Alfonso X de Castilla y León | Ancestros Wiki | Fandom
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Alfonso X de Castilla (Toledo, 23 de noviembre de 1221Sevilla, 4 de abril de 1284), llamado «el Sabio», fue rey de Castilla y de León (1252-1284).

A la muerte de su padre, Fernando III El Santo, reanudó la ofensiva contra los musulmanes, ocupando Jerez (1253) y Cádiz (c. 1262). En 1264 tuvo que hacer frente a una importante revuelta de los mudéjares de Murcia y el valle del Guadalquivir. Como hijo de Beatriz de Suabia, aspiró al trono del Sacro Imperio Romano Germánico, proyecto al que dedicó más de la mitad de su reinado sin obtener éxito alguno. Los últimos años de su reinado fueron especialmente sombríos, debido al conflicto sucesorio provocado por la muerte prematura de Fernando de la Cerda, primogénito de Alfonso X, y la minoridad de sus hijos, lo que desembocó en la rebelión abierta del infante Sancho y gran parte de la nobleza y las ciudades del reino. Murió Alfonso en Sevilla durante el transcurso de esta revuelta, no sin antes haber desheredado a su hijo Sancho.

Llevó a cabo una activa y beneficiosa política económica, reformando la moneda y la hacienda, concediendo numerosas ferias y reconociendo al Honrado Consejo de la Mesta.

También es reconocido por su inmensa obra literaria y jurídica. En 1935, se le reconoce como astrónomo nombrándole en su honor el cráter lunar «Alphonsus».

También es famoso su patrocinio artístico y cultural.



Historia del reinado[]

Etapa como infante[]

Hijo primogénito de Fernando III el Santo y de Beatriz de Suabia (hija de Felipe, rey de Alemania, y nieta del emperador Federico I Barbarroja). Para encargarse de su crianza fueron designados como ayos García Fernández de Villaldemiro y su mujer Mayor Arias de Limia. Después de una primera residencia en Burgos, el pequeño Alfonso pudo ser educado en las propiedades que tenían sus cuidadores en Orense, donde aprendería el galaicoportugués que utilizó en las Cantigas compuestas en su scriptorium y, al menos diez de ellas, seguramente debidas al mismo rey. Ya en la Corte de Toledo, recibió una esmerada educación en múltiples campos, a la vez que empezó a relacionarse con los herederos de las principales familias nobles de Castilla y León.

Cumplida la mayoría de edad a los diecinueve años, Alfonso utiliza oficialmente el título de heredero y comienza a ejercer actividades de gobierno en el reino de León. Poco después, afronta diversas operaciones militares:

  • En 1243, debido a la enfermedad que sufría su padre, el infante se hizo cargo de la campaña de conquista del reino de Murcia (1243-1245), con la ayuda de ciertos caudillos musulmanes del territorio. En el transcurso de estas operaciones firmó el Tratado de Almizra (26 de marzo de 1244) con Jaime I de Aragón, su futuro suegro, estableciendo las fronteras entre ambos reinos.
  • En 1246-1247 participó en la guerra civil portuguesa, apoyando a Sancho II de Portugal frente a su rival Alfonso de Bolonia.
  • En 1247-1248 colaboró en primera línea en la conquista de Sevilla. A causa de la quebrantada salud de su padre, Alfonso se ocupó del reparto entre los miembros de la hueste de los nuevos territorios adquiridos, así como de distintas labores de gobierno.

Dos años antes de la toma de la capital hispalense se habían celebrado los esponsales de Alfonso con la infanta Violante de Aragón, aunque hasta el 29 de enero de 1249 no se celebró la boda, que fue en Valladolid.

El 30 de mayo de 1252 murió Fernando III, y el 1 de junio fue proclamado rey Alfonso X.

Política interior[]

Fue el del Rey Sabio un reinado reformador, que iniciaría el proceso que desembocaría en el Estado Moderno de época de los Reyes Católicos. Fundamentó, asimismo, la supremacía de Castilla entre los reinos peninsulares.

