Operación Galaxia: Tejero o el miedo a la democracia

Operación Galaxia: Tejero o el miedo a la democracia

Transición

En breve se cumplen 45 años de la primera intentona golpista del militar, resuelto a frustrar por la fuerza lo que consideraba una deriva inaceptable del país, que acababa de aprobar la Constitución

Antonio Tejero, teniente coronel de la Guardia Civil, tras la vista del consejo de guerra por su implicación en la llamada “Operación Galaxia”. Madrid, 6 de junio de 1980.

Antonio Tejero, teniente coronel de la Guardia Civil, tras la vista del consejo de guerra por su implicación en la llamada “Operación Galaxia”. Madrid, 6 de junio de 1980.

EFE

En 1978 España vivía en plena efervescencia política. El proceso de transición a la democracia, iniciado tras la muerte del general Francisco Franco, estaba a punto de culminarse con la aprobación de la Constitución que, desde el verano de 1977, se estaba redactando y debatiendo en las Cortes. Sin embargo, su texto no era del agrado de los sectores civiles y militares más conservadores, especialmente los azules (falangistas), ya que consideraban que su aprobación sería el comienzo de la desintegración de España, pues en su artículo 2 reconocía el derecho a la autonomía de “nacionalidades y regiones”.

El articulado de la carta magna no era el único motivo que generaba malestar. La escalada terrorista por ETA (66 asesinatos en 1978) y los GRAPO (9 asesinatos), la crisis económica, con sus consecuencias sociales, y, sobre todo, la incapacidad de la élite de las Fuerzas Armadas para tutelar y controlar el proceso de cambio político, plasmada en la legalización del Partido Comunista cuando el presidente del Gobierno Adolfo Suárez había prometido no hacerlo, habían incrementado la tensión de estos sectores con el Ejecutivo.

Los protagonistas

El primer elemento que definió la que se conocería como “Operación Galaxia” fueron los hombres que la pusieron en marcha. Y, de ellos, el más destacado fue el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina.

Nacido en Málaga el 30 de abril de 1932, Tejero había ingresado en la Academia General Militar en 1951, formando parte de la X Promoción. Es decir, pertenecía ese subgrupo de oficiales de la Academia General Militar que el historiador Fernando Puell de la Villa vincula con los postulados más duros del franquismo, y más cercanos a la mentalidad que encarnaban los alféreces provisionales.

El teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, junto con dos de sus hijos, en régimen de prisión atenuada tras la Operación Galaxia. Madrid, 8 de diciembre de 1979.

El teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, junto con dos de sus hijos, en régimen de prisión atenuada tras la Operación Galaxia. Madrid, 8 de diciembre de 1979.

EFE/Manuel H. de León

Estas características ideológicas se veían sobredimensionadas en Tejero por su trayectoria profesional. En febrero de 1975, con solo 42 años y el rango de teniente coronel, fue nombrado jefe de la 512 Comandancia de la Guardia Civil, con sede en Vitoria (Álava). Allí permanecería hasta principios del siguiente año, cuando pasó a mandar la Comandancia más complicada de España: la 511, con cabecera en San Sebastián (Gipuzkoa). En este destino asistió al inicio de la ofensiva terrorista de ETA, que tuvo como objetivos fundamentales a los miembros de la Guardia Civil y de la Policía Armada, y del proceso preautonómico en las provincias vascas.

Precisamente, su negativa a aceptar la ikurriña provocó su cese por el ministro de la Gobernación Rodolfo Martín Villa en enero de 1977, tras lo cual fue nombrado en febrero jefe de la 251.ª Comandancia de la Guardia Civil (Málaga). De nuevo tendría problemas con sus superiores, al impedir una manifestación, previamente autorizada por el gobernador civil, el 8 de octubre de 1977. Esa misma noche Tejero fue cesado y arrestado.

