Actuaci�n pol�tica y perfil humano de Alfonso XIII

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Actuaci�n pol�tica y perfil humano de Alfonso XIII

(comp.) Justo Fern�ndez L�pez

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Actuaci�n pol�tica y perfil humano de Alfonso XIII

PERFIL HUMANO Y ACTIVIDAD POL�TICA DE ALFONSO XIII

Alfonso XIII fue educado para ser rey-soldado, en una r�gida disciplina cat�lica y una conciencia liberal. Perteneci� por edad a la generaci�n posterior al desastre de 1898. Hubo de afrontar problemas derivados de la etapa anterior y otros que surgir�n con el nuevo siglo: problema social, radicalismo de las organizaciones obreras, guerras de Marruecos, la quiebra del turnismo pol�tico, el surgimiento de los nacionalismos catal�n y vasco, y otros. Demostr� siempre una tendencia a intervenir personalmente en la pol�tica, lo cual le era permitido por la propia Constituci�n de 1876.

En 1902 Espa�a estaba sufriendo las consecuencias del �ltimo desastre colonial (1898) y en el pa�s el caciquismo ten�a divididos a los espa�oles en feudos. En este ambiente, el rey Alfonso XIII alcanza la mayor�a de edad con 16 a�os y ese mismo a�o puede empezar a reinar directamente y lo hace en loor de multitudes. Se empieza a labrar prestigio como hombre simp�tico, con la habitual campechan�a de los Borbones. Aunque no tiene fama de culto, es agudo y listo, cualidades que combina con la superficialidad, como dice Javier Tusell (�una cierta capacidad para la pol�tica le hac�a encontrar gusto en sus aspectos menos nobles�. Con el tiempo se pone de manifiesto que al rey le gusta intervenir demasiado en pol�tica y lo que implica el riesgo de que se achaquen al monarca todos los males que asolan al pa�s.

Alfonso XIII tuvo que afrontar la crisis del sistema de la Restauraci�n con una fragmentaci�n de los dos partidos que se alternaban en el poder, el conservador y el liberal, y el fortalecimiento de nuevas formaciones pol�ticas: socialistas (PSOE), republicanos, anarcosindicalistas (CNT), regionalistas catalanes y vascos. El terrorismo anarquista, que culminar� en 1927 con la constituci�n de la Federaci�n Anarquista Ib�rica (FAI), era muy activo. El monarca sufrir� al menos tres atentados anarquistas: uno el d�a de su boda con Victoria Eugenio de Batenberg, otro en Par�s en la carroza del presidente franc�s. Seg�n el rey, solo eran �gajes del oficio�.

En 1921 tuvo lugar el desastre de Annual en Marruecos, donde el general Manuel Fern�ndez Silvestre, jaleado por Alfonso XIII (��Ol� tus cojones! �Vivan los hombres!�), lleva a las mal equipadas tropas espa�olas al matadero de Annual, donde mor�a el general Silvestre junton con 8.668 miembros de su tropa. La opini�n p�blica pide responsabilidades y se�ala a Alfonso XIII como instigador del general Silvestre a esa fatal aventura. La investigaci�n militar sobre el desastre pone en evidencia las miserias del ej�rcito espa�ol, aquejado de casos de corrupci�n.

Alfonso XIII tuvo una pobre formaci�n pol�tica, pero era consciente de que el papel del Rey hab�a quedado reducido a una funci�n institucional, algo que �l nunca asumi�. Estaba convencido de que solo un monarca en�rgico y capaz de emprender acciones pol�ticas podr�a hacer frente al avance republicano y a los movimientos obreros: socialistas y anarquistas. El monarca cree que la Constituci�n de 1876 entorpece la gesti�n pol�tica del monarca, que priva de iniciativa pol�tica.

Alfonso XIII se mov�a muy c�modo por los cuarteles, haci�ndole saber al gobierno la gran importancia que la opini�n del ej�rcito deb�a tener en el Estado. Esto hace, que el Rey se implique en la nefasta guerra de Marruecos y posteriormente muestre su simpat�a hacia la dictadura de Primo de Rivera.

�Con los militares le ocurri� al rey Alfonso XIII algo similar a lo que hab�a pasado con los pol�ticos. Su personal gusto por el mando, la concepci�n de su funci�n como �rey soldado�, las aventuras coloniales, su recurso al ej�rcito para mantener el orden p�blico y el paso decisivo de utilizar la corporaci�n militar para el gobierno del Estado acabaron por crear en amplios sectores militares una extendida desafecci�n cuando no una clara hostilidad hacia el monarca. El arma de artiller�a nunca volvi� a manifestarse leal al Rey.� [Juli� 1999: 71]

Para el historiador Jos� Mar�a Zavala, Alfonso XII �fue un rey perjuro, como su bisabuelo Fernando VII, pues jur� fidelidad a la Constituci�n de 1876 ante los Santos Evangelios y luego apoy� a la dictadura de Primo de Rivera�.