Reformas legislativas[]

Alfonso X pretendía renovar y unificar los diversos fueros que regían sus dominios. Para lograr ese objetivo, el primer paso fue la redacción del Fuero Real para las ciudades del país.El Espéculo sería la primera redacción de un código legal unificado, en la línea del Fuero Real. Sería promulgado en 1255. Sin embargo, al año siguiente llegó una embajada de la ciudad italiana de Pisa ofreciendo a Alfonso su apoyo para optar al trono imperial. El rey castellano decidió entonces que su equipo de juristas elaborara un nuevo código legal ampliado, basado en el Espéculo y en el Derecho romano-canónico. Se trata de las Siete Partidas, redactadas entre 1256 y 1265.

Las reformas legislativas del rey produjeron el rechazo de elementos ciudadanos y nobiliarios, cuyos privilegios se veían amenazados por la creciente intervención del Estado en las legislaciones privativas. Este rechazo fue una de las causas de la gran rebelión nobiliaria de 1272.

Actividad repobladora[]

Sin duda, la labor más importante en este ámbito emprendida por este monarca fue la repoblación del antiguo reino de Sevilla, que permitió consolidar las conquistas de Fernando III. Nada más rendirse la ciudad hispalense, se procedió al reparto de las casas de su casco urbano y de las tierras de alrededor entre los soldados de las huestes reales y nobiliarias, así como entre gentes procedentes de todos los rincones de la Corona de Castilla. Este modelo de repoblación, que vació de musulmanes aquellas localidades que habían sido tomadas por fuerza o que capitularon tras un sitio (caso de las principales ciudades del valle del Guadalquivir), convivió con el mantenimiento de la población autóctona en diferentes zonas. Muchas localidades serranas de Jaén y Córdoba, y otras de las campiñas y llanuras, se rindieron a los castellanos mediante capitulación, por la cual éstos se hacían cargo de sus fortalezas y del cobro de impuestos, mientras que los mudéjares conservaban cierta autonomía política y religiosa.

Este sistema no fue viable después de la revuelta mudéjar de 1264. La expulsión que se produjo de musulmanes en las tierras andaluzas y el agotamiento demográfico de Castilla y León tuvo como consecuencia una bajísima densidad de población en el Sur, que no pudo ser paliada por la labor repobladora de Alfonso X en la comarca del Guadalete y en la Bahía de Cádiz, ni por las iniciativas señoriales en la frontera con Granada. Finalmente, los repobladores se concentrarían en las grandes ciudades del valle del Guadalquivir.

También impulsó Alfonso X la llamada repoblación interior, con la fundación de villas y polas (pueblas) nuevas en regiones del Norte e interior peninsular. Con ello pretendía reforzar la jurisdicción realenga en zonas en las que tradicionalmente habían predominado los señoríos de distinto tipo. Así, podemos enumerar las siguientes:

La revuelta mudéjar[]

A los pocos años de haber renovado la sumisión a Castilla, que ya habían ofrecido a Fernando III, los pequeños territorios tributarios de Niebla y Jerez de la Frontera vieron cómo Alfonso X les arrebataba por la fuerza de las armas la poca autonomía que les restaba. Esta circunstancia, así como otros incumplimientos de las capitulaciones acordadas en su día con los musulmanes andaluces y murcianos que se habían rendido sin resistencia durante las campañas de Fernando III, provocó una sublevación concertada entre la población mudéjar del Sur peninsular, apoyada por el rey de Granada (1264). La rebelión fue fácilmente aplastada en Andalucía en pocos meses, mientras que en Murcia, abandonada a su suerte, fue necesaria la intervención combinada de tropas castellanas y aragonesas, al mando del propio Jaime I de Aragón. Esta revuelta tuvo como consecuencia la expulsión o huida de muchos mudéjares andaluces, y el despoblamiento de vastas áreas en la Campiña del Guadalquivir.

Política exterior[]

La cuestión del Algarve[]

Durante todo su reinado, Alfonso X se tituló "Rey del Algarve". El origen de esta atribución es oscuro. Según algunos autores, como el Marqués de Mondéjar, el Algarve le habría sido donado por Sancho II de Portugal en pago por el apoyo que el castellano le había proporcionado en 1246 contra aquel que terminaría destronándolo, Alfonso III de Portugal. Para otros, como José Mattoso, la reivindicación del rey castellano sobre las tierras al sur de Lisboa reflejaban el deseo de ver reconocida su superioridad feudal sobre el monarca portugués. Sea como fuere, en 1252 Alfonso X y Alfonso III de Portugal firmaron una paz en la que, aparte de decidirse el matrimonio de este último con Beatriz, hija ilegítima del Rey Sabio, se estableció que la soberanía teórica sobre el Algarve correspondería al castellano, si bien de facto el territorio sería gobernado por el portugués. La frontera entre ambos reinos la marcaría el río Guadiana.

