Por qué en el Casco Viejo de Bilbao hay un club de gordos (y otras muchas curiosidades)

Flâneur con boina

Por qué en el Casco Viejo de Bilbao hay un club de gordos (y otras muchas curiosidades)

Una ruta llena de direcciones sorprendentes que cuentan la historia del centro de Bilbao.

El Casco Viejo de Bilbao, corazón de la capital vizcaína, está lleno de detalles que suelen pasar inadvertidos a ojos de los turistas. Calles con nombres que rememoran la antigua muralla medieval, tiendas centenarias, una fuente en la que tres leones se confunden con un perro, una estrella en el suelo que señala el único punto desde el que se puede ver la basílica y una plaza que, tiempo atrás, fue la Venecia de Euskadi. Coordenadas que conducen a un Bilbao lejos de la influencia del Guggenheim (sí, es posible).

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Siete siglos, Siete Calles

El Casco Viejo de Bilbao, también conocido como “las Siete Calles”, tiene más de siete siglos de antigüedad. Cuando la ciudad se fundó en el año 1300, el núcleo de la villa estaba formado por tres calles: Somera o Goienkale, “la calle de arriba”; Artekale, “la calle del medio”; y Tendería o Dendarikale. Pronto, a estas tres calles iniciales se sumaron otras cuatro: Belostikale, también conocida como la calle de las Pescaderías; Carnicería, actualmente Canicería Vieja, donde se encontraba el matadero de la ciudad que posteriormente fue trasladado a las afueras; Barrenkale, “la calle interior”; y Barrenkale Barrena, “la calle más interior que la interior”. 

Tanto la estructura original de las calles creadas durante la Edad Media como sus nombres siguen siendo los mismos en la actualidad. Por eso se dice que los paseos que se pueden dar hoy por el Casco Viejo son los mismos que daban los bilbaínos en el siglo XIV. 

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Calles de Bilbao
Foto: iStock

Callejeando por el Casco Viejo

De estas tres calles originarias, la más antigua de todas es Somera o Goienkale. En esta misma calle nació, el 27 de enero de 1806, uno de los músicos más célebres de Bilbao, el compositor Juan Crisótomo de Arriaga. El intérprete empezó a tocar el violín de niño y a los once años ya había compuesto su primera obra, titulada Nada y Mucho. Su precoz talento para la música y genialidad como compositor le valieron el apodo de “el Mozart español”. Sin embargo, su prometedora carrera se vio truncada en 1826, cuando contrajo la tuberculosis que le llevó a morir diez días antes de cumplir los veinte años. Pese a su corta vida, tanto la obra como la historia de Arriaga dejaron huella en Bilbao, de ahí que en el número 12 de la calle Somera haya una placa en homenaje al artista y que el teatro más importante de la ciudad, el famoso Teatro Arriaga, lleve su nombre. 

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AVISTANDO BEGOÑA

Si se baja la vista en la Calle Andra Mari, justo donde se encuentra el edificio de la Bolsa, verá una estrella de cuatro puntas incrustada en el suelo. Esta estrella señala el único punto de las Siete Calles desde el que se puede ver, aunque cada vez más difícil por los nuevos edificios que se suman al horizonte de la ciudad, el santuario más importante de Bilbao: la Basílica de Begoña, patrona de Vizcaya, construida en el siglo XVI. Cada 11 de octubre, día de la Virgen de Begoña, acuden a esta basílica peregrinos de todos los pueblos de Vizcaya que caminan durante horas, incluso durante toda la noche, para llegar al santuario y celebrar la festividad. 

Centro Municipal Ibaiondo - Edificio "La Bolsa"
Foto: Shutterstock

La vivienda más antigua

A pocos pasos de la calle Somera, en la esquina entre las calles Jardines y Bidebarrieta, está la casa más antigua de Bilbao. Se desconoce el año exacto en el que se construyó, pero hay documentos que confirman que el edificio fue alzado en el siglo XIV. La casa destaca entre todas las demás por el particular color de su fachada, un rosa poco común que la diferencia del resto de viviendas. Pese a sus más de 700 años de historia, a la casa rosa le ha ido mejor que a la antigua muralla medieval. Hoy no solo se conserva en perfecto estado, sino que además sigue estando habitada. 

