Ana Bolena

El giro que dio la vida de Ana Bolena fue inesperado. Pocos imaginaban que iba a pasar del trono al cadalso. Enrique VIII se encaprichó de ella cuando servía como dama de honor de su primera esposa, Catalina de Aragón. Terminó enamorándose perdidamente de ella, hasta el punto de romper con la iglesia para tener vía libre para casarse. Sin embargo, al no obtener de ella el ansiado heredero varón que deseaba perdió el interés y urdió un plan para quitársela de en medio. Ana Bolena acabó siendo acusada de alta traición y adulterio, por lo que fue condenada a muerte. Las instrucciones para la decapitación de Ana Bolena fueron dictadas al milímetro por el rey de Inglaterra, que trajo expresamente de Francia un verdugo que fuera diestro en el uso de la espada, dado que el hacha podría alargar su sufrimiento por no ser tan certero. La que al principio fue juzgada por el pueblo como una vulgar oportunista, finalmente fue vista como la víctima de un monstruo despiadado.