Alfonso XIII ten�a una gran informaci�n tanto financiera como industrial del pa�s y las utiliz� para hacer inversiones, que le fueron muy productivas. Particip� en el accionariado de Hispano-Suiza, Transmediterr�nea, Metro, etc.

�Con un grupo de amigos, socios habituales en los numerosos negocios en que particip�, cre� una asociaci�n altruista de fomento de la cr�a del galgo y la beneficencia. Escond�a, en realidad, un lucroso tinglado de apuestas ilegales. La inmaculada imagen de principios de su reinado como un monarca moderno, regeneracionista, se hab�a esfumado en v�speras de las Segunda Rep�blica. Cuando sali� al exilio, era s�mbolo del vividor campechano, fr�volo, siempre de caza en safaris, en yates y veh�culos espectaculares, cuando no con amantes monegascas y de fiesta con celebridades de Hollywood, persistentemente derrochando una espectacular riqueza amasada gracias a su puesto. En una �poca de efervescencia social, de hartazgo de se�oritos y caciques, tampoco ayud� a su imagen que convirtiese en ministros a algunos de sus socios.� [Ord��ez 2014]

Alfonso XII fue un gran aficionado al erotismo y al cine pornogr�fico. Era un hombre muy liberal en sus costumbres y con un concepto de la moralidad y muy de los c�nones de la �poca. Encarg� a los hermanos Ba�os, en la d�cada de 1915-1925, varias pel�culas pornogr�ficas en el Barrio Chino de Barcelona, que ser�an las primeras de este g�nero realizadas en Espa�a, con guiones del propio rey. Estas pel�culas, desaparecidas durante m�s de setenta a�os, se conservan actualmente en la Filmoteca de Valencia. Alfonso XIII coleccionaba pel�culas pornogr�ficas. No le interesaba ni la literatura, ni el arte, ni la m�sica, solo los caballos, la caza, los autom�viles y la pornograf�a.

�La biograf�a de don Alfonso XIII est� toda oscurecida por la pasi�n. De las mil contradicciones parece deducirse la imagen de un hombre en quien buenas dotas de inteligencia, afici�n pol�tica, simpat�a personal, quedan oscurecidas por una cierta frivolidad y el sentido de superioridad natural en quien ha sido rey desde la ni�ez. Romanones se asombr� de la forma en que dirig�a su primer Consejo de Ministros un muchacho de diecis�is a�os. Su personalismo le obliga a buscar soluciones por encima y por detas de los ministros legalmente responsables.

Especialmente comentados son sus contactos con los militares a los que ya, desde 1917, les autoriza a escribirle directamente sin pasar por el Ministerio. De una de esas relaciones personales, seg�n los cr�ticos, nacer� el triste episodio de Annual, desastre promovido por un general ambicioso, Silvestre, con la anuencia, al parecer, del rey.� [D�az-Plaja 1973: 559 ss.]

MATRIMONIO Y RELACIONES EXTRAMATRIMONIALES

En su visita a Inglaterra conoci� a la princesa Victoria Eugenia, hija del pr�ncipe Enrique de Battenberg y la princesa Beatriz del Reino Unido, dinast�a de origen plebeyo. Sobrina del rey Eduardo VII y nieta de la reina Victoria I. Victoria Eugenia.

El matrimonio tuvo siete hijos: Alfonso (1907), naci� hemof�lico y renunci� a sus derechos din�sticos en 1933; Jaime (1908), era sordo y tuvo que renunciar al trono en 1933; Beatriz (1909); Fernando (1910), que naci� muerto; Mar�a Cristina (1911); Juan (1913), que recibe el t�tulo de conde de Barcelona y ser� el que asumir� los derechos din�sticos a la muerte de Alfonso XIII; Gonzalo (1914), que tambi�n naci� hemof�lico. La reina padec�a hemofilia hereditaria, cosa que ambos c�nyuges desconoc�a.

