Hay muchos directores que han hecho películas sobre su infancia. Ya sea Spielberg, Almodóvar, Bergman o Cuarón, lo cierto es que es una apuesta que suele apetecer al público. A los cinéfilos nos gusta aprender más de los directores, nos sentimos identificados con los relatos de esos jóvenes que crecen enamorándose del cine... Suele ser algo personal, una especie de confesión. Entendemos que sea algo usual, y muy apreciado. Pero nadie, nadie lo hizo como Federico Fellini en 1973 con 'Amarcord'. Que Federico Fellini es un maestro de la meta-narrativa ya queda muy claro en la que es, quizás, su mejor película. 'Fellini: Ocho y medio' ya plantea varios pasajes y personajes propios salidos de los recuerdos, que aparecen en 'Amarcord'. Sin embargo, con la película que le dio a Fellini su cuarto Oscar, con la cinta que se convirtió en su último éxito de crítica y público, Fellini hizo algo más que el resto, soñó.

amarcord fellini 1973
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Obviamente, cuando uno echa la vista atrás y parte de un relato biográfico, suele decorar o modificar cosas, ya sea por aumentar el interés de la trama o por puro decoro personal. Sin embargo, cuando alguien vuelve la vista atrás, el realismo de su mirada, el retrato, suele volverse nostálgico, evocador, sabio, reflexivo. Es decir, todas estas películas sobre directores adultos recordando sus años infantiles son simplemente eso, adultos recordando y contando su infancia. Fellini, que parecía tener la llave de la puerta que lleva al mundo de los sueños siempre en su bolsillo, logró crear esta película como si fuese un niño. No son sus recuerdos de niño filtrados por la mente de un adulto. 'Amarcord' es un juego, una fantasía que da la sensación de estar viva, una película que parece haber borrado por completo la unión entre el realismo y lo onírico con la excusa de contarnos recuerdos cuya veracidad es lo de menos. Fellini filmó una historia con el mismo realismo con el que vuela un juguete para un niño mientras lo sostiene y agita con la mano.

Pero no vayamos tan rápidos, que entendemos que puede que haya espectadores que todavía no hayan tenido el placer de disfrutar de la película. Aunque Federico Fellini era célebre por su trabajo con estrellas de la talla de Marcello Mastroianni o de su esposa, Giulietta Masina, en 'Amarcord' creó un relato coral repleto de ajenos a la actuación. Para poblar el pueblo de Rímini en el que creció no tiró de las enseñanzas del neorrealismo italiano precisamente. No volvió a las calles de su pueblo, creó un enorme decorado en Roma y filmó sus recuerdos en un plató que pudo manejar en su totalidad, regalándonos incluso un mar de plástico que a nadie le acaba importando (lo dicho, el avión de juguete que "vuela" llevado por una mano). Los actores también tenían que salir de sus recuerdos inventados, y no de una escuela de interpretación o una alfombra roja. Escogió a los actores mediante fotografías, sin importar que actuasen mejor o peor. Durante el rodaje en los diálogos solo contaban o decían lo que se les ocurría, y luego les doblaba. Vamos, que el italiano no volvió sobre sus pasos para encontrar su infancia, creó e hizo que su infancia fuese lo que había imaginado.

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Junto con el poeta Tonino Guerra, Fellini escribió un guion en el dialecto local que, después, tradujeron a italiano intentando conservar acentos y expresiones. El libreto, junto con el propio Fellini como director, también estuvieron nominados al Oscar en una época dónde las nominaciones en categorías generales a películas de habla no inglesa era bastante más rara que ahora. Sin embargo, si hay un departamento más allá del de Fellini que, en su momento, no obtuvo el reconocimiento merecido, fue el de la música. La banda sonora de 'Amarcord', compuesta por el legendario, el genio, Nino Rota, es sin duda una de las mejores de la historia del cine, y parte fundamental del tono tan especial de la película.

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Pero volvamos a Fellini. Como toda gran obra maestra, 'Amarcord' parece sencilla, juguetona y azarosa cuando es realmente compleja. Podríamos decir que el protagonista es el joven encarnado por Bruno Zanin, y que todo sucede alrededor de su familia protagonista. Pero, de nuevo, esto no es una película biográfica más. Más allá de que esta familia no es la de Fellini sino que está inspirada en la de un amigo de su niñez, en muchas otras escenas parecemos navegar de un protagonista a otro, convirtiendo la película en una narración grupal. Y tampoco olvidemos que, en otras ocasiones, los personajes miran y hablan a cámara, convirtiendo a esta, a nosotros, en un sujeto más, quizás en el más cercano a la posición del propio Fellini en la historia.

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Lo importante de esta mezcolanza de narrativa y puesta en escena es el conjunto. 'Amarcord' alterna recuerdos sexuales propios de la juventud con relatos fantásticos de un historiador, pasando por eventos históricos del pueblo (como el paso de ese gigantesco barco) o fantasías tan oscuras como el desfile fascista en dónde un retrato de Mussolini hecho con flores canta... Una sátira del fascismo donde aparece el conocimiento del adulto que Fellini nunca niega, pero donde permanecen los ojos juguetones del niño. El secreto de 'Amarcord' no se puede definir en palabras, aunque intentamos al menos describirlo para acercarnos a ello. De lo más cercano y empático a lo más fantasioso y distante, 'Amarcord' retrata las gentes de un único lugar pero siempre parece algo en movimiento, desvaneciéndose, alejándose, siendo olvidados.

Las particularidades de los profesores, los secretos de confesión con el cura, el trasero de las agricultoras o los pechos gigantes de la estanquera... El padre antifascista que no gusta de trabajar, el hermano loco que solo quiere "una donna", ese pavo real en la nieve y ese baile en la niebla... Hay mucho que comentar pero podemos decir que 'Amarcord' es como su personaje más recordado, "La Gradisca", esa guapa del pueblo que es mucho más, una estrella atrapada en la vida de una persona normal que, sin embargo, llora de pena cuando se aleja de los suyos. Lo cierto es que nunca sabremos cómo fue la infancia de Fellini, y quizás tampoco queramos hacerlo. Él prefirió contar la verdad con mentiras, recordar inventando y soñar trabajando. No recordó su niñez, se convirtió en un niño y nos regaló la fantasía juvenil más verdaderamente infantil de la historia del cine. Y es que ser pequeño no es aprender, madurar o vivir nuevas experiencias, es soñar y deformar la realidad a través de tu mirada para, sin embargo, así comprenderla.

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Eso mismo logró Fellini seguir haciéndolo hasta el día de su muerte, y tuvo a bien encapsular esa visión del mundo en una filmografía inalcanzable. El secreto de la misma está en 'Amarcord', una muestra de como contar una infancia... Si eres un genio, claro.

'Amarcord' está disponible actualmente en España a través de la plataforma Filmin.

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Rafael Sánchez Casademont

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática.

Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Incluso tiene su lado erótico, pero limitado, lamentablemente, a seleccionarnos lo mejor de series y películas eróticas. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes.

Tras 5 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino. 

Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación. 

Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.