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Adolfo Suárez saluda a Juan Carlos I en un encuentro en 1976. Tras Suárez, en el centro de la imagen, Rodolfo Martín Villa. 

EFE/jt

El militar quedó en libertad el día 12, con motivo de la festividad de la Virgen del Pilar –patrona de la Guardia Civil–, y pasó a situación de “disponible” en la ciudad de Badajoz, dentro de la II Zona de la Guardia Civil. Pocos meses después, en febrero de 1978, recibió un mando importante: la Jefatura de la Agrupación de Destinos de la Dirección General de la Guardia Civil, en la calle Guzmán el Bueno (Madrid).

Este destino lo consiguió gracias a la influencia de un azul: José Utrera Molina, antiguo ministro secretario general del Movimiento en gobiernos de Franco. El favor solo puede explicarse por las excelentes relaciones que el teniente coronel mantenía con este grupo político, gracias a su íntimo amigo Juan García Carrés, presidente del Sindicato Nacional de Actividades Diversas entre 1970 y 1977.

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Carrés le puso en contacto con el teniente general Iniesta Cano (director general de la Guardia Civil de 1972 a 1974) y José Antonio Girón de Velasco (ministro de Trabajo entre 1941 y 1956), hombres con los que siempre se identificó y que le ayudaron cuando se encontró en dificultades o necesitó apoyo para llevar a cabo sus actividades golpistas.

Fue justamente en Madrid cuando se convenció de la necesidad de poner fin al naciente sistema democrático. Sin embargo, era consciente de que organizar un golpe de Estado era inviable, al no existir el suficiente consenso en el seno de las Fuerzas Armadas para planificarlo ni un líder militar indiscutido para liderarlo. Sin embargo, pensaba que, si alguien tomaba la iniciativa, realizando un golpe de mano espectacular, el resto de las unidades le seguirían, ya que el malestar era profundo entre los militares. Bajo esta premisa Tejero diseñó la operación.

El capitán de Infantería Ricardo Saenz de Ynestrillas Martínez, que participó en la Operación Galaxia, en una imagen de 1981.

El capitán de Infantería Ricardo Saenz de Ynestrillas Martínez, que participó en la Operación Galaxia, en una imagen de 1981.

EFE/ra

Su compañero en esta acción sería el capitán de Infantería, destinado en la Policía Armada, Ricardo Sáenz de Ynestrillas Martínez, otro azul que había pertenecido a la X Bandera de la Legión y al que ETA asesinó el 17 de junio de 1986.

El plan

El objetivo de la operación era el palacio de la Moncloa, que debía ser ocupado por unidades de la Guardia Civil mandadas por Tejero durante la celebración de un consejo de ministros (un viernes). Esta acción permitiría capturar a todos los miembros del Ejecutivo, creando un vacío de poder. Paralelamente, Ynestrillas, con efectivos de la Policía Armada, tomaría los puntos más sensibles de la capital para coadyuvar al éxito de la operación.

La ausencia de gobierno y el control de Madrid serían los detonantes para una intervención del resto de las guarniciones, que pondrían fin a la democracia. Los dos militares decidieron que el mejor día para desarrollar esta operación sería el viernes 17 de noviembre de 1978 por cuatro razones.

La primera era que estaba programado un ejercicio de tiro en la Agrupación de Destinos de la Guardia Civil, lo que permitiría a Tejero disponer de los hombres necesarios para tomar la residencia del presidente del Gobierno.

En segundo lugar, ese viernes estaba cercano a una fecha importante, el 20 de noviembre, aniversario de las muertes del general Franco y de José Antonio Primo de Rivera. El acontecimiento reuniría en Madrid a miles de simpatizantes de la extrema derecha, que podían apoyar a las unidades golpistas para poner fin a cualquier resistencia.

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Llegada de los restos mortales de Francisco Franco al Valle de los Caidos para ser enterrado. 

