Beethoven y el archiduque Rodolfo de Austria - Mundoclasico.com

250 aniversario de Ludwig van Beethoven

Beethoven y el archiduque Rodolfo de Austria

Juan Carlos Tellechea
miércoles, 19 de enero de 2022
El genio y su mecenas © 2021 by Editorial Arpegio El genio y su mecenas © 2021 by Editorial Arpegio
0,0031868

Alumno, amigo y gran mecenas de Ludwig van Beethoven, el archiduque Rodolfo de Austria, cardenal y príncipe-arzobispo de Olomouc fue quien impulsó la creación de una de las obras más importantes de este genial compositor, la Missa Solemnis, opus 123. Dedicada al propio archiduque, el estreno de la Misa debía tener lugar durante la ceremonia de su investidura como arzobispo de esa antigua ciudad de Moravia (hoy República Checa).

Como le escribe a su ex alumno casi siete meses antes, el martes 31 de agosto de 1919, desde Mödling (Baja Austria), Beethoven pensaba tener lista la obra para su ejecución el domingo 19 de marzo de 1820. Al final no pudo cumplir con el plazo por razones personales, de salud y de arduo trabajo en la misma composición. Ésta quedó por fin concluida en 1822 y Beethoven le entregó personalmente a su mecenas un ejemplar de la Missa Solemnis el miércoles 19 de marzo de 1823, creyendo erróneamente que se cumplía el tercer aniversario de la entronización (que en realidad, tuvo lugar el lunes 20 de marzo de 1820).

La amistad entre ambos se resentiría al parecer después de esta circunstancia, si bien (…) el bondadoso Archiduque se lo perdonó, así como otras muchas cosas e incluso aceptó la dedicatoria de la muy retrasada composición, afirma el pianista Antonio Baciero en una nota a pie de página de su reciente y muy interesante libro El genio y su mecenas. En torno a las cartas de Beethoven al archiduque Rodolfo de Habsburgo, publicado por la prestigiosa Editorial Arpegio, de Sant Cugat del Vallés, Barcelona.*

Una dedicatoria

Baciero, quien tradujo al español esta importante correspondencia, publicada por primera vez por el historiador, jurista y naturalista Ludwig von Köchel en 1865, es el responsable de la edición prologada por el historiador Miguel-Ángel Ochoa Brun, embajador español en Viena entre 1991 y 1996, y miembro de la Real Academia de la Historia, y epilogada por el musicólogo Xoán M. Carreira, editor de nuestro diario internacional Mundoclasico.

Cabe acotar aquí que paradójicamente, la dedicatoria Von Herzen - Möge es wieder - zu Herzen gehen (Desde el corazón – Que de nuevo – vaya al corazón) no se encuentra ni en la partitura de esta obra cumbre entregada al cardenal (de la casa Habsburgo-Lorena) y arzobispo ni en la primera impresión, sino solo en el autógrafo conservado en la Biblioteca Estatal de Berlín. Es posible que Beethoven se distanciara de esta dedicatoria al príncipe y purpurado después de que la relación entre ambos se enfriara.

Pero en fin, ésta no fue la única pieza que dedicara Beethoven al archiduque Rodolfo de Austria, primer protector de la eximia Musikverein (perteneciente a la legendaria Gesellschaft der Musikfreunde) de Viena. También la Sonata para piano nº 29 en si bemol mayor op 109 subtitulada Hammerklavier, la Sonata para piano nº 26 en mi bemol mayor op 81 Les adieux, y la Grosse Fuge para cuarteto de cuerda fueron compuestas en honor a su Alteza Imperial.

Los Austrias y la cultura universal

Por su parte, el excelente pianista Rodolfo de Habsburgo (hijo del emperador Leopoldo II y de María Luisa de Borbón, hermano menor de Francisco II, último emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y primer emperador de Austria), veneró a su maestro con muchas de sus propias composiciones y dejó algunas obras de música de cámara que alcanzaron asimismo gran éxito.

