Un guerrero legendario

Aquiles: el gran héroe de la Guerra de Troya

640px Attic Black Figure Neck Amphora   Achilles and Ajax playing a board game overseen by Athena cropped white bg

640px Attic Black Figure Neck Amphora Achilles and Ajax playing a board game overseen by Athena cropped white bg

Descanso entre batallas. Aquiles y Áyax se entretienen con un juego de mesa bajo la mirada de Atenea en esta ánfora ática de finales del siglo VI a.C.

Foto: Wikimedia Commons

La Ilíada de Homero, el gran poema sobre la guerra de Troya, nos relata sólo algunos episodios de la lucha de aqueos y troyanos en unos pocos días del décimo y último año del asedio. Aquiles es el protagonista de la trama épica, pero ésta cubre sólo una pequeña parte de su intervención en la guerra: su enfado con el jefe griego Agamenón, que le obligó a entregarle la esclava Briseida; su negativa a combatir con los demás jefes aqueos; y el encuentro definitivo con Héctor, el hijo del rey troyano, en un duelo que acabará con la muerte de éste. El autor de la Ilíada concluye su relato con los funerales por el héroe troyano, cuyo cadáver ha sido rescatado por su padre, el rey Príamo. Deja sin contar la muerte de Aquiles y el final de la guerra. Acaba su poema tras los llantos por Héctor sin darnos el panorama final: la conquista de Troya por los griegos.

Sin duda era consciente de que su público se sabía el mito entero y no era su propósito dar un resumen de todo. En realidad, en la propia Ilíada hay ciertas breves alusiones al fatídico ocaso de Troya y a la muerte de Aquiles, anterior a la toma de la ciudad. El héroe mismo sabe que su vida será breve, y su apenada madre, la diosa Tetis, se lo recuerda ya en su afectuoso encuentro en el primer canto de la Ilíada. Por otra parte, también Héctor advierte a su mujer Andrómaca que en un día no lejano la sagrada Ilión será tomada y destruida, y morirán Príamo y su gente, y ella será cautiva. 

Atene, sarcofago con achille licomede, 240 dc ca, da roma, collez  borghese, 01

Atene, sarcofago con achille licomede, 240 dc ca, da roma, collez borghese, 01

Aquiles y Licomedes. Aquiles, oculto en la corte de Licomedes, escoge las armas entre los regalos ofrecidos por Ulises, descubriendo su identidad. Sarcófago. Siglo III. Col. Borghese.

Foto: Wikimedia Commons

Para saber cómo acabó la contienda hay que leer un pasaje de la Odisea, así como otros textos mucho más tardíos, como el extenso poema de Quinto de Esmirna titulado Continuación de Homero o Posthoméricas, en los que se recogían cantos arcaicos que se nos han perdido. En ellos podemos conocer los lances que dieron término a la gran guerra que los griegos habían emprendido para recuperar a la princesa Helena, que se había fugado con Paris, el hermano de Héctor. 

La amazona y el rey etíope 

Después de que Aquiles, el mejor de los aqueos, diera muerte a Héctor, el mejor héroe de Troya, la ciudad quedó muy abatida, aguardando los feroces asaltos enemigos. Pero cobró nuevos ánimos al recibir el socorro de una aguerrida tropa extranjera: las amazonas, capitaneadas por su reina, la bella e intrépida Pentesilea, hija del dios Ares. 

Estas míticas guerreras venían a mostrar de nuevo su famoso valor y se lanzaron con furia contra los aqueos, causando asombro y espanto bajo el mando de su fogosa soberana. Pentesilea causaba estragos en las filas griegas, pero entonces salió a su encuentro Aquiles. Trabaron fiero combate, pero pronto la lanza de aquél atravesó el caballo y el pecho de Pentesilea de un mismo golpe, y la amazona se desplomó muerta a los pies del héroe. Aquiles admiró su belleza al quitarle el casco, y lamentó su trágico fin. También los troyanos lloraron angustiados el desastre de las amazonas. Mas un nuevo ejército acudió en su socorro: Memnón y sus etíopes llegaban de lejos, para socorrer al rey Príamo. 

iStock

iStock

En la Ilíada, Atenea protege a los griegos (o aqueos) que atacan Troya, mientras que Apolo se alinea con los troyanos. Arriba, el tholos del santuario de Atenea en Delfos.