EFE

En tercer lugar, Juan Carlos I estaba de viaje oficial en México, lo que le impediría oponerse en persona a los golpistas. Por último, el ministro de Defensa, Manuel Gutiérrez Mellado, se encontraba en Cartagena (Murcia).

La conspiración

Este plan tenía, sin embargo, dos inconvenientes. El primero, que Ynestrillas no tenía tropas bajo su mando. Y el segundo, que el teniente general Federico Gómez de Salazar, capitán general de la I Región Militar, era reacio a cualquier intervención del Ejército y tenía bajo su mando la unidad más poderosa de este, la División Acorazada (DAC) Brunete n.º 1, acuartelada en los alrededores de Madrid, que podía acabar con las fuerzas golpistas sin dificultad.

Por ello, los organizadores necesitaban realizar otras dos acciones complementarias para que la toma del palacio de la Moncloa no fuera un hecho aislado y fracasado. Por un lado, dotar de tropas al capitán para que pudiera realizar la parte de la operación que tenía encomendada. Por otro, contactar con algunos mandos de la DAC para que les ayudaran o, al menos, se mantuvieran pasivos durante el golpe de Estado.

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Manuel Gutiérrez Mellado (izqda.) y Adolfo Suárez. 

Otras Fuentes

Para lograr ambos objetivos, Tejero e Ynestrillas mantuvieron una serie de reuniones con jefes y oficiales del Ejército y de la Policía Armada en los que confiaban.

El primer encuentro lo mantuvieron con el comandante Manuel Vidal Francés, destinado en la Academia Especial de la Policía Armada, para proponerle que se hiciera con el control de este centro, incluso por la fuerza, destituyendo a su jefe, el teniente coronel Manuel García de Polavieja Novo. Esta acción permitiría sumar a la operación los 1.200 hombres del batallón de alumnos de dicho establecimiento.

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El segundo encuentro fue con el comandante Joaquín Rodríguez Solano y el capitán José Alemán Artiles, destinados en la 14.ª Bandera de la Policía Nacional, con el mismo objetivo: incorporarlos a la operación involucionista.

El tercero, el 5 de noviembre, con el comandante Ricardo Pardo Zancada, destinado en el Estado Mayor de la DAC y amigo de Ynestrillas. Tejero, tras explicarle el plan previsto, afirmó que contaba con el apoyo de efectivos de la Guardia Civil y de la Policía Armada, especialmente de la Academia y de alguna de las Banderas Móviles. Pardo preguntó qué pasaría después, a lo que Tejero muy tranquilo contestó: “Todo está preparado”.

PROCESO 23-F: Madrid, 16-2-1982.- El coordinador del servicio de seguridad, General Urrutia, al que acompañan, entre otros cargos militares, el Teniente Coronel, Manuel Fernandez Monzón (2d), y por parte de la Secretaría de Estado, el periodista, Carlos Abellá (3i), preside la rueda de prensa celebrada en la sala del servicio geográfico del Ejercito, donde el próximo día 19 dará comienzo el juicio en relación al golpe de Estado del 23 de Febrero de 1981. EFE SPAIN COUP ATTEMPT 23F: MADRID, 16/02/1982.- Press Conference of Army and Government Speakers previous to the beguinnig of the Court-Martial for the the attempted coup d'état of Lieutenant Colonel Tejero in the Congress of Deputies during the second vote of investiture of Leopoldo Calvo Sotelo as Prime Minister. EFE/jgb

El teniente coronel Manuel Fernandez Monzón (segundo por la dcha.) en la rueda de prensa previa al juicio que tendría lugar en 1982 sobre el 23-F.

MANUEL HERNÁNDEZ / EFE

Esta respuesta nos lleva a considerar que los azules estaban en conocimiento de la operación y tenían un plan para ocupar el poder una vez producido el golpe de Estado, como también defendió el teniente coronel Manuel Fernández-Monzón en un informe que envió a Gutiérrez Mellado el 7 de diciembre de 1978. El comandante de la DAC no se incorporó a la operación, pero sí les aseguró que intentaría evitar que las unidades de la división se enfrentasen a ellos.