En cambio, en el siglo XV, la gran estructura de piedra de seis metros de alto y dos de ancho que protegía la ciudad se derribó para permitir la expansión urbanística de la villa. Sin embargo, pese a que la estructura de piedra desapareció, su recuerdo quedó grabado para siempre en el nombre de dos calles del Casco Viejo. Una es la Calle de la Pelota, llamada así porque, cuando demolieron la muralla, los bilbaínos aprovecharon los restos de piedra para jugar a la pelota y al frontón en esa zona. La otra es la Calle Ronda, cuyo nombre hace homenaje a los turnos de vigilancia que realizaban los soldados en la muralla. En la Calle Ronda, también conocida como “la calle más oscura de Bilbao”, nació el escritor Miguel de Unamuno el 29 de septiembre de 1864. 

Pasarela Nervión Casco viejo Bilabo
Foto: iStock

¿Perros o leones?

Uno de los símbolos más emblemáticos del Casco Viejo es la famosa fuente de piedra del siglo XIX cuya agua brota de las fauces abiertas de tres leones. Pero, siendo estos los animales representados en la fuente, ¿por qué se llama la Fuente del Perro? Existen dos teorías al respecto. La primera apunta a que, cuando construyeron la fuente, los bilbaínos confundieron a los leones por perros porque nunca antes habían visto un león. Esto no es del todo creíble, ya que en aquella época había representaciones de leones en múltiples escudos y cuadros. La otra teoría asegura que, en aquella misma calle, un señor esculpió un león de piedra para asustar a quienes pasaran por delante de su casa y proteger así su hogar. Al ver el resultado, los vecinos se rieron de él y empezaron a llamar a su escultura “el perro”. La burla se popularizó tanto que, con el tiempo, la calle adoptó ese nombre (la Calle del Perro) y por eso la fuente también se llama así.

Otro símbolo recurrente en el Casco Viejo de Bilbao es el escudo del municipio. Aparece cada vez que uno mira los rótulos azules y dorados que señalan los nombres de las calles. El escudo de Bilbao está compuesto por un puente sobre el que caminan dos lobos, un río de olas ondulantes y una iglesia en el lado izquierdo. El río y el puente son en homenaje al río Nervión, punto clave de la economía de la villa desde los inicios, y el primer puente que se construyó sobre este. Los lobos hacen referencia al fundador de la ciudad, Don Diego López de Haro, en cuyo escudo familiar aparecían estos animales. Por último, el edificio presente en el escudo representa la Iglesia de San Antón, que fue construida en 1366 tras derribar un castillo que se encontraba en el mismo punto. Estos cuatro elementos llevan unidos a la ciudad desde su creación en el siglo XIV, por eso conocerlos es conocer la historia de Bilbao. 

Plaza Nueva (Bilbao)
Foto: Shutterstock

Una Venecia improvisada

La Plaza Nueva, situada en el centro del Casco Viejo, fue una vez la Venecia de Euskadi. Cuando el rey de origen italiano Amadeo de Saboya visitó Bilbao en 1871, los bilbaínos decidieron cerrar la plaza y llenarla de agua para rendir homenaje al monarca haciendo una recreación de la ciudad veneciana. Taponaron los accesos, trajeron góndolas y pidieron a los ciudadanos que se vistieran con los trajes típicos de los gondoleros. El pintor Manuel Losada plasmó este curioso suceso en su obra Fiesta veneciana en la Plaza Nueva, pintada en 1946.

 

EL PUENTE DE LAS GÁRGOLAS

Cerca del Casco Viejo se encuentra el Puente de la Merced, sobre el que se alzan ocho antiguas farolas de fundición decoradas con dieciséis gárgolas aladas dispuestas en parejas. Aprovechando una antigua leyenda del siglo XV que aseguraba que, en aquella época, unos extraños seres alados vivían en las zonas boscosas del actual barrio de San Francisco y bajaban de vez en cuando a la villa a repartir amor, felicidad o buena suerte, el ingeniero Manuel Gil de Santibáñez decidió incorporar esas figuras al diseño del puente. Recordando la antigua historia, muchos se acercan a las gárgolas y tocan sus pechos, esperando así que les llegue la buena fortuna. 

Un club de gordos

Cruzando el Puente de la Merced, al otro lado del río Nervión, se encuentra la antigua sede del Club de Gordos de Bilbao. Para entrar a formar parte de este peculiar club fundado en 1953, los interesados debían cumplir una serie de condiciones: ser hombre, pesar más de 100 kg y no practicar ningún deporte. Además, había una mención especial reservada para los miembros que pesaban más de 120 kg, que recibían el título de “socios de honor”. Actualmente, el Club de Gordos de Bilbao ya no existe, pero aún se puede visitar el Restaurante Nikolas, ubicado en la Calle Ledesma 10, en el que antiguamente se encontraba la sede del centro. Se hace obligatorio pedir alguna tapa a la salud de todos aquellos gordos que un día se pasearon por allí.

 

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