El pueblo amaba a la reina Victoria Eugenia, mientras que la nobleza conservadora y provinciana la rechazaba por guapa, extranjera y culta. Hizo mucho por Espa�a. Se convirti� al catolicismo para poder contraer matrimonio con el Rey. Alfonso XIII mantuvo numerosas relaciones amorosas extramatrimoniales, pero Victoria Eugenia nunca afe� la conducta de su marido en p�blico. Ella observ� una actitud ejemplar, pese a que el Rey lleg� a mantener una familia paralela con la actriz Carmen Ruiz Moragas, con la que tuvo dos hijos. El matrimonio, en su etapa final, no se hablaba y se hab�a interrumpido el contacto carnal desde el nacimiento de su �ltimo hijo, Gonzalo. Victoria Eugenia se consolaba con la amistad de los duques de L�cera.

En sus aventuras amorosas Alfonso XIII era una persona nada selectiva. Tuvo cinco hijos bastardos. Tuvo una relaci�n con la arist�crata francesa M�lanie de Gaufrydi de Dorton en 1905. Mantuvo una relaci�n muy intensa con la actriz Carmen Ruiz de Moragas. De dicha relaci�n nacieron dos hijos, la primera fue Mar�a Teresa Ruiz Moragas en 1925 y Leandro Alfonso Ruiz Moragas 1929. La justicia espa�ola sentenci� ante la reclamaci�n de Leandro, el 21 de mayo de 2003, que  pudiera usar el apellido Borb�n y as� paso a llamarse Leandro Alfonso de Borb�n Ruiz. Adem�s tuvo dos hijas m�s. La primera, fue con una de las institutrices de sus hijos, siendo abandonada la ni�a en un convento madrile�o. La segunda, en 1916, con otra institutriz irlandesa Beatrice Noon, que llev� el nombre de Juana Alfonsa Mil�n y Qui�ones de Le�n.

LA MONARQU�A EN LA RESTAURACI�N

La Constituci�n de 1876 no fija un orden doctrinal y jur�dico monol�tico y definitivo. Es una f�rmula de convivencia, intencionalmente trabada seg�n un ideario contemporizador, pero tambi�n aferrado al principio mon�rquico, si bien concebida como una f�rmula flexible, inconcreta en muchos puntos. Las atribuciones del Rey vienen expresadas seg�n los principios establecidos hasta 1869:

 

a)

El Rey nombra y separa libremente a sus ministros;

 

b)

participa en el poder legislativo en forma muy decisiva, pues tiene atribuida la iniciativa, la sanci�n, la promulgaci�n e incluso el veto;

 

c)

designa al presidente del Senado y a una parte de los senadores;

 

d)

interviene en forma decisiva en la vida de las Cortes, pues las convoca, las suspende, cierra y disuelve (simult�nea o separadamente; del Senado, obviamente, s�lo la parte electiva).

La �augusta dinast�a no es incompatible, no lo ha sido nunca, con la declaraci�n escrita del principio de la soberan�a nacional�. Pero esa soberan�a ha de actuar y ha de ser representada. C�novas se muestra contrario al sufragio universal; es consciente de lo dif�cil que resulta hacer aflorar la aut�ntica opini�n:

�La monarqu�a constitucional, definitivamente establecida en Espa�a desde hace tiempo, no necesita, no depende ni puede depender, directa ni indirectamente del voto de estas Cortes, sino que estas Cortes dependen en su existencia del uso de su prerrogativa constitucional. Todo cuanto sois, incluso vuestra inviolabilidad, todo est� aqu� bajo el derecho y la prerrogativa de convocatoria del soberano. No sois simples ciudadanos, sois diputados de la naci�n, porque la convocatoria del monarca leg�timo os ha llamado aqu�, y s�lo con ese derecho est�is� (DSC, sesi�n n�m. 38, de 8-IV-76, p�g. 723).

C�MO ENTENDI� ALFONSO XIII SU PAPEL COMO REY

�C�mo entendi� y ejerci� Alfonso XIII sus funciones como rey? Empieza su reinado sin tener a su lado los experimentados pol�ticos que hab�a tenido su madre, la Regente. Comenz� a reinar a los diesis�is a�os y su �mpetu juvenil le empuj� al protagonismo en la escena pol�tica. Emprende su reinado con la ilusi�n de cumplir una misi�n hist�rica. La actitud con que el joven Rey encara su reinado parece muy firme y su entendimiento de la funci�n de la Corona llama la atenci�n de sus contempor�neos. Pronto se plantea el problema de c�mo debe comportarse pol�ticamente un rey constitucional, cu�les son sus funciones y deberes en el r�gimen parlamentario.

En su �Diario� escribe al ser coronado: �Yo puedo ser un Rey que se llene de gloria regener�ndose la Patria. Pero tambi�n puedo ser un Rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y, por fin, puesto en la frontera.� La debilidad de los partidos de turno y la carencia de personalidades pol�ticas que sostuvieran el r�gimen instaurado por C�novas, fue obligando al rey a tomar decisiones pol�ticas.

