Espías y agentes secretos

Ian Fleming, el escritor que inventó a James Bond

Foto: Cordon Press

Nacido el 28 de mayo de 1908 en Londres, Ian Fleming, el escritor británico creador de James Bond, el inimitable agente del servicio secreto británico "al servicio de Su Majestad", fue miembro de una familia de aventureros y emprendedores. Su padre fue un diputado conservador que murió durante un bombardeo en el año 1917, su abuelo fundó la banca Fleming y su hermano fue explorador, soldado y escritor de viajes. Pero lo que muy pocos saben es que Fleming fue un hombre muy parecido a su personaje, ya que trabajó para el Servicio de Inteligencia Naval durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y actuó como espía hasta principios de la década de 1950.

De estudiante irreverente a inspirador de la"Operación Mincemeat"

La madre de Fleming, Evelyn, estaba decidida a que su hijo se convirtiera a toda costa en un magnífico estudiante, y para lograrlo lo matriculó junto a su hermano Peter en un rígido internado de Dorset dirigido por un excéntrico director llamado Tom Pellat. La estricta educación que se impartía en el centro conllevaba palizas y unas condiciones de vida realmente espartanas. Ian tampoco hizo muchos amigos allí y en una carta dirigida a su madre se quejaba amargamente de sus compañeros: "Me temo que no me gusta mucho la escuela. No sé lo que hago entre tanta gente. Me temo que no he hecho muchos amigos, son tan sucios e insolentes...". En 1821, Ian se matriculó durante un semestre en la prestigiosa escuela de Eaton. Allí se hizo más evidente que nunca su poca brillantez académica, aunque el joven la compensó con sus innegables dotes en atletismo, deporte con el que consiguió varios premios. Pero Ian era indisciplinado, le apasionaban los coches y las mujeres. Por todo ello, su madre al final lo inscribió en la Real Academia Militar de Sandhurst, con la esperanza de que una educación militar acabara con la rebeldía de su hijo, pero no fue así. Ian contrajo gonorrea en alguna de sus múltiples correrías nocturnas, por lo que fue expulsado del centro. Desesperada por todos estos fracasos, su madre lo acabó matriculando en la escuela Tennerhof, en Austria, con la esperanza de que allí obtuviera la formación adecuada para trabajar en el Foreing Office, aunque no aprobaría el examen de ingreso. Al final, y gracias a algunos contactos familiares, Ian logró un empleo en la agencia de noticias Reuters, donde trabajó dos años como corresponsal.

Su madre lo inscribió en la Real Academia Militar de Sandhurst, con la esperanza de que una educación militar acabara con la rebeldía de su hijo, pero no fue así.

Pero en 1939, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la vida de Ian Fleming daría un vuelco inesperado cuando el almirante John Henry Godfrey, responsable de la Inteligencia Naval, lo reclutó como analista con el grado de teniente. Fleming muy pronto fue ascendido y se le encargó la coordinación de los distintos servicios de información. Ya en la unidad de operaciones encubiertas, y con el nombre en clave de Agente 17F, Fleming redactó el llamado Memorando de la trucha, una guía que contenía diversas propuestas encaminadas a engañar a los alemanes y a las potencias del Eje durante la guerra. Entre las cincuenta y una propuestas se encontraba una que consistía en lanzar al mar un cadáver con documentación falsa (Fleming se inspiró para ello en el libro de un antiguo espía llamado Basil Thomson). En esta propuesta se basaría la Operación Mincemeat, en la que un cadáver lanzado al mar por los aliados portaba documentos falsos para hacer creer a los alemanes que los aliados planeaban invadir Grecia en lugar de la isla de Sicilia. Ese mismo año, Fleming comenzó una larga y tormentosa relación con Ann Charteris (por entonces Ann O'Neill), una mujer casada y que a la vez mantenía una relación con otro hombre.

 

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Goldeneye, la casa donde "nació" James Bond

Al finalizar la contienda, en 1945 Fleming consiguió un puesto en The Sunday Times. Compaginó su trabajo en el periódico con largas temporadas en una pequeña ciudad jamaicana llamada Oracabessa. Allí compró un pequeño hipódromo de burros que pensaba convertir en su residencia, a la que bautizó con el nombre de Goldeneye. Existen dos teorías que explicarían la elección de ese curioso nombre para la casa. Una es que Fleming lo tomó de la misión del mismo nombre encaminada a defender Gibraltar de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y la segunda hipótesis sugiere que procede de la traducción del nombre de la población jamaicana de Oracabessa: "Cabeza de oro" (hay incluso quien apunta la posibilidad de que el nombre provenga de una antigua tumba española en la que se encontró una cabeza con un ojo dorado).

Cuando por fin Fleming consiguió cierta estabilidad profesional y económica, compró un terreno en Jamaica. Allí construyó la vivienda en la que pasaba largas temporadas y donde escribió la serie de libros de James Bond.

Cuando por fin Fleming consiguió cierta estabilidad profesional y económica, compró un terreno en Jamaica. Allí construyó la vivienda en la que pasaba largas temporadas y donde escribió la serie de libros de James Bond.

Foto: CC

En Jamaica, Fleming compró un pequeño hipódromo de burros que pensaba convertir en su residencia, a la que bautizó con el nombre de Goldeneye.