Foto iStock

Memnón, hijo de Titono (hermano de Príamo) y de la Aurora (Eos), se presentaba como un rival digno de Aquiles. También él era hijo de una gran diosa, era un guerrero gigantesco y valeroso, y su oscura tropa era incontable. Pero también cayó en su duelo con el hijo de Peleo. Tras un tremendo combate, la espada de Aquiles traspasó la coraza del etíope. Según el antiguo mito, divinos vientos recogieron y llevaron su cadáver hasta su divina madre, que lloró inconsolable, e incluso amenazó con dejar la tierra en tinieblas para siempre, hasta que Zeus logró contenerla. 

Una muerte anunciada 

No encontró Aquiles nada que lo detuviera cuando en un nuevo ataque de furor puso en fuga a los troyanos y, cubierto de sangre, avanzó hacia las murallas, ansioso por lanzarse al asalto. Pero ahora iba a enfrentarse a un enemigo más peligroso: el dios Apolo. El divino protector de los troyanos le ordenó detenerse con duras amenazas; pero el soberbio Aquiles replicó con desdén, desafió al dios, y siguió implacable. Apolo se retiró y desde lejos envió rauda la flecha que se hincó en el punto más vulnerable del cuerpo del héroe: el talón. Desangrándose por la herida Aquiles se desplomó, sintiendo como se cumplía su trágico destino. Quedó tendido ante las puertas de Troya. 

Chiron instructs young Achilles   Ancient Roman fresco

Chiron instructs young Achilles Ancient Roman fresco

Aquiles y el centauro Quirón. Quirón educó a Aquiles como a otros héroes (entre ellos, Heracles y Jasón) para ser un gran guerrero. Fresco de Pompeya. Siglo I d.C. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.

Foto: Wikimedia Commons

Acaso fue el dios del arco de plata quien envió la fatal saeta, o tal vez fue el troyano Paris, diestro arquero, y Apolo intervino dirigiendo la flecha hacia el frágil tobillo del héroe. De hecho, encontramos una y otra versión en diversos textos antiguos. Parece más antigua la que hace de Apolo el instigador y guía, y de Paris, el raptor de Helena, el hábil instrumento de la mortífera herida. Ya en la Ilíada, primero su caballo Janto, hablando por única vez (canto XIX), y luego Héctor, ya a punto de morir (canto XXII), se lo habían profetizado a Aquiles : «Te matarán Paris y Apolo». En cualquier caso, así encontró su anunciada muerte el glorioso rey de los mirmidones, el invicto héroe de los pies ligeros. 

The Death of Achilles   modello

The Death of Achilles modello

Se cumple el destino. Tal como le había sido vaticinado, Aquiles murió en Troya a causa de una flecha lanzada por el príncipe troyano Paris, que quizá dirigió el dios Apolo. Óleo por Rubens. 1630.

Foto: Wikimedia Commons

En torno al cadáver de Aquiles se trabó un terrible combate. Áyax detuvo a los furiosos troyanos, que acudieron en tropel, y Ulises peleó con denuedo a su lado hasta que lograron retirar el cuerpo del Pelida (así se conocía a Aquiles por su padre mortal, el rey Peleo, esposo de Tetis) y llevárselo al campamento aqueo. El forzudo Áyax lo transportó sobre sus hombros, mientras Ulises contenía a los troyanos. Inmenso fue el dolor de los griegos por la pérdida de su mejor guerrero; hasta el cielo llegó resonando el planto fúnebre; junto a los compañeros de armas sollozaban también por él Briseida y las cautivas. Y desde el fondo del mar acudió inconsolable la diosa Tetis para velar el cadáver de su único hijo, seguida de sus hermanas, las acuáticas Nereidas. Luego los aqueos quemaron el cadáver con todos los honores sobre una alta pira, y celebraron espléndidos juegos atléticos, según el noble rito funerario, y repartieron en ellos magníficos premios a los vencedores. 

Las armas del héroe 

En el reparto surgió una dura disputa, al tratar de otorgar al mejor guerrero las armas famosas de Aquiles: la armadura, el escudo y el casco que forjó el dios Hefesto, a petición de Tetis. Quien las obtuviera quedaría señalado como el más digno heredero del héroe, y los primeros en reclamarlas en razón de sus méritos fueron Áyax y Ulises. Los jefes del ejército, los Atridas, hicieron sus cálculos y decidieron entregárselas al segundo, desairando así al fuerte Áyax.