Comenz� a reinar con diecis�is a�os sin formaci�n pol�tica profunda y son m�s bazas que su simpat�a, sin conciencia de los l�mites que la Constituci�n impon�a al ejercicio de su reinado. Pero se aprovech� de las ambig�edades de la Constituci�n de 1876, vigente hasta 1923, que si bien pod�a ser interpretada como liberal, no era realmente democr�tica, pues intentaba conciliar el derecho divino y la soberan�a nacional siguiendo la tradici�n del liberalismo moderantista anterior a la Restauraci�n: �La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey� (art�culo 18). Los ministros eran responsables ante las Cortes, pero el rey los pod�a nombrar y destituir libremente. El rey pod�a negar la sanci�n de una ley aprobada por las Cortes (art�culo 44).

La Constituci�n daba pie para entender las atribuciones del monarca de dos formas distintas. Si nos atenemos al puro texto de la Constituci�n de 1876, al rey se le conced�a amplia y generosa potestad. Por otro lado, estaba la esperanza de una evoluci�n institucional hacia una democracia acorde con los tiempos y modelos de otros pa�ses. La interpretaci�n basada en el texto constitucional delegaba las responsabilidades m�s altas a la decisi�n real. La segunda interpretaci�n, que estaba abierta a los cambios democr�ticos, chocaba con la realidad electoral del momento: un parlamentarismo sin opini�n p�blica, unos partidos sin respaldo de mayor�as populares, unas elecciones corrompidas por el caciquismo, un parlamentarismo sin legitimidad. Subsanar estas deficiencias democr�ticas supon�a beneficiar a los grupos pol�ticos excluidos de la alternancia de los partidos en el poder (el conservador y el liberal). Las clases dirigentes nada tem�an m�s que el ascenso al poder de los revolucionarios, de las masas empobrecidas y analfabetas a trav�s de un sufragio universal libre y sin manipulaciones caciquiles.

Un Parlamento de escasa representatividad (caciquismo electoral) y en manos de unas oligarqu�as poco responsables, exoneraba al monarca, que pod�a verse impulsado por el deber patri�tico a tomar decisiones. Las atribuciones constitucionales del monarca estaban pensadas para casos de absoluta emergencia. Dejarle tanto poder constitucional al rey implicaba un riesgo a largo plazo. La alternativa era una paulatina reforma desde arriba, desde el poder. Los intentos de reforma del conservador Antonio Maura y del liberal Jos� Canalejas quedaron truncados por la resistencia de los intereses creados y por haber sido emprendidos muy tarde, cuando el parlamentarismo liberal estaba en decadencia en Europa superado por la ola de autoritarismo.

�En una Espa�a cuajada de deficiencias y contradicciones entre el plano de la realidad y el de la organizaci�n oficial, jur�dica y formal, este �ltimo termina cediendo. La ca�da de la monarqu�a es el acta de defunci�n de la Restauraci�n y de los buenos deseos canovistas. Tal vez, en el fondo, la muerte de un sistema �de una Constituci�n� consumada por la cerraz��n de los grupos pol�ticos que ve�an en ellos el escudo de sus intereses; grupoas para los que resultaba siempre preferible el inmovilismo, aunque este resultara suicida. Hoy parece evidente que una Constituci�n que se concibi� flexible, y que presidi� un per�odo hist�rico marcado por el crecimiento y la expansi�n en casi todos los campos, con una gran movilidad y cierto optimismo �pese a los problemas esenciales que en �l se manifiestan�, no supo no pudo evolucionar: no fue un resorte el�stico, capaz de distenderse al comp�s de la sociedad de la �poca.� [Mar�a Garc�a Canales: �La prerrogativa regia en el reinado de Alfonso XIII: Interpretaciones constitucionales�, Revista de Estudios Pol�ticos (Nueva �poca), n�mero 55, enero-marzo 1987, p. 362]

ALFONSO XII � El REY SOLDADO

Para entender la historia pol�tica del primer tercio del siglo XX hay que tener presente la historia institucional del cuerpo de oficiales de aquella �poca y las relaciones entre Alfonso XIII y �su� ej�rcito.

Isabel II vivi� los treinta y cinco a�os de su reinado entre generales �espadones� y pronunciamientos militares, y fue derrocada por un golpe de Estado de los militares, que, por otra parte, la hab�an mantenido en el trono combatiendo a los carlistas. Alfonso XII fue aupado al trono por otro pronunciamiento militar, el de Mart�nez Campos en Sagungo en diciembre de 1874.