El fecho del Imperio[]

En 1256 Alfonso X recibía una embajada de la república de Pisa en Soria. Venía para ofrecerle su apoyo para ser candidato a "emperador" y "rey de romanos", cargo vacante desde la muerte de Guillermo de Holanda. Y es que Alfonso pertenecía, por ser hijo de Beatriz de Suabia, a la familia alemana de los Hohenstaufen, que alegaba ser la depositaria de los derechos al Imperio.

Alfonso X aceptó la oferta pisana y procedió, mediante el envío de diplomáticos, dinero e incluso tropas a las ciudades gibelinas de Italia, a recabar apoyo para su aspiración imperial. Sin embargo, encontró muchas dificultades en este empeño, pues a la existencia de un candidato alternativo, Ricardo de Cornualles (hermano de Enrique III de Inglaterra), se unía la enemistad del Papado, interesado en debilitar el Imperio. Por otra parte estaba el complejo sistema de elección del emperador, que correspondía a siete príncipes electores. Tres de ellos votaron por Ricardo, mientras que cuatro lo hicieron por Alfonso (1257). Sin embargo, el inglés viajó rápidamente a Aquisgrán, donde fue coronado junto a la tumba del primer emperador medieval de Europa Occidental, Carlomagno. El castellano, en cambio, permaneció en sus reinos, con lo que perdió su oportunidad de hacer valer su elección como Rey de Romanos. Nunca pisaría tierra germana.

En los años posteriores Alfonso obligó a sus súbditos a desembolsar enormes cantidades de dinero para sufragar sus gestiones para ser coronado emperador por el papa, así como para apoyar militar y financieramente a sus partidarios en Italia y Alemania. Desgraciadamente para el monarca castellano, la Iglesia romana fue alargando el pleito hasta que Alfonso se vio obligado a renunciar en 1275, tras una entrevista en Beaucaire con el papa Gregorio X.

Detrás de este contencioso pudo estar la intención del Rey Sabio de verse reconocido como superior por los otros reyes peninsulares, recuperando la vieja supremacía teórica que había tenido su antepasado Alfonso VII el Emperador.

El fecho de Allende[]

En los comienzos de su gobierno, Alfonso X retomó un viejo proyecto de su padre, el de continuar la Reconquista allende el Estrecho de Gibraltar. Finalizó las grandes atarazanas de Sevilla para construir la flota necesaria para la invasión de África, nombró un almirante mayor de la mar, y consiguió de Roma la autorización para predicar la Cruzada en Castilla, lo que significaba poder recaudar dinero a cambio de beneficios espirituales. Se nombraron incluso cargos episcopales para las futuras diócesis magrebíes, y se iniciaron contactos diplomáticos con distintos reyes del Norte de África.

No obstante todos estos preparativos, no se emprendió la invasión a gran escala del Magreb. Todo se redujo a unas cuantas expediciones de rapiña y a la captura de alguna plaza costera aislada. La incursión más conocida fue la de Salé, puerto marroquí saqueado en el verano de 1260 por la flota del almirante Juan García de Villamayor (hijo del ayo de Alfonso X). Pero el objetivo principal de esta Cruzada, Ceuta, permaneció en manos islámicas.

Los difíciles últimos años[]

En la última etapa de su vida, Alfonso X tuvo que afrontar diversos fracasos y desgracias: muerte de su heredero (1275), rebeliones de nobles y en el seno de su propia familia, fracaso del intento de conquista de Algeciras (1278), invasiones benimerines...

