El Congreso de Viena, un nuevo equilibrio en Europa - El Orden Mundial - EOM
8 de octubre de 1814

El Congreso de Viena, un nuevo equilibrio en Europa

La alianza de monarquías europeas que había derrotado a Napoleón Bonaparte se reunió en Viena el 8 de octubre de 1814 para decidir el futuro político del continente. Los objetivos del Congreso incluían recuperar el equilibrio de poder anterior a la Revolución francesa y la hegemonía de las casas reales.
El Congreso de Viena, un nuevo equilibrio en Europa
Delegados durante el Congreso de Viena. Fuente: Wikimedia.

Tras el éxito de la Revolución francesa de 1789, Napoleón Bonaparte se valió de su ejército para extender la influencia de su país por toda Europa. Autocoronado emperador en 1804, cambió las fronteras del continente e impuso alianzas que debilitaron la hegemonía de las monarquías europeas. Sin embargo, después de varios intentos, la Sexta Coalición, que conformaban sus principales rivales, venció en el mayor enfrentamiento de las guerras napoleónicas (1803-1815), la batalla de Leipzig, y entró en París en marzo de 1814.

Apartado Napoleón del poder, su suegro y enemigo, el emperador Francisco I de Austria, organizó un encuentro internacional en Viena. Las grandes potencias europeas de la época se reunieron entre octubre de 1814 y junio de 1815 para reorganizar las políticas del continente y el reparto de los territorios que Napoleón había invadido. Entre los principales objetivos del Congreso estaba el de regresar a la situación previa a la Revolución francesa, recuperando el equilibrio de poder para prevenir otra tentativa expansionista como la de Napoleón.

Las monarquías se reúnen para mantener su hegemonía

El Congreso de Viena, cuya primera sesión tuvo lugar el 8 de octubre de 1814, reunió a representantes de las principales monarquías europeas: Austria, Prusia, Rusia y el Reino Unido, con presencia también de Suecia, Portugal y España. El gran promotor del Congreso fue Klemens von Metternich, ministro de Asuntos Exteriores austriaco y representante del emperador Francisco I. El rey Federico Guillermo III acudió por parte de Prusia, el más poderoso de los estados alemanes, pues para entonces Alemania estaba aún sin unificar, al igual que Italia. El zar Alejandro I de Rusia asistió precisamente con la intención de promover la integración alemana y limitar así la influencia de Prusia. Por su parte, la derrotada Francia tuvo representación a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Charles Maurice de Talleyrand, que consiguió minimizar las sanciones y fomentó el equilibrio de poder.

El deseo de las potencias era poner en marcha la Restauración, es decir, recuperar la hegemonía de las monarquías europeas en contraposición a los nuevos regímenes revolucionarios iniciados a finales del siglo XVIII. Las casas reales acordaron asistirse militarmente si el equilibrio de poderes peligraba, y mediante los acuerdos surgidos del Congreso de Viena dibujaron nuevas fronteras en el mapa europeo. 

El nuevo mapa de Europa

La complejidad de las negociaciones, que tuvieron lugar en una de las principales capitales de la cultura europea, obligó a celebrar banquetes, bailes y cacerías que ralentizaron el desarrollo del Congreso. Esta coyuntura propició la frase “el Congreso baila, pero no marcha”, pues, de hecho, mientras tanto Napoleón había huido de su destierro en la isla de Elba y regresado a Europa antes del final de la conferencia. El Congreso de Viena fue finalmente clausurado el 9 de junio de 1815, unos días antes de la batalla de Waterloo, donde Napoleón fue derrotado de forma definitiva.

El Congreso, por un lado, resultó en diversos cambios territoriales. El Imperio austríaco salió reforzado al recuperar sus posesiones de los Balcanes y el Tirol, y al recibir Lombardía, Véneto y Dalmacia. La Confederación Alemana de 39 estados, incluida Prusia, sustituyó a la Confederación del Rin creada por Napoleón tras la caída del Sacro Imperio Romano Germano en 1806. Prusia no vio cumplidas todas sus pretensiones, pero sí recibió territorios de Sajonia, Westfalia, Renania y la orilla oeste del Rin. Rusia, por su parte, se anexionó la mayor parte de Polonia, Finlandia y Besarabia, mientras que el Reino Unido se consolidó como la mayor potencia naval de la época con la incorporación de las islas de Malta y Ceilán (Sri Lanka), así como la Colonia del Cabo, en la actual Sudáfrica.

En cuanto a Francia, Luis XVIII fue coronado como el primer rey de la restauración borbónica en el país, que regresó a sus límites fronterizos de 1792. Suecia perdió Finlandia, pero recibió Noruega, y España no participó de ningún reparto, dado su escaso papel en las negociaciones. Otros cambios afectaron al Reino de Nápoles, que se anexionó Sicilia, y a la Iglesia católica, que reinstauró sus Estados Pontificios, anexionados por Napoleón.

Tras el Congreso de Viena, Austria, Rusia y Prusia formaron la Santa Alianza para intervenir, con base en los principios cristianos, allá donde se necesitara salvaguardar el orden absolutista y aplastar cualquier intento revolucionario. Aunque esta coalición no pudo impedir que las monarquías fueran perdiendo poder a lo largo del siglo XIX, el orden surgido de Viena sí consiguió prevenir una nueva gran guerra europea durante todo un siglo, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914.

Jaime Villamuera

Santander, 1999. Relaciones Internacionales y Comunicación Corporativa en la Universidad Antonio de Nebrija, con Estudios Europeos en la Sorbonne Université de París. Apasionado de la geopolítica, la seguridad y el descubrimiento de otras culturas, además del cine, la música y la literatura.

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