La trágica vida de la Infanta Beatriz de Borbón, la abuela española del Conde Lecquio

La trágica vida de la Infanta Beatriz de Borbón, la abuela española del Conde Lecquio

La que sería la abuela materna de Alessandro Lecquio y de Sibilla de Luxemburgo fijó su residencia en el palacio Torlonia, en la romana via Bocca di Leone, donde moriría en 2002

En el Palacio Real, la Infanta Beatriz posa para un busto realizado por el escultor Soriano Montagut Julio Duque
César Cervera

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La historia de la familia de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg es una de las más terribles en la Monarquía española. El matrimonio, que echó andar tras una boda en la que murieron veintitrés personas a causa de un atentado anarquista, descubrió pronto que la hemofilia de la familia materna no iba a darles tregua.

La última Reina de España antes de la Segunda República heredó de su abuela Victoria la hemofilia, enfermedad entonces muy poco conocida que provoca problemas en la coagulación de la sangre y se manifiesta por una persistencia de las hemorragias. Uno de los hijos de esta ilustre reina del Reino Unido, Leopoldo, murió desangrado en Cannes en 1884 tras herirse levemente en una rodilla.

Tras el nacimiento del primer hijo del matrimonio, Alfonso, los médicos descubrieron que portaba la terrible hemofilia de la familia de su madre. La enfermedad condicionó la existencia del heredero de la corona, siempre entre hospitales y condenado a no poder reinar en España, si bien su padre evitó inhabilitarle y le reservó un papel apartado del primer plano. El segundo varón, Jaime, nació con buena salud y no padeció como su hermano mayor la hemofilia . Sin embargo, fue enviado con cuatro años a un sanatorio suizo al temerse que hubiera contraído la tuberculosis. A su regreso sufrió un violento dolor de oídos en el tren que obligó a los médicos a realizarle una trepanación con rotura de los huesos auditivos. El niño quedó sordo y casi mudo el resto de su vida.

Entre la desgracia y el exilio

El cuadro de hijos enfermos lo completó el más pequeño, Gonzalo, que también sufría hemofilia pero en su caso era un entusiasta deportista y un joven con una salud aceptable. Entre hermanos enfermos, hermanastros bastardos y circunstancias políticas turbulentas, que llevaron al Rey al exilio en 1931, crecieron el resto de hijos del regio matrimonio: Don Juan , abuelo del actual Monarca; la Infanta María Cristina , y la Infanta Beatriz , la más mayor después de Alfonso y Jaime.

La imagen de los Reyes, con la infanta Beatriz al llegar al hipódromo, ocupa la portada de ABC el 15 de junio de 1912

La mujer que hubiera heredado la Corona en España en caso que los hombres no tuvieran preeminencia en la línea sucesoria pasó su infancia y adolescencia en el Palacio Real de Madrid , donde cursó sus estudios a cargo de los profesores encargados de la actividad docente de los infantes .

En 1931 todo ese mundo palaciego se resquebrajó. Los primeros años en el exilio de la Familia Real fueron una pesadilla y un choque con la realidad. De París la Familia Real se tuvo que trasladar pronto a Fontainebleau por cuestiones económicas y por presiones del Gobierno francés, de cariz republicano. El Rey permaneció en esa primera etapa de exilio largas temporadas en Irlanda y viajó a Austria, Egipto y la India. Con su mujer llevaba dieciséis años sin hacer vida marital, por lo que su separación definitiva no resultó traumática. Incluso habitaron en ciudades separadas.

La Reina Victoria Eugenia se instaló primero en Inglaterra, visitó Estados Unidos y solo regresaría una vez más a España, justo en el bautizo del actual Rey Don Felipe . Alfonso XIII se estableció definitivamente en Italia, aunque siguió veraneando en Suiza y Austria.