Al mentor de Alfonso XII, C�novas del Castillo, le preocupaba que la monarqu�a instaurada viniera auspiciada por un golpe militar sin contar con la opini�n ciudadana. Para legitimar la monarqu�a instaurada, C�novas se esforz� en construir la imagen del �rey soldado�, suprema jerarqu�a militar que neutralizara la influencia de los �espadones� y arbitrara en los conflictos entre la clase militar. C�novas hizo ingresar al pr�ncipe Alfonso, a�n en el exilio, en la reputada academia militar de Sandhurst (Inglaterra). El peso de lo militar en su primera educaci�n fue decisivo: la mayor�a de sus preceptores eran oficiales.

Tras subir al trono de Espa�a, Alfonso XIII fue enviado al norte del pa�s donde se perfil� como jefe nominal de las tropas que combat�an en la �ltima guerra carlista. All� se construy� la imagen del �rey soldado�. Vuelto a Madrid, Alfonso XIII le cogi� el gusto a los desfiles militares, frecuentaba c�rculos de oficiales que, como �l, sent�an admiraci�n por el ej�rcito alem�n. Admiraba al alem�n Kaiser Guillermo II, ambos ten�an un ramalazo autoritario y caprichoso, ambos gustaban de las condecoraciones y los uniformes. Alfonso XIII hubiera querido tener un ej�rcito como el prusiano. Pero Alfonso XIII no pasaba de ser un play-boy para el que el ej�rcito era uno de sus deportes favoritos.

Pero esta funci�n de �rey soldado� convert�a al monarca en un aliado de los militares frente al poder (o m�s bien inoperancia) de los partidos pol�ticos, como fue en el caso de los desastres coloniales. El ej�rcito era para el rey como su coto reservado. Hay una l�nea de continuidad que va de las Juntas de Defensa al golpe militar de Primo de Rivera en 1923. La clase pol�tica ve�a con cierto recelo el poder personal que iba alcanzando el monarca. Los partidos van perdiendo poder y cuando llega la dictadura militar en 1923, ya nadie les echa en falta ni nadie espera que act�en en contra de los militares. La funci�n pol�tica del rey se hab�a difuminado y su apoyo a la dictadura le llevar�a a perder el trono. Los pol�ticos dejaron de apoyar la Corona y defenderla contra la censura y la impopularidad. Al final, el rey tuvo que confesar su culpabilidad, mientras que muchos de sus ministros se elajaban de �l y hac�an declaraciones jaleadas por los partidos antimon�rquicos, como eran los republicanos.

Queda, pues, como un hecho el estrecho contacto de Alfonso XIII con el estamento militar, su conocimiento y su apoyo a la dictadura del general Primo de Rivera e incluso su tentaci�n de convertirse en el hombre fuerte en la escena pol�tica, liberado ya de las cortapisas y trabas constitucionales. Los testimonios y datos son abundantes.

RECAPITULACI�N DEL REINADO DE ALFONSO XIII

Algunos historiadores presentan a un rey entregado a la patri�tica tarea de renovar el sistema pol�tico, anteponiendo el bien general por encima del rito constitucional y de los intereses de grupo. Seg�n estos autores, la clase pol�tica de la �poca no estaba a la altura de las dotas pol�ticas del monarca. El rey gozaba de cierta simpat�a entre los observadores extranjeros. Se valoraba como cualidad del rey su condici�n de pol�tico, cualidad que entra�aba ciertas dificultades trat�ndose de una monarqu�a constitucional en la que el rey no puede tener un papel tan activo. Seg�n Ignacio Luca de Tena, Alfonso XIII era un rey �demasiado inteligente para ser rey constitucional�.

Los dos pilares de la Restauraci�n de 1875 hab�an desaparecido: Antonio C�novas, el l�der conservador, hab�a muerto en 1898; y el liberal, Pr�xedes Mateo Sagasta, que hab�a vuelto al poder en marzo de 1901, presidi� su �ltimo gobierno hasta diciembre de 1902, a�o en el que Alfonso XIII, que hab�a accedido a la mayor�a de edad, presidi� su primer Consejo de Ministros. Sagasta fallecer�a el 5 de enero de 1903. El gran orador Emilio Castelar (1832-1899), presidente de la I Rep�blica (1873-1874), ya hab�a fallecido y con �l el republicanismo moderado, dialogante y dem�crata pr�ximo al liberalismo individualista. Y el delf�n conservador, Francisco Silvela (1843-1905), presidente del gobierno desde el 6 de diciembre de 1902 hasta el 20 de julio de 1903, con su inmediato sucesor el conservador Antonio Maura como ministro de Gobernaci�n, se eclipsa en 1905.