La rebelión nobiliaria de 1272[]

En 1272 la gran mayoría de los nobles, encabezados por el infante Felipe (hermano de Alfonso X) y Nuño González de Lara, plantearon una serie de reivindicaciones al monarca. Éstas podrían resumirse en: la petición de más ingresos percibidos de la Corona por los "ricoshombres"; la renuncia a la política autoritaria y centralizadora del soberano; y la derogación de las leyes que éste había impuesto para llevarla a cabo. Al hacer Alfonso oídos sordos a estas protestas, los aristócratas se "desnaturaron" y se exiliaron en Granada junto a sus ejércitos feudales, provocando graves daños a su paso. Entre 1272 y 1273 el infante heredero, Fernando de la Cerda, negoció la reconciliación con los rebeldes en un difícil contexto de guerra contra nazaríes y benimerines. Finalmente, el príncipe logró la paz con ellos y con Granada.

La problemática sucesión[]

El primogénito y heredero al trono, Fernando de la Cerda, murió en 1275 en Villa Real, cuando se dirigía a hacer frente a una nueva invasión norteafricana en Andalucía. De acuerdo con el derecho consuetudinario castellano, en caso de muerte del primogénito en la sucesión a la Corona, los derechos debían recaer en el segundogénito, Sancho; sin embargo, el derecho romano privado introducido en Las Siete Partidas establecía que la sucesión correspondía a los hijos de Fernando de la Cerda.

El rey se inclinó en principio por satisfacer las aspiraciones de Sancho, que se había distinguido en la guerra contra los invasores islámicos en sustitución de su difunto hermano. Pero luego el rey, presionado por su esposa Violante y por Felipe III de Francia, tío de los llamados "infantes de la Cerda" (hijos de Fernando), se vio obligado a compensar a éstos. Sancho, conocido por la historiografía como el Bravo por su fuerte carácter, se enfrentó a su padre cuando éste pretendió crear un reino en Jaén para el mayor de los hijos del antiguo heredero, Alfonso de la Cerda.

Finalmente, Sancho y buena parte de la nobleza del reino se rebelaron, llegando a desposeer a Alfonso X de sus poderes, aunque no del título de rey (1282). Sólo Sevilla, Murcia y Badajoz permanecieron fieles al viejo monarca. Alfonso maldijo a su hijo, a quien desheredó en su testamento, y ayudado por sus antiguos enemigos los benimerines empezó a recuperar su posición. Cuando cada vez más nobles y ciudades rebeldes iban abandonando la facción de Sancho, murió el Rey Sabio en Sevilla, el 4 de abril de 1284.

Muerte y sepultura del Rey Sabio[]

Muerte de Alfonso X el Sabio[]

Alfonso X el Sabio falleció en la ciudad de Sevilla el día 4 de abril de 1284. La Crónica de Alfonso X recoge los últimos momentos del monarca:

"E en este tiempo adolescio el rey Don Alfonso en Sevilla, en guisa que llegó a muerte: e veyendo que non podría guarir, el infante Don Juan demandole que le mandase dar el el reinado de Sevilla o el de Badajoz con todas las otras villas que tenia, e commo quier que le dio buena respuesta, pero él non lo quiso facer. E cuando fue afincado de la dolencia, dijo ante todos que perdonaba al infante don Sancho, su fijo heredero, que lo ficiera con mancebia, e que perdonaba a todos los sus naturales de los reynos el yerro que ficieron contra él: e mandó facer luego cartas desto, selladas con sus sellos de oro, porque fuesen ciertos todos los de los reinos que avia perdido querella dellos, e que los perdonaba porque fincasen sin blasmo ninguno. E desque esto ovo acabado e librado, recibio el cuerpo de Dios muy devotamente, e a poca de hora dio el alma a Dios. E el infante Don Juan e todos los ricos omes, e la reina de Portogal, su fija, e los otros infantes sus fijos, ficieron muy grand llanto por él: e despues enterraronlo en Santa Maria de Sevilla, cerca del rey Don Fernando su padre, e de la reina Doña Beatriz su madre."