Una vez instalado en su mansión jamaicana, Fleming pudo por fin escribir su primera novela de espías, un proyecto que llevaba rondándole desde el estallido de la guerra. Sentado frente a su máquina de escribir, lo primero que hizo el escritor fue pensar un nombre para el protagonista de su obra. Y, aunque pueda parecer extraño, James Bond no fue el primero que le vino a la mente. Según unos borradores descubiertos en el año 2013, la famosa frase con la que se presentaba el famoso espía, y que todo el mundo conoce, hubiera podido ser: "Me llamo Secrètan, James Secrètan". Y es que este fue el primer nombre que se le ocurrió a Fleming. De hecho pretendía ser un homenaje a Charles Secrètan, un filosofo francés del siglo XIX, aunque al final, y sin que sepamos la causa, pronto olvidó ese nombre (o se le hicieron olvidar) y rebautizó a su personaje con el nombre que ha pasado a la historia, y que en realidad es el de un conocido ornitólogo estadounidense llamado James Bond. Para el aspecto físico de su seductor espía, el agente 007, un hombre curtido, de piel morena y con una altura considerable (1,89 m), Fleming se basó en la apariencia de actores como David Niven o Hoagy Carmichael.

Hoagy Carmichael fue uno de los perfiles en los que se inspiró Ian Fleming para crear la imagen de su personaje, James Bond.

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Foto: CC

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Una vida frenética

En Goldeneye, Fleming vivió apasionados romances, pero sería con la bella Ann Charteris con quien mantuvo la relación "más estable". Ann estaba casada por aquel entonces con su segundo marido, el vizconde de Rothermere, a quien mentía cuando decía que viajaba a Jamaica para ver a su amigo Noel Coward. Una vez viuda, y a pesar de las reticencias de Fleming a perder su soltería, Fleming y Charteris se acabaron casando en 1952. El matrimonio, al igual que hasta entonces su relación, fue un frenética sucesión de sexo salvaje, alcohol e infidelidades por ambas partes que culminó con el nacimiento de su hijo, Caspar, el cual se suicidaría en 1975 a los 23 años tomando una sobredosis de drogas (para el niño escribió Ian Fleming su única historia infantil, Chitty Chitty Bang, publicada en 1964, dos años después de la muerte del escritor, y que sería llevada al cine en 1968).

Fleming y Charteris se acabaron casando en 1952. El matrimonio, al igual que hasta entonces su relación, fue un frenética sucesión de sexo salvaje, alcohol e infidelidades por ambas partes que culminó con el nacimiento de su hijo, Caspar.

El 13 de abril de 1953, Fleming publicó su primera novela protagonizada por James Bond: Casino Royale. El resultado fue un rotundo éxito. A esta le siguieron Vive y deja morir (1954), Diamantes para la eternidad (1956), Desde Rusia con amor (1957), Agente 007 contra el Dr. No (1958), Goldfinger (1959), Thunderball (1961) o El hombre de la pistola de oro (1965). El agente secreto creado por Fleming es un amante de los juegos de azar y la velocidad, que no tardaría en convertirse en el prototipo de guapo playboy de finales de los años cincuenta, un hombre que por su condición de agente secreto podía permitirse el empleo de los artilugios tecnológicos más avanzados de la época y, como no, también sabía disfrutar de los productos más refinados (es un auténtico gourmet) y, claro está, en los mejores locales del mundo. Bond inventó un famoso cóctel llamado Vesper, y ha pasado a la historia su manera de pedirlo: "Agitado, no mezclado". Por supuesto, también se ha convertido en inmortal su modo de presentarse: "Me llamo Bond, James Bond".

Ian Fleming (derecha) conversa con Sean Connery en 1964 tras el estreno de Goldfinger. Connery fue uno de los actores que interpretaron a James Bond durante más tiempo.

Ian Fleming (derecha) conversa con Sean Connery en 1964 tras el estreno de Goldfinger. Connery fue uno de los actores que interpretaron a James Bond durante más tiempo.

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Un personaje inmortal

Ian Fleming fumaba tres paquetes de cigarrillos al día elaborados con una mezcla de tabaco turco y de los Balcanes, y además bebía bastante. A principios del año 1964, la salud del escritor se había deteriorado visiblemente. Tras disputar una partida de golf en Pascua, Fleming regresó a casa con la ropa mojada y a causa de ello desarrolló una pleuresía. Tras una lenta recuperación, el día en que era escogido capitán del club de golf de la Royal St. George, Ian Fleming moría de un ataque al corazón justo después de cenar. Era el 11 de agosto de 1964. Tras su muerte, el legado de Ian Fleming sigue más vivo que nunca. Su carismático agente secreto, cuyas apariciones en la gran pantalla han encarnado actores como Barry Nelson, David Niven, Sean Connery (sin duda el Bond más famoso y longevo), Roger Moore, George Lazenvi, Timothy Dalton, Pierce Brosnan, hasta el actual, Daniel Craig, dan fe de la vigencia de un personaje que, con sus virtudes y defectos, ha logrado sobrevivir y prosperar a lo largo del tiempo, convirtiéndose en el héroe de sucesivas generaciones de lectores y espectadores.