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Meyers posa con la camiseta de los Pacers (foto: corbisimages.com)
  • Posiblemente la mejor jugadora de baloncesto de todos los tiempos, Ann Meyers, estuvo a punto de cambiar la historia de la NBA cuando en 1980 fichó por Indiana Pacers. Una historia que va más allá del baloncesto

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Meyers posa con la camiseta de los Pacers (foto: corbisimages.com)
"La vida debe ser mejor y más rica y más plena para todos, con la posibilidad de cada uno de acuerdo a la capacidad o rendimiento", James Truslow Adams

Ann Meyers (1.75 de estatura) será para unos, la mayoría, un nombre desconocido, para otros, una pionera y posiblemente la mejor jugadora de baloncesto de la historia, pero ante todo y para todos, ha de ser la encarnación de aquel sueño americano que desde siempre se nos ha vendido desde el otro lado del atlántico.

Nacida en 1955, en San Diego, California. La historia de Meyers es la de una mujer que desde muy temprano pasó a formar parte de la Historia del deporte. Nacida para el deporte, en su época de instituto forma parte de los equipos de softball, badminton, hockey hierba, tenis, además, por supuesto de baloncesto, sumando en total trece títulos de MVP en secundaria y liderando al equipo de baloncesto de la Sonora High School, con la que conseguía un registro de 80 victorias y 5 derrotas.

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Meyers en su época de UCLA (foto: www.ucla.edu)
Sus méritos como jugadora de instituto le valieron dos hitos históricos. Uno, ser la primera jugadora de instituto que forma parte de la selección absoluta de los Estados Unidos, el otro, ser la primera mujer que conseguía una beca deportiva para la Universidad, en este caso la afamada UCLA. En estos primeros años, desde su debut en la selección absoluta, hasta que dejara la Universidad en 1979, su nombre empezaba a sonar con fuerza en el imaginario colectivo estadounidense gracias a los éxitos en la selección, con quien lograba el campeonato Panamericano en 1975, subcampeonato Olimpico en el 76, plata en el campeonato mundial universitario en el 77, campeonato mundial del 79 y plata de nuevo en el Panamericano de ese mismo año. Todo ello coronado con el título universitario y un cuádruple doble histórico.

Pero el gran momento de la carrera de Ann Meyers llegaba en 1979. A finales de verano, en el septiembre de ese año, Sam Nassi, el nuevo propietario de los Indiana Pacers anunciaba el fichaje de la jugadora por cincuenta mil dólares al año. El talento indiscutible de la californiana se colaba en la liga masculina, el sueño americano empezaba a rozar la realidad. Por si fuera poco, se hacía con todo tipo de honores y fanfarrias, desde la casa californiana del nuevo presidente, en una operación de marketing pocas veces conocida hasta entonces. Entre tanto, la joven Ann, con su sonrisa impecable, derrochaba la ilusión juvenil de quien no cree en los imposibles.

Y si no imposible, cambiar las reglas, se antojaba terriblemente difícil, por tanto, muchos iban a ser los problemas con los que iba a chocar el sueño de Ann. El primero llegaba desde dentro, sus propios compañeros veían con recelo aquello de tener que jugar al lado de una mujer, más aún tener que competir por un sitio en el equipo con ella. Tampoco las ligas, ni masculina (NBA), ni femenina (WPBL), estaban de acuerdo con la situación, para ambos, la lógica decía que una mujer no podía jugar con hombres y en el caso de la liga femenina, temiendo perder a uno de los grandes atractivos. Por último, quienes más cerca se encontraban de ella tampoco lo veían con buenos ojos, en primer lugar su hermano Dave, jugador de los Milawaukee Buks, quien temía por su integridad física y por descontado, el entrenador de aquellos Pacers, quien trataba de evitar tener que tomar una dolorosa decisión intentando convencerla de tirar la toalla. Pero Meyers se negaba a renunciar a su sueño.