Disposiciones testamentarias de Alfonso X el Sabio relativas a su sepultura[]

Cuando el monarca contaba con cuarenta años de edad, decidió que a su muerte sus restos recibieran sepultura en la Iglesia de Santa Cruz de Cádiz, que él había ordenado construir. Sin embargo, tal deseo no fue recogido en las últimas voluntades del soberano castellano-leonés, recogidas en el codicilo testamentario otorgado en la ciudad de Sevilla el día 22 de enero de 1284, en el que estipulaba cuál había de ser el destino de sus restos mortales:"Por estas razones sobre dichas conviene que se cumpla de alguna parte, ca non es derecho que el cuerpo fuelgue fasta que sean cunplidas aquellas cosas, porque podría aver trabajo en el alma. E pues Dios quiere que nuestras debdas sean cunplidas, e pagadas e cunplidas las mandas, que el nuestro cuerpo sea enterrado en nuestro monesterio de Sancta María la Real de Murcia, que es cabeza de este reyno; el primero lugar que Dios quiso que ganasemos a servicio dél, e a honra del rey Don Fernando, e de nos, et de nuestra tierra; pero si los nuestros cabezaleros tovieren por mejor que el nuestro cuerpo sea enterrado en la cibdat de Sevilla, o en otro lugar que sea mas a servicio de Dios, tenemoslo por bien, en tal manera que finque al monesterio sobredicho de Murcia los bienes e las posesiones que nos le diesemos, salvo el alcazar, que mandamos que aya siempre el que de nuestro linage fuere con derecho rey de Murcia. E si los nuestros testamentarios tovieren por bien de enterrar nuestro cuerpo en Sevilla, mandamos que lo fagan enterrar alli do tuvieren e entendieren que es mejor; pero de esta guisa: que la sepultura non sea muy alta, e si quisieren que sea alli donde el Rey Don Fernando e la Reyna Doña Beatriz yazen, que fagan en tal manera que la nuestra cabeza tengamos a sus pies de amos a dos, e de guisa que, sea la sepultura llana, en tal manera que cuando el capellan entrase a dezir la oracion sobre ellos e sobre nos, que los pies tenga sobre la sepultura."

"E otrosi mandamos, que luego que finaremos, que nos saquen el corazon e lo lleven a la sancta tierra de Ultramar, e que lo sotierren en Iherusalem, en el monte Calvario, alli do yazen algunos de, nuestros abuelos, e si levar non lo pudiesen que lo pongan en algund lugar do esté fasta que Dios quiera que la tierra se, gane e se pueda levar en salvo. Esto tenemos por bien, e mandamos que faga don Frey Juan, teniente de las vezes del maestre del Temple en los reinos de Castilla et de Leon, et de Portugal, porque es conoscido de nuestro señorio, et se, tovo con nusco el tiempo que todos los maestres de las otras ordenes nos desconocieron. E mandamos a este cavallero de nuestro cuerpo todas las nuestras camaras que traemos de nuestro guisamiento, et demas mil marcos de plata, para dar en capelbnia do canten capellanes missas cada dia por siempre por nuestra alma en el sepulcro sancto, quando Dios quisiere que lo ayan cristianos, o en él o en el logar do estoviere nuestro corazon... Mandamos otrosi que cuando sacaren el nuestro corazon para llevarlo a la Sancta tierra de Ultramar, segund que es ya dicho, e que saquen lo otro de nuestro cuerpo e lo lleven a enterrar al monesterio de Sancta Maria la Real de Murcia, o a do el nuestro cuerpo oviere a ser enterrado, que lo metan todo en una sepultura assi como si nuestro cuerpo fuese y a yazer, si el monesterío fuere en aquel estado que lo nos establecemos e devemos estar; e sy non, mandamos que, fagan esto en la iglesia mayor de Sancta Maria de Sevilla. Otrosi mandamos que si nuestro cuerpo fuere, y enterrado en Sevilla, que sea y dada la nuestra tabla que fezimos fazer con las reliquias a honrra de Sancta María, e que la trayan en la procesion en las grandes fiestas de Sancta Maria ... Otrosi mandamos que todos los libros de los cantares de loor de Sancta Maria sean todos en aquella iglesia do nuestro cuerpo se enterrare, e que los fagan cantar en las fiestas de Sancta María"

Las entrañas de Alfonso X el Sabio, depositadas en la Catedral de Murcia[]

En el presbiterio de la Catedral de Murcia, procedentes de la capilla real del alcázar de Murcia, llamada capilla de Nuestra Señora de Gracia, se encuentran las entrañas de Alfonso X el Sabio, colocadas dentro de una urna. El propósito del monarca era que fueran llevadas al Monte Calvario, en Tierra Santa. Sin embargo, nunca llegó a cumplirse la voluntad del monarca, y en el año 1525, a petición de la ciudad de Murcia, y por orden del emperador Carlos V, fueron trasladadas al lugar en el que hoy se encuentran.

