. Los belgas lloraron en las calles y arrojaron flores al al paso del carruaje fúnebre. Apenas se había recuperado de la muerte trágica del rey Alberto y ya estaban llorando por la reina Astrid.

Procesión fúnebre durante el funeral de la reina Astrid de Bélgica, en septiembre de 1935.

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LA TRAICIÓN

La muerte de Astrid gravitó considerablemente en la historia de la monarquía belga durante las siguientes décadas. Leopoldo III y sus tres pequeños hijos pasarían los siguientes años en el castillo de Laeken, donde imperaba una atmósfera lúgubre, y esta crisis se vio todavía más ensombrecida con el arresto domiciliario del que fueron víctimas por parte de los nazis, que invadieron Bélgica en 1940.

Los belgas no pudieron olvidar a la reina más hermosa que habían tenido y tampoco les fue fácil perdonar la "traición" de Leopoldo III cuando, en 1941, se casó en secreto con la niñera de sus hijos, Lilian Baels. ¿El hombre que había conmovido al reino por su tragedia solo se preocupaba por su felicidad?

Los belgas, en plena ocupación nazi, se sintieron traicionados, indignados. Las tiendas de Bruselas mantenían el retrato de Astrid en sus vidrieras como un silencioso reproche al rey. Lilian fue tratada de "usurpadora" y "aventurera". La prensa la convirtió en el blanco preferido de sus ataques y se cree que fue esa boda lo que le costó el trono a Leopoldo III : "Su Majestad", escribió el editor de un diario, "todos pensábamos que compartías nuestro duelo pero nos enteramos de que te recuestas en el hombro de otra mujer".