El zar Alejo, padre de las reformas rusas - Russia Beyond ES

El zar Alejo, padre de las reformas rusas

Natalia Mijáilenko
El zar Alejo o Alexis I de Rusia [o Alexéi Mijáilovich Románov] (1629-1676), hijo del fundador de la dinastía de Mijaíl Románov y padre de Pedro I el Grande, fue un hombre sumamente contradictorio. Un fervoroso creyente, pero supersticioso. Cruel, rudo, insensato. Pero, al mismo tiempo, uno de los gobernadores más formados e inteligentes de su tiempo. Y fue él precisamente quien inició las reformas que hicieron de Rusia una potencia europea.

Lo llamaban El Apacible. Era un creyente fervoroso, observaba todos los ayunos, los lunes, los miércoles y los viernes no comía nada, sólo bebía agua. Cuando hacía ayuno permanecía en la iglesia cinco o seis horas, a veces hacía mil reverencias profundas y en los días de gran fiesta, mil quinientas. 

Le llamaban Apacible porque daba muestras de humildad cristiana. Aunque lo cierto es que no siempre. De vez en cuando esta humildad se tornaba en explosiones de ira monárquica. Podía incluso llegar a blasfemar en el templo de Dios. O propinar un puntapié a un boyardo. Con los boyardos mantenía una relación difícil. Una vez el zar, que sufría de obesidad, llamó a un médico alemán para que le provocara un sangrado. Como sintió alivio, ordenó a los boyardos que probaran el mismo método. El boyardo Streshnev no se mostró de acuerdo con ese mandato y aludió a su vejez. Por este motivo fue golpeado. Pero luego el zar le cubrió de regalos para reconciliarse con el anciano. Era la política del palo y la zanahoria. 

Una vez el zar se las ingenió para enemistarse incluso con el patriarca Nikón, su mejor amigo. El patriarca era arrogante y eso irritaba al zar. Se enfadaron en la iglesia, en un viernes de cuaresma, debido a algunas sutilezas del rito eclesiástico. Alexéi Mijáilovich llamó al patriarca “mujik” y bastardo. En general, Nikón también era amigo de las imprecaciones. Pero esta vez se contuvo. 

Y qué pasiones se representaban por culpa del amor del zar al teatro. A Alexéi Mijáilovich y especialmente a su joven mujer, la zarina Natalia Kiríllovna Narýshkina, les encantaba ver espectáculos cómicos en la corte. Pero los bailes franceses eran un divertimento indecente y pecaminoso para un monarca ortodoxo. Y el zar encontró una solución. Permitió el ballet, pero sin música. Porque para el individuo verdaderamente ortodoxo sólo existe la música espiritual y todo lo demás son cosas del diablo. 

Y habrían representado para él el ballet sin música, de no ser porque remedió la situación el confesor de Alexéi Mijáilovich. Permitió que se divirtiera con música, aceptando sobre su persona los pecados de su hijo espiritual. Y al mismo tiempo recordó que la música y la danza ya existían en la corte de los emperadores bizantinos, auténticos ortodoxos. Por tanto, el zar también podía deleitarse con ella. Después de todo, ¿quién era el soberano de Moscú? El heredero del bizantino, su continuador. 

Escogió mujer de un modo peculiar. Cuando el zar decidió casarse, de entre 200 doncellas seleccionaron para él a las seis más bellas, y de estas seis el zar escogió a una: Yevfimia Vsevolozhskaia. Pero cuando la llevaron para su primera visita con el zar, la novia se desmayó. De esto se dedujo que padecía mal caduco (epilepsia) y la enviaron a Siberia, donde se quedó soltera, hasta el resto de su vida. Nadie osaba pedir la mano de aquella mujer a la que el zar había pretendido. 

Tuvo un largo reinado y le dio tiempo a hacer muchas cosas. Introdujo las monedas de cobre. Antes sólo estaban en circulación las monedas de plata y de oro. Bajo su reinado se aceptó el primer código de leyes rusas. En 1649 el zar convocó el “Zemski Sobor”, un consejo de diversos representantes del Estado, e introdujo el “ulozhenie”, un nuevo código legal que llevó a la definición de todos los servicios de los súbditos al Estado. Por fumar tabaco se establecía como castigo el exilio a Siberia y, por la venta de éste, la pena de muerte. 

También quedaba prohibido que los hijos se quejaran de los padres. Se subrayaban las diferencias entre hombre y mujer: por asesinar al marido la mujer se arriesgaba a una ejecución dolorosa, mientras que un marido por matar a su mujer sólo debía mostrar arrepentimiento.

También fundó el Taini Prikaz, el departamento de los asuntos secretos, a partir del cual surgieron todos los servicios de inteligencia rusos. 

Y todavía otro detalle: Alexéi Mijáilovich, a diferencia de sus antecesores, era instruido. Fue el primero que empezó a firmar de su propio puño y letra los decretos zaristas. 

A veces parece que las reformas en la antigua Rus las emprendió Pedro el Grande y que, antes de él, Rusia fuera un Estado atrasado, oscuro. En realidad, cuando Pedro fue entronizado, las reformas ya estaban en marcha. Pedro sólo continuó lo que inició Alexéi Mijáilovich. Sin su padre no habría conseguido nada.

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