La urna está colocada en una hornacina de medio punto, descorada con motivos florales, y fue labrada en la época de Carlos V, siendo restaurada después de 1854. La urna que guarda las entrañas es de piedra, pintada de blanco y oro, y a cada uno de sus lados se encuentran representados dos heraldos, con mazas doradas apoyadas en los hombros, y en cuyas dalmáticas aparecen los escudos de Castilla y León. Las figuras de los heraldos, que fueron realizadas en el siglo XVI, están pintadas de color rojo y oro. En una cartela colocada en la parte inferior de la urna, y en caracteres alemanes, se lee la siguiente inscripción:

"AQUI ESTAN LAS ENTRAÑAS DEL SEÑOR REY DON ALONSO X, EL QUAL MURIENDO EN SEVILLA POR LA GRAN LEALTAD CON QUE ESTA CIBDAT DE MURCIA LE SIRVIO EN SUS ADVERSIDADES LAS MANDO SEPULTAR EN ELLA."

El emperador Carlos V prohibió que nadie, fuera cual fuese su rango fuera sepultado en la capilla donde se depositaron las entrañas, y mediante una cédula emitida el día 11 de mayo de 1526, ordenó que se hiciese una reja de hierro, que debía portar su escudo de armas, y en la que se debía grabar que Alfonso X el Sabio ordenó que sus entrañas fuesen llevadas allí por la lealtad que le profesó la ciudad de Murcia.

Sepultura de Alfonso X el Sabio en la Catedral de Sevilla[]

A su muerte, el cadáver de Alfonso X el Sabio recibió sepultura en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.En la primitiva capilla estaba colocada una estatua que representaba al monarca, en posición sedente, que se hallaba situada ante la imágen de la Virgen de los Reyes, y en su lado izquierdo. También se hallaban presentes en la capilla las imágenes sedentes de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León, y de Beatriz de Suabia, padres de Alfonso X, y sepultados allí. A los pies de la imágen sedente del monarca se encontraba el sepulcro que contenía los restos del rey, recubierto con una chapa de plata labrada y adornada con castillos, leones, cruces y águilas. La corona que portaba la efigie del rey era de oro y piedras preciosas, la mano derecha del monarca empuñaba un cetro de plata, rematado por una figura en forma de águila, mientras que en la mano izquierda llevaba una esfera de oro coronada por una cruz. En 1356, Pedro I el Cruel, tataranieto de Alfonso X el Sabio, despojó las imágenes de Alfonso X y de su madre, la reina Beatriz de Suabia, de todos los metales preciosos y piedras preciosas que las adornaban.

Posteriormente, en el siglo XVI, una vez que se construyó la nueva Capilla Real, demoliendo para ello la anterior, el sarcófago de madera que contenía los restos del rey fue colocado bajo el arco más cercano a la reja que cerraba el acceso a la capilla, en el lado izquierdo de la misma. El sarcófago del monarca, de madera, se hallaba cubierto con un paño de brocado y, en la parte correspondiente a la cabecera, y depositados sobre una almohada, estaban colocados una corona y un cetro de bronce dorado.

En 1948, con motivo del séptimo centenario de la conquista de la ciudad de Sevilla por Fernando III el Santo, que capituló en 1248, se ejecutó el sepulcro actual del monarca castellano-leonés, que se encuentra en el lado del Evangelio de la Capilla Real. La estatua orante es obra de los escultores Antonio Cano y Carmen Jiménez. El mausoleo del rey es idéntico al de la reina Beatriz de Suabia, su madre, situado enfrente de él. El mausoleo está formado por dos cuerpos superpuestos, que se encuentran flanqueados por columnas en los extremos. El primer cuerpo contiene la urna que aloja los restos del Rey Sabio, en cuyo frontal se encuentra una cartela donde se lee "Alfonso X el Sabio". Sobre la urna se sitúa la imágen orante del rey, cubierto por un manto real, coronado con corona de bronce, y arrodillado ante un reclinatorio. El segundo cuerpo del mausoleo, rematado por un frontón, lo ocupa medallón circular en el que aparece el escudo del reino de Castilla y León.