Las figuras pol�ticas emergentes no logran imponerse como l�deres fuertes de sus correspondientes agrupaciones. El l�der del Partido Conservador, Antonio Maura y Montaner (1853-1925), presidente del gobierno en cinco ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII, y uno de los m�s destacados representantes del regeneracionismo tras la crisis de 1898, durante el desempe�o de ese cargo hasta julio de 1903, no consigui� acabar con el fen�meno del caciquismo. Su gobierno hubo de enfrentarse con graves problemas de orden p�blico que culminaron en la Semana Tr�gica de Barcelona (1909). El fusilamiento de Francesc Ferrer i Gu�rdia, acusado de ser el principal instigador, provoc� una dur�sima campa�a contra Maura dentro y fuera de Espa�a, que provoc� su ca�da a finales de octubre de ese a�o.

Segismundo Moret (1838-1913), destacado dirigente del Partido Liberal, fue varias veces presidente del gobierno (1905-1906; 1906; 1909-1910). En 1906 al no contar con la mayor�a suficiente en las Cortes. Tras los dram�ticos sucesos de la Semana Tr�gica en 1909, el 21 de octubre volvi� a alcanzar la presidencia del gobierno, pero nuevamente hubo de dimitir el 9 de febrero del a�o siguiente al no conseguir el apoyo liberal que le permitiera lograr la disoluci�n de las Cortes y una nueva convocatoria con la que obtener una mayor�a parlamentaria que respaldara su proyecto.

La muerte del l�der liberal Jos� Canalejas y M�ndez (1854-1912), que durante su presidencia (1910-1912) intent� acabar con el caciquismo y, desde las filas del Partido Liberal, particip� del ideario del regeneracionismo, junto con la incapacitaci�n de Antonio Maura, el bipartidismo disciplinado que sosten�a la Restauraci�n con su �turnismo� qued� fuertemente debilitado. Y a medida que van desapareciendo las grandes figuras, crecen los aspirantes al favor real, y se acrecienta m�s la figura pol�tica y la voluntad decisora del monarca. En una monarqu�a constitucional, cuando se produce un vac�o de poder, el �nico �rgano que sigue en el poder, en este caso el monarca, acaba ocup�ndolo.

ALFONSO XIII Y LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA

Alfonso XIII ten�a grandes simpat�as por el autoritarismo y era consciente del fracaso de la alternancia pol�tica. Apoy� el golpe de Estado del general Primo  de Rivera en septiembre de 1923 como soluci�n a la crisis del pa�s. Las fuerzas pol�ticas no apoyaron la suspensi�n de la Constituci�n realizada por el dictador Primo de Rivera y m�s tarde culpar�an al rey por haberlo consentido y haber tolerado la pol�tica dura de represi�n a todos los movimientos pol�ticos.

Tanto Primo de Rivera como Alfonso XIII se mostraban no muy alejados de las desarrolladas por Mussolini en Italia, con el que ten�an unas grandes relaciones. La complicidad del rey con la dictadura llev� a la monarqu�a a un enfrentamiento con los intelectuales, sobre todo con Miguel de Unamuno y Blasco Ib��ez. El 15 de noviembre de 1930, el fil�sofo Jos� Ortega y Gasset publica el art�culo �El error Berenguer�, que termina as�: �Este es el error Berenguer de que la historia hablar�. Y como es irremediablemente un error, somos nosotros, y no el R�gimen mismo; nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestros conciudadanos: �Espa�oles, vuestro Estado no existe! �Reconstruidlo! Delenda est Monarchia�.

La represi�n a la oposici�n a trav�s de encarcelamientos de prestigiosos hombres p�blicos, la sanjuanada, y los conflictos estudiantiles fueron desacreditando la dictadura.

En 1925, resueltos pr�cticamente todos los cuatro problemas que le hab�an llevado al mando �anarquismo, separatismo, econom�a y Marruecos donde, con la colaboraci�n francesa, hab�a llegado la pacificaci�n�, Primo de Rivera dijo: �Yo podr�a retirarme ahora cargado de gloria.� Pero lo malo de los que alcanzan un puesto es que jam�s creen llegado el momento de soltarlo. La opini�n fue levant�ndose contra �l, desde los viejos liberales a los nuevos estudiantes, desde los catalanistas a los republicanos. El rey lo licenci� y los mon�rquicos sufrieron otra merma: los que cre�an que Alfonso XIII hab�a sido desleal con quien hab�a salvado su corona en momentos tr�gicos. As� la ca�da de la Dictadura ocasionar�, un a�o y tres meses despu�s, la ca�da del rey. La suerte de la imagen mon�rquica sufre, desde entonces, innumerables altibajos. Atacado violentamente por la izquierda que declara a Alfonso de Borb�n destituido de todos sus derechos y honores, apenas cuenta con un grupo minoritario.� [D�az-Plaja 1973: 562]