Un accidente de coche repleto de infortunios

A su lado se encontraba Beatriz y Gonzalo, en la villa del Conde Ladislao de Hoyos , en Pörtschach am Wörthersee (Austria), cuando se produjo un terrible accidente. Durante las vacaciones de verano de 1934, el pequeño infante, que estudiaba con brillantes notas para ingeniero agrónomo en Bélgica, iba en coche junto a su hermana mayor, quien conducía supuestamente el vehículo, cuando tuvieron que maniobrar bruscamente para esquivar a un ciclista que resultó ser el barón von Neumann. El coche colisionó contra un muro y los dos ocupantes, en apariencia, no sufrieron heridas graves. Sin embargo, una vez ingresado, el benjamín de los Borbones murió a consecuencia de las heridas internas agravadas por sus problemas a la hora de coagular la sangre.

Retrato de Beatriz pintado en 1927 por Philip de László.

La Infanta Beatriz quedó destrozada por sentirse culpable del accidente. Mientras velaba de rodillas durante horas al pie de su cama en el hospital, incluso prometió a la Virgen que ingresaría en un convento si le salvaba . Según el biógrafo y amigo del Rey, Ramón de Franch, la razón por la que la Infanta sintió tal remordimiento es porque el coche siniestrado no lo conducía ella sino Gonzalo, a quien, en un acto de imprudencia, había cedido el volante sin que este tuviera aún edad para conducir.

El hermano mayor, Alfonso, que se casó con una hermosa cubana en una boda a la que solo acudió la Reina madre y las Infantas Beatriz y María Cristina , moriría pocos años después que Gonzalo en otro accidente de tráfico también agravado por su mala salud. Dos hijos con hemofilia, dos hijos muertos en circunstancias casi idénticas. Paradójicamente, el Rey fue a lo largo de su vida un apasionado de los automóviles y de la velocidad, hasta el extremo de que el Congreso llegó a debatir si era posible establecer un límite de velocidad a sus cabriolas.

Un matrimonio italiano

La Infanta no se metió a monja. Como señala Gabriel Cardona en su obra «Alfonso XIII, el rey de espadas» (Planeta, 2005), a la Infanta Beatriz costó casarla con alguien de solera debido a la precaria situación política en la que se encontraba el Rey exiliado. Se comprometió en enero de 1935, en presencia de su padre, pero no de su madre, con Alejandro de Torlonia , quien ostentaba un título de príncipe comprado al Papa.

Para ello tuvo que renunciar a los derechos sucesorios antes de la boda y a soportar la retahíla de reproches, incluido el de que la habían buscado un buen marido para consolarla por «haber sido por desgracia causa de la muerte de un hermano», que desde París le envió su hermano Alfonso por posicionarse de parte del Rey, y no de la Reina, en unos años en los que las relaciones del matrimonio estaban rotas por completo.

Los hijos de Alfonso XIII, el Príncipe de Asturias (1), el Infante Jaime (2) y la Infanta beatriz (3) a su regreso a palacio después de su paso por la Casa de Campo en 1913. Julio Duque

Una carta con fecha de enero de 1935, reproducida por Juan Balansó en su libro «Trío de Príncipes» , terminaba con un agrio deseo de Alfonso para su hermana Beatriz:

«Que tengas suerte (aunque lo dudo, pues el que mal empieza mal acaba) y no tengas que llorar lo que has hecho, pues ten en cuenta es un paso para toda la vida y que a alguno lo has destrozado. Espero que veas en esta carta cariño y no venganza, pues no es ese mi deseo. Te abraza tu hermano».

El matrimonio no acabó mal como pronosticó Alfonso, quien sí tuvo varios tropiezos maritales. La que sería la abuela materna de Alessandro Lecquio y de Sibilla de Luxemburgo fijó su residencia en el palacio Torlonia , en la romana via Bocca di Leone, donde moriría en 2002. Fue madre de cuatro hijos: Sandra (1936), casada con el conde Clemente Lequio di Assaba ; Marco (1937-1986), casado con Orsetta Caracciolo; Marino (1939-1995), y Olimpia (1943), casada con el empresario suizo Paul Annik Weiller.

A pesar de su arraigo italiano, la Infanta Beatriz fue la primera entre los hijos de Alfonso XIII en regresar a España tras la Guerra Civil. Alojada en el Hotel Ritz , la Infanta jaleó a los monárquicos con su visita de 1950, de manera que la dictadura franquista ordenó su inmediata salida del país. A partir de entonces, si bien pasó algunas temporadas en España, nunca más volvió a residir mucho tiempo en su país natal.

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