Matrimonio y descendencia[]

Fruto de su matrimonio con la reina Violante de Aragón, hija de Jaime I el Conquistador, rey de Aragón nacieron varios hijos:

Alfonso X el Sabio tuvo varios hijos ilegítimos, frutos de diversas relaciones extramatrimoniales. Aquí figuran los nombres de algunos de ellos:

Actividad literaria y científica[]

Véase también: La lengua castellana en el reinado de Alfonso X el SabioLa educación de Alfonso fue esmerada; el monarca tenía una gran sed de saber y un gran respeto a la cultura porque su madre, Beatriz de Suabia, era de hecho una erudita. Desde su juventud, antes de 1252, fecha en que fue coronado rey, el príncipe Alfonso, además de escribir cantigas de escarnio en galaico-portugués y, muy probablemente, algunos himnos de loor a la Virgen, auspició un libro de cuentos ejemplares (o exempla) en castellano: el Calila y Dimna.

De su extensa obra destacan: el Fuero Real de Castilla, el Espéculo y las Siete Partidas, entre las jurídicas; las Tablas alfonsíes, entre las astronómicas; y entre las de carácter histórico, la Estoria de España y la Grande e General Estoria o General Estoria, obra de historia universal. Las Cantigas de Santa María es un conjunto de canciones líricas, escritas en galaico-portugués y acompañadas de notación musical y unas vistosísimas ilustraciones que se hallan entre lo mejor de la pintura de su tiempo. El Lapidario versa sobre las propiedades minerales, y el Libro de los juegos sobre temas lúdicos (ajedrez, dados y tablas), deportes de la nobleza en aquel tiempo. La intervención del rey fue a veces directa y a veces indirecta, pero indudablemente fue el arquitecto de estas obras:

El rey faze un libro non por quel él escriva con sus manos mas porque compone las razones d'él e las emienda et yegua e endereça e muestra la manera de cómo se deven fazer, e desí escrívelas qui él manda. Peró dezimos por esta razón que el rey faze el libro (Alfonso X el Sabio, General estoria I, f. 216r).

Es decir, concebía el plan de la obra, ponía los medios para realizarla y daba las instrucciones precisas sobre su estructura y contenido, e incluso descendía a detalles como precisar los dibujos e ilustraciones que debían ornar el texto. Esta preocupación por la obra bien hecha se manifiesta también en el prólogo del tratado inaugural de los Libros del saber de astrología, que es el Libro de las figuras de las estrellas fixas que son en el ochavo cielo, versión revisada acometida en 1276 de una primera traducción realizada en 1256. Allí se dice que el rey ordenó la traducción del texto a Yehudá ben Mošé y a Guillén Arremón de Aspa en 1256,

E después lo endereçó e lo mandó componer este rey sobredicho, e tolló las razones que entendió que eran sobejanas e dobladas e que non eran en castellano derecho, e puso las otras que entendió que cumplían, e quanto al lenguaje endereçolo él por sí. E en los otros saberes ovo por ayuntadores a maestre Joan de Mesina e a maestre Joan de Cremona e a Yhudá el sobredicho e a Samuel. E esto fue en el año XXV de su reinado.

Alfonso convocó para esta labor a un conjunto de sabios en lenguas hebrea, árabe y latina, con quienes formó su scriptorium real, conocido imprecisamente como Escuela de Traductores de Toledo. Contó con la colaboración de cristianos, judíos y musulmanes, que desarrollaron una importante labor científica al rescatar textos de la Antigüedad y al traducir textos árabes y hebreos al latín y al castellano. Estos trabajos habilitarán definitivamente el castellano como lengua culta, tanto en el ámbito científico como en el literario. Desde su reinado, además, se utilizará como lengua de la cancillería real frente al latín, que era la lengua de uso regular en la diplomacia regia de Castilla y León.

También creó en Sevilla unos Studii o Escuelas generales de latín y de arábigo. Igualmente, fundó en 1269 la Escuela de Murcia, dirigida por el matemático Al-Ricotí.

Elevó al rango de Universidad los Estudios Generales de Salamanca (1254) y Palencia (1263), siendo Salamanca la primera en ostentar ese título en Europa.

Títulos[]

Al final de su reinado ostentaba los títulos de Rey de Castilla, Toledo, León, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén y el Algarve.

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