La misteriosa muerte del duque de Cádiz, el otro Borbón que pudo ser rey

El 30 de enero de 1989, Alfonso de Borbón y Dampierre moría degollado mientras esquiaba en Beaver Creek. Poco antes había afirmado: “Si viviera en el siglo XVIII, ya estaría guillotinado”.
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Beaver Creek Resort, Colorado. 30 de enero de 1989. Son las 15:56 de la tarde (las 23:56 en España) y su alteza real Alfonso de Borbón y Dampierre, duque de Cádiz y duque de Anjou, decide salir a esquiar por las Montañas Rocosas con un grupo de amigos. Le acompañan el excampeón austriaco Tony Sailer, la esposa de éste, la jugadora de golf Gaby Rummeny, y el encargado de seguridad del campeonato mundial de esquí alpino, el canadiense Ken Read. Mientras descienden, Sailer repara en un fino cable trenzado de acero que atraviesa la pista y avisa al duque, que le sigue a unos metros de distancia: "¡Alfonso, cuidado que abajo están trabajando!”

Daniel Conway, empleado de la estación, está manipulando un cable que debe soportar una pancarta. Tony Sailer, su esposa y Ken Read logran esquivarlo. Segundos después, al llegar Alfonso de Borbón, el cable se iza a una altura de 1,65 metros sobre la nieve y se desliza hasta el cuello del duque. El informe de la autopsia es desgarrador: “Una gran incisión en forma de media luna que mide 20,32 centímetros de longitud y que llega a penetrar hasta 4,44 centímetros”. El ex campeón olímpico Paco Fernández Ochoa, que ese día también se encontraba en Beaver Creek, fue más gráfico. “El cable lo desconejó”, reconocería tiempo después en conversación con el escritor y periodista José María Zavala.

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Los días posteriores al fatal accidente fueron convulsos, inquietantes. La prensa comenzó a publicar informaciones que desataron todo tipo de rumores y teorías de la conspiración. Mirta Miller, compañera sentimental del duque de Cádiz durante nueve años, confesó que meses antes de la muerte de Alfonso le escuchó decir: “Si viviera en el siglo XVIII, ya estaría guillotinado”.

Pero eso no fue todo. Los médicos tardaron más de media hora en atenderle en la nieve y dos horas en llevarle a la clínica. La radio local aludió al suceso como un “atentado” y, en un primer momento, la propia policía calificó el caso como homicidio. Daniel Conway, el empleado que manipulaba el cable que “guillotinó” al duque, desapareció del mapa.

Homicidio o negligencia

Tras el accidente, Carmen Martínez-Bordiú, exmujer de Alfonso de Borbón, presentó una demanda civil por negligencia contra el resort de Beaver Creek en los tribunales de Denver (Colorado) . Cuando estaba a punto de abrirse el juicio oral, los abogados de la “nietísima” y la aseguradora llegaron a un acuerdo confidencial. Nunca hubo una investigación para clarificar si se trató o no de un homicidio. Los organizadores del campeonato de esquí que se celebraba esa semana en Beaver Creek admitieron el descuido y pagaron una cifra secreta a la familia Borbón. La madre del duque, Emanuela de Dampierre, reconoció en sus memorias: “Se especuló mucho sobre el asunto y, en mi opinión, fueron muy peregrinas algunas de las ideas que se lanzaron (…) Con sinceridad, creo que se trató de un trágico accidente”.

Alfonso de Borbón y Carmen Martínez Bordiu el día de su boda.

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Alfonso de Borbón y Dampierre vivió toda su vida bajo la sombra (y el peso) de la corona que pudo llevar. Su padre, Jaime de Borbón, sordo casi de nacimiento, tuvo que renunciar a sus derechos al trono de España en 1933 obligado por Alfonso XIII. Lo hizo en la habitación de un hotel en Fontainebleau, sin notario presente que diese fe del acto, y en 1949 intentó que su renuncia fuese invalidada. Se opuso a que su hermano Juan, padre de don Juan Carlos, fuese considerado jefe de la casa real. Aquel gesto de rebeldía lo distanció de su familia durante décadas. Renunció a sus aspiraciones en 1969, cuando Franco designó al príncipe Juan Carlos su sucesor legítimo en la jefatura del estado. Alfonso respaldó con su rúbrica a su primo y firmó como testigo.

Aun así, el duque de Cádiz se enfrentó a las acusaciones de traidor cuando se casó en 1972 con Carmen Martínez-Bordiú, nieta de Franco. Para muchos, intentaba arrebatarle el trono a su propio primo.

La vida no fue justa con él. Sus últimos años fueron una sucesión de tragedias. A finales de la década de 1970, su mujer se enamoró del anticuario francés Jean Marie Rossi y huyó a París. Firmaron el divorcio en 1982. Dos años después, el duque perdió a su hijo mayor, Francisco, en un accidente de tráfico. En su última entrevista le preguntaron si se sentía viejo. Él respondió que no. “Hoy día la vida es mucho más larga que antes. Mi abuelo paterno (Alfonso XIII) murió con 54”, comentó. Alfonso de Borbón y Dampierre murió con 52.

Hoy, Luis Alfonso de Borbón, su otro hijo, ha publicado una fotografía en Instagram recordando a su padre. “Ya han pasado 29 años de tu ausencia y no hay día que no te recuerde”, ha escrito el actual duque de Anjou. “Tus nietos te admiran y quieren gracias a las historias que les cuento de ti. Sé que desde el cielo me cuidas junto a Fran”.