Este epistolario ofrece una visión completa de la hermosa relación entre Beethoven y el archiduque Rodolfo basada en una necesidad y concesión mutuas. Como afirma el embajador Miguel-Ángel Ochoa Brun en el prólogo de este precioso volumen,

No es ello una rareza. Los Habsburgo, que con razón ocupan una nutrida porción de la Historia política y cultural de Europa, han venido siendo gentes de cultura musical. Ésta se dio a menudo en su Casa. 

La corte de los Habsburgo supo desde muy antiguo formar un centro cultural de notorio esplendor en las artes en general, y muy particularmente con la presencia de la música en su entorno, por ello Ochoa Brun concluye que

No es extraño, pues, que un archiduque austriaco hiciese amistad con un músico famoso, cuyo alumno fuera, y que ello forme parte de los anales de la vida de uno y de otro, así como de la propia Historia de la Música del siglo y del catálogo de sus producciones. Esa sería la relación de Rodolfo de Habsburgo con Ludwig van Beethoven, duradera y fructífera, vivida a lo largo de décadas, mostrada a lo largo también de las cartas de las páginas que aquí se publican.

El ser humano

La correspondencia muestra a un Beethoven más íntimo y humano, con todos sus achaques y fortalezas, aunque lejos del héroe titánico que nos presentan las trilladas fábulas sobre su persona difundidas desde finales del siglo XIX. Es más bien un dios terreno; ni celestial ni olímpico. Sin embargo, dada la actitud obstinadamente independiente de Beethoven es tanto o más notable su relación con el archiduque.

Las misivas conservadas por éste suponen un reflejo fiel de su relación con su protegido, evoca Antonio Baciero. El amplio abanico de temas, entre la rutina cortesana y la confidencia, va desde la reducida esquela en la que se excusa por no poder cumplir en fecha con algún asunto, hasta las comunicaciones más extensas. La posterior obsesión del compositor con el espinoso tema de su sobrino Karl es otro de los aspectos inocultables en estas cartas.

El Archiduque le trataba como un amigo, no como un sirviente, como escribía el compositor en una carta de 1819. Sin embargo, Beethoven refunfuñaba sobre sus obligaciones como profesor, faltando a menudo a las clases que debían tener lugar dos o tres veces por semana, culpando a las enfermedades. Incluso una vez le espetaría a su patrón que no era su sirviente.

Además de música y amistades comunes, los correspondientes compartían algo más que potenciaba sus afinidades: las enfermedades, un asunto básico, que aparece aquí persistente y obligado. Debido a su mala salud, Rodolfo había cambiado la carrera militar por la clerical. Por otra parte, salpican estos escritos cuestiones y detalles de ensayos, partituras, personajes y situaciones.

Verbigracia, esta misiva de Beethoven de 1813:

Acababa de salir ayer cuando llegó a mi casa Su bienhechora carta. En lo que a mi salud respecta sigue más o menos lo mismo, tanto más cuando actúan sobre ella causas morales que no parecen querer desaparecer; y aún más al tener que buscar toda ayuda en mí mismo viendo cómo solo en mi cabeza puedo encontrar los medios para ello, y en tanto cuanto en estos tiempos presentes nadie parece obligado a comprometerse ni por palabra, ni por honra, ni por escrito. Por lo que respecta a mis ocupaciones, acabo de terminar una parte de las mismas y me hubiera personado ya hoy, incluso sin Su distinguida invitación, a la hora acostumbrada.
Respecto a lo de Rhode (sic) tenga Su Alteza Imperial la merced de hacerme enviar por un mensajero la parte correspondiente, pudiendo yo entonces enviársela a él con un escrito mío. Es seguro que él no tomará a mal el enviarle esa parte. ¡Ah, seguro que no! Si quisiera Dios que hubiera que pedirle perdón por ello, estarían las cosas verdaderamente mejor.
¿Le gusta que vaya esta tarde a las cinco, como de costumbre, o me ordena Su Alteza Imperial otra hora? Según ello aspiraré, como siempre, a cumplir de la manera más puntual con Sus deseos“.

Más puntualizaciones

En nota al pie de página aclara aquí Antonio Baciero:

En enero de 1813 había llegado a Viena el violinista Pierre Rode. El 6 de febrero dio un concierto en la Redouten-Saal que no gustó del todo (A. M. Z. 1813, p. 114); un segundo concierto que quería dar, parece no haber llegado a hacerse. El 20 y 27 de febrero tocó ya en Graz (“Der Sammler” 1813, p. 240). Según parece Rode tenía que haber tocado con Beethoven en casa del Archiduque, para lo que Beethoven se dispuso a hacer una composición para los dos. ¿Podría ser ésta la Sonata para violín y piano op 96 que dedicó después al Archiduque? Según (Alexander Wheelock) Thayer fue compuesta en 1810 y en abril de 1815 vendida al editor Steiner de Viena. Difícilmente puede pensarse en otra composición. Es pues un error cuando se asegura en la Bibliothèque Universelle (Michaud) –nueva edición, Vol. 36, p. 210– que Beethoven compuso para Rode durante su estancia en Viena la “deliciosa Romanza” que había sido tan bien interpretada al violín por (Pierre) Baillot. Se conocen solo dos Romanzas para violín de Beethoven, una en sol mayor, op 40, del año 1803 y la segunda, en fa mayor, op 50 que ya había sido publicada en 1805 (Thayer, pp. 102 y 104).

Los procedimientos

Muchas de estas misivas están sin fechar y destinadas a ser recogidas, transportadas y entregadas el mismo día de su escritura por mensajeros especiales. El datarlas fue otra tarea que se impuso Köchel en su publicación que, enriquecida por las correspondientes notas explicativas, vio la luz tres años después del famoso catálogo mozartiano, a través de la Editorial de la Biblioteca de la Universidad de Viena, donde se formó y doctoró.

No falta la vertiente anecdótica, si bien, a veces, es difícil de seguir el sentido de ciertas frases aisladas, sin una referencia posterior. Las epístolas constituyen una comunicación directa y peculiar, en la que siempre se entremezclan cuestiones personales con expresiones de cortesía y declaraciones de afecto.

Influjo

Al igual que en la producción musical conservada del archiduque Rodolfo, se observa la influencia cierta del gran compositor sobre el aristócrata. De sus 40 variaciones sobre un tema de Ludwig van Beethoven para piano op 1 (1818-19), algunas de ellas son, a pesar de la extraordinaria brevedad del tema (mono-periódico, en los canónicos ocho compases), una verdadera prueba de asimilación de esta histórica cercanía.

Beethoven mismo expresaba en una de las cartas (la número 40) haber quedado muy bien impresionado por la obra compuesta por su alumno, hoy ignorada por los programadores de las salas de concierto. En la misiva califica de "magistrales" las 40 variaciones, por lo que me alegro mucho de poder servir a mi distinguido discípulo de acompañante por una gloriosa trayectoria, agregaba el maestro.

El joven de la Casa de Habsburgo era un alumno constante y capaz. Activo también en la composición, principalmente de obras de cámara, como su Septeto en mi menor para clarinete, fagot, trompa, violín, viola, violonchelo y contrabajo (1830).

Idolatría

En su epílogo Xoán M. Carreira evalúa la relevancia de esta publicación en castellano,

Dejando al margen disquisiciones psicoanalíticas (…), detrás de nuestra eterna curiosidad por Beethoven se oculta ese deseo infantil de conocer y descifrar al ‘padre musical’, ese ser poderoso que –como el Dios de Oseas– no sabemos cómo, porque casi no teníamos uso de razón, nos cautivó y nos ató con ‘lazos de amor’ –en su caso de música– y ya nunca hemos podido prescindir de él. 
Es en este sentido por lo que me parece tan importante la publicación de El genio y su mecenasque pone a disposición de los lectores en español una de las series documentales más importantes sobre la persona de Beethoven, junto a sus cuadernos de conversaciones [Konversationshefte] y de anotaciones [Tagebuch]. Este epistolario (1811-1823) nos ilumina, por ejemplo, y entre otras muchas cosas, sobre la falta de empatía de Beethoven, la cual limitaba severamente su comprensión de la vida política y de las cuestiones de la vida cotidiana.
A la vista de esta correspondencia, Beethoven carecía de los instrumentos necesarios para entender estos conceptos, lo cual impidió su adaptación a las nuevas circunstancias de la restauración europea tras el fin de las guerras napoleónicas y la Convención de Viena, un momento en el cual Beethoven se convierte en un acomodado inversor bursátil pero no es capaz de adaptarse –como Weber, Hummel, Spohr o Schubert– al nuevo papel de artista al servicio del público burgués.

Cómo comenzó todo

Beethoven conoció en 1803 al joven Rodolfo cuando éste tenía 15 años y el compositor 33. Ludwig von Köchel aludía a este encuentro como la bella relación entre Beethoven y el archiduque, de la que estas cartas son una interesante muestra. El aprecio de un genio titánico creador hacia un adolescente y amable mecenas del arte, generoso y entusiasta tendría mayores alcances aún.

En 1809 Beethoven recibía un ofrecimiento para ocupar el cargo de Hofkappelmeister en la corte de Jerónimo Bonaparte, rey de Westfalia, en Kassel. Pero el compositor elegiría Viena como su lugar definitivo de residencia por múltiples motivos. El más determinante, quizás, fue el del apoyo financiero inicial de 4.000 florines anuales que le fue asignado como medio de vida por la aristocracia austríaca.

Círculos influyentes

Rodolfo se había movilizado para conseguir con otros dos miembros de la nobleza, los príncipes Joseph Franz von Lobkowitz y Ferdinand von Kinsky, que se le asegurara al compositor alemán ese ingreso mínimo para retenerlo en Austria. Las condiciones de vida en Viena en la época de Beethoven eran muy diferentes a las de hoy y, por lo tanto, no se pueden comparar directamente. Mas se puede afirmar que la cantidad de dinero era más del doble de lo que disponía una persona de clase media en su tiempo.

Este patrocinio se cumplió con una sola excepción hasta la muerte del compositor el 26 de marzo de 1827. Beethoven le dio regularmente clases al archiduque Rodolfo, las que le eran retribuidas al margen de la pensión regular antes mencionada.

Lealtad

Sobre la verdad de la lealtad de Beethoven al Archiduque no puede dudarse en absoluto, aunque no existieran las cartas que denotan la expresión más cálida de este sentimiento, y no es menor su participación, frecuentemente expresada, en los siempre repetidos ataques de las graves dolencias nerviosas del Archiduque, de las que éste se liberaría solo con la muerte. (Baciero)

Hubiera sido asimismo difícil haber sido insensible ante la indecible suavidad y cuidado del Archiduque hacia las peculiaridades de su maestro y, sin embargo, en una ocasión, pero solo en una ocasión, se airea la sobreexcitada susceptibilidad del maestro cuando dice en la búsqueda de música en Viena encontré alguna resistencia por parte de su Excelencia el Mayordomo Mayor, en lo que sigue contra el Archiduque, sin tener en ello culpa alguna en tanto tengo solo que decir que algunas personas talentosas, buenas y nobles, se intimidarían si no se tuviera la suerte de conocer de cerca a Su Alteza y sus exquisitas cualidades de alma y corazón. Se ve bien aquí cómo al mismo Archiduque se le hizo alguna vez difícil mantener siempre “la paz” con Beethoven, acota Antonio Baciero.

Datos ocasionales sobre personas y sucesos aparecen diseminados repetidas veces en las cartas. Así, se menciona de pasada el encuentro (y desencuentro) con Johann Wolfgang von Goethe en Teplitz y en la misma carta Baciero averigua algo más sobre el concierto que dió Beethoven con el violinista Giovanni Battista Poliedro en Karlsbad a principios de agosto de 1812 a beneficio de la ciudad de Baden, dañada por un incendio.

Recomendaciones

Dignas de notar son las cartas sobre la enseñanza en las cuales recomienda el estudio de Händel y J. S. Bach, con algunos añadidos, que, aunque bien legibles en el autógrafo, su sentido es totalmente incomprensible; así también la carta en que aconseja al Archiduque 

anotar desde el piano sus ideas de manera resumida y rápida. A través de ello, no solo se fortalece la fantasía, sino que uno aprende también a retener en el momento las ideas más remotas. El escribir sin piano es igualmente necesario... cuando de esta manera se contempla uno a sí mismo en medio del arte, se produce un gran placer. Poco a poco surge la capacidad de representar precisamente sólo aquello, lo que deseamos y sentimos, una necesidad tan esencial al hombre noble.

Galimatías

En lo concerniente al aspecto exterior de las cartas, aparecen escritas en 4º, en un papel irregular, casi siempre tosco. Provistas del correspondiente destinatario, los trazos de escritura son los conocidos de Beethoven, alternándose los fáciles con los difíciles de leer. Aun así, no se dejó nada por descifrar; pero, a veces, cuando el escritor buscaba superesmerarse, pretendiendo realzar algo importante, incurría en algunas expresiones (probablemente localismos, entre ellos) de resultado no muy entendible cuya interpretación deja el editor en manos del amable lector.

La Ilustración

Rodolfo de Habsburgo fue durante años uno de los mejores y más admirados amigos de Beethoven. Éste creía que el archiduque y cardenal era una persona activa y muy religiosa, como se advierte en muchos pasajes de las cartas. Lo admiraba mucho, tenía una estrecha relación con él y le enseñó hasta el final. Estaba muy contento por su investidura como arzobispo.

Pero, volviendo en este punto al comienzo de esta reseña y a su Missa Solemnis, sin la Ilustración no se puede entender en absoluto la relación de Beethoven con la religión. Por supuesto, fue educado dentro de un marco normal para su época. Pero la creencia en ese ser superior, es en realidad un deísmo, no confesional, algo o alguien que existe allá arriba, por encima de las estrellas, y que mantiene todo unido: un arquitecto del Universo más allá de cualquier religión (mera invención humana sobre la Tierra). Eso era algo inamovible para Beethoven.

Hay realmente muchos pasajes en los que Beethoven se refiere a ello una y otra vez. Pero esa era una creencia abstracta, casi agnóstica; desde el punto de vista de la Ilustración, Esa fue sin duda la auténtica profesión de fe de Beethoven: la Humanidad, el Hombre. Ni el papa ni el clero ni los curas católicos ni los pastores protestantes con sus idearios y dogmas despiertan su fervor, como lo plasma con diafanidad en su Novena Sinfonía, compuesta casi simultáneamente con la Missa Solemnis.

Freude, schöner Götterfunken
Tochter aus Elysium
Wir betreten feuertrunken
Himmlische, Dein Heiligtum
Deine Zauber binden wieder
Was die Mode streng geteilt
Alle Menschen werden Brüder
Wo Dein sanfter Flügel weilt
Deine Zauber binden wieder
Was die Mode streng geteilt
Alle Menschen werden Brüder
Wo Dein sanfter Flügel weilt.
Alegría, hermosa chispa de los dioses
Hija de Elysium
Entramos borrachos de fuego
Celestial, tu santuario
Tus hechizos vuelven a atar
Lo que la moda divide estrictamente
Todos los hombres se convierten en hermanos
Donde habita tu gentil ala
Tus hechizos vuelven a atar
Lo que la moda divide estrictamente
Todos los hombres se convierten en hermanos
Donde habita tu gentil ala.
Notas

Antonio Baciero, «El genio y su mecenas – Cartas de Beethoven al Archiduque Rodolfo», Sant Cugat del Vallés: Editorial Arpegio, 2021, 182 páginas, ilustraciones. iSBN 978-84-15798-58-3, Precio recomendado 15 €

Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.