El cuarto y definitivo encuentro se produjo el sábado 11 de noviembre en la cafetería Galaxia, en el madrileño distrito de Moncloa. Los asistentes fueron Tejero, Ynestrillas, Rodríguez Solano, Vidal Francés y Alemán Artiles, y su objetivo fue perfilar de forma definitiva la operación.

En los bajos del edificio Galaxia, en Madrid, se hallaba la cafetería de mismo nombre donde se gestó el intento golpista de Tejero y Sáenz de Ynestrillas.

En los bajos del edificio Galaxia, en Madrid, se hallaba la cafetería de mismo nombre donde se gestó el intento golpista de Tejero y Sáenz de Ynestrillas.

Malopez 21 / CC BY-SA 4.0

El teniente coronel de la Guardia Civil explicó que tomaría el palacio de la Moncloa con la compañía de la Guardia Civil que debía efectuar ejercicios de tiro ese día. Paralelamente, los efectivos de la Academia Especial de la Policía Armada y de la 14.ª Bandera ocuparían los puntos clave de la capital.

Los cinco militares se mostraron de acuerdo con este plan, porque cuatro días después, el miércoles 15, Ynestrillas telefoneó al comandante Vidal Francés y le comunicó: “Todo está preparado para el día 17”.

La desarticulación

Esta llamada significó el fin de la operación. Vidal Francés decidió informar a su jefe, García de Polavieja, de lo que se estaba preparando. Inmediatamente este teniente coronel alertó al general José Timón de Lara, inspector general de la Policía Armada, que a continuación se puso en contacto con su antiguo compañero José María Bourgón López-Dóriga, director del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID).

Este general avisó al teniente coronel Andrés Casinello Pérez, jefe del Servicio de Información de la Guardia Civil (SIG), quien informó a Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado de lo que se estaba tramando.

Manuel Gutiérrez Mellado con Federico Gómez de Salazar (dcha.) en una imagen de 1978.

Manuel Gutiérrez Mellado con Federico Gómez de Salazar (dcha.) en una imagen de 1978.

EFE/aa

El presidente y el vicepresidente del Gobierno ordenaron reforzar la seguridad del palacio de la Moncloa y detener a Tejero e Ynestrillas el 16 de noviembre. En la madrugada del 17, en el edificio de la Capitanía General de la I Región Militar, Gómez de Salazar les tomó la primera declaración en presencia del auditor general del Ejército del Aire, José de Diego.

El consejo de guerra y la sentencia

Los dos responsables del intento de golpe de Estado fueron sometidos a un consejo de guerra que se celebró el 7 de mayo de 1980. La sentencia fue muy benévola: siete meses y un día para Tejero, y seis meses y un día para Ynestrillas, “con las accesorias para ambos de suspensión de empleo y de suspensión de todo cargo público, profesión, oficio y derecho de sufragio durante el tiempo de sus respectivas condenas, que no les será de abono para el servicio”.

Estas penas fueron justificadas por los militares integrantes del tribunal, que consideraron que los acusados, “profundamente preocupados por los progresivos ataques a los componentes de las Fuerzas Armadas y del Orden Público perpetrados principalmente en las provincias del Norte por el terrorismo separatista, pensaron en la posibilidad de poner fin a tal estado de cosas”.

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Los acusados, que llevaban encarcelados más tiempo del que habían sido sentenciados, fueron puestos en libertad.

Nada más pisar la calle, el teniente coronel se puso a pensar en un nuevo golpe de Estado cuyo objetivo sería el edificio de la Carrera de San Jerónimo… Aunque esta vez no tendría por compañero a Ynestrillas, sino a dos de los generales más prestigiosos del Ejército: Jaime Milans del Bosch y Alfonso Armada Comyn.

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