Finalmente, Alfonso XIII retir� su apoyo a Primo de Rivera y le present� su dimisi�n el 28 de enero de 1930. Le sustituy� el general D�maso Berenguer, pero el fracaso fue may�sculo y el cierre dictatorial llegaba demasiado tarde. El doce de abril de 1931, se celebraron elecciones municipales, que gan� la izquierda en las principales ciudades del pa�s. El 14 de abril, en toda Espa�a, ondeaban banderas republicanas, el conde de Romanones  le recomend� que abandonara el pa�s. Sali� hacia Cartagena y en barco lleg� a Marsella. Se suspendi� el poder real, sin que el Rey llegara a abdicar de manera formal.

Las Cortes republicanas acusaron de alta traici�n a Alfonso XIII por ley de 26 de noviembre de 1931. En ella se dice: �A todos los  que la presente vieren y entendieren, sabed: Que las Cortes Constituyentes, en funciones de Soberan�a Nacional, han aprobado el acta acusatoria contra don Alfonso de Borb�n y Habsburgo-Lorena, dictando lo siguiente: Las Cortes Constituyentes declaran culpable de alta traici�n, como f�rmula jur�dica que resume todos los delitos del acta acusatoria, al que fue rey de Espa�a, quien, ejercitando los poderes de su magistratura contra la Constituci�n del Estado, ha cometido la m�s criminal violaci�n del orden jur�dico del pa�s, y, en consecuencia, el Tribunal soberano de la naci�n declara solemnemente fuera de la ley a don Alfonso de Borb�n y Habsburgo-Lorena. Privado de la paz jur�dica, cualquier ciudadano espa�ol podr� aprehender su persona si penetrase en territorio nacional.

Don Alfonso de Borb�n ser� degradado de todas sus dignidades, derechos y t�tulos, que no podr� ostentar ni dentro ni fuera de Espa�a, de los cuales el pueblo espa�ol, por boca de sus representantes elegidos para votar las nuevas normas del Estado espa�ol, declara deca�do, sin que se pueda reivindicarlos jam�s ni para �l ni para sus sucesores.

De todos los bienes, derechos y acciones de su propiedad que se encuentren en territorio nacional se incautar�, en su beneficio, el estado, que dispondr� del uso conveniente que deba darles.�

ALFONSO XIII Y FRANCO

El Rey conoc�a a Franco por sus �xitos militares en Marruecos y en 1923 le concedi� una medalla militar y el t�tulo honor�fico de �gentilhombre de c�mara�. Alfonso XIII fue el padrino de la boda de Franco con Carmen Polo (estuvo representado por el gobernador civil de Asturias, el general Losada).

En 1925, Primo de Rivera, transmiti� a Franco una carta del Rey que terminaba diciendo: �Ya sabes lo mucho que te quiere y aprecia tu afect�simo amigo que te abraza. Alfonso XIII�. En 1928, por real decreto, se nombra a Franco, Director de la Academia General Militar de Zaragoza. Tras el levantamiento militar del 18 de julio de 1936, Alfonso XIII apoy� con entusiasmo al bando sublevado, afirmando ser un falangista de primera hora.

El rey hab�a donado un mill�n de pesetas a la causa franquista y manifestaba a Franco su preocupaci�n por el poco inter�s que ve�a en el caudillo en restaurar la monarqu�a. El 4 de abril de 1937, Franco le deja claro a Alfonso XIII en una carta que no va a ser f�cil que vuelva a desempe�ar el papel de rey de Espa�a en el futuro del pa�s, a causa de los errores cometidos durante su reinado.

Acabada la guerra y en vistas de que Franco no ten�a intenci�n alguna de restaurar la monarqu�a borb�nica, Alfonso XIII declar�: �Eleg� a Franco cuando no era nadie. l me ha traicionado y enga�ado a cada paso�.

El quince de enero de 1941, Alfonso XIII renuncia a la jefatura de la Casa Real a favor de su hijo Juan, conde de Barcelona. El Rey muere, el 28 de febrero de 1941, como consecuencia de una angina de pecho, cuando se encontraba en el Gran Hotel de Roma. Fue enterrado en la iglesia romana de Santa Mar�a de Montserrat de los Espa�oles. Sus restos son trasladados a Espa�a el 19 de enero de 1980 y depositados en el pante�n Real del Monasterio del Escorial por orden de su nieto el rey Juan Carlos I.