Finalmente Ann se dio de bruces con la realidad. Sus condiciones para el desarrollo del juego eran incuestionables, pero su nivel físico estaba muy por debajo del que mostraban el resto de sus compañeros. Las imágenes de aquellos entrenamientos muestran a una Ann Meyers luchando contra los elementos. Como la Armada Invencible, la californiana se veía superada y vencida por lo que no podía controlar. Así llegó la decisión final, los Pacers no contarían con la jugadora número 15. Pese a lo cual, ella nunca perdió la sonrisa, consciente de haber dado siempre el máximo de sí misma y por tanto, satisfecha por el trabajo realizado.

El fin de una historia sirvió para dar comienzo a otra, la que llevó de nuevo a Meyers a competir frente a jugadoras de su mismo sexo y volver a ser cabeza de ratón en lugar de cola de león. En la WLBP logró el MVP compartido en su segunda temporada, la 79-80, en la que jugó con el New Jersey Gems, después de haber sido la primera jugadora elegida en el draft de la liga en 1978. La desaparición de la WLBP en 1981 llevó a Meyers a la televisión, donde ganó tres años consecutivos el Women's Superstar, un show en el que se enfrentaban deportistas de élite en distintas disciplinas. 

Pese a todas las dificultades pasadas, Meyers nunca perdió esa sonrisa que la convertía en una mujer única y que la llevó a ser uno de los iconos de la cultura popular estadounidense durante la década de los ochenta. Tras la retirada, la californiana volvía a la NBA, esta vez de la mano de Phoenix Suns y como parte de la dirección deportiva del equipo. También forma parte de la franquicia femenina de la ciudad, el Phoenix Mercury, que bajo su dirección ha logrado dos anillos de la WNBA, en 2007 y 2009. El amplio historial de la mítica jugadora se completa con más de 25 años como comentarista de la NBA en las televisiones más importantes del país (ESPN, CBS o NBC).

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Celebración del título de la WNBA (foto: www.wnba.com)
Por último, y para hacernos idea de la magnitud del personaje del que estamos hablando, tan sólo enumerar alguno de los honores que ha recibido esta mujer desde que pasara a formar parte de la historia del baloncesto. En 1985 entra a formar parte del Salón de la fama del deporte femenino. En 1988 es la primera mujer en ingresar en el Salón de la fama de la Universidad de UCLA. En 1990, su camiseta con el número 15 es retirada por UCLA en un evento en el que se retiran también las camisetas de jugadores de la talla de Abdul-Jabbar o Bill Walton. En 2001 recibe el premio Wooden como una de las mejores jugadoras americanas de todos los tiempos (Wooden All-Time All-American). En 2007 entra en la primera promoción del Salón de la fama FIBA junto con otros dos norteamericanos, Bill Russel y el entrenador Dean Smith y junto con mitos del baloncesto europeo como Drazen Petrovic, Fernando Martín, Radivoj Korac o Nikos Galis entre otros.

Así es y así fue la historia de Ann Meyers, mito, leyenda y realidad de la jugadora de la eterna sonrisa.

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Sobre el autor

 
Imagen de dmarzo Daniel Marzo @Marzo_sPeriodista e historiador. Buscando convertir la pasión en profesión. #basketfem, CAI, historias y lo que se tercie
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Comentarios

Sinceramente, creo que no exagero si digo que es uno de los artículos más interesantes que he leído en años

La historia es curiosa, en ACB.com también hubo un artículo con el mismo tema y comentaba que la diferencia física era brutal, que ella hacía lo mismo un segundo más tarde...

Yo considero que aun asi la tenian que haber dejado jugar.

Un achuchon.
EDU

Sin duda un clarísimo ejemplo de superación. La pena es que esa es la realidad, que las mujeres no tienen el físico de un hombre, y eso pesa en deportes de élite como estos. Nunca seremos del todo iguales. De todas maneras, habría que haberla visto en un partido y valorarlo nosotros.

Está claro que hombres y mujeres no son físicamente iguales (por suerte), y que en deportes donde la fuerza y el tamaño corporal como el baloncesto o el rugby, las mujeres no son rivales para los hombres... Claro que vaya mierda puntuación le darían a un tío en gimnasia rítmica, o en natación sincronizada... que los habrá que la practiquen... pero estéticamente...puafff

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