De murallas y enfoques restrictivos - Diálogo Político

De murallas y enfoques restrictivos

La legislación reguladora y los planes de refugio deben recuperar el principio de humanidad de la política por razones éticas, pero también para revertir su fracaso.
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20 Mar, 2023
Migrantes | Fuente: Shutterstock

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Síntesis de la crisis migratoria en el mundo: si se conformara un país con los más de 280 millones de migrantes, este ocuparía el cuarto lugar del ranking mundial. Los más de 31 millones de refugiados y solicitantes de asilo pelearían el quinto puesto de América Latina. Aunque la migración humana está presente a lo largo de la historia, no deja de causar asombro la magnitud de la marea humana que hoy se desplaza por el mundo.

Tampoco deja de causar asombro la actitud de la política y la gestión de los gobiernos ante la crisis migratoria. Ha ganado espacio la tozudez en procurar encauzar la dinámica de los migrantes mediante políticas públicas de vigilancia y leyes de hospitalidad condicionada. Es el control que, al final del día, fomenta la exclusión.

Todas estas políticas, salvo honradas excepciones, dibujan leyes de desapego humano sin fronteras.

Murallas, restricciones y despliegue militar

La Unión Europea sigue presa de las divisiones internas que, por ahora, impiden avanzar hacia un nuevo plan común sobre migraciones y asilo. Como si nada hubiese ocurrido en el siglo XXI, se instaló nuevamente la discusión sobre la construcción de muros en determinadas fronteras. Por su lado, el Reino Unido considera un proyecto de ley del Gobierno que prohíbe solicitar asilo a los migrantes que llegan a las puertas de la isla a través del canal de la Mancha.

De este lado del Atlántico, este mes se supo que Estados Unidos evalúa restablecer la detención de familias migrantes. Esta busca ser una eventual alternativa que sustituya el controvertido Título 42 que —con la excusa de la pandemia de covid-19— posibilitaba la expulsión rápida de migrantes en la frontera sur. Lo que sí está firme es una nueva medida restrictiva: penar a los solicitantes de asilo que intenten cruzar ilegalmente y la obligación de iniciar el trámite en naciones por las que pasan, antes de llegar a Estados Unidos. Como telón de fondo, el muro de Trump que, si bien no tuvo en la actual administración demócrata el entusiasmo anterior, ha crecido en varios estados. Este ha sido el abordaje de la crisis migratoria por parte de la principal superpotencia global.

Las cercas en América Latina

En Latinoamérica las cosas no lucen mejor para la crisis migratoria. Chile desplegó soldados en controles fronterizos de regiones del norte con Perú y Bolivia para evitar el ingreso de migrantes ilegales, fundamentalmente venezolanos. El decreto fue aprobado a fines de febrero y tiene una vigencia de 90 días. El gobierno de izquierda mantuvo otras medidas polémicas, como una zanja en la comuna de Colchane, en el límite con Bolivia, para evitar la llegada de extranjeros indocumentados.

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El presidente de República Dominicana, Luis Abinader, anunció que en los próximos meses se terminará de levantar una cerca de 380 kilómetros en la frontera con Haití. Lo hace en el marco de un plan antiinmigrantes. El año pasado fueron deportados 170.000 haitianos, capturados durante operaciones policiales que alcanzaron a mujeres embarazadas.

Hospitalidad disminuida

Las naciones tienen que proteger su integridad territorial y el cumplimiento del respeto a la ley. En ese sentido, no se niega la importancia de la legislación, sino que se apunta a que las leyes de «acogida» sean fundamentalmente idóneas para evitar a los migrantes.

Principios jurídicos de una «hospitalidad» con muros fronterizos, máquinas de vigilancia y trabas burocráticas colocan al migrante en una escena policíaca.

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Las leyes migratorias están en entredicho con las declaraciones universales. De algún modo, la normativa que se ha impuesto para regular la movilidad humana solo apunta a la coacción como objetivo último. Ha sido la única respuesta a una crisis humanitaria extrema. Minimiza el principio de la sociedad como fundamento de la libertad individual, cuya importancia, con o sin legislación, excede las urgencias del momento y exige certeza en el horizonte de largo plazo.

Libertad e igualdad en la política

Estamos ante una enorme falla, que tiene dos caras. La primera es que el valor de la libertad no se circunscribe a las fronteras. La segunda es que se pone en cuestión la idea de que la política debe tratar a los seres humanos como iguales.

La filósofa estadounidense Martha C. Nussbaum nos recuerda la idea de política acerca «de la humanidad que compartimos». Ella dice que «la idea de que la política debería tratar a todos los seres humanos como iguales y como poseedores de un valor inestimable es una de las más profundas e influyentes del pensamiento occidental».

Cualquier legislación debe fundarse en el concepto ético del respeto al género humano. Esto es justamente lo que, en nuestra opinión, deja en entredicho las normas jurídicas que se apartan del apego a la dignidad humana.

Tantos cúmulos de fracasos gubernamentales en evitar la llegada de extranjeros convierten en una quimera la posibilidad de evitar la huida, por más sofisticadas que sean las prohibiciones de ingreso. En 1970, 2,3 %de la población mundial había migrado. En la actualidad esto representa el 3,6 %.

Travesías de la crisis migratoria

La crisis migratoria es un fenómeno multicausal. Es impulsada por el intento humano de moverse. «El hombre es un animal inquieto. No se conforma, como la boa constrictora, con ingerir una buena comida una vez por mes y dormir el resto del tiempo», como dijo Bertrand Russell.

También estimulan a la migración las realidades trágicas que reverberan en la conversación pública: persecuciones políticas, religiosas, étnicas y sociales o la guerra —como estamos presenciando hoy con la invasión de Rusia a Ucrania—, las crisis económicas y ambientales.[1]

Caminantes que atraviesan la tierra como nómadas prefieren el desarraigo a renunciar a un mejor porvenir. Es un sueño que se extiende a sus descendientes. Prefieren correr riesgos con tal de escapar del espanto.

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Todos los años se cuentan por miles los muertos provenientes de países pobres antes de tocar suelo europeo. En 2019 fallecieron 5.400 migrantes. En 2020 hubo una disminución a 3.900, explicada por las restricciones de movilidad impuestas del covid-19. Se espera, lamentablemente, que el Comité Internacional de la Cruz Roja continúe entregando nichos humanitarios para sepultar a migrantes que mueren durante la travesía por la infernal selva del Darién en Panamá.

Mientras los gobiernos no den un giro a la política migratoria seguirán ocurriendo estampidas como la del pasado domingo 12 de marzo, en Ciudad Juárez, México, cuando cientos de migrantes, mayoritariamente venezolanos, intentaron cruzar hacia Estados Unidos al grito de «¡a USA!».


[1] La acogida de millones de ucranianos que salen del país por la invasión de Rusia a países de cercanía, como Polonia, se ha convertido en un ejemplo de solidaridad como no se ha visto con relación a otras manifestaciones migratorias, por ejemplo, de países como Siria o Venezuela. Es probable que favorezcan las similitudes étnicas y una empatía política por las víctimas del conflicto.

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Gabriel Pastor

Miembro del Consejo de Redacción de Diálogo Político. Investigador y analista en el think tank CERES. Profesor de periodismo en la Universidad de Montevideo.

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