�Mientras las insignias de Requet� y Falange se incorporaron al nuevo Estado, las monarqu�as quedan fuera. Don Alfonso XIII, muerto en el destierro, no es tra�do a El Escorial a reposar con sus antepasados y, durante a�os, la fotograf�a de su hijo y sucesos, don Juan de Borb�n, no aparece en los peri�dicos espa�oles. La Historia de Espa�a que se cuenta a los muchachos, desde 1939 a 1960, ataca a los Borbones como responsables de la decadencia espa�ola, y el nuevo Estado, para buscar un antecesor, se remonta a los Reyes Cat�licos y, en cierto modo, a Felipe II. Aunque Espa�a sea reino desde 1946, solo a partir de 1960 el General�simo Franco prepara lentamente el ambiente para la sucesi�n al trono, escogiendo para el puesto a don Juan Carlos, que es proclamado como Pr�ncipe heredero en julio de 1969.� [D�az-Plaja 1973: 562-563]

�Quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil�, dice Alfonso XIII, el d�a que abandona Espa�a y se proclama la Rep�blica. Tres coches viajan desde el Palacio de Oriente a Cartagena. All�, en el crucero �Pr�ncipe Alfonso� sal�a el Rey de Cartagena hacia Marsella. Una vez en Francia, no es consciente de lo que ha pasado y cree que la Rep�blica se disolver� m�s antes que despu�s. Pasa el exilio en varios lugares y aunque apoya el levantamiento de Franco, pronto se da cuenta de que ya no cuentan con �l. Muere en Roma en 1941.

ALFONSO XIII A DEBATE

Alfonso XIII fue  y es una figura. Los adjetivos que su persona y su reinado han merecido van desde el de Rey �paradoja�, �pol�mico�, �reinventado�, �rechazado�, �perjuro�, �calumniado�, hasta el de �regeneracionista�, �patriota�, �el africano�. Pero la historia del pa�s en el periodo de su reinado no es menos controvertida que �l mismo.

El reinado de Alfonso XIII es un periodo que acabar�a desembocando en la mayor crisis y el mayor cambio de rumbo de la historia espa�ola en el siglo XX: comenzar�a en plena convalecencia de una crisis, la del 98, y termina con la m�s decisiva de la ca�da del r�gimen mon�rquico. De modo que no es extra�o que se haya sostenido tantas veces que algo an�malo ocurri� en ese reinado.

Alfonso XIII fue una figura discutida desde el comienzo mismo casi de su reinado. Es cierto que esa discusi�n se hizo siempre muy viva en torno a su intervenci�n en la guerra de Marruecos, a la neutralidad espa�ola en la Gran Guerra europea del 1914, los descalabros espa�oles de la guerra marroqu� al comenzar los a�os veinte y culmin� con la dictadura �permitida� (o quiz�s incluso �promovida�) del general Primo de Rivera.

�Fue un Alfonso XIII un rey intervencionista, de tendencia autoritaria y fue determinante su intervenci�n en los sucesos del reinado? Est�n documentadas las intervenciones del Rey con la referencia de las atribuciones que la Constituci�n de 1876 le otorgaba como Poder Moderador.

Seg�n Ortega y Gasset, a Alfonso XIII se le fue la mano en la moderaci�n y acab� moderando inmoderadamente. Para algunos autores �no hay pruebas de intervenci�n real�. Pero esto no explica lo m�s importante de la cuesti�n que no es si hubo intervenci�n real o no, porque lo que s� hubo fue �permisi�n real�: la aceptaci�n por el Rey de la �suspensi�n� de la Constituci�n y el gobierno de un dictador fue un grave error pol�tico que algunos incluso calificaron de perjurio.

Seg�n varios autores, Alfonso XIII solo sigui� el consejo de fieles consejeros de que la mejor pol�tica era no presentar resistencia ante el repudio popular de la Monarqu�a. Tras las elecciones del 12 de abril Alfonso XIII hizo lo que sus consejeros (�lvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, y Gabriel Maura) le recomendaron. Muchos fervientes mon�rquicos achacar�n la ca�da de la Monarqu�a a la desidia, traici�n y falta de gallard�a de tales consejeros.

Hay autores que califican a Alfonso XIII como rey regeneracionista, bienintencionado y patriota, rey moderno, por encima de los pol�ticos de su tiempo, intensamente dedicado a sus funciones. Mientras que otros ven en �l un personaje fr�volo, incluso perjuro, ocupado mucho m�s de sus propios asuntos financieros y din�sticos que de los del pa�s en que reinaba.

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