Éste se retiró lleno de rencor; enloquecido, aquella noche hizo una gran matanza de los corderos del campamento, confundiéndolos con los jefes aqueos, y luego, avergonzado de su desvarío, se suicidó arrojándose sobre su propia espada. No recibió Áyax grandes honores fúnebres, pues Agamenón y Menelao deseaban castigar su locura dejando insepulto su cadáver; pero Ulises intervino para que fuese depositado en una tumba, como correspondía a un rey y un guerrero tan valiente. 

Flaxman shield of achilles 1821 cc0 pub dom photo and pope shield of achilles 1715 (1)

Flaxman shield of achilles 1821 cc0 pub dom photo and pope shield of achilles 1715 (1)

El dios Hefesto forjó las armas del héroe, entre ellas el magnífico escudo recreado en plata dorada por el orfebre John Flaxman en 1822.

Foto: Wikimedia Commons

Continuaron el asedio y los combates y muertes. Los aqueos reforzaron sus filas con la llegada de dos nuevos adalides: Neoptólemo, el hijo de Aquiles y de Deidamía, princesa de la isla de Esciros, y Filoctetes, el héroe malherido y abandonado al principio de la guerra en la isla de Lemnos, que los aqueos habían acudido a rescatar, pues, según la profecía, su intervención era imprescindible también para la conquista de Troya. Otra condición para tomar la ciudad era sacar de ella la pequeña estatua de Atenea, el Palladion, que la protegía. De ello se encargó Ulises, quien, disfrazado de mendigo, penetró furtivamente en el recinto de Troya y se la llevó, tal vez gracias al silencio de Helena, que lo había reconocido. 

iStock 1145203129

iStock 1145203129

La isla de Egina. La ninfa Egina, que da nombre a la isla, tuvo un hijo de Zeus: Éaco. El hijo de éste, Peleo, fue el padre mortal de Aquiles. En la imagen, el templo dedicado a Atenea, del siglo V a.C

Foto: IStock

Pero la ciudad resistía firme tras sus fuertes muros. Se mantenía a pesar de que uno tras otro fueron cayendo sus héroes. Al fin pereció también el funesto y escurridizo Paris, que agonizó asaetado por Filoctetes. Recordemos que en la época antigua nunca fue fácil tomar por asalto una ciudad y los muros troyanos eran ciclópeos y sólidos. Los aqueos y troyanos pelearon una y otra vez en los llanos ante la bien murada Troya, y los atacantes no tenían máquinas de asedio. 

Victoria y matanza 

Como se ha visto, los griegos no llegaron a mantener un cerco compacto, y la ciudad podía recibir refuerzos desde lejos. Aunque la muerte se había llevado a muchos de sus hijos y a sus mejores guerreros, Príamo resistía en el décimo año del asedio. Parecía necesario recurrir a la trampa, ya que la fuerza no lograba la victoria final. Y de nuevo intervino la astucia de Ulises, inspirado por la diosa Atenea. El rey de Ítaca propuso el ingenioso plan de construir un gigantesco caballo de madera en cuyo vientre hueco se emboscarían los más audaces guerreros, que luego saldrían y abrirían las puertas del muro a los demás. 

640px Sosias Painter ARV 21 1 Achilles tending Patroklos   Herakles entering Olympus (03)

640px Sosias Painter ARV 21 1 Achilles tending Patroklos Herakles entering Olympus (03)

Aquiles cura a Patroclo durante la Guerra de Troya. Kylix del pintor Sosias, siglo VI a.C.

Foto: Wikimedia Commons

La famosa estratagema de Ulises –arriesgada, casi inverosímil– tuvo, como sabemos, un éxito completo. Por la noche los combatientes griegos escondidos en la panza del caballo saltaron fuera, abrieron las puertas y emprendieron la matanza de todos los troyanos, violando templos y mujeres y llevándose cautivos, mientras la ciudad, saqueada, se consumía en el incendio. Sólo Eneas escapó con su padre a cuestas. De modo que fue gracias al ingenio de Ulises –y al hábil Epeo, que construyó el caballo de madera– como la larga guerra concluyó con la destrucción de Troya y la matanza de sus gentes, y los aqueos pudieron al fin volverse victoriosos –y con la bella Helena recuperada– a sus dominios. Fueron, sin embargo, muchos los héroes, como Aquiles y Áyax, que no vieron el día del regreso. Y a algunos les aguardaban singulares desdichas. Pero éstas son otras historias. 

Artículo recomendado

En su óleo 'Ulises y las sirenas', de 1891, J. W. Waterhouse recreó este episodio de la 'Odisea'. Galería Nacional de Victoria, Melbourne.

El Ulises